A las cero horas del martes 16 de julio, se puso fin a la huelga nacional del Sindicato Interempresa Líder, que se extendió por seis días. Así vivieron los huelguistas las primeras horas de esta movilización, la más grande del sector privado desde la vuelta a la democracia.

 

Todavía no amanece del todo, pero los redobles ya suenan y resuenan en Providencia. El frío seco de la capital cala hondo en los abrigos azules de los trabajadores del Líder Express de Plaza Pedro de Valdivia, que ven el vaho entre sus gritos. Van siete horas de la huelga más grande del sector privado desde la vuelta a la democracia y los despachos comienzan, uno a uno. Juan Moreno, presidente del Sindicato Interempresa de Líder (SIL), responde diligente las preguntas de los periodistas. Entre una y otra, contesta su teléfono, que no para de sonar. Tras expresar escuetamente sus expectativas ante un micrófono de esponja azul, se acomoda frente a una cámara de TV. Lo acompaña una conductora, cuya cabellera platinada desentona con el gris de la mañana. El camarógrafo comienza a grabar y hace gestos con la mano. Quiere, irónicamente, que los trabajadores bajen la voz.

Una voz que había comenzado a alzarse días atrás, cuando la empresa de capitales estadounidenses (dueña de Líder, Express de Líder, Ekono, A Cuenta y Central Mayorista) informó de un plan de automatización en varios procesos. El paso de personas a máquinas la llevó a exigir a los trabajadores multifuncionalidad en sus labores, pero sin un alza en los sueldos. Desde el sindicato, agregan que la automatización llegará a cobrar más de 3 mil empleos. Cifras no muy lejanas a la realidad, si se considera que el Centro Latinoamericano de Políticas Económicas y Sociales de la Universidad Católica (Clapes UC) informó recientemente que el 42,2% de los trabajadores chilenos podría ser reemplazado por una máquina.

Las primeras negociaciones entre el SIL y Walmart no dieron frutos. Tampoco la carta que, según reportó La Tercera, el sindicato envió al propio CEO de Walmart, Carl Doug McMillon. Al parecer, el reajuste del 4% que pedían los trabajadores chilenos no preocupó al hombre que percibe 22 millones de dólares anuales.

Dadas las negativas, el martes 25 de junio los cerca de 17 mil sindicalizados fueron a votar la huelga. Bastó un día para que se encendieran las alarmas: la inminente aprobación gatilló las primeras reuniones a puertas cerradas en Del Valle 735, el sobrio edificio corporativo de Walmart en Ciudad Empresarial. Por un lado, Andrés Soto Bórquez, gerente de Relaciones Laborales y excoordinador jurídico de la Dirección del Trabajo (2001-2008). Del otro, la directiva del sindicato junto con sus asesores legales: Francisco Díaz, ex subsecretario del Trabajo, y el exdirector del Trabajo Christian Melis (DC). Una vez más, el diálogo no dio frutos.

El jueves 27 de junio, el conteo dio un 91,75% de aprobación a la huelga. El primer martes de julio comenzaría la gran paralización. Ambas partes, sin embargo, accedieron a los buenos oficios de la Dirección del Trabajo, de acuerdo con lo que expresa la ley. Siguieron cinco días hábiles de negociación, última instancia antes de la paralización.

La empresa presentó, en sus palabras, una propuesta sólida: el pasaje de vuelta a casa, que no se le pagaba a cerca de 5 mil trabajadores; un reajuste de 3%; capacitaciones para afrontar la nueva flexibilidad, y un bono fijo de $ 50 mil, además del bono de resolución de conflicto. La oferta fue descartada, al decir de Moreno, por “insuficiente”. A las 00:00 comenzó la huelga nacional. De los 372 locales pertenecientes a Walmart, 146 anunciaban un cese total de actividades. Y así fue. Las persianas metálicas del Líder Express de Plaza Pedro de Valdivia permanecían cerradas, y sus estacionamientos, vacíos. La imagen se repitió en toda la capital.

La batucada, que había estado tocando continuamente desde la llegada de los medios, se da un respiro a eso de las 8. Los primeros cigarrillos de la jornada comienzan a quemarse entre risas, pero algo en el horizonte distrae y genera tensión. Un camión de valores dobla en dirección al lugar. Permanece estacionado un minuto, y sale raudo. Todos se mofan: hoy no entrará plata al local, y en ello los trabajadores ven algo de justicia. De los más de 500 mil millones de dólares que Walmart genera mundialmente al año, este miércoles ellos se llevan una parte. El bus del sindicato, su comité y la batucada parten hacía el mall Paseo Quilín.

Daniela Rojas, encargada de las comunicaciones del SIL, revisa ansiosa sus dos celulares desde el asiento del copiloto. El auto sube por avenida Grecia mientras sus ocupantes comentan la aparición de la huelga en los medios durante la mañana. La vicepresidenta de Recursos Humanos, Mónica Tobar, está a esa hora en la radio diciendo que la decisión final de la huelga fue tomada unilateralmente por Moreno. En Twitter, la gente empieza a asociar al sindicato con el PC. La razón sería, a simple vista, las chaquetas rojas con el logo de la CUT que la directiva sindical lleva puestas.

Elisa Oyarzún, directora del SIL, va en el asiento de atrás. En el camino, calcula el costo para la empresa de una huelga de estas dimensiones. Una cajera, dice Oyarzún, suele cerrar su turno con aproximadamente un millón de pesos, y hay varios turnos al día. Además, de los supermercados que abrirán, varios tendrán que hacerlo a media máquina, pues en todas las sucursales hay miembros del sindicato. La conclusión: hay mucho en juego.

Desde Peñalolén, la cordillera se ve enorme. En el mall, el movimiento es principalmente de trabajadores del propio centro comercial. El bus del sindicato se detiene metros antes de la entrada, en un puesto de café. Un modesto desayuno marca una pausa, tras horas de actividad. Frente al Líder de Quilín se aglomeran trabajadoras y trabajadores del local. “¿Y los tiempos mejores cuándo?”, se lee en uno de los carteles. En la multitud hay personas de diversas edades y colores de piel. Destaca una niña de no más de 5 años, que ondea eufórica una bandera.

Rebeca lleva 11 años trabajando en el lugar. Comenta que se asoció rápidamente al sindicato, por los beneficios: créditos sin intereses, becas para estudiar y alguien que mantenga el diálogo con los directivos. No por nada, el SIL está compuesto por cerca de un tercio del total de trabajadores que componen la empresa (un número cercano a 52.000).

El sueldo de una cajera oscila en función de las horas trabajadas y los productos vendidos en su turno. Puede ganar $600 mil, pero solo si trabaja 45 horas semanales. Sin embargo, ya no se hacen contratos por esta cantidad de horas, que solo tienen quienes llevan más de 10 años. Hoy, la empresa opta por contratar turnos más cortos, entre 15 y 30 horas, para que los finiquitos de los despedidos no sean abultados, comentan algunos trabajadores.

La batucada mantiene el ritmo, aunque a ratos se descoordina. Las banderas ondean con la misma energía que hace 2 horas en Pedro de Valdivia. Funcionarias golpean galones de pintura vacíos que hacen las veces de bombos. “No + Polifuncionalidad”, es el mensaje que más repiten los carteles. El megáfono marca la pauta: “Sindicato SIL, ¡Presente! ¡Ahora y siempre!”. Tras una encendida arenga de Juan Moreno, la directiva del sindicato y la batucada regresan a su bus. La jornada está recién comenzando.

Cristóbal F. Gacitúa

Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile

Benjamín Cifuentes

Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile