Una reciente actualización de la aplicación ChatGPT permitió a miles de usuarios transformar sus fotografías en dibujos inspirados en artistas y películas. En especial, y como una moda mundial, en los característicos trazos del Studio Ghibli. La nueva tendencia causó furor, pero también abrió debates sobre la Inteligencia Artificial (IA), sus orígenes y el valor de una propiedad intelectual humana no siempre protegida.
Durante las últimas semanas, una nueva tendencia digital se instaló en las redes sociales a nivel mundial: la ilustración de fotografías al “estilo Ghibli”. La nostalgia, los colores suaves y la ternura del estilo de películas japonesas como El viaje de Chihiro y Mi vecino Totoro, entre muchas otras, inspiró a miles de usuarios a recrear sus fotografías personales con la estética del artista y director japonés Hayao Miyazaki.
Las imágenes, muy similares al estilo original, se deben a la plataforma líder en inteligencia artificial, ChatGPT. Con un solo click, la aplicación utiliza los datos y peticiones entregadas por el usuario para desarrollar lo que desea. La simpleza y gratuidad de la aplicación han permitido su uso masivo, aunque los expertos cuestionan la seguridad y legitimidad del producto. ¿A qué se exponen las personas al momento de entregar sus fotografías y datos personales a una IA? ¿La creación de estos dibujos infringe la ley y los derechos de autor? ¿Dónde queda el proceso artístico y el trabajo impreso por los creadores?
Cuando la diversión se vuelve un riesgo personal
Al adjuntar fotografías personales, se entregan importantes datos biométricos a la base de datos de la plataforma. Así lo explica Sebastián Vargas, ingeniero experto en ciberseguridad, aclarando que la forma en que se procesan las imágenes en una plataforma de IA depende mucho de qué tan segura sea. Si se usan buenas medidas de seguridad, los daños serían menores. Aun así, ningún sistema está completamente protegido.
Si la plataforma se viera vulnerada, es probable que los datos biométricos almacenados estén comprometidos también, como en 2023, cuando se reportó un incidente que expuso datos de suscriptores de ChatGPT. En esa situación, los datos de muchos usuarios quedaron expuestos, incluyendo su forma de pago y dirección. El problema ocurrió por un error en el sistema; cuando alguien cancelaba una solicitud, se enviaba por error su información personal a otra persona que había hecho una solicitud parecida.
Vargas comenta que empresas de reconocimiento facial y modelos de IA han sufrido problemas de seguridad como el robo de bases de datos biométricas. Todo esto llevó a desarrollar técnicas para proteger los datos sensibles que permiten entrenar los sistemas, pero sin agrupar los datos sensibles en ella, es decir, antes de que sean lanzados al público.
“La única forma que los ingenieros y las empresas conocen para responder a estos escándalos es a través de prueba y error. La apuesta de ChatGPT es lanzar estos sistemas lo antes posible, a pesar de que saben que hay mil cosas que se están vulnerando. Apuestan por aprender bajo la marcha, porque es imposible controlar a priori todos los casos que pueden ocurrir. Prefieren disculparse e ir a juicios”, explica Felipe Bravo, director de la Iniciativa de Datos e Inteligencia Artificial de la Universidad de Chile.
Pese a la alerta que levantan estos casos para las compañías digitales, resulta importante el conocimiento de los usuarios, como dónde almacenan su información y qué ocurre con ella, explica Bravo. Más allá de lo efímero de las imágenes Ghibli, los expertos coinciden en que es probable que estas modas sean más propensas en el futuro; por lo mismo, hay que considerar una previa instrucción para los usuarios interesados en la práctica responsable y segura.
¿Quién se lleva los créditos?
Por otro lado, la tendencia ha generado discusiones sobre los derechos de autor de las obras de Miyazaki, ¿podría considerarse, entonces, como una infracción al copyright de Studio Ghibli? Ésta es una de las mayores incógnitas que han surgido, además genera la duda sobre las leyes existentes y su capacidad de regular adecuadamente los avances de la IA.
Alberto Cerda Silva, académico de la Universidad de Chile y fundador de Derechos Digitales -organización que busca defender e impulsar los derechos humanos en entornos digitales-, considera que, a pesar de la rapidez con la que avanza la IA, la normativa legal actual funciona eficazmente.
“¿El resultado de un sistema de inteligencia artificial está protegido por el derecho de autor? Eso va a depender de si hay intervención humana, a tal nivel, que permita sostener que se trata de una obra creativa original”, explica el experto en derecho y tecnología. “Si no hay intervención humana de cierta característica, en ese caso la ley no protege o no deroga derechos de autor a nadie, dado que las máquinas no son titulares de derecho”.
Las palabras de Cerda tienen precedentes legales: en 2018, el científico computacional Stephen Thaler desarrolló un sistema llamado “La Máquina de la Creatividad”, que, a su vez, creó una pintura titulada “Una Reciente Entrada al Paraíso”. Thaler intentó conseguir derechos de autor para dicha obra en cuatro oportunidades, pero en todas fue rechazado. Finalmente, el Tribunal de Apelaciones de los Estados Unidos para el Distrito de Columbia, sentenció lo siguiente respecto del caso: “La Máquina de la Creatividad no puede ser reconocida como autora de una obra protegida por derechos de autor, ya que la Ley de Derechos de Autor de 1976 exige que toda obra elegible sea creada, en primera instancia, por un ser humano”.
Sin embargo, Cerda ve problemas en cómo ChatGPT entrenó sus sistemas para desarrollar las imágenes con estilos icónicos: “La pregunta es ¿de dónde sacó el sistema los datos? ¿Fue de internet? ¿Tenía una base de datos que estaba conformada por copias de obras preexistentes? Ése es el verdadero problema que se enfrenta”, afirma el académico. Finalmente acusa que es probable que este “aprendizaje” haya sido sin consentimiento artístico.
Y el caso de Studio Ghibli no es el único. Por ejemplo, medios como The New York Times, The Intercept, Raw Story y AlterNet han levantado demandas en contra de ChatGPT, por el supuesto uso no autorizado de varias de sus noticias para la redacción de textos informativos similares. Según recopila la página Chat GPT Is Eating the World (traducida como “Chat GPT se está comiendo el mundo”) hasta el momento, solo en los Estados Unidos, existen 39 demandas por derechos de autor en contra de compañías de IA.
“Cabría preguntarse si tiene sentido, en un futuro dominado por la inteligencia artificial en los procesos creativos, siquiera concebir el derecho de autor. ¿A favor de quién?, ¿de una máquina? La gente está evitando ese debate, porque aún a nadie le interesa, pero el día de mañana vamos a tener un proceso creativo que es completamente autónomo, que nadie controla y recién ahí entenderemos la gravedad de la situación”, concluye Cerda.