Las altas temperaturas, la falta de nieve y los fenómenos climáticos extremos están transformando el desarrollo de diversos eventos deportivos a nivel global. Casos como el Tour de Francia o los Juegos Olímpicos de Invierno Beijing 2022, han forzado a las autoridades a modificar calendarios, sedes y adoptar medidas de emergencia para proteger la salud de quienes compiten. Atletas y expertos advierten que el deporte profesional se enfrenta a una crisis sin precedentes.


“Un jugador va a morir, y ustedes lo verán”, denunció por televisión abierta el tenista ruso Daniil Medvedev, mirando fijamente a la cámara en pleno partido del US Open 2023, en Nueva York. El atleta necesitó atención médica en dos ocasiones por dificultades para respirar y utilizó un inhalador durante los descansos.

A pesar de avanzar a las semifinales del campeonato, tras vencer a su compatriota Andrey Rublev por 6-4, 6-3 y 6-4, el partido quedó marcado por las alarmas que Medvedev encendió sobre las condiciones extremas en las que se están disputando los encuentros. Ese día, las temperaturas rozaron los 34°C, más de 50 % de humedad y una sensación térmica de 37°C.

Tras el evento, el tenista insistió en la necesidad de abrir el debate sobre cómo proteger a los deportistas en estos escenarios cada vez más frecuentes. “Quizás podamos soportar cinco sets, pero no sabemos hasta dónde se puede llegar. Ya vimos lo que pasó con Yibing Wu en Washington”, declaró, recordando el desmayo que sufrió el tenista chino ese mismo verano.

El cambio climático está transformando las reglas del deporte mundial. Desde maratones bajo un calor asfixiante hasta competencias de esquí sin nieve, diversas situaciones han obligado a modificar calendarios, sedes y adoptar medidas de emergencia para proteger a los atletas. Sin embargo, y ante la indefensión a los atletas, es necesario preguntar ¿dónde está el límite entre el alto rendimiento y la seguridad de los deportistas, en un contexto climático cada vez más extremo?

Un nuevo rival para el deporte

Según un informe de las Naciones Unidas, el concepto “cambio climático” se refiere a las alteraciones a largo plazo de las temperaturas y los patrones climáticos. Estas mutaciones pueden ser naturales, sin embargo, desde el siglo XIX, las actividades humanas han sido el principal motor de este fenómeno, debido mayormente a la quema de combustibles fósiles.

En lo que respecta a climas extremos, las olas de calor han afectado eventos como el Tour de Francia, una carrera de ciclismo de ruta que se realiza anualmente en el país. Desde 2019 las temperaturas rondan los 40°C, y han llegado a provocar deshidratación y golpes de calor en los participantes.

En 2022, los organizadores del evento tuvieron que rociar agua en las carreteras para evitar que el asfalto se derritiera, y en 2023, el calor extremo llevó a que se implementaran medidas como la reducción del tiempo de competencia.

Otro caso preocupante es el torneo de tenis Australian Open, donde ya es común jugar sobre los 40°C, aumentando el riesgo de colapsos por deshidratación. Desde 2014, varios tenistas han declarado haber sufrido mareos y alucinaciones en la cancha. Además, los incendios forestales que azotaron el país en 2020 afectaron la calidad del aire, lo que llevó a suspender entrenamientos y partidos de clasificación.

Por otro lado, los deportes de invierno se están enfrentando a la falta de nieve provocada por el calentamiento global, uno de los fenómenos dentro del cambio climático.

Un ejemplo es lo ocurrido en los Juegos Olímpicos (JJ.OO) de Invierno Beijing 2022, que hicieron historia al usar 100% de nieve artificial. Esta decisión fue controversial, pues su textura es diferente a la natural y genera superficies más duras con riesgos de lesiones, sin mencionar que es un proceso intensivo en dinero, energía y agua.

Según la Comisión Internacional para la Protección de los Alpes (CIPRA), se requieren casi 1,000 litros de agua para producir alrededor de 2.5 metros cúbicos de nieve artificial, lo que equivale a un millón de litros por hectárea de pista de esquí cubierta de nieve.

En una situación similar se encuentran los deportes realizados en césped. En zonas con sequía, se ha empezado a restringir el riego de campos deportivos, lo que obliga a instalar césped sintético y aumenta el riesgo de traumatismos. Si hablamos de fútbol, Rusia 2018 fue el primer mundial en jugarse con canchas de césped artificial.

Es decir, producto de la crisis ambiental, las disciplinas que se realizan al aire libre se están viendo amenazadas, instaurado un nuevo debate sobre cómo se pueden llevar a cabo los eventos deportivos profesionales de manera segura para los atletas y, al mismo tiempo, sostenible para el medio ambiente.

Informe Rings of Fire: “Alguien podría morir en la cancha”

Previo a los JJ.OO de París 2024, en el informe Rings of Fire (“Anillo de Fuego” en español, en referencia al símbolo de la convocatoria olímpica) atletas de élite de 15 disciplinas, junto a climatólogos y expertos en fisiología térmica, advirtieron sobre los riesgos del calor extremo para el deporte de alto rendimiento.

En el documento, los atletas fueron tajantes al expresar su preocupación por los efectos del calor en su salud, rendimiento e, incluso, por posibles muertes durante las competencias.

“En los JJOO de Tokio 2020 sentí que el calor estaba bordeando un final que podía ser fatal. Uno de los mejores tenistas del mundo (Medvédev) dijo que pensaba que alguien podía morir en la cancha, y no creo que fuera una exageración. Esto no es divertido ni saludable”, declaró para el informe el tenista neozelandés Marcus Daniell.

Rings of fire también expuso cómo muchos deportistas tienen miedo de no conocer sus propios límites al competir en condiciones extremas. “No está en nuestro ADN detenernos si las condiciones son peligrosas, hay un riesgo real de mortalidad”, confesó el jugador de rugby escocés Jamie Farndale.

Y aunque parezca una exageración, los especialistas lo confirman. Según el deportólogo de la Universidad de Chile, Adriano Razeto, cuando la temperatura corporal supera los 40°C, se puede generar un golpe de calor, provocando confusión, desmayos, convulsiones y, si no se trata a tiempo, consecuencias fatales. “Los primeros síntomas son cognitivos: desorientación, dificultad para pensar, náuseas. Luego, la frecuencia cardíaca se dispara y puede haber colapso”, explica el especialista.

Además, los expertos de Rings of fire concluyeron que, una vez que se presentan episodios de problemas en la salud a causa del calor, las probabilidades de que se repitan con mayor facilidad aumentan considerablemente.

En el caso de deportes donde el suelo ha debido reinventarse, las dificultades son otras. Por ejemplo, la implementación de nieve artificial en los deportes de invierno o de césped sintético en aquellos que se realizan en canchas al aire libre, pueden aumentar el riesgo de lesiones o accidentes graves por la dureza de sus superficies.

“Lo más común son desgarros musculares o síndrome de estrés tibial. Con la nieve, hay una diferencia en el coeficiente de roce, y el atleta está menos adaptado”, comenta Razeto.

“Si existe un riesgo inminente para los deportistas, no se debe hacer la competencia. Uno de los principios del espíritu olímpico es proteger la salud de los atletas, y ellos van a querer competir hasta el final. Los límites deben ser externos”, enfatiza.

Primero la salud, después la medalla

Frente al aumento sostenido de las temperaturas, la mala calidad del aire y la disminución de recursos naturales como el agua o la nieve, el mundo del deporte se ha visto forzado a replantear sus formas de entrenamiento, competición y reglamentación.

Sin embargo, las soluciones implementadas hasta ahora no han estado exentas de tensiones y contradicciones, debido a la dificultad de equilibrar el espectáculo deportivo, la integridad física de quienes lo protagonizan y la sostenibilidad para el medioambiente.

Los JJOO de Tokio 2020 se catalogaron como los más calurosos de la historia y el Comité Organizador admitió que treinta miembros del personal y voluntarios fueron tratados por enfermedades relacionadas con el calor durante la primera semana.

Bajo este panorama, Greenpeace relevó en su publicación ¿Qué nos dicen los Juegos Olímpicos de Tokio sobre la crisis climática? que, en dicha ciudad, el número de días con temperaturas superiores a 33°C se duplicó desde la década de 1960.

Tras las alarmas que generó este evento, muchos especialistas hablaron sobre cómo proteger la salud de los atletas frente a las olas de calor, sugiriendo poner atención en elementos básicos como una buena hidratación, tener una vestimenta adecuada que priorice la protección de la cabeza y cambiar los horarios a momentos más frescos.

El especialista en kinesiología del deporte, Francisco Pavez, profundizó en otras estrategias claves que se deben adoptar para velar por la salud del deportista, tanto en su rendimiento dentro de las competencias, así como en su posterior recuperación.

“La monitorización es muy importante, por ejemplo, a través de la oximetría (prueba que mide la cantidad de oxígeno en la sangre) o ver cómo va la sensación de esfuerzo. Hay técnicas muy básicas, desde valoraciones que son subjetivas, en donde tú le preguntas al sujeto, del 0 al 10, qué tan cansado está”, rescata el especialista.

Además, para el académico de la Universidad Diego Portales, en este contexto el ítem más importante es la aclimatación. Según explica, esto corresponde al proceso de adaptación fisiológica de un organismo a un nuevo ambiente, que puede ser respecto al calor, la altitud u otros cambios medioambientales.

“Esta tiene que ser gradual, por lo que la intensidad del ejercicio se debe reducir inicialmente e ir incrementando a medida que el cuerpo se va adaptando”, comenta Pavez, quien sugirió que este proceso debe empezar idealmente dos semanas antes del evento.

Para finalizar, el kinesiólogo rescata la importancia del trabajo interdisciplinario, en especial cuando las decisiones se toman bajo circunstancias complejas. “Por lo menos se debe considerar un psicólogo, nutricionista y kinesiólogo deportivo. Este cuerpo técnico debe estar alineado y toda propuesta tiene que ser individual para el atleta, teniendo en cuenta las características de su deporte y las del entorno en donde se va competir”, concluye.

En un mundo donde el termómetro sube más rápido que los récords deportivos, los desafíos que impone el cambio climático obligan a repensar no solo el espectáculo, sino el sentido mismo de la competencia. Los deportistas de élite también tienen límites, y hoy están siendo puestos a prueba por un entorno cada vez más hostil.

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