Víctor Herrero, periodista: “En La Tercera y El Mercurio uno está constantemente en un campo minado”
Autor de celebradas biografías de Violeta Parra y Agustín Edwards, el académico del ICEI es también fundador y director de Interferencia, cuyos “golpes” periodísticos no han pasado inadvertidos. En esta entrevista, explica por qué este medio digital se convirtió en un sueño cumplido y también analiza la crisis por la que pasa la industria.
Son las 17 horas y el paseo Phillips hace de pasarela para mucha gente de terno y falda tubo que se pierde en las antiguas construcciones. El número 16, casi como una ironía, está lleno de tintes militares y puertas gigantes con ventanillas que nadie ocupa. En este edificio que parece vacío están las oficinas de Interferencia, un medio autodeclarado “independiente” y fundado por el periodista de la Universidad Católica Víctor Herrero.
En el salón principal hay un solo mesón, que hace de la discusión de pauta un panorama colectivo. Las ventanas están abiertas para permitir la entrada del sol y la salida del humo de cigarrillo. Dos maceteros con plantas yacen en medio de la mesa central, entre los papeles y los tazones de café. En un extremo está Víctor Herrero, diciéndole a una de las periodistas que pida unos documentos por Ley de Transparencia. También lanza bromas al aire: entre tanta seriedad, las tallas aligeran el ambiente.
“Somos siete periodistas fijos, incluyendo a los practicantes, más dos editores”, dice Herrero, a modo de presentación. Luego, define su medio como libre y sin limitaciones: “Soy fanático de Der Spiegel, que fue fundado por un joven retornado del Frente Este. Spiegel es una institución en Alemania y va mucho más allá de su fundador, que ya murió. Mi sueño es eso”, cuenta, mientras toma café en una tazón rojo con una frase estampada en alemán: “Held der Arbeit” (“héroe del trabajo”).
“Siempre soñé con tener un medio”, agrega. “Hoy mi sueño es lograr que este medio tenga sustentabilidad, que se mantenga solo. Esto para mí es un proyecto institucional, no personal. Yo no me veo trabajando aquí el resto de mi vida”.
Medios en crisis
Así definido, este medio independiente podría parecer la casa hippie del barrio de los medios. Según algunos periodistas de Interferencia, espacios como estos permiten que encajen aquellos profesionales que se rehúsan a someterse a líneas editoriales más rígidas o conservadoras. Herrero, que parece haber adquirido la capacidad de escribir y entablar conversaciones al mismo tiempo, aborda este y otros aspectos, intercalano el proceso con sorbos de café y caladas de cigarro.
¿Cómo ves el panorama de los medios en Chile?
Los medios, excepto las radios, están en crisis. Eso es obvio. La televisión está en una crisis profunda. Y la prensa escrita de todas maneras, sobre todo por la transformación del papel a lo digital, que le ha costado mucho a los grandes medios. Han dado palos de ciego, no han sabido cómo hacer esa transformación. Es una fase de transición. Si a eso le sumas las redes sociales, todo el griterío que hay ahí, donde la gente cree informarse, el panorama para la información verídica o verificada es bastante triste. Pero yo creo que el rol del periodismo como fiscalizador está muy bien instalado en la sociedad de los últimos 200 años, y es algo que no va a desaparecer. La gran pregunta es cómo financiarlo.
En una época de sobreinformación, ¿cómo llegan las fake news a ser exitosas?
Hace un par de años estuvo de moda, sobre todo en Facebook, esto de “¿eres más como un hombre o como mujer?”,”¿eres más de izquierda o más de derecha?”. Y todo el mundo contestaba. Hay que ser huevón. O sea, lo que antiguamente a la inteligencia le costaba infiltraciones, hoy la gente lo entrega voluntariamente. Entonces, las fake news son un fenómeno que siempre existió, pero que hoy se superacelera con estas cosas y con políticos como Trump, Bolsonaro o Kast, que no tienen ningún problema en diseminar fake news. El caos es total.
¿Y qué pasa con quienes creen fake news que escapan de toda lógica?
La estupidez humana es un fenómeno universal que hoy se superacelera. El caso del vidente de Peñablanca en dictadura fue fake news de principio a fin, y todo sin internet. Lo que quiero decir es que, como instrumento político, siempre han existido. Lo que pasa es que hoy es mucho más fácil insertarlo.
Los medios han perdido credibilidad. ¿En qué han fallado?
En el caso de Chile, es muy idiosincrásico. Durante varias décadas, el periodismo tradicional, o el periodismo más poderoso, ha estado en manos de empresarios con una cierta visión ideológica. Entonces, hay un mercado muy ideologizado en cuanto a la prensa grande. En Chile se produce una crisis de credibilidad y tiene que ver con eso.
¿Será que a la sociedad le falta una pauta alternativa, o habrá que presentar el contenido de una manera distinta?
Emol tiene 20 millones de visitas mensuales. Entonces, no sé si lo rechazan. Yo creo que esa es más una crítica desde un nicho intelectual. Muchos de estos sitios tienen muchísimas visitas online, por eso juegan mucho al clickbait. O sea, “mira el increíble gol de Alexis Sánchez”, haces click y es un gol común y corriente.
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“El periodismo masivo siempre ha existido. Antes se le llamaba prensa amarilla”, sentencia Herrero. Crimen, deporte, farándula, realeza. Eso me parece bien, porque nutre la curiosidad del ser humano. Lo que se ha perdido en Chile en los últimos 30 años es la parte de la prensa seria, que es la prensa que fiscaliza. Una prensa independiente. O sea, la prensa opositora que había en dictadura hizo mucho mejor periodismo que en cualquier período de la Transición”.
El académico del ICEI dice estar convencido de que la solución para los problemas del periodismo está en una nueva ley de medios. Sin embargo, asegura con un dejo de ira y frustración que a nadie le conviene legislar sobre esto:
“Una de las grandes traiciones de la Concertación es el tema de la prensa. Ellos concentraron aún más la prensa. Para el aniversario 100 de El Mercurio, en julio de 2000, se hizo un gran evento en Casapiedra, y estaba toda la institucionalidad chilena: el presidente de la Corte Suprema, el de la Corte de Apelaciones, el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, el presidente del Senado, Presidente de la Cámara, el Presidente de la República. O sea, ¿me están hueveando? ¡La República rindiéndole homenaje a un diario que estuvo a favor de destruir la República!”.
Recursos, voluntad, libertad
Herrero pide que lo disculpen un momento y desaparece. Un paquete de papas fritas corre entre los periodistas, llegan llamados y se ponen de acuerdo antes de contestar, se comentan las tareas que quedan para el resto de día. El ambiente es tan fraterno como productivo. El director vuelve y se reincorpora a la dinámica que rodea el mesón sin barnizar.
Trabajaste en medios tradicionales. ¿Se vio coartado tu desempeño en algún momento por cumplir con cierta línea editorial?
Todo el tiempo, pero de una manera mucho más sofisticada de la que uno cree. Finalmente, mi decisión de dejar los medios tradicionales tuvo que ver con eso: más que ideológica, fue una decisión de libertad. Y sí, hay muchísimas cosas que no se publican y otras que, derechamente, no se miran ni se investigan. Ahora, actos de censura son pocos, porque todos los periodistas nos adaptamos un poco a eso.
¿Te pasó alguna vez que intentaste publicar algo y te censuraron?
Sí, dos veces, pero me censuraron en el sentido de “no nos vamos a meter ahí”.
¿Qué te prohibieron investigar?
Platas políticas.
¿En qué medio?
En la revista Qué Pasa, en los ’90.
¿Cómo es posible generar “golpes” periodísticos en un medio con muchos menos recursos que uno tradicional? ¿Qué se requiere?
Generar golpes periodísticos no es tanto un tema de recursos, sino de voluntad, tenacidad y valentía. Ahora, hay algo cierto en el tema de los recursos: si uno hace un periodismo investigativo un poco más a fondo, es más caro. Pero, en cuanto a los golpes mismos, es el desarrollo de buenas fuentes y que las fuentes tengan credibilidad. Saber chequear y verificar.
¿Qué se necesita para reinventar los medios?
