Entre la crisis habitacional y el impacto de la contaminación, la expansión urbana desmedida de San Bernardo ha transformado la calidad de vida de sus habitantes, afectando tanto su salud respiratoria como su estabilidad mental.
La contaminación de las fábricas se ha convertido en un problema grave que afecta tanto la salud física como emocional de los habitantes, deteriorando múltiples aspectos de su calidad de vida. Este problema, perceptible a través de olores intensos, polvo particulado en el aire, ruidos constantes y emisiones de humo, parece haberse integrado de manera preocupante en la cotidianidad de los vecinos.
Como muchas personas, Cindy Romero Pérez (28), vecina de la Villas Las Margaritas desde su inauguración en 2014, enfrenta diariamente las consecuencias de vivir en este entorno, lo que se ha visto acentuado por su asma crónica: “Llevo diez años viviendo acá, en los que me enfermo todos los meses por temas respiratorios. Siempre estoy resfriada o con alergias, el polvo es insoportable. Limpio un mueble y en menos de diez minutos vuelve a estar cubierto de polvo. Por las noches es peor porque las fábricas trabajan a toda máquina, y además del olor a químicos, el ruido es terrible. Hay momentos en que el olor es tan fuerte que provoca vómitos, náuseas y mareos. A mí me afecta muchísimo, incluso he tenido que ir a urgencias en varias ocasiones. Pero lo peor es sentir que no hay nada que pueda hacer para cambiarlo”.
De las industrias a tus pulmones
Chile enfrenta una grave crisis, y está entre los países con mayores niveles de contaminación en América del Sur. Según el ranking de Calidad de Aire y Contaminación 2023, elaborado por la empresa suiza IQAir, el país ocupa el segundo lugar en la región, solo superado por Perú. Dentro de este contexto, Santiago destaca negativamente como la tercera ciudad más contaminada de este extremo del continente, después de Lima y Bogotá. Estas cifras subrayan la magnitud del problema, que afecta tanto a la calidad del aire como a la salud de sus habitantes.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los principales contaminantes del aire incluyen partículas sólidas y líquidas, así como gases tóxicos. La concentración de estos contaminantes en el aire se mide en microgramos por metro cúbico (µg/m³). Entre las partículas más comunes se encuentran las PM10 y las PM2.5. Las PM10 tienen un diámetro igual o inferior a diez micras y provienen de fuentes como el polen, el polvo levantado por el viento, las zonas agrícolas, las carreteras y la actividad minera. En cambio, las PM2.5 son partículas más finas que se originan en procesos industriales, en la quema de combustibles en vehículos y plantas eléctricas o se forman por reacciones químicas entre gases. Para visualizar su tamaño, basta saber que sesenta de estas partículas juntas tienen el grosor de un cabello humano.
En 2024, Chile aún no cumple con los estándares de calidad del aire para material particulado (PM10 y PM2,5) establecidos por la OMS en el año 2005. Según el organismo internacional, los niveles anuales máximos deberían ser de 10 µg/m³ para PM2,5 y 20 µg/m³ para PM10, mientras que la normativa chilena permite hasta 50 µg/m³ para PM2,5 y 150 µg/m³ para PM10. Esta brecha implica una exposición prolongada a niveles de contaminación perjudiciales para la salud.
Entre los gases más dañinos se encuentra el dióxido de nitrógeno (NO2), generado por la quema de combustibles en estufas, hornos, transporte, fábricas y centrales eléctricas. Este compuesto es un indicador importante de la contaminación urbana y tiene graves efectos sobre la salud respiratoria.
Otro contaminante significativo es el dióxido de azufre (SO2), que se libera al usar combustibles fósiles en calefacción, la industria y la generación de energía. Este gas puede contribuir a la formación de lluvia ácida y afectar la calidad del aire, especialmente en áreas urbanas e industriales, como San Bernardo.
Por último, el ozono a nivel del suelo se produce cuando gases como el NO2 reaccionan químicamente bajo la acción de la luz solar. Pese a que este ozono es diferente del que forma la capa protectora en la atmósfera superior, a nivel del suelo resulta perjudicial para la salud humana y los ecosistemas.
