Un dictador vampiro, un obsesivo Tony Manero y un plebiscito histórico son componentes que Pablo Larraín usa en sus películas para encontrar una mirada propia a la historia reciente de Chile. Un reconocimiento internacional que no deja de insistir en cuestionamientos sobre su familia conservadora, con un pasado ligado a la dictadura. Ahora presenta a Pinochet como vampiro, donde la realidad se convierte en recurso para la ficción.
La Real Academia Española define Conde como “caudillo, capitán o superior que elegían los gitanos para que los gobernase” y también está la acepción de “hombre que manda y gobierna, después del manijero, las cuadrillas de gente rústica que trabajan a destajo”, el poder se impone o también elige. Esta es la palabra elegida por Pablo Larraín para su última película.
En la nueva producción, que distribuye para todo el mundo Netflix, se narra la historia de un vampiro que desea morir, que tiene la lucha con sus hijos por la herencia y una monja encubierta, disfrazada de contadora, intenta matar a Pinochet, mientras el Conde contempla su presencia en la sociedad chilena.
La obra recibió una ovación durante más de cinco minutos en el Festival de Cine de Venecia, compitiendo a obras de cineastas reconocidos como Sofia Coppola, David Fincher y Michael Mann.
El crítico de cine, Ernesto Garratt, destaca en la película la “irreverente broma con el cuerpo del general en el ataúd, con su rostro de muerto a la vista detrás de un vidrio en una toma cenital, tal como se registró en la realidad”, donde contrasta con una de sus primeras películas.
Inicios de Pablo Larraín
“Desde que llamó la atención de la crítica mundial en Cannes de 2008 con Tony Manero, su estilo de cine ha ido desde un combo bajo de pura incomodidad, hasta las inesperadas chispas de la sátira oscura y la abierta fantasía de El Conde”, así retrata Garratt la trayectoria de Pablo Larraín. Otro componente que el crítico presenta, quizá el más transversal, es el poder y la locura.
Tony Manero es una de las primeras películas con alcance global en la crítica cinematográfica. Narra la vida de un hombre obsesionado con el personaje de Tony Manero, de la película Fiebre de Sábado por la Noche. Ambientada en plena dictadura militar, el personaje lleva la historia a una decadencia moral, todo por ganar un concurso del programa de televisión, Festival de la Una, en su sección “El doble de”.
Garratt explica que existe una provocación permanente en Tony Manero, siendo “la punta de lanza” para Pablo Larraín, que remueve la crítica en el país con tabúes como el personaje obsesionado, que encuentra la película una radiografía de la época de un país en dictadura.
Para el periodista y crítico de cine, Pablo Marín, Larraín establece una mirada a ciertos “pasajes de la historia reciente chilena, enmarcando eso al servicio de una narrativa que es muy la suya, de personajes protagónicos disociados. Gente un poco difícil de querer”.
En el conflicto de personajes más disociados, Pablo Marín contrapone esta idea con un contrato implícito entre el cine y el espectador, donde “de alguna forma, buscamos algún tipo de respuesta en pantalla, de proyección de nosotros mismos y eventualmente de identificación”.
En una entrevista con Christian Leal, el cineasta explicó el trabajo creativo, la recopilación de información con su equipo y las entrevistas con personas involucradas. Pero enfatiza en que “no somos periodistas, no hacemos denuncia. Intentamos hacer esto desde otro lado”.
Para la película El Club, filme que relata la vida de cinco personas encerrados por su pasado. El cineasta afirma que “si hay algo que atraviesa mis películas es la impunidad”.
El poder de la realidad
Según Ernesto Garratt, en el mismo artículo para la revista Anfibia, las películas de Pablo Larraín “siempre han mirado a las fauces del poder y a los efectos que provoca justamente un desmedido ejercicio del poder cuando se detentan los destinos”. Esto se puede ver en los temas de la película No con el destino de la Nación, la Iglesia con El Club y el Arte con Neruda. Para hallar las raíces de esos temas, la respuesta para Garratt es “en su propio acervo cultural, familiar y personal”.
El crítico Roger Koza define a Pablo Larraín como “la figura del cine chileno de autor”. En entrevista con La Tercera, definió sus lineamientos en cuanto a guión que permiten desentramar el cine de Larraín, donde el cineasta cree que “Un personaje siempre es político” y también cree que en la ficción “el realismo es una ilusión muy bien administrada”, no hay una realidad que sea mostrada pura para el cineasta, es un cuestionamiento que se aplica a la representación histórica.
Es por lo que sus películas se enfocaron en personajes que reales, desentramando la historia, como también amoldándolas a su propia mirada. Personajes como los de la película El Club, que son sacerdotes acusados de abusos de menores, vínculos con organismos represivos en dictadura y por participación en adopciones ilegales. Los personajes ya no solo fueron oprimidos por una fuerza omnipotente, son los que llevan el pecado en sus espaldas.
El año 2013 su película No, que indaga en la campaña del ‘No’ durante el plebiscito de 1988, entran al reparto personas que actúan de sí mismas. Patricio Aylwin, Patricio Bañados, Maitén Montenegro, Claudio Narea, Javiera Parra, Tati Penna, Delfina Guzmán, entre otras participaciones. Señales de un Larraín que trata de ir a la realidad, para después buscar su propia memoria.
No se convirtió en la primera producción de los hermanos Larraín en estar nominada a los premios Óscar, y como productores de Fábula ganarían el 2017 el Óscar a mejor película extranjera.
Vida Personal
Después del estreno de No, La Tercera publicó un perfil del cineasta.
Primero, el cineasta le pide al periodista no hablar de la intimidad en su infancia. Para él no son detalles que lo definan. Esto al ser cuestionado por ser hijo del por entonces Senador y ex ministro de Defensa y Derechos Humanos –cuestionado también por sus vínculos con la dictadura y el mandamás de Colonia Dignidad, Paul Schafer, lugar donde se cometieron crímenes de lesa humanidad y abuso de menores– y de la ex ministra Magdalena Matte, militante de la UDI. Antecedentes familiares que hablan de vínculos conservadores y de privilegios.
Respecto a la memoria en el país confiesa cierta idealización del pasado, pero también siente que “la memoria, en general, es mucho más desordenada y caótica, y que los recuerdos se van organizado a partir de cómo uno quiere que sea el presente”. Su cine se ve representado en la reestructuración, así puede explicarse el uso de la figura de Pinochet como hilo en una sátira vampírica.
Esto sirve para impactar a un público extranjero, como explica Pablo Marín, para él Pablo Larraín “es una persona que está muy bien conceptuada en el extranjero, plantea una propuesta que ha sido de interés en otros lados, ahí entramos en un territorio bien complicado, que es el de las expectativas que en otras partes hay por las producciones de Chile o de otros países”.
La figura de Pinochet ha tenido siempre una presencia omnipotente dentro de los trabajos de Pablo Larraín, donde su figura permanece en un poder total, una cara que no vemos, pero donde los personajes principales sufren debido a su presencia amenazante y no son directamente el dictador. Hasta ahora.
El Conde
En una entrevista para el medio online estadounidense IndieWire, que cubre películas y televisión del mundo, definen a El Conde como una película que “afronta los años de Pinochet transformándose en un chupasangre literal, que drenó la vida de su país”.
Esta historia, en la realidad chilena, encuentra semejanzas con los fondos retenidos desde 2004 a la familia Pinochet, donde unos 3,4 millones de dólares fueron incautados por el caso Riggs, dineros provenientes del fisco que el dictador traspasó en secreto a distintas cuentas del banco estadounidense Riggs. La investigación objeta que el patrimonio total de Pinochet era de 21,3 millones de dólares, permaneciendo 17,8 millones de forma ilegal.
En una investigación de Ciper, se desclasificaron documentos que muestran las conexiones de los hijos de Pinochet, Marco Pinochet y Augusto Pinochet Hiriart, con narcotraficantes, revelando una conexión de escala mundial.
