“No se puede entender la historia sin colocar al patrimonio fílmico como epicentro”, afirma el académico, investigador y realizador, para quien ‘una cineteca que no esté pensando en la educación y en la formación patrimonial, pierde totalmente su foco'”. 

El cine chileno depende del contexto social. Así al menos lo propone Luis Horta, cineasta,innvestigador y director de la Cineteca de la Universidad de Chile, en el prólogo de ¿Por qué filmamos lo que filmamos? Diálogos en torno al cine chileno 1990 -2010 (2013), libro que aborda el audiovisualdel período posdictadura, y cómo integra la realidad política y social del país.

La reflexión planteada por Horta es llamativa: hay una evolución en larealización fílmica que tiene que ver, principalmente, con “cómo la gente que hace cine ha sabido transportar un discurso social, un mensaje social, desde la misma sociedad como narradora, hacia los individuos como receptores”, dice Horta.

“Prefiero hablar de transformación antes que de evolución. Lo que hace el cine es documentar y testimoniar la condición subjetiva de las comunidades”, sostiene. “Existe un quiebre importante en la historia reciente de Chile, y ese quiebre está dado, principalmente, por un sentido de desarticulación social debido a la imposición de un modelo político, económico y cultural, como es el neoliberalismo. En este contexto surge la primera generación de cineastas posdictadura, quienes, de manera consciente o inconsciente, tendrán este techo que va a cubrir las prácticas cinematográficas, las narraciones fílmicas. Esto hace que se evidencie un traslado narrativo desde las masas hacia los individuos”.

Tal como lo enunció en 2013, Horta es consciente de los cambios vividos en los últimos diez años de la cinematografía nacional. Sin embargo, es tajante al decir que los nuevos proyectos audiovisuales no son tan distintos: más bien, piensa, se ha dado énfasis a temas que antes se tocaban y se plasmaban en diversos trabajos, pero no eran tan habituales como lo serían actualmente:

“Hoy tenemos películas protagonizadas por personas transgénero, extranjeros, bailarines de k-Pop, cine mapuche, etc. Todo esto es un abanico de realidades que el cine contemporáneo está tratando de mostrar. No algo que no se haya hecho antes, es solo que actualmente hay un énfasis particularmente especial en eso”.

¿De quién depende el redireccionamiento de los temas?

Muchas veces se va direccionado en función del rol que cumplen los guiones en el cine chileno. Hay una etapa del cine chileno en donde la puesta en escena, la forma fílmica, es muy importante; hablo de películas como Sábado, de Matías Bize, o La Sagrada Familia, de Sebastián Lelio: películas generacionales que, incluso, incorporan videoclips enteros. Ahora el énfasis está puesto en los guiones y en los temas tratados. Igual tiene que ver con cómo las nuevas tecnologías han irrumpido en la mayoría de los quehaceres profesionales, poniendo en la agenda social temas tan importantes como los que se tocan en las películas.
El concepto correcto no es cambio, sino desplazamiento.

¿Y este movimiento aporta a las discusiones sociales?

Sin duda. Es más, yo creo que no hay película que no aporte a una discusión sobre algo, particularmente en una mirada sobre nuestra sociedad. Pienso en el cine político, en el cine queer, en el cine mapuche. Pienso en todas las diversidades de cine que podríamos comentar hoy. Por ejemplo, no existe ninguna película como El príncipe, de Sebastián Muñoz, hace 40 años. Eso es muy valioso, pues permite una cartelera cinematográfica en donde podemos tener El príncipe y luego Los perros [de Perut y Osnovikoff]. Esta riqueza habla de una amplitud temática que hace 40 años no existía en el cine chileno, y hace 10 años existía, pero mucho más reducida.

El lujo de las comunidades

La voz de Luis Horta se vuelve nostálgica cuando habla del patrimonio de la Cineteca de la Universidad de Chile, espacio que, con cierta autonomía, recupera, archiva y comparte variado material fílmico. “No se puede entender la historia sin colocar al patrimonio fílmico como epicentro”, asevera.

