Entre las décadas de los sesenta y noventa en Chile, según la Corte de Apelaciones, se cometieron alrededor de ocho mil adopciones ilegales de carácter internacional. En 2021, Suecia, uno de los países que más recibió niños, decidió comenzar una investigación en torno a las adopciones ilícitas. Åsa Johansson fue una de ellas y aquí cuenta su historia.
Åsa Johansson tiene 45 años y es madre de dos niños. Fue adoptada en 1978, cuando tenía sólo tres meses, por una familia en Suecia. A pesar de que creció sabiendo que fue entregada en adopción en otro país, pensaba que su madre biológica la había cedido porque no podía cuidarla. Actualmente, reside en la ciudad sueca de Jönköping.
En Chile es mediodía, y en el país nórdico cerca de las 6 de la tarde. Johansson no habla español y contesta esta entrevista en inglés, vía Meet, después de su trabajo. Con ropa abrigada y casual se encuentra sentada sobre el sofá de su living. Los colores cálidos de su sala de estar otorgan un ambiente hogareño, una imagen que contrasta con la nieve que se puede divisar por la ventana.
Åsa cuenta que las personas que la entregaron en Chile la pusieron en un avión que llegaba a Estocolmo, capital de Suecia, cuando era una bebé. Ahí sus padres adoptivos la fueron a recoger a un centro de adopción, manejado completamente por personas suecas. No posee mucha información sobre el proceso de adopción que tuvieron que seguir sus papás. Sólo menciona una evaluación socioeconómica, la que verificaba si la pareja interesada era apta para recibir un hijo. Todo el proceso fue realizado en Suecia, sus padres nunca viajaron a Chile ni antes, ni después de conocerla.
“En el centro de adopción, les dieron un papel que decía que mi mamá en Chile no tenía dinero suficiente para hacerse cargo de mí, y por eso me dio en adopción. Esa es la historia con la que crecí, hasta hace dos años”, cuenta.
Juntar las piezas del puzzle
Las víctimas del tráfico de personas en Chile eran en su mayoría niños y niñas que provenían de hogares de escasos recursos, donde las madres, generalmente analfabetas, eran engañadas por los trabajadores sociales, policías o personal de los hospitales para entregar a sus hijos.
Åsa comenzó a dudar de la legitimidad de su adopción tras encontrar un grupo de Facebook llamado “Chilean adoptees worldwide”, en el que denunciaban algunos casos de adopciones ilegales. Tras conocer esta realidad se contactó con “Hijos y madres del silencio”, organización no gubernamental (ONG) dedicada a reencontrar familias con los hijos que les fueron arrebatados. Ellos se dedicaron a encontrar a la familia biológica de Johansson. Así llegaron a Temuco, donde lograron ubicar a Alicia Ovalle Ramírez e Irene Ramírez, su hermana mayor y su madre.
–¿Cómo logró encontrar a su familia de Chile?
–Mandé un correo electrónico a la ONG con los papeles de adopción que nos dieron aquí en Suecia. Así encontraron a mi hermana mayor, y ella fue quien confirmó que me habían robado. La historia real es que yo fui robada, mi madre biológica nunca quiso darme en adopción. Le habían dicho que mi padre se iba a hacer cargo de mí hasta que ella pudiera reunir dinero y cuidarme, pero en realidad, la hicieron firmar un documento falso que autorizaba mi traslado a Suecia.
–¿Qué fue lo que la hizo querer conocer a su familia de Chile?
–Lo primero que pensé fue en mi mamá. Ella era mi prioridad, necesitaba llegar a ella para que sepa que estoy bien. Fue mi principal razón, así que conseguí ayuda para contactarla en Suecia, y luego ellos, que tenían un contacto en Chile, dejaron todo en manos de “Hijos y madres del silencio”. A veces pienso en mis hijos y en cómo sería si uno de ellos desapareciera. Estaría completamente devastada. Pensé en cómo estaría mi madre en Chile, completamente en shock, y muy triste de que me hayan robado. Por eso quise encontrarla.
–¿Cómo se sintió al saber que fue arrebatada de su familia?
–Fue un gran shock y fue muy triste. Estaba muy frustrada con todas las cosas aquí en Suecia y con el centro de adopción, no entendía cómo dejaron que pasara. Estaba muy triste por mi madre en Chile. Debe haber sido una carga muy pesada para ella, nunca pudo saber si su hija estaba bien, o dónde estaba. Todo ha sido muy difícil de procesar. Ahora sólo pienso en mirar hacia el futuro. No quiero quedarme con los malos pensamientos.
–¿Cómo se siente respecto a ser chilena?
–Es una buena pregunta. La verdad es que me siento orgullosa de ser chilena, pero también lo estoy de ser sueca, aunque creo que tengo el temperamento típico chileno. En realidad, no pienso demasiado en eso. Conozco muy poco sobre la cultura de allá. Quiero conocer más al respecto, pero en realidad es difícil. Ya tengo mi vida hecha aquí en Suecia, así que no pienso demasiado en Chile y lo que voy a hacer respecto a eso.
Encuentros y reencuentros
Tras encontrar el paradero de su familia chilena, Åsa logró arreglar una videollamada con sus familiares sudamericanos, lo hizo junto a una traductora que pudiera hacer la conexión entre ella y su familia, ya que no habla español, y ellos no hablan sueco. Es ahí donde pudo ver y conversar con su madre biológica y donde conoció a Laura, una de sus sobrinas, quien, en diciembre de 2022, gracias a que estaba de intercambio en España y sabía comunicarse en inglés, la fue a visitar a Jönköping, su hogar.
–¿Cuáles eran sus expectativas de la primera reunión con su familia?
–¡Uf! Fueron tantas emociones. Había felicidad, había tristeza, aunque en su mayoría era felicidad, tras 45 años de vida, finalmente encontré a mi familia biológica. Fue divertido, estuvo muy bien hablar con ellos. Son tantas cosas que procesar en sólo una reunión. Es difícil de explicar.
–¿Cómo se sintió cuando vio a su madre biológica por primera vez?
–Me sentí aliviada y feliz. Alivio porque encontré a mi madre biológica. También vi alivio en ella. Finalmente fue liberada de la preocupación y la carga de no saber dónde estaba su hija robada y pudo saber que tuve una buena vida e infancia. Estaba muy feliz de ver a mi familia junta y que se vieran tan unidos. Ahora sólo espero ir, visitarlos y darles un abrazo a todos.
–¿Alguna vez notó que le faltaba algo?
–Sí, una parte de mí extrañaba algo. Y cuando los tuve a todos frente a la computadora, y nos hablamos, pensé: “También soy parte de esta familia”. Fue tan intenso, ellos fueron muy afectuosos cuando nos hablamos, ahí realmente sentí como que todas las piezas se juntaron.
–¿Cómo fue encontrarte con tu sobrina el año pasado?
–Se sintió muy bien. Creo que fue una buena decisión que ella fuera la primera en conocerme, primero, porque habla inglés, así que pudimos comunicarnos sin problemas y además porque se me hizo muy fácil hablar y estar con ella. No fue para nada raro conocerla, fue tan normal. Como dije antes, ya tengo todas las piezas juntas, así que fue eso, conocer a una familiar.
–¿Cómo contactó a Laura?
–Ella me contactó y me preguntó si podía conocerme, porque iba a estar estudiando en España. Primero pensé en ir hacia donde se encontraba, pero luego ella tuvo la brillante idea de venir a Suecia para su receso de invierno. Pasamos navidad y año nuevo juntas.
–Finalmente, ¿Cómo fue para su familia en Suecia conocer a Laura?
–Toda mi familia estaba muy feliz, tenían muchas ganas de conocerla, estuvieron esperándola con muchas ganas.