Desde su exclusión total en la antigua Grecia hasta una significativa participación en las próximas olimpiadas, las mujeres han transitado entre avances, retrocesos y conquistas en el mayor evento deportivo del mundo. Y es que, aun cuando faltan tres años para los próximos Juegos Olímpicos (JJOO), el programa oficial de Los Ángeles 2028 ya hizo historia: por primera vez, habrá más participación femenina que masculina en el encuentro.
Los Juegos Olímpicos (JJOO) de Los Ángeles 2028 en Estados Unidos marcarán un punto de inflexión en la historia del deporte mundial. Este 9 de abril, el Comité Olímpico Internacional (COI) anunció que, por primera vez, el evento contará con mayor participación de atletas mujeres que de deportistas hombres.
“Después del éxito de los Juegos Olímpicos de París 2024, donde se logró la igualdad de competidores por género, Los Ángeles 2028 traerá consigo una mayor actuación femenina, hecho histórico para nuestro movimiento olímpico”, declaró la presidenta de la Comisión de Coordinación del evento, Nicole Hoevertsz.
Dentro del programa oficial de las próximas olimpiadas, se reveló que están asignadas 5.655 plazas para atletas femeninas y 5.543 para atletas masculinos. Esta pequeña pero gran diferencia es mucho más que una cifra: simboliza la culminación de la lucha por la igualdad de género en el evento deportivo más prestigioso del mundo.
Sin embargo, para entender la magnitud de este logro es necesario mirar atrás. El camino hacia la equidad que hoy se reconoce fue forjado gracias a la perseverancia de muchas, quienes lucharon para ocupar un lugar legítimo en el deporte. ¿Cómo fue la evolución del papel de las mujeres en el olimpismo? ¿Qué hitos nos llevan a este momento histórico?
Los primeros pasos hacia la inclusión
Los Juegos Olímpicos tienen su origen en la antigua Grecia, alrededor del siglo VIII a.C., y su motivo de celebración era rendir honor a los dioses del Panteón Olímpico. Este era un evento tan relevante que incluso detenía guerras y procesos políticos durante su desarrollo. Los vencedores obtenían prestigio y reconocimiento.
Naturalmente, las mujeres no podían participar: las barreras de la sociedad en aquella época eran de tal magnitud que los organizadores ni siquiera dejaban asistir, como espectadoras, a aquellas que estuvieran casadas. Es decir, solo las solteras podían presenciar las competencias. Esta norma cambió apenas cientos de años después, con el surgimiento de los JJOO modernos en el siglo XIX.
Cuando el barón Pierre de Coubertin reintrodujo las olimpiadas en Grecia, para Atenas 1896, la participación femenina tampoco estaba en sus planes. De hecho, el propio Coubertin decía que un deportista es el triunfo del ideal humano, pero solo consideraba a los hombres, pues estimaba que el olimpismo debía ser una celebración netamente varonil, y que obtenía “el aplauso de las mujeres como recompensa”.
De todos modos, esta exclusión total duró poco: en los JJOO de París 1900, apenas cuatro años después de la refundación del evento, 22 mujeres participaron en cinco disciplinas: tenis, golf, croquet, hípica y vela. Aunque su presencia fue simbólica, pues representaban apenas el 2,2% de los competidores, marcó el inicio de una larga batalla para abrirse paso. Entre las atletas destacaba la presencia de la tenista inglesa Charlotte Cooper, quien ya había ganado Wimbledon tres veces y se convirtió en la primera mujer en obtener un oro olímpico.
Durante gran parte del siglo XX, la presencia femenina en las olimpiadas fue aumentando, pero a paso lento y enfrentando resistencia. A pesar de la oposición de figuras influyentes como el Papa Pío XI, quien inició una campaña en contra de las mujeres en el deporte, la presión del movimiento feminista permitió que la categoría femenina se ampliara a las disciplinas de atletismo, esgrima, natación y gimnasia artística.
Así es como luego, Países Bajos con los JJOO de Ámsterdam 1928 marcó un hito en la inclusión femenina: fueron 300 las mujeres que participaron. Esto contrariaba a Pierre de Coubertin, quien renunció al Comité Olímpico Internacional (COI) antes del evento. Figuras como Alice Milliat, impulsora del deporte femenino en Francia, fueron clave en este avance.
Sin embargo, la incorporación de deportes como el atletismo no estuvo exento de controversias. Para dicha cita olímpica, tras la final de los 800 metros, algunas corredoras colapsaron por el esfuerzo al final de la carrera, lo que llevó al COI a eliminar la prueba durante tres décadas, bajo el argumento de que era “demasiado exigente” para las mujeres.
Y a pesar de las trabas, las olímpicas siguieron haciendo historia. La mexicana Enriqueta Basilio a sus 20 años fue la primera mujer en encender la llama olímpica, esto en la inauguración de los JJOO de Ciudad de México 1968, en la que participaba como parte de la selección de atletismo de ese país. Ya en ese momento, Basilio era la campeona nacional de 80 metros vallas.
Este hito fue de gran importancia, pues la llama olímpica representa la conexión entre los Juegos Olímpicos modernos y la antigua tradición griega, así como el mítico legado de Prometeo, quien robó el fuego de los dioses y lo entregó a la humanidad, simbolizando la luz del conocimiento y la razón. Para cualquier deportista, es un gran honor realizar esta acción.
Sin duda a finales del siglo XX la incorporación de la categoría femenina en las distintas disciplinas tuvo un avance exponencial. Los JJOO de Los Ángeles 1984 incluyeron por primera vez el maratón femenino, una hazaña impensable décadas antes. Y en 1991, previo a las olimpiadas de Barcelona 1992 en España, el COI estableció que todo nuevo deporte que fuera incluido en el programa olímpico debería contar con participantes mujeres.
Seguido a esto, en 1996 se realizó una nueva actualización de la Carta Olímpica (documento estatutario que establece los principios fundamentales de la competición), la cual reconoció que una de las funciones del COI es “estimular y apoyar la promoción de las mujeres en el deporte, a todos los niveles y en todas las estructuras, con objeto de llevar a la práctica el principio de igualdad entre el hombre y la mujer”.
La inclusión total se vuelve realidad
Para el nuevo milenio, el avance por la igualdad de género ha sido sostenido. Los JJOO de Londres 2012 en Inglaterra fueron icónicos, pues todos los países participantes enviaron al menos una mujer a competir, incluyendo naciones que históricamente habían restringido su actuación, como Arabia Saudita. Debido a esto, se alcanzó un nuevo récord con la participación de 4.850 atletas mujeres representando el 46 por ciento del total.
Y aunque este porcentaje bajó al 45 por ciento en Río 2016, el encuentro destacó por lograr la mayor cantidad de medallas ganadas por mujeres en toda la historia, hablamos de 180 preseas, correspondiente al 44 por ciento del total.
Y así es como las olimpiadas de Tokio 2020 en Japón (realizadas en 2021 debido a la pandemia) se acercaron a la meta de paridad: aproximadamente un 49 por ciento de los atletas fueron mujeres. En otro aspecto, previo a esos JJOO, el COI estableció que cada país tendría dos abanderados, uno hombre y una mujer para la ceremonia de inauguración, dejando atrás la tradición de tener un único representante por país.
Asimismo, para aquellos Juegos de verano también se introdujeron nuevas pruebas mixtas, reforzando la idea de que la igualdad no es solo cuantitativa, sino también simbólica y colaborativa. Algunas de estas pruebas fueron el relevo de natación por equipos de 4×100, el judo por equipos, el triatlón por equipos, el tiro al plato por equipos y el doble por equipo en tenis de mesa. Como lo dicen sus nombres, todas estas instancias son pensadas bajo lógicas grupales y no en competencias individuales.
“Las pruebas mixtas son importantes… No hay nada más igualitario que un hombre y una mujer compitiendo como un solo equipo en el mismo terreno de juego para conseguir el mismo rendimiento deportivo”, declaró el director de Deportes del Comité Olímpico Internacional (COI), Kit McConnell, en la primera rueda de prensa de Tokio 2020.
Y tras años de lucha, el momento llegó. Los JJOO París 2024 alcanzaron oficialmente la paridad exacta: 5.250 mujeres y 5.250 hombres compitieron en condiciones equitativas. Este equilibrio no solo refleja un cambio de paradigma en la organización olímpica, sino también el resultado de políticas concretas del COI en favor de la equidad.
Aunque el compromiso con la igualdad de género no se limita al terreno de juego. A lo largo de los años, el COI ha implementado medidas sólidas para promover una cobertura mediática equilibrada y para aumentar el número de mujeres en puestos de entrenadoras, comentaristas y gobernanza deportiva.
Los Ángeles 2028: olímpicas en la cima
Bajo este panorama, los Juegos Olímpicos (JJOO) de Los Ángeles 2028 prometen romper una nueva barrera. Por primera vez, las mujeres serán mayoría. Aunque la diferencia es leve (112 plazas), tiene un alto valor simbólico. Significa que la prioridad ya no es solo alcanzar la igualdad, sino sostenerla y expandirla para los siguientes ciclos olímpicos.
De las 351 pruebas que otorgarán medallas 161 serán femeninas, 165 masculinas y 25 serán mixtas. Además, todos los deportes de conjunto contarán como mínimo con la misma cantidad de equipos femeninos y masculinos.
El programa olímpico también incorpora seis nuevas competencias mixtas en deportes como tiro con arco compuesto, atletismo, golf, gimnasia artística, remo de playa y tenis de mesa. Estas pruebas no solo fomentan la inclusión, sino que proponen nuevas formas de competir donde la colaboración entre géneros se vuelve parte esencial del espectáculo.
En disciplinas como el fútbol, habrá incluso mayor representación: 16 selecciones femeninas, frente a 12 masculinas. Esta decisión refleja el auge del fútbol femenino, particularmente, en países como Estados Unidos, donde los equipos liderados por mujeres han alcanzado un nivel de popularidad y éxito sin precedentes.
El crecimiento del deporte femenino en los últimos 30 años ha sido exponencial. Ligas profesionales, patrocinadores, medios de comunicación y audiencias han ido reconociendo el talento, la emoción y el valor comercial del deporte practicado por mujeres.
Como bien han mencionado diversos líderes del movimiento olímpico, este hito no busca desplazar a los hombres, sino construir un lugar donde la excelencia deportiva no tenga género. Un espacio donde una niña que presencie el evento deportivo más importante del mundo pueda imaginarse a sí misma compitiendo, ganando y liderando.