La exposición, a través de más de treinta obras, revela la trayectoria de la Agrupación de Plásticos Jóvenes (APJ), quienes en tiempos de dictadura ejercieron la gráfica como una expresión de rebeldía ante las violaciones sistemáticas de derechos humanos provocadas por el régimen. También, la muestra busca instalar una nueva discusión sobre la relevancia del arte gráfico en los movimientos políticos nacionales desde su vigencia temporal.
El lunes 25 de septiembre, desde la Asociación de Pintores y Escultores de Chile (APECH) se convocó a la inauguración de una exposición sobre la resistencia de la producción gráfica de la Unidad Popular durante la dictadura. En sus dependencias, se reunió una cantidad de obras en sus dimensiones específicas para ser expuestas al público. La elección de la sala, bautizada como Santiago Nattino, hace sentido por haber sido uno de los publicistas asesinados tras el “Caso Degollados” en la dictadura de Augusto Pinochet.
La muestra pretende generar un relato sobre la historia de un grupo de artistas que, desde las imágenes, hicieron resistencia contra el autoritarismo chileno. La Agrupación de Plásticos Jóvenes (APJ) fue fundada en 1979 por dos estudiantes de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile: Havilio Pérez y Hugo Sepúlveda. Además de ser formada como un espacio de producción artística, también dio lugar al activismo y la lucha política desde organizaciones opositoras al régimen militar.
La agrupación solía trabajar realizando actos artísticos (performances) y obras gráficas que se difundían en calles y espacios públicos. Junto con las piezas realizadas, también uno de sus objetivos era difundir el conocimiento de la gráfica con otras personas. Por ello, a lo largo de su historia coordinaron talleres populares, peñas y eventos que hacían avivar la voz de artistas desconocidos y ocultados por el régimen. A pesar de las precariedades, realizaron miles de afiches, siendo una parte de ellos rescatado para la muestra.
Artistas como Havilio Pérez, Hugo Sepúlveda, Víctor Hugo Codoceo y Sonia De Los Reyes fueron, desde las imágenes, portavoces de una generación de jóvenes. A través de la tinta, trabajaban mensajes que reivindicaban los ideales allendistas y el sueño de una libertad quitada tras una toma de poder por parte de la junta militar.
A 50 años del Golpe de Estado en Chile, Havilio Pérez y Hugo Sepúlveda se reúnen para hablar sobre parte de sus obras. En el mismo lugar, comparten opiniones con César Vallejos y Antonio Kadima: diseñadores gráficos que trabajaron en contexto dictatorial. Son acompañados por Javiera Manzi, autora de un libro sobre la producción artística de APJ, y Alex Quinteros, secretario de la APECH.
Para Havilio Pérez, los universitarios, pobladores y trabajadores fueron determinantes dentro de la producción gráfica de la resistencia por su estrecho compromiso con los derechos humanos y sus demandas en el sector cultural y sectorial. “Así se fueron gestando las obras que exponemos aquí, en la sala Santiago Nattino. Esto es un homenaje a nuestros mártires y héroes que dieron su vida por la libertad, la justicia y la democracia”, dice Pérez en el conversatorio.
La sala Santiago Nattino está dispuesta de sillas en donde permanecen los hijos, aprendices y sucesores de artistas gráficos pertenecientes a la resistencia. Por momentos, hablan sobre sus recuerdos y de cómo se las arreglaban para hacer afiches sin tener materiales óptimos. También, conversan sobre la constante búsqueda de los autores de obras que hasta el día de hoy perduran, pero no se sabe quién las diseñó.
Memoria, procesos y contracultura
Numerosas obras habitaron las paredes de la sala Santiago Nattino. Obras que en los años dictatoriales encontraron un espacio en las paredes de los edificios del Gran Santiago, como también por sus calles, murales y en el paso mano a mano de una manifestación. El arte de la contracultura buscaba llegar a la mayor cantidad de personas en son de gritar un malestar latente en esos años. Sin embargo, muchos de estos documentos permanecieron guardados durante décadas.
–En esos años nuestro propósito fue mostrar realmente al pueblo cómo se vivía–, comenta Hugo Sepúlveda, artista plástico, quien una vez terminada la muestra accedió a conversar con Doble Espacio. –Cuando nosotros pensamos en hacer una exposición de esto, el material estaba guardado, por lo que dijimos: ‘lo que nosotros hicimos hay que mostrarlo, porque nosotros vamos a desaparecer, pero esto va a quedar en la memoria’ –, señala.
Sin embargo, los procesos distan de los que se utilizan en la actualidad. Imprimir un panfleto costaba un arduo trabajo y la fotografía digital aún no era pensada, por lo que revelar pasaba por las manos de los propios artistas. También entra el costeo de los materiales, en donde las pinturas, los rollos fotográficos, los accesorios para serigrafiar, el espacio, el tiempo, y todo lo demás corría por quienes encontraron la motivación y la necesidad de manifestarse mediante el arte.
Aunque no solo entraba en juego el gasto monetario, sino también el humano. En una época en donde la contracultura y aquello que fuese disidente de los ideales del régimen, o de la “idiosincrasia nacional”, quien fuera sorprendido manifestándose podría terminar encarcelado. O peor aún, torturado, desaparecido o asesinado.
Las posibilidades eran distintas para quienes ejercían el arte de resistencia. Se trataba de una actividad que operaba en la clandestinidad, en el silencio, lo que constituía un latente riesgo. Para ellos, sin embargo, era una necesidad.
Con cámara en mano, Hugo Sepúlveda registra a constantes disparos fotográficos lo que fue la exposición y muestra de las obras de la Asociación de Plásticos Jóvenes (APJ). Con ojos de quien ha sobrevivido a los resquemores de una vida riesgosa, contrasta el cómo ellos veían los distintos procesos y métodos que realizaban para llevar a cabo sus producciones. Formas que abarcaban la serigrafía, el dibujo, el diseño gráfico, la impresión artesanal, la fotografía análoga, la ampliación, la intervención de una obra, entre muchas otras técnicas artísticas provenientes de un tiempo en donde la tecnología no había alcanzado la masificación presente en la contemporaneidad.
Consultado sobre cómo las obras lograron perdurar en el tiempo, considerando que al día de hoy, se puede pensar que la forma en que desarrollaban sus obras constituye era un trabajo complejo, el diseñador comenta que ”efectivamente las generaciones actuales encuentran muy complejo lo que nosotros realizábamos, pero para nosotros era muy moderno en esa época”.
”Lograr tomar una fotografía y tramarla, proceso que consiste en descomponer una imagen en puntos, generalmente de distintos tamaños, para dar una sensación de tono o un tercer color, y así lograr distintos efectos, para nosotros era muy moderno. Se ven como formas antiguas, pero para nosotros era todo un mundo por descubrir”, agrega.
Las obras expuestas
Entre las obras presentadas en la exposición se encontraba el titulado como “Acción de arte por Carmen Gloria Quintana y Rodrigo Rojas de Negri”, quienes en 1986 fueron sorprendidos por una patrulla militar en la población Los Nogales, de Estación Central, mientras ayudaban en la preparación de una barricada en apoyo al paro nacional del 02 de julio. Al ser interceptados y detenidos por los uniformados, los jóvenes fueron rociados con combustible y quemados vivos. Después de días de lucha por su vida, Carmen Gloria, quien tenía 18 años en aquel entonces, sobrevivió con el 62% de su cuerpo quemado. Rodrigo Rojas de Negri, de 19 años, murió cuatro días después.
La idea de la intervención consistió en trabajar en las afueras de la Casa de la Cultura del Colegio Médico, ubicada en Santiago Centro, donde se trazaron las siluetas de dos personas tendidas en el pavimento: un hombre y una mujer, representando a Rodrigo y Carmen Gloria respectivamente. El trazado, hecho con pintura blanca, simulaba a aquellos que realizan las policías para situar y fijar los cuerpos. No obstante, este fue rellenado con aserrín impregnado con parafina para así prenderles fuego, rememorando la agresión sufrida por los jóvenes.
Tal vez atraídos por el fuego, el humo o la situación, apareció un carro lanza aguas que reaccionó frente a lo que pasaba. Finalmente, se instaló un lienzo frente al Colegio Médico, en el que se podía leer la frase “CHILE DEMANDA”.
–La calle quedó marcada por muchos días con los cuerpos delineados y quemados–, recuerda Hugo Sepúlveda, quien estuvo a cargo de registrar mediante su cámara fotográfica la intervención.
Otra de las obras presentadas en la muestra fue la denominada como SERIE 1984. Esta consistió en una serie de 26 serigrafías a dos colores, las que fueron realizadas durante varios meses en 1985 para ser instaladas en un solo montaje, de manera que se asemejara a un mural. Dicho trabajo surgió de conversaciones informales con diversos sindicatos sobre la manipulación de la información que realizaban los medios de comunicación proclives del régimen dictatorial. En el trabajo se pueden ver numerosos titulares pertenecientes al diario Las Últimas Noticias.
Dentro de la sala donde se realizó el conversatorio, había numerosas obras expuestas en cuadros presentando panfletos, fotografías y serigrafías, entre muchas otras formas de arte. Entre aquellas se visualizaba uno titulado como “POR LOS DERECHOS DE LA JUVENTUD CHILENA”. Este corresponde a una fotografía de un niño que fue torturado durante horas por agentes de la DINA. Imagen que fue enviada a la familia de éste por parte de los agresores y que posteriormente, como forma de denuncia, fue publicada en la revista Mensaje para condenar lo sucedido.
Durante los 70 y 80, la Agrupación de Plásticos Jóvenes se dedicó constantemente a manifestarse en contra de la dictadura de Augusto Pinochet. Sus razones apelaban a la defensa de la libertad de expresión y el respeto de los derechos humanos. Se trató de expresiones artísticas que, desde la clandestinidad y el riesgo, como también, desde la precariedad y el ingenio, añoraban la vuelta de la democracia en Chile.
Democracia que con el avanzar del régimen se tornaba lejana, inalcanzable, utópica, pero que no desinfló la fuerza y la voluntad de los artistas gráficos.
El legado gráfico
Parte de la muestra se fundamenta desde una investigación hecha para el libro Resistencia gráfica. Dictadura en Chile: APJ-Tallersol, co-autoría de las investigadoras Javiera Manzi y Nicole Cristi de la mano de LOM Ediciones. Desde la imagen, existe un intento de reavivar relatos de lucha política que fueron plasmados en afiches y obras conservadas para la posteridad. Más allá de las fechas y anécdotas, se vislumbra el relato de una generación que, desde sus recursos, protestó contra la dictadura de Augusto Pinochet, en donde participaron numerosas técnicas como la fotocopia y la serigrafía, junto a la constante monocromía para constituir un trazo insurgente contra la higienización de la ciudad, la represión militar y la censura de los medios de comunicación. “El dialogar gráficas de hoy puede ser una caja de herramientas que esperamos sirvan para las prácticas actuales”, dice Javiera Manzi.
Para Hugo Sepúlveda, artista gráfico y expositor de la muestra, a pesar de que hay lecturas distintas de las gráficas, la historia se repite. Mientras contesta las preguntas, observa un mural conformado por varias piezas y compuesto de negros, grises y rayas de un rojo vivo. La composición es parte de la serie gráfica firmada por la APJ en 1984. “La gente de entre 60 y 70 años nos contaba cómo ellos vivieron y enfrentaron la represión durante la Ley Maldita. Con medios precarios hacían propaganda, y nos mostraban cómo la habían hecho y que esas obras nunca se iban a usar después. Dos años después las estábamos usando nosotros”, explica Sepúlveda.
A 50 años del golpe de Estado, la vigencia de la gráfica chilena se mantiene latente tras un ejercicio de curatoría y continua realización de obras visuales. Para Manzi, la memoria tiene una dimensión subjetiva que, a través de las imágenes impresas, se carga de un futuro que es distribuido entre las personas que ven los afiches diseñados. El regresar a esas producciones artísticas hace volver a pensar en un ideario de resistencia que no fue apagado por las fuerzas autoritarias.
La exposición y conversatorio de la APJ, como también, el libro Resistencia gráfica. Dictadura en Chile: APJ-Tallersol buscan reabrir la discusión sobre la gráfica y la política, restituyendo el itinerario artístico-político demostrando que los afiches y la contracultura constituyen una huella histórica en la sociedad. Esto, pues se manifiestan como formas de arte y expresión que tuvieron la misión de explorar, mediante la precariedad, el riesgo y los anhelos de un futuro mejor, el campo de la resistencia cultural frente a la dictadura de Augusto Pinochet.