Aunque no se ha podido confirmar con exactitud la cantidad de fábricas contaminantes en San Bernardo, según estadísticas de la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile, basadas en datos del Servicio de Impuestos Internos (SII), en 2021 la comuna contaba con un total de 2.212 fábricas. Estas empresas corresponden a sectores como la agricultura, ganadería, silvicultura, pesca, explotación de minas y canteras, así como en la industria manufacturera.
La OMS, señala que la exposición constante a la contaminación por partículas finas en el aire está vinculada a diversas enfermedades graves, como accidentes cerebrovasculares, enfermedades cardíacas, cáncer de pulmón y trastornos respiratorios tanto agudos como crónicos. Esta relación entre la calidad del aire y la salud pública es particularmente evidente al observar las estadísticas de salud en distintas comunas de Chile.
En 2020, los centros de salud pública de San Bernardo reportaron un total de 709 ingresos por enfermedades respiratorias, mientras que en Las Condes, el número fue considerablemente menor, con solo 209 casos registrados en el mismo período, según los Reportes Estadísticos Mensuales del Ministerio de Salud. Esta discrepancia es notable, especialmente al considerar que, según el censo de 2017, la diferencia poblacional entre ambas comunas es de apenas nueve mil habitantes.
La diferencia más notoria entre ambas comunas se observa en los ingresos hospitalarios por Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), un trastorno respiratorio relacionado con la exposición prolongada a contaminantes atmosféricos. En el mismo reporte estadístico de 2020, San Bernardo registró 93 ingresos por esta enfermedad, mientras que Las Condes solo reportó nueve. Esta disparidad destaca las diferencias en las condiciones ambientales entre ambas zonas, donde la cercanía de San Bernardo a áreas industriales y su mayor nivel de contaminación contribuyen al aumento de enfermedades respiratorias crónicas, a diferencia de Las Condes, una comuna con menos exposición a estos riesgos.
Norman Stock Donoso (62), doctor broncopulmonar del Hospital y Centro de Referencia de Salud (CRS) El Pino de San Bernardo comenta: “Si bien no está comprobado que la contaminación en el aire producto del trabajo industrial genera el nacimiento de niños con enfermedades respiratorias, este tipo de contaminación funciona como si fuese un factor radioactivo, que potencia y agrava estas patologías”.
En alerta permanente
Según el Estudio de externalidades negativas a la comunidad, en áreas colindantes al vertedero Lepanto y plantas mixer sector norte de San Bernardo, realizado por la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM) en conjunto con la Municipalidad de San Bernardo, los vecinos de las Villas Las Margaritas, Rapa Nui, Halcones, Artes y Letras y Nocedal 1,2 y 3, han manifestado que colindar con cordones industriales ha afectado de manera significativa su salud mental y calidad de vida.
Entre las principales causas del deterioro de la salud mental que presenta el estudio, se encuentra el gran tráfico de camiones de alto tonelaje que destruyen las calles y producen atochamiento vehicular. Por otro lado, la presencia de polvo particulado obliga a los vecinos a realizar esfuerzos adicionales para mantener limpios sus hogares. Inclusive, las familias adaptaron sus casas instalando sistemas de aire acondicionado, purificadores de aire o mejoras en el aislamiento para reducir la exposición a estos contaminantes.
Además, el ruido excesivo al que se enfrentan día y noche, interfiere con el descanso adecuado, afectando los ciclos de sueño y generando altos niveles de estrés. Por último, los olores desagradables provenientes de gases y emisiones industriales aumentan la preocupación sobre la calidad del aire que se respira, generando un sentimiento de inseguridad y ansiedad sobre los riesgos que esto representa para la salud. Estas condiciones no solo afectan físicamente, sino que también erosionan el bienestar emocional de quienes residen en las cercanías de estas áreas.
Las emergencias químicas, como incendios, fugas de gases tóxicos y derrames de sustancias peligrosas, son un problema recