Nicolás Molina, el documentalista detrás de la más reciente producción de Miradoc, Pirópolis, reflexiona sobre las motivaciones que tuvo para realizar este filme sobre los persistentes incendios en la Región de Valparaíso, sus inspiraciones personales como cineasta y la importancia de visibilizar a través del arte los problemas sociales y ambientales que cruza la comunidad.


El pasado 3 de abril se estrenó en salas de cine el documental chileno “Pirópolis”, un acercamiento humano y estético a una de las problemáticas más graves de la V Región: los incendios originados en bosques de monocultivos. Para graficar dicha situación, Nicolás Molina, director, guionista y director de fotografía del proyecto, ocupa una narrativa centrada en el diario vivir de los integrantes de la Pompe France, una pequeña compañía de bomberos que se arriesga día a día por mantener a las personas fuera de peligro.

Pese a que Molina ya había dirigido varias películas -entre las que se cuentan “Los Castores” (2017), “Flow” (2018) y “Gaucho Americano” (2021)-, confiesa a Doble Espacio que esta es la primera película que siempre quiso hacer.

– ¿De dónde viene tu motivación de filmar “Pirópolis”?
-Siempre me llamó la atención la vulnerabilidad social y ambiental que hay alrededor de los monocultivos en Valparaíso, particularmente lo relacionado con los incendios que se producen en esta zona, que es de transición entre la ciudad y el bosque. Mis películas generalmente mezclan contemplación humana y observación de la naturaleza, y, siendo honesto, me llamaba mucho la atención tener mi cámara dentro de un incendio. Desde ese lugar fui pensando de qué manera podía acceder a este fenómeno. Así llegué a Valparaíso y entendí la mística que tiene la ciudad con el fuego. También comprendí a los bomberos como institución dentro de la ciudad y su historia. Así, pasito a pasito, me fui enamorando de estos personajes.

– ¿Por qué quisiste narrar el proyecto desde la perspectiva de la Pompe France?
-Todo el proceso de la película, desde que empecé a investigar hasta que se terminó el montaje, duró alrededor de nueve años. Para la primera investigación le escribí un correo a todas las compañías de bomberos y la única que me respondió fue la Pompe France. Después salieron fondos de investigación y estuve investigando bastante tiempo, pero me terminé quedando en este lugar porque hice grandes amigos y me sentía como en casa, algo muy importante si uno quiere vivir desde dentro un proceso tan largo. Lo otro es que el capitán (el personaje principal de la película) tuvo una relación con la cámara que, para mí, es fundamental a la hora de decidir acompañar a un personaje: le daba lo mismo mi existencia. La libertad que tenía cuando filmaba era total. Fueron esas variables por las que decidí quedarme en la compañía, junto a esa amistad que sigue hasta el día de hoy. Fue una linda etapa.

– ¿Cómo describirías tu relación personal con Valparaíso antes de la realización de “Pirópolis”?
-Soy de Santiago, pero actualmente vivo la mitad del tiempo en la capital y la otra en Valparaíso. Esta película fue la que me llevó al puerto, aunque siempre me encantó ir porque las imágenes que uno se encuentra ahí son las de un lugar profundamente cinematográfico. Fue increíble tener la oportunidad de hacer y financiar esta película; de vivir esta aventura. Hoy llevo alrededor de cuatro años viviendo a tiempo completo en Valparaíso. “Pirópolis” me acercó a la ciudad y me dio un conocimiento profundo de ella; me permitió ir a lugares donde jamás pensé que tendría una razón para ir.

-En la producción, el fuego se expone a través de tomas largas y lentas. ¿De dónde surge tu interés de grabar el fuego?
-Yo creo que es propio del cine. Me interesa dar apertura, respecto a lo estructural de una película, a la hipnosis. Que el movimiento capture tu atención. Creo que la fascinación parte de ahí, de una imagen muy primitiva; de pensar en un fenómeno sobre el cual yo tenga mi cámara puesta y no haya nada más que hacer excepto observar cómo se mueve. Es difícil que esos dispositivos aparezcan de una manera orgánica. Al menos en mis películas anteriores, la búsqueda de movimientos hipnóticos dentro de las historias que quería contar me había tomado mucho tiempo. La diferencia en “Pirópolis” fue instantánea. Cuando yo filmaba a los bomberos combatiendo las llamas no podía creer lo que estaba quedando registrado en mi cámara. Todos los días de rodaje fueron muy impresionantes.

-El fuego en “Pirópolis” fue interpretado como una representación simbólica de componentes destructivos y duales del contexto nacional chileno, además de una parte intrínseca de la identidad de Valparaíso. ¿Esa interpretación va de la mano con lo que querías desarrollar en la película?
-Una cosa es la película y otra el instinto primigenio de por qué la hice. Creo que una vez “Pirópolis” empezó a formarse empezamos a encontrar un sentido y entender el fenómeno de Valparaíso con los incendios. Es la historia de una ciudad que ha sido casi esculpida por el fuego. Empezamos a entender que el fuego, sobre todo cuando vimos que coincidió con el estallido social, simbolizaba un malestar que va desde lo social a lo ambiental. Es un símbolo que construye la película y desde el cual el metraje intenta contar un problema que es sistémico en Chile, en el que no creo que se esté poniendo la atención necesaria, sobre todo viendo cómo en el último año ha estado causando estragos. Creo que el gran problema ecológico que estamos enfrentando es que una cierta capitalización de la naturaleza con los bosques de monocultivos está poniendo en riesgo a los asentamientos más precarios de todo Chile.

– “Pirópolis” también se enfoca en la importancia de los bomberos como agentes sociales. ¿Crees que la institución de Bomberos de Chile debería ser valorada de otra forma, tanto a nivel social como económico?
-Bomberos sigue siendo la institución mejor valorada de Chile. La forma en que se organizan es súper especial. Ellos tienen sus vidas aparte de ser bomberos y dedican todo su tiempo libre a protegernos de un problema grave. Trabajan con la vida y la muerte. Creo que la película, al menos en cómo grafica la organización interna de una compañía de bomberos (diría que la Pompe France ejemplifica más o menos cómo se organizan todas las compañías independientes), llama a entender cómo funciona este orden. Quizás por la gravedad y cómo se han estado dando cada una de estas catástrofes, sobre todo en los últimos años, pienso que es algo a lo que hay que ponerle atención. Hay que ver cómo el Estado podría entrar de otra forma y generar un tipo de cooperación con algo más de fuerza. También la película habla sobre la cooperación, porque las bombas buscan todo tipo de formas de financiamiento, incluso han dependido de algunos países europeos con los cuales siguen manteniendo relaciones de apoyo. En el caso de la Pompe France, por ejemplo, ellos tienen relación con la ciudad francesa de Marsella, desde donde les envían carros, trajes y todo tipo de cosas para lograr que la bomba funcione. Creo que la institución debería ir hacia un lugar donde el Estado tenga un rol más importante.

Nicolás Molina como cineasta

– ¿Cuál es tu película favorita?
-Son muchas. Una de mis favoritas se llama “Sueños de Hielo”, del director chileno Ignacio Agüero.

– ¿Tienes algún director favorito?
-Te podría decir los directores que han marcado mucho cómo hago películas y siempre vuelvo a ellos cuando necesito inspiración. Los más importantes para mí son Víctor Kossakovsky, director ruso, y Franco Piavoli, director italiano.

– ¿Y cómo influyeron en tu manera de dirigir?
-Con Víctor me tocó compartir acá en Chile durante varias semanas y lo considero uno de los maestros que he tenido en el cine. Diría que ambos me mostraron una manera de entender por qué uno hace lo que hace, con qué actitud uno debe pararse frente a una película y, en general, comprender el cine como un proceso vital, como una posibilidad de vivir algo emocionalmente multidimensional como una aventura. No he encontrado otro propósito que me haga vivir situaciones tan excepcionales como hacer una película, entonces creo que siempre voy a hacer cine porque me gusta la aventura. Para mí cada película es y será siempre un regalo.

-Reduciendo el debate a una dualidad muy simplista, ¿qué priorizas como realizador en una película: un buen guion o una buena cinematografía?
-Creo que los dos son aspectos bastante similares y están relacionados con un proceso más intelectual que sensorial, pero lo que yo priorizo y realmente me interesa de una película cuando la veo es si está viva o muerta. Lo que hace que un filme me haga sentir cosas son las técnicas o herramientas concretas que emplea el director o la directora para hacer que sus sueños se vuelvan realidad, y esto va más allá de si el cine es documental o de ficción. Puede haber actuaciones que estén completamente vivas y seguimientos de personajes documentales que estén completamente muertos. Para mí, la diferencia entre un buen o mal director radica en esa habilidad de hacer que las cosas estén vivas.

– ¿Crees que hay cosas por mejorar en la industria del cine chileno?
-Creo que siempre se puede mejorar. Este año hemos tenido un gran avance en términos sistémicos, porque los fondos con los que trabajamos la mayoría de cineastas aumentaron en un gran porcentaje. Creo que eso va a ayudar a que las producciones sean más robustas y surjan más proyectos. Distribuidoras como Miradoc hacen un trabajo gigante en generar una audiencia específica para el cine documental que se extienda por varios años. Para mí ha sido un honor trabajar con ellos, y siento cómo estos grandes esfuerzos generan cambios en los tipos de audiencia. En el cine es difícil competir contra las películas que vienen de afuera, pero veo avances y soy súper optimista con el trabajo que se está haciendo.

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