Libertad. Libertad de la cabeza, y punto. Eso es todo. Si a los periodistas les das libertad, no hay límites. Ese es el problema de los medios tradicionales, que esa libertad no existe. Y lo digo por mi propia experiencia: al final, te conviertes en un empleado, no en un periodista. El periodismo es un oficio liberal. Estamos ahí para descubrir y desentrañar historias, dependiendo del tipo de periodismo, pero para eso estamos.
Por ejemplo, el golpe de La Tercera con Kast. Probablemente, en ese ámbito político dijeron, “aquí nos podemos meter”, pero podría haber sido “con Kast no nos metamos”. Esas son cosas internas de los medios que uno no conoce, pero sí sé que en La Tercera y El Mercurio está lleno de minas antipersonales. Uno está constantemente en un campo minado.
¿Y qué se necesita para levantar un medio cómo Interferencia?
¿Qué se necesita? Plata. Y plata no hay. Yo empecé con un crédito personal no muy grande. Lo otro que se necesita es ganas, valentía y poca aversión al riesgo, porque cuando uno parte un proyecto así, nunca sabe si el próximo mes va a estar vivo. Ahora, estamos un poquito más afianzados, pero no podemos cantar victoria en el sentido de que sea un medio que ya se estableció y que pueda ser autónomo financieramente.
Cayó el oligarca
En noviembre de 2014 se publicó el libro Agustín Edwards Eastman: Una biografía desclasificada del dueño de El Mercurio. Herrero escribió esta historia y hoy comenta al respecto con un tono de orgullo y desafío: “La familia intentó impedir la publicación en reiteradas ocasiones. No lo pudieron hacer y creo que eso les dolió mucho, porque fue una constatación de que habían perdido mucho poder. Hace 20 años bastaba una llamada, y no se publica no más.”
¿Agustín Edwards Eastman marcó un antes y un después en la sociedad chilena en cuanto a la relación con los medios?
No. Yo creo que él fue el último gran oligarca de este mundo donde se cruza la prensa con el poder económico y político. Hoy no hay ninguna persona como ese Agustín Edwards ni como los anteriores. Piensa en un Chile donde, durante 150 años, cada generación tenía su propio Agustín Edwards. Este fue el último, porque el que queda tiene Las Últimas Noticias. O sea, es un chiste. También marca un fin de la forma de entender a los medios de comunicación como poder. Yo creo que Agustín Edwards en eso le da, por lejos, lecciones a los Luksic, a los Heller, que tienen el Grupo Bethia con medios de comunicación y creen que pueden influir, pero no cachan cómo funciona el poder o son muy brutos. Claramente, con su muerte se acaba esa dinastía y esa forma de ver el periodismo.
¿Crees que tras la muerte de Agustín Edwards El Mercurio ha perdido poder en Chile?
Es un proceso que viene desde antes, de todas maneras. Yo creo que la muerte del “viejo patriarca” marca la aceleración de ese proceso. Ahora, por lo que me cuentan, hay reino del caos total, porque entre los hermanos no se ponen bien de acuerdo en cuanto a quién manda el buque. Se supone que lo hace Cristián Edwards, pero Agustín junior siente que debería ser él, porque siempre fueron una familia en que los primogénitos guiaban el negocio.
El papel está desapareciendo, la estrategia digital de El Mercurio todavía no existe y cometieron, a mi juicio, un error estratégico grave cuando se metieron en internet. Dado que era la época en que estaban muy de moda los portales, como Terra o Yahoo. Ahora Emol es un portal, pero, ¿qué es El Mercurio? Es un medio que influye en las políticas públicas desde perspectivas de la derecha. El Mercurio es poder, Emol es farándula. Les ha ido bastante mal.
¿Va a morir El Mercurio?
No creo. Como me decía alguien el otro día, hay que entender que El Mercurio es un proyecto ideológico: basta con que los Edwards toquen la puerta a 5 o 6 grandes empresarios, y siguen existiendo. El Mercurio no puede morir, porque de una u otra manera la derecha lo necesita, pues desde las páginas de El Mercurio se hacen las políticas públicas. Sí puede cambiar de dueño. No te olvides que Guillermo Luksic intentó comprar El Mercurio y el viejo dijo “mientras yo viva, ni cagando”.
Gabriela Acuña Becerra
Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile