De cargar sacos en la feria libre a gritar su primer gol en la Primera División contra Deportes Iquique, Gonzalo Tapia, jugador delantero de Palestino, ha cumplido su sueño. A la fecha es goleador en todas las ligas, dejando su última marca el pasado 8 de marzo en la élite del fútbol continental. Su historia tiene esfuerzo, humildad y talento.
Gonzalo Tapia es oriundo de La Pintana. Creció entre canchas de tierra, sacos de verduras y cajas de los supermercados donde trabajaba como empaquetador. Desde los diez años jugó en el club Juventud Jaime Silva, fundado por su abuelo -hoy liderado por su hermano-, donde aún asiste los domingos para ver los partidos.
“Yo me inicié en mi club de barrio, ahí di mis primeros pasos en unas canchas de tierra que todavía existen”, recuerda. “En la feria vendía choclos y ayudaba a descargar sacos pesados. Yo sabía que tendría que esforzarme y en fechas, como Navidad o Año Nuevo, el dinero ganado lo usaba para comprar indumentaria deportiva”.
En su casa, la constancia fue cotidiana. Su padre, enfierrador, se levantaba de madrugada para trabajar en la construcción. Su madre cumplía un rol fundamental: lo apoyaba en sus estudios, le preparaba la comida y se aseguraba de que pudiera seguir entrenando. Cada gol que Gonzalo marcó desde entonces tuvo algo de ese sacrificio familiar, piensa, de ese origen donde soñar parecía un lujo.
Los zapatos rojos
Cuando Tapia tenía catorce años, su padre lo llevó al Persa Bío-Bío: “Te voy a hacer un regalo”, le dijo. Fue así como, caminando entre locales, llegaron a una tienda de artículos deportivos y eligieron un par de zapatos de fútbol rojos, de marca Lotto.
—Estos van a ser tus zapatos mientras estés jugando”, le advirtió su papá.
Ese día quedó grabado en la memoria del delantero. Años después, ya convertido en profesional, aún recuerda la compra de su padre como el símbolo de todo el esfuerzo que su familia hizo por él. “Me marcó como persona. Ahora que ya debuté en primera división esos zapatos significan todo, un impulso super importante para mí”.
Su primer paso en el fútbol formativo fue en Palestino. Llegó gracias a Eduardo Zurita, su vecino y el actual preparador físico de la selección femenina. “Fui todos los días hasta que me dijeron que había quedado”, recuerda. Luego vino una etapa en el equipo Municipal La Pintana de segunda división, pero más tarde, a los 19 años, se le presentó la oportunidad de llegar a Universidad de Chile.
“Me llamó un dirigente de La Pintana y me dijo que me iban a probar en la U. A la semana, me confirmaron que estaba listo porque tenía condiciones. Era cumplir el sueño de cualquier juvenil. Estuve tres años como cadete y tuve la oportunidad de hacer la pretemporada con el argentino Sebastián Beccacece, actual entrenador de Ecuador”, relató el ariete.
Pero con el paso del técnico por el club, Tapia fue perdiendo terreno en el primer equipo. Cada semana se hacía más difícil sumar minutos en el juego por lo que las oportunidades comenzaron a escasear. Fue ahí cuando decidió emprender un nuevo camino, apostando por volver a empezar desde abajo.
“Me quedé con las ganas de debutar. No se me dio, pero por algo pasan las cosas. Para mí fue un paso bonito en un año de mucho aprendizaje. Por un lado, doloroso e incómodo, por otro, una experiencia fenomenal. Después no tenía representante y me tuve que ir a tercera división.”
Paso a paso
En 2016, comenzó a recorrer las distintas categorías del fútbol chileno: Gasparín FC en tercera división B; Independiente de Cauquenes en segunda y Real San Joaquín en tercera A, donde se coronó como el goleador de la liga 2017 con 25 anotaciones. Ese año ya hacía historia en el país, lo que lo llevó a ser electo como el “Futbolista Amateur del Año en Chile” por el Circulo de Periodistas Deportivos, compartiendo podio con rostros reconocidos del deporte como Jaime Valdés y Christiane Endler.
Después de ese año que prometía ser el despegue de su carrera, Gonzalo Tapia firmó por San Marcos de Arica, equipo de la primera división B. Pero el anhelado salto no llegó como lo imaginaba, y en el extremo norte del país, lejos de su familia y del entorno que lo había visto crecer, comenzó a sentir la soledad del desierto. “En Arica me sentí solo. Estar lejos de mi familia fue horrible, yo era inmaduro aún. Tuve que pasar un cumpleaños solo, y todos esos eventos me fueron comiendo la mente”, evocó.
En los Bravos del Morro estuvo apenas tres meses. Sin la regularidad que buscaba y decidió renunciar. El segundo semestre regresó al club que le había abierto las puertas antes: Real San Joaquín. “El 2020 sentía que no se me daba, porque venía siendo goleador en todas las categorías y sentía que no me daban esa oportunidad o no confiaban en mí. Estaba bajoneado, no tenía ganas de entrenar”, confiesa el artillero.
“El asesino del gol”
En 2019, Gonzalo Tapia se unió a Rodelindo Román, de vuelta a la tercera B. Aquel equipo tenía un detalle particular: su presidente era Arturo Vidal. El “King” no solo financiaba el proyecto, también lo vivía de cerca. Iba a ver los partidos siempre, compartía entrenamientos con los jugadores y transmitía su mentalidad ganadora.
Fue justamente en uno de esos partidos donde Tapia brilló como nunca: marcó cinco goles en una sola jornada y captó la atención de Vidal. El ídolo nacional no tardó en bautizarlo públicamente a través de Instagram con un apodo que lo acompañaría desde entonces: “El asesino del gol”.
“Tuve una conversación con Arturo y le prometí que íbamos a ser campeones”, recuerda Tapia. “Gracias, máquina”, le dijo Vidal. “Era súper cercano al equipo, entrenaba con nosotros y eso fue un hito. Todos lo esperábamos con ansias. Me enseñó mucho, para él no existe nada amistoso, siempre es competitivo, siempre quiere ganar. Eso lo llevó a la élite. Entrenar con él nos inspiraba a dar lo mejor”.
Y cumplió su palabra. Gonzalo fue campeón y goleador del torneo con 29 tantos. Esa temporada no sólo consolidó su nombre en el fútbol amateur, también fortaleció una relación que, años después, tendría un capítulo inesperado.
El 27 de marzo de 2024, en un duelo entre Palestino y Colo Colo, Gonzalo Tapia se enfrentó por primera vez a su exjefe en la cancha. Esta vez no compartían entrenamientos en La Pintana, sino que eran rivales en el Estadio Monumental. Al finalizar el partido, ambos intercambiaron camisetas, se abrazaron, y sellaron una historia que había comenzado años atrás en las canchas de tierra.
“Los sueños se cumplen. Mucho significado tiene esta linda imagen… Arturo fue mi jefe en tercera división y anoche fuimos rivales donde me demostró su cariño y apoyo. Esto es lo lindo del fútbol, hermoso momento y recuerdo. La vuelta larga y otro sueño cumplido”, escribió Tapia en su Instagram.
El sueño de Primera
Tras su paso por Rodelindo Román, “El asesino del gol” continuó escalando en el fútbol chileno. En 2020 fichó por Deportes Recoleta, donde tuvo una destacada temporada: anotó 14 goles y fue una de las figuras del equipo que terminó coronándose campeón de la Segunda División.
Luego vendría un breve paso por Santiago Morning y, más adelante, su llegada a Barnechea en 2024. Fue en ese año cuando explotó definitivamente: se convirtió en el chileno más goleador del mundo con 24 tantos, captando la atención de diversos clubes del país.
Finalmente, en diciembre de ese año llegó el llamado. Palestino, el club donde había dado sus primeros pasos en el fútbol formativo, lo anunció como refuerzo para la temporada 2025. “Mi representante me llamó y me dijo que estaba el interés de Palestino. Quizás el club que me formó me iba a dar la oportunidad de debutar en Primera. Avisé a mi familia y amigos, hasta que llegó el llamado definitivo”, recuerda el goleador.
Lo que venía no era solo el cierre de un ciclo, sino también la coronación de años de esfuerzo, sacrificios y sueños postergados.
Así, Tapia se convirtió en uno de los escasos chilenos en anotar en todas las ligas del país. Sin ayuda económica y entrenando en canchas de tierra. “Uno mira para atrás y ve todo lo que ha costado”. Hoy está cumpliendo no solo su sueño, sino también el de su familia.