En el año 2012, fue descubierto que la fundación de Lucía Hiriart, Cema Chile, lucraba con la venta de inmuebles que le fueron donados por el Fisco, donde las conexiones en partidos políticos y municipalidades permitieron la venta de estas donaciones, estimando ventas que llegaban a casi los 120 millones de pesos.
Estas similitudes sirven de dispositivo para Pablo Larraín, que entran en la sátira, en una puesta en escena más propias del expresionismo alemán, con una constante banda sonora de música clásica. Escenas poéticas en el blanco y negro, pero que la realidad le sirve para retratar una familia que también era chupasangre, al igual que el Conde. Estas provocaciones de Pablo Larraín son su clave para el éxito internacional.
Hay un diálogo que demuestra la sátira en El Conde, donde el mayordomo Forydor Krassnoff – referencia directa de Miguel Krassnoff, brigadier de la DINA a cargo de la represión al MIR- le dice a Augusto Pinochet “a usted lo que le gusta es el dinero, a mi lo que me gusta es matar”, lo que Pinochet responde “A mi también me gusta matar”.
Para Pablo Marín esta es “una entrada más de Larraín en su juego con la historia, que es bueno, pero hay otros problemas (…) De él se esperan algunas cosas, probablemente, hay una idea de que tiene que purgar ciertas faltas, aunque no sean las propias”, aunque Marín no cree que sea algo que el cineasta hará en un futuro.
Cuero de Mosca
Para La Tercera, Pablo Larraín explica que hace El Conde sin interpelarlos, “no es un acto de rabia o de rebeldía en contra de mi familia. No estoy intentando ser la oveja negra. No hago estas películas por eso. Las hago porque son necesarias”.
Sobre su padre, Hernán Larraín y su relación con la dictadura y Colonia Dignidad esta vez define que él “ha sido miembro de un partido político que lo apoyaba. Actualmente esa no es su opinión. Puede que se haya desviado un poco”, enfatiza sobre el actual miembro de la UDI y del de Comité de Expertos del nuevo proceso constitucional.
En La Tercera, ahondaron con Pablo Larraín sobre las críticas que recaen en su origen, donde no se complica con no tener una resistencia fuerte al cuestionamiento, por el contrario, define que tiene un “cuero de mosca”, le afectan, pero “soy capaz de internalizarlas y convivir con ellas”.
El periodista Juan Cristóbal Guarello es crítico respecto a El Conde, donde sintetiza la película como una producción muy buena “pero queda claro que el señor Larraín sigue falsificando la historia de Chile. Ya falsificó el plebiscito con la película No. El ‘No’ no ganó porque hizo una buena campaña publicitaria, el ‘No’ ganó porque había un 40% de pobreza en Chile y que alguien le cuente a Larraín”.
En la misma crítica, Guarello apela directamente al director de cine: “Hace una historia de vampiros, sale volando Pinochet el aire como Superman. Una mezcla de Wes Anderson y Tarkovski (…) estoy cansado de que el señor Pablo Larraín falsifique la historia de Chile (…) Cuando todavía hay gente buscando a sus familiares. Cuando todavía tenemos la grieta del Golpe de Estado, este señor se permite banalizar el Golpe, y hacer un Pinochet que no es ni de caricatura”
Pablo Larraín aún sigue en proyectos relacionados a Hollywood, dado el éxito en Festivales como el de Venecia, donde El Conde se llevó el premio a mejor guion.
Para Fábula, la productora de Pablo Larraín y su hermano, Juan de Dios Larraín, apuntan a una labor de estrategia comercial y comunicacional más internacional.
Un antecedente importante, dentro de las relaciones internacionales que estableció la productora, es la realizada con dMichael Barker, uno de los fundadores de Sony Classic Picture, quien ayudó en la obtención del Oscar en 2017. También dentro de las redes internacionales se encontraba el ex director del Festival Internacional de Cine de Berlín, Dieter Kosslick.
Además, la productora cuenta con más redes de contacto en Chile, con CinemaChile, y en el mundo donde es posible que en el catálogo de los streaming más usados en el mundo aparezcan películas con la firma de Pablo Larraín.