El escritor y periodista Patricio Jara reseña el libro “Los Conquistadores”, del francés Éric Vuillard. En ella se describe una realidad novelada de la cultura inca y el oscuro proceso llamado Conquista de América.
La primera impresión es que se trata de un autor francés escribiendo como sudamericano. La segunda, que en cierto modo anula la primera, es que el trabajo de traducción alcanza, por esta vez al menos, un nivel superlativo. En cualquier caso, ante el lector se planta lo que podría ser un muy buen ejemplo de crónica de autor, es decir, una crónica total y absoluta.
Pero que se entienda bien: en vez del protagonismo del “yo”, el autor decide disolverse en la cabeza de los personajes y desde allí suponer, interpretar, especular y hacerlo tan bien que terminas creyendo todo. Porque Conquistadores, de Éric Vuillard, trae de vuelta la aventura (o bien la tragedia, la maldición, el calvario) de los españoles lanzados a la conquista de Perú.
Con Francisco Pizarro a la cabeza, el autor, quien además de investigador tiene un pie en el cine y otro en la dramaturgia, estructura el relato como una suerte de blind-box en que los lectores entran y salen de las historias paralelas, secundarias, intermitentes, tantas veces como sea necesario.
“Y ahora, después de todo aquello, después de esos viajes de reconocimiento fastidiosos, después de haber ido a España para arrodillarse delante del Emperador, después de las conversiones, las explotaciones de toda índole, después del transporte de árboles, la construcción de navíos, del avituallamiento, después de embarcar a hombres y bestias en naves miserables, después de atracar en muchas costas húmedas y lúgubres, esos hombres habían fundado una ciudad”.
Así va la mano, así es el pulso de Vuillard, que no por desplegar casi 380 páginas de pura fibra, llena de detalles reveladores, en muchos casos desconcertantes, no se permite mirar lo que está contando ni tener un juicio sobre ello.
“Pero he aquí que, en la otra punta de la tierra, acababa de descubrirse otro mundo. Los primeros viajeros habían trazado con carbón seductores croquis”, escribe Viullard. “Entonces, una sed inmensa de gloria y riquezas atrajo al soldado de más bajo rango, al bandolero, al fraile menesteroso, al artesano sin trabajo, al vagabundo, al asesino. De pronto todos podían convertirse en reyezuelos arrogantes”.
No es el primer libro de Éric Vuillard en esta clase de temas. Antes se atrevió con la derrota de Estados Unidos en Vietam (Una salida honrosa) o la carnicería de la Primera Guerra Mundial (La batalla de Occidente). Todos sabemos, un poco más, un poco menos, cómo terminaron cada una de esas historias y, sin embargo, volvemos a ellas con la urgencia de quien busca algo importante. En el caso de Conquistadores, una que comenzó en 1532 y que al final es muy parecida a la nuestra como país, sino la causa directa.
Conquistadores de Éric Vuillard (Tusquets)