Entre la crisis habitacional y el impacto de la contaminación, San Bernardo enfrenta los desafíos de ser hogar de uno de los cordones industriales más grandes de Chile.

 

En San Bernardo, al suroriente de Santiago, el paisaje urbano se entrelaza con fábricas que no solo moldean el horizonte, sino también la vida de sus habitantes. Desde la implementación del primer Plan Regulador Metropolitano en 1960, esta comuna ha soportado el peso de convivir con siete cordones industriales que transforman el aire en una amenaza y el ruido en un enemigo constante. Aquí, la rutina convive con gases químicos tóxicos y polvo particulado que de forma silenciosa erosionan la salud y el bienestar de quienes llaman hogar a esta zona.

Ubicada en el cono sur de la región Metropolitana, San Bernardo es una comuna periférica que combina su carácter urbano con vestigios de un pasado rural. Según el Censo de 2017, alberga a cerca de trescientos mil habitantes en un territorio de 155 kilómetros cuadrados. Un viaje en tren de 25 minutos desde la Estación Central hasta la Estación San Bernardo muestra cómo el cielo adquiere tonalidades grises y el aire se vuelve más pesado, evidenciando la influencia de un entorno dominado por la actividad industrial.

En la actualidad, San Bernardo destaca por albergar uno de los cordones industriales más grandes del país, donde se pueden encontrar siete asentamientos que la Secretaría Comunal de Planificación (Secpla) catalogó como “Zona industrial Exclusiva Molesta e Inofensiva”. Estos son: Santa Margarita-La Divisa, Puerta Sur-Estrella del Sur, Lonquén-Lo Espejo, La Vara-Los Pinos, Ochagavía-Las Acacias, Portales-Nos, Padre Hurtado (ex Los Morros).  

De balneario a centro industrial

San Bernardo no siempre estuvo asociada a la industria. En sus inicios fue hogar del pueblo indígena picunche, qué dejó huellas significativas, como sistemas de regadío y el Pucará de Chena, una fortaleza de piedra característica de los pueblos andinos, diseñada por esos habitantes para proteger sus aldeas. Más tarde, el 12 de febrero de 1821, Domingo Eyzaguirre Arechavala, agricultor de origen vasco,se fundó la Villa de San Bernardo, tras la subdivisión de los terrenos conocidos como “Llanos de Lepe”. El nombre de la villa fue elegido en honor a Bernardo O’Higgins, entonces Director Supremo de la República.

Durante el siglo XIX, la comuna adquirió fama como un lugar de descanso para la élite santiaguina, gracias a su carácter de balneario campestre. Sin embargo, este encanto coexistía con importantes carencias, como la falta de agua potable, calles sin pavimentar y problemas de conectividad con Santiago. Según recuerda Noemí Chaparro Reyes (73), nacida y criada en la comuna: “Antes era como vivir en el campo, era tranquilo. En las calles había muchos árboles y mucha vegetación. En las casas no había agua y las calles no estaban pavimentadas. Ahora está todo más moderno, hay más comercio, más vehículos, más personas y más fábricas. Hay cambios que son para mejor y otros no”.

A partir del siglo XX, San Bernardo comenzó a transformarse con la apertura de nuevas calles y la llegada de infraestructura clave, como el ferrocarril eléctrico en 1908 y la Gran Avenida en 1930, que mejoraron su conexión con la capital. Este crecimiento urbano dio paso, desde la década de 1960, a la instalación de empresas industriales, impulsada por la zonificación del Plan Intercomunal de Santiago 1960 (PRIS), la Política de Barrios Industriales y el Plan Regulador Comunal de 1976. En los años 90, el desarrollo industrial alcanzó su punto más alto con la creación de parques como Puerta Sur y Estrella del Sur, consolidados como Zonas Industriales Exclusivas bajo el Plan Regulador Metropolitano de Santiago de 1994.

Esta transformación ha tenido un impacto irreversible. San Bernardo pasó de ser un lugar semi-rural y destino de veraneo a una ciudad con serios desafíos de integración urbana, desigualdad y carencias en servicios básicos. Para Leonardo Soto Muñoz (33), Comunicador Audiovisual y Scout, quien ha vivido toda su vida cerca de la 62 comisaría de San Bernardo, este cambio no ha sido positivo: “Antes, cuando era niño, las calles eran de tierra, podías salir, ir a las avícolas por huevos o gallinas vivas. La gente más antigua habla de potreros gigantes donde se bañaban en las aguas de regadío. Ahora, todo eso está lleno de casas y departamentos. El avance inmobiliario no mide consecuencias, esto ya no da abasto”.

De ser una comuna tranquila y rodeada de naturaleza, San Bernardo ha evolucionado en un entorno donde lo industrial y lo urbano dominan el horizonte, lo que ha alterado profundamente sus dinámicas e identidad.

Entre la necesidad habitacional y los riesgos ambientales

La instalación de cinturones industriales en San Bernardo está normado dentro del Plan Regulador Comunal y cuenta con ordenanzas específicas, en términos ambientales y urbanísticos. No obstante, la Municipalidad no tiene las atribuciones para regular la instalación de una empresa dentro de la comuna.

Javiera Trapp Cruz (27), analista en políticas y asuntos internacionales, encargada del Departamento de Medio Ambiente, Fiscalización, Control y Proyectos de la Dirección de Medio Ambiente, Aseo y Ornato (DIMAO) de la Municipalidad de San Bernardo, explica las limitaciones del municipio:  “Cada empresa que desea iniciar un proyecto tiene que ingresar al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEA), también ser evaluado por la Seremi de Medio Ambiente, la Seremi de Salud y el municipio. No obstante, nosotros no podemos rechazar un proyecto. Podemos hacer observaciones y solicitar información para visualizar todo el impacto ambiental a la comunidad, pero la palabra final no la tenemos nosotros, la tiene el SEA con su comité evaluador”. 

El Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEA), es un instrumento de gestión ambiental de carácter preventivo, que permite a la autoridad determinar antes de la ejecución de un proyecto si este cumple con la legislación ambiental vigente, y si se hace cargo de los potenciales impactos ambientales significativos.

El Capítulo 3, Artículo 19, inciso 8º de la Constitución Chilena dicta: “El derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación. Es deber del Estado velar para que este derecho no sea afectado y tutelar la preservación de la naturaleza”. No obstante, existen conjuntos habitacionales que colindan con sectores industriales y el impacto de las empresas se evidencia de una manera más drástica en su salud física y mental. En concreto, es lo que ocurre con las villas El Nocedal, Artes y Letras y Las Margaritas.

Todas las empresas colindantes a barrios residenciales deben contar con una “zona buffer”, áreas adyacentes a los límites de la empresa donde se amortiguan y apaciguan los efectos de su proceso productivo en el ambiente. Sin embargo, los efectos del trabajo industrial traspasan cualquier regulación realizada por instrumentos de planificación y tienen consecuencias en el ambiente. Por consiguiente, al mal olor se le suman otros factores que merman el bienestar de las personas, como la exposición a contaminación acústica, polvo particulado y emanaciones de humo que siembran inseguridad en la población. 

Dentro de la comuna de San Bernardo, Villa Las Margaritas es el sector residencial más afectado por la contaminación de las industrias, debido a que no cuenta con una zona buffer que apacigüe los efectos nocivos y molestos. Este barrio habitacional colinda con el cinturón industrial Ochagavía, de modo que los vecinos están directamente expuestos al constante ruido de la maquinaria, a grandes cantidades de polvo y a la emanación de gases químicos. 

Un hecho importante de considerar es la antigüedad del sector industrial con respecto a este asentamiento residencial. La Villa Las Margaritas se construyó en 2014, en el mismo sector donde existió el campamento Ochagavía. Este barrio es un conjunto habitacional de casas y departamentos que representó la solución definitiva para setecientas familias de San Bernardo y El Bosque, que vivían en condición de allegadas en dichas comunas, agrupadas en el comité “Los sin tierra”. Mientras tanto, algunas de las empresas que los vecinos reconocen como responsables de la contaminación se instalaron en la década de los 90, como es el caso de Sitrans en 1992, Gymsa en 1998 y Hormisur en 1992. Por consiguiente, existía una total claridad y conocimiento respecto a las condiciones medioambientales del sector. 

Entonces ¿Por qué se construye una población en los límites de un sector industrial considerando los efectos negativos para la salud de las personas? Lo primero que se debe entender es que la planificación de estos barrios no es dependiente de la Municipalidad de San Bernardo, sino que responde a la Secretaría Regional Ministerial de Vivienda y Urbanismo, entidad que por medio del decreto 57 del Ministerio de Vivienda y Urbanismo puede generar modificaciones en los instrumentos de planificación local para dar factibilidad a proyectos habitacionales. Al mismo tiempo, responde a la necesidad de construir hogares para las familias de la comuna. Se debe considerar que el déficit habitacional a nivel país ascendía a 306.396 requerimientos en el año 2013, de acuerdo con los datos de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen) del mismo año.

Cindy Romero Pérez, vecina de la Villa Las Margaritas, reflexiona sobre la posibilidad de la vivienda propia: “Fue un tema venirnos a vivir acá, cuando las casas aún no se construían ya sabíamos que viviríamos al lado de empresas contaminantes, pero no había otra opción. No había otro terreno donde construir las casas, entonces quedó así de esa forma”. 

Johanna Romero Bravo (46), también vecina de la Villa agrega: “Si vienes desde la plaza e ingresas desde la vuelta de Ochagavía ya puedes notar una nube de polvo y cuando te adentras puedes sentir que hay una contaminación feroz. Estamos lidiando con el tema de toxicidad en la noche, porque hay emanaciones de humo que no tenemos idea que son. Además, en la noche el ruido es terrible, los vecinos de los departamentos que viven colindando a la línea del tren sufren mucho. Por último, hay una industria donde trabajan con contenedores y cuando se les cae uno suena un gran estruendo.”

Por otro lado, Jonathan Martínez González (42), geógrafo y trabajador de la Secretarí­a Comunal de Planificación (SECPLA) de San Bernardo, señala: “La Seremi igual va a instalar casas en lugares como este, porque la necesidad de vivienda es muy grande en Chile, sobre todo cuando hay un desequilibrio tan marcado respecto de cómo avanza el mercado inmobiliario en manos privados versus lo público. Aun así, tenemos que generar condiciones de habitabilidad aceptable que potencien la calidad de vida de nuestros vecinos y no llevarlos a vivir al lado de la industria, porque los impactos son bastante complejos de amortiguar”.

Así, las fábricas y cordones industriales que alguna vez fueron símbolos de progreso, hoy generan  una crisis ambiental que afecta el aire y el bienestar en general. En la segunda parte de este reportaje, exploraremos las consecuencias más profundas de esta realidad, el impacto que tiene en la salud de los habitantes, y las iniciativas de estos mismos que los definen como una comunidad que se niega a resignarse a este panorama.