“Las cinetecas y los archivos audiovisuales tenemos que pensar, desde dentro, cuál y cómo es la relación que tenemos con las comunidades”, añade. “Una cineteca que no esté pensando en la educación y en la formación patrimonial, pierde totalmente su foco. La Cineteca de la Universidad de Chile fue la primera en crear un archivo virtual; fue la primera en crear una colección exclusiva de cine de mujeres, de pueblos originarios. El orientar la mirada no es condicionarla, y por lo mismo creo que es importante romper con los clichés y con la romantización de la mirada hegemónica del patrimonio audiovisual, con el fin de ponerlo a disposición de los procesos críticos y de creación, pero también de cuestionamientos de nuestra propia realidad.”

Con algo de risa, Horta cuenta que para octubre de 2018, la cineteca se encontraba haciendo un ciclo de cine feminista, y que un año exacto después, se dio el estallido social. Lo ve como un buen indicio de que el rol de la cineteca se estaba cumpliendo, pues arman una agenda desde dentro de las mismas comunidades.

“No existe un direccionamiento vertical respecto a lo que se debe o no mostrar”, aclara.“Es la comunidad la que nos plantea una pauta para poder pensar el cine de una manera educativa, ‘sacando’ a la universidad a la calle y así poder recibir una respuesta favorable de los públicos. Hay que entender que el patrimonio audiovisual es algo vivo y se debe poner en diálogo con la situación que atraviesa la sociedad.”

“El gran capital político que tienen las comunidades son los saberes, los conocimientos”, agrega. “Desde ahí, nosotros [la cineteca] podemos situar una perspectiva analítica, desde dentro de las comunidades.” Luis Horta reitera la idea de la comunidad porque se considera enemigo de la idea hegemónica y verticalista del direccionamiento de la opinión pública, del mismo modo en que aborrece el lenguaje tuitero que sobresimplifica las ideas críticas: “La labor que tiene la cineteca es poner en perspectiva una realidad considerada como objetiva y analizarla, criticarla e interpelarla, y que pueda ser leída desde distintos puntos de vista.”

En ese espíritu se inscribela actividad que la Cineteca organizó el pasado 8 de septiembre, en el marco de la conmemoración de los 50 años del triunfo de la Unidad Popular: se invitó al filósofo Sergio Rojas, junto a quienes se analizaron producciones como La espiral (1976), de Armand Mattelart, Valérie Mayoux y Jacqueline Meppiel.

“En ningún momento romantizamos el movimiento de la Unidad Popular. Lo que hicimos fue poner este período en perspectiva de los acontecimientos actuales y analizarlos de una manera circular, tomando en cuenta el contexto del país. Por ahí va la labor que nosotros podemos orientar.”, sostiene Horta.

Quizá lo que más destaca el director es una institución educativa que no obedece a los intereses del mercado. Y cuando dice mercado, incluye el mercado de las vanidades, el mercado de las operaciones políticas, etc. Se refiere a un grado de autonomía y relevancia en los contenidos dictados por académicos de prestigio. “Qué mayor lujo que a alguien le paguen por pensar hoy día. Esa es la calidad de académicos que tiene la universidad en la actualidad. No debemos perder de vista que estamos en una universidad absolutamente neoliberalizada, pero dentro de esa realidad hay gente pensante que está elaborando una lectura crítica sobre nuestra comunidad, y es ahí donde tenemos que enfocar nuestro presente: en el pensamiento.”

El camino del pensamiento no ha sido fácil. Horta plantea que la gente ya no tiene necesidad de pensar porque en las redes sociales alguien ya ha dicho lo que yo pensaba. La gente ya no se esfuerza, y por eso es tan valioso lo que la universidad y la cineteca le ofrecen a la ciudadanía: “Hablo de la universidad como institución en general, no únicamente a la Universidad de Chile. Las universidades tienen esa capacidad de entregar recursos intelectuales para cualquier ámbito de discusiones, y nosotros debemos aprovechar eso”.

 

 

 

Gabriel Palma Garrido

Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile