El escritor y académico de la Universidad de Chile Patricio Jara comenta y opina sobre el libro “El acto de crear” escrito por Rick Rubin, productor discográfico estadounidense.
No hay términos medios. Rick Rubin es de esa clase de personas a las que amas u odias.
Def Jam: El legado de Rubin en la industria musical
En 1984 fundó Def Jam, su pequeño sello que manejaba en sus ratos libres como estudiante de filosofía en la Universidad de Nueva York y así fue como fichó a Beastie Boys para publicar License to Ill y a Slayer a partir de Reign in Blood. Después vino el destello como empresario discográfico y productor gracias a su trabajo con Aerosmith y Run DMC en Walk This Way.
Def Jam, pese a los cambios de dueño y transformaciones, es una marca que cumplió cuarenta años y la mano de Rubin es un aspecto a realzar en cada álbum que ha acompañado. Porque lo suyo es justamente estar ahí, escoltar, corregir y potenciar los procesos creativos y de eso, en el caso del antiguo estudiante de la Universidad de Nueva York, se sabe bastante.
Muchos atribuyen a él los distintivos de discos que marcan pauta y redefinen sonoridades. Da buenas entrevistas, Rubin. La que tuvo con Rick Beato para su canal de YouTube es magnífica. Siempre tiene algo que decir de tal o cual grabación, siempre tiene a alguien a quien echar al agua o bajar los humos; los músicos también lo han pasado por la máquina varias veces. Muchos están agradecidos de su aporte, pero otros no lo sintieron más que como un estorbo, o bien como una celebridad que solo prestaba el nombre y se valía de varios medios pollos para hacer la pega.
Lecciones de El acto de crear
Aun así, a la hora de hablar de creatividad, su voz parece de la más autorizadas del medio. Rubin ha estado detrás de discos de Metallica, System of a Down y Black Sabbath, pero también de Adele y Shakira. De modo que lo que hay dentro de su libro El acto de crear: una manera de ser bien puede leerse como una guía para músicos que inician su camino. Son una serie de mantras, si se quiere, muy cerca de la autoayuda, que animan a que los creadores tengan las antenas levantadas en la dirección correcta. En vez de trivia (para eso hay otros libros) Rubin prefiere decir cosas como ésta:
“Si compones una canción, tal vez pienses que debería durar de tres a cinco minutos y contar con cierta cantidad de repeticiones. Para un pájaro, una canción es algo muy distinto. El pájaro no se ajusta a un formato de tres a cinco minutos ni acepta que el estribillo tenga que ser pegadizo y, sin embargo, la canción del pájaro es igual de sonora que la otra. Y todavía más propia del ser del pájaro. Es una invitación, una advertencia, una manera de conectar, un medio de supervivencia”.
Libros de esta clase pueden despertar sospechas; tan lleno de consejos y de buenas ideas, sin embargo, qué maravilloso es cuando alguno que ya habías pensado, algo que un día incorporaste a tu trabajo, de pronto sabes que otra persona, a cientos de kilómetros, lo pensó igual que tú.
“Ciertos sonidos graves sólo se notan con el cuerpo, no se oyen con los oídos”, anota Rubin. “Los auriculares crean una ilusión, engañan a los sentidos para hacernos creen que estamos oyendo todo lo que ofrece la música. Muchos artistas se niegan a usar auriculares en el estudio, puesto que son una mala réplica de la escucha en el mundo real”.
“El acto de crear” es un volumen al que puedes entrar por cualquier página. Está estructurado en bloques breves. Palabras como miedo, energía, paciencia, claridad, confusión y voluntad son recurrentes en este libro que, si no te hace un poco mejor como artista, al menos te hace un poco más consciente y anima a volver a intentarlo, aunque no resulte, aunque digan que tu banda solo hace ruido.
El acto de crear de Rick Rubin. Planeta, 2024.
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