El año pasado, 119 periodistas fueron despedidos por la crisis de los medios de comunicación, según un catastro del Colegio de Periodistas. La situación persiste hoy, marcada por la falta de regulación estatal y la tardía adaptación digital. ¿Han logrado los medios de comunicación hacer frente a los nuevos tiempos sin sacrificar a los trabajadores de la prensa? Lea este reportaje. 

 

La llegada de periódicos y revistas a Internet no es un fenómeno reciente en Chile. Desde que la digitalización comenzó a propagarse tímidamente, a fines de los noventa, el predominio de las nuevas herramientas nunca había sido tan claro como ahora.

El escenario está dominado por el cambio de lo analógico a lo digital, el surgimiento de plataformas web y el aumento de los celulares. Sin embargo, el “deseo de eliminar el papel”, ha traído consigo despidos masivos en las salas de redacción, el cierre de múltiples medios, menos investigación y menos reporteo.

“Los medios empezaron a generar procesos de reestructuración, como cualquier empresa que se ve desafiada en términos financieros y de formato. Normalmente, parten por lo más bajo: no es que echen a editores, sino que despiden a periodistas y a reporteros”, dice Patricio Contreras, periodista, profesor universitario y coordinador de iniciativas académicas de SembraMedia, una ONG que trabaja para conectar a fundadores de medios digitales en Iberoamérica y ayudarlos a construir proyectos sustentables y sostenibles en el tiempo.

La digitalización de la prensa ha llevado a la especialización de la labor periodística. Hoy, ya no basta con reportear, redactar y publicar en tiempo real.

“Los medios multimediales exigen a los colegas que sean fotógrafos, camarógrafos, productores, periodistas y editores, al mismo tiempo y por el mismo sueldo”, señala Margarita Pastene, presidenta del Colegio de Periodistas, quien agrega: “Ante esta situación de precariedad laboral y abuso, los ambientes en las salas de prensa no son los mejores, y la tensión y presión en el empleo no contribuyen a una buena labor periodística”.

Durante 2018, el “año negro para el periodismo chileno”, según Pastene, la prensa tradicional tuvo que adaptarse a un nuevo ecosistema digital, marcado por una crisis de confianza y una desconexión con la audiencia.

 

Regulación fantasma

En 2018, la crisis mediática generó un total de 119 desempleados, según un catastro realizado por el Colegio de Periodistas. Una cifra significativa para el periodismo nacional, potenciada por la digitalización de la industria de los mass media. Un proceso que, hasta la fecha, no ha derivado en un modelo económico sostenible, y donde la responsabilidad recae tanto en los conglomerados comunicacionales como en el Estado.

El jueves 10 de mayo de 2018, el periodismo nacional sufrió uno de sus declives más significativos: el cierre en formato físico de las revistas Paula y Qué Pasa, pertenecientes al Grupo Copesa. Según datos aportados por The Clinic, esto se tradujo en el despido de alrededor de 50 personas. Hoy, ambos medios están vigentes en formato online. Por un lado, Paula –que continúa saliendo también en papel– se fusionó con la revista Mujer y Qué Pasa funciona como un suplemento de carácter científico del diario La Tercera.

Si bien en 2012 se presentó un proyecto de ley al Congreso para regular la digitalización, la propuesta no ha prosperado. “En Chile no existe ninguna norma que aluda específicamente a las transformaciones que se producen en los medios a propósito de Internet y de las nuevas tecnologías. Lo que implica que esto quede en una especie de alegalidad”, plantea Javiera Olivares, expresidenta del Colegio de Periodistas y docente del ICEI de la Universidad de Chile. Así, da a conocer una de las tantas precariedades del periodismo nacional.

La carencia de regulación estatal se vincula estrechamente a la falta de interés en potenciar el área comunicacional. Según cifras entregadas por el Colegio de Periodistas, durante 2018 el 74 % de los despidos que afectan a estos profesionales se produjeron en organismos del Gobierno.

“Algunos factores de la actual crisis son la carencia de un marco legal que regule el negocio medial en Chile y la total indefensión en que se encuentran hoy los medios contrahegemónicos, sin respaldo del Estado y con muchas dificultades para sustentarse como propuesta alternativa”, sentencia Margarita Pastene.

El Estado no ha legislado sobre el desempeño periodístico en materia digital. A su vez, se ha encargado de llevar gran parte de su avisaje al sector privado.

 

En busca del modelo utópico

Los medios de comunicación nacionales vieron Internet como una oportunidad para hacer crecer el negocio, lo que derivó en la búsqueda de un nuevo modelo económico y la pérdida de un sector etario que consumía solo papel. Por otra parte, la prensa comunitaria, al no contar con apoyo estatal, ha sido rebasada por los privados en materia digital.

“El consumidor chileno funciona de forma errática. Es complejo prever las reacciones que tendrá el mercado frente a una situación como la digitalización. Por ejemplo, uno de los primeros medios en digitalizarse fue Las Últimas Noticias (LUN), con mucho miedo de que esto fuera el puntapié inicial de la muerte de la prensa de papel”, señala un alto ejecutivo de un conocido medio nacional.

Una de las precariedades que conlleva la digitalización de los medios se asocia al quiebre del modelo económico tradicional de la prensa, sustentado principalmente en el avisaje comercial. “Internet deterioró la principal arteria del monopolio comercial, la publicidad. La difusión de publicidad digital es mucho más barata que la que se paga en un diario tradicional de papel”, dice Andrés Azócar, gerente de Medios Digitales de Canal 13.

La disminución del costo de la publicidad ha significado el declive económico de la industria comunicacional digital, lo que se ha combatido, sin gran éxito, mediante la suscripción a los portales web. “La suscripción en un mercado tan pequeño como el chileno es difícil. Además, es costosa, porque requiere mecanismos tecnológicos y un equipo de personas capacitado para potenciar esta actividad”, agrega Azócar.

El avisaje estatal no ha colaborado equitativamente en la búsqueda de un nuevo modelo económico de los medios, pues las inversiones en publicidad de parte de organismos del Estado, se ha concentrado en el duopolio comunicacional.

En 2018, según un informe publicado por la ONG Observatorio del Gasto Fiscal, distintos entes públicos gastaron 28 millones de dólares en espacios publicitarios de medios de comunicación. En compras directas, El Mercurio registra el mayor porcentaje de la torta, con un 10% de las compras publicitarias desde organismos del Estado, seguido por Copesa, con un 4%.

 

El fin del ¡Extra, extra!

En otro tiempo, cada vez que sucedía algo inesperado o una noticia de última hora, los periódicos sacaban ediciones en papel que se distribuían al día siguiente. Hoy, esa misma noticia se puede consultar directamente en Internet la noche anterior mediante el early access.

Según el Boletín de Circulación y Lectura de Diarios, realizado por Valida, la lectura en papel de Las Últimas Noticias durante el segundo semestre de 2018 era de 272 mil 924 lectores, mientras que la lectura de papel y digital aumenta a 712 mil 909 lectores, dando cuenta de la preferencia de lectoría por la plataforma de Internet.

La Tercera ha buscado la adaptación de su sitio web a este escenario, integrando todos los medios pertenecientes al Grupo Copesa a la plataforma. Sin embargo —a pesar de ser uno de los medios más avanzados en materia digital—, viene perdiendo suscriptores desde hace cuatro años, y hasta 2018 no superaban los 88 mil en papel.

2019 es el año en el que los medios se lanzaron definitivamente a cobrar por sus contenidos digitales, un proceso escalonado que apuesta por sistemas de suscripción y que luego evoluciona hacia muros de pago, un método que restringe el acceso al contenido periodístico de calidad a partir de una tarifa. No obstante, los chilenos no están dispuestos a pagar, ya que pueden encontrar un contenido similar de manera gratuita en distintos portales.

Por otro lado, numerosos medios de comunicación han proliferado el deseo de “democratizar” la información, dando la posibilidad a que sujetos puedan ser productores de opinión. Esto, ha derivado en un escenario hostil, donde los discursos de odio se han tomado el espacio virtual. “La digitalización en los medios se pensó, en algún momento, con el mejor ánimo y el mejor espíritu de Internet. Sin embargo, ha tenido consecuencias desastrosas. Ha permitido una esfera pública mucho más beligerante que tiende a la polarización, donde las fuentes de información se difuminan rápidamente”, señala Cristian Cabalín, académico del ICEI de la Universidad de Chile.

 

Actualizando las pizarras

En una de las salas del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, el profesor Pablo Marín se encuentra en medio de la cátedra de Lenguaje Escrito y Redacción, la cual imparte a estudiantes de primer año de Periodismo.

—Profesor, ¿por qué los medios en redes sociales titulan las noticias de una manera diferente a la que usted nos enseña? —le pregunta una alumna.

El docente reflexiona unos minutos, ya que durante todos los años que lleva impartiendo la clase, siempre ha practicado el mismo formato: el titular es lo que resume la noticia y llama la atención del lector para que este la continúe leyendo.

La publicación de notas breves, carentes de contexto y de rigor informativo  en portales digitales, que solo buscan generar tráfico o visitas de usuarios para generar ganancias monetarias a través de los clickbaits, se ha incrementado en nuestro país, contribuyendo a debilitar la confianza de los ciudadanos en los medios periodísticos.

De acuerdo con el estudio Digital News Report del Instituto Reuters y la Universidad de Oxford, realizado en 2018 y aplicado en Chile y en otros 27 países, más del 50% de los usuarios se informa sobre asuntos de interés público a través de sus cuentas de redes sociales, principalmente de Facebook. Asimismo, el reporte reveló que siete de cada diez personas consideran que los medios de comunicación están más preocupados de ganar audiencia y, por ende, del rendimiento económico.

Nos encontramos en tiempos de sobreabundancia informativa. Sin embargo, las noticias referentes a virales consiguen un mayor número de visitas. “Nunca antes habíamos tenido tan buen contenido periodístico, acompañado de tan mal contenido periodístico, en donde la proporción es desigual”, expresa Patricio Contreras.

La digitalización de los medios ha significado una constante renovación de la labor periodística. Sus partidarios argumentan en pos de la modernización tecnológica, la reducción del costo de producción, la instantaneidad y el zero waste; y sus opositores señalan el caso de Cambridge Analytical y la proliferación de las fake news.

Sin embargo, pese a que los medios de comunicación tradicionales continúan siendo el área predilecta para los periodistas en formación —según el informe de 2015, Estudiantes de periodismo en Chile: Percepción sobre la profesión, su futuro laboral y el desempeño en medios—, el tratamiento de contenido noticioso en las salas de redacción ha cambiado.

Esto ha generado múltiples interrogantes en distintas facultades de comunicación respecto a un replanteamiento de la carrera frente a la digitalización. “Me arriesgo diciendo que la situación es transversal al sistema universitario de formación de periodistas. Estamos incluso más atrasados que las salas de redacción, con un desfase de años importante”, dice Patricio Contreras.

En un escenario mediático de constantes cambios producidos por la modernización digital, “los y las periodistas debemos estar en constante actualización y perfeccionamiento, para hacer frente a los nuevos tiempos y no agudizar nuestra crisis”, concluye Margarita Pastene.

Fernanda Medel Araya

Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile

Danisa Abarca Silva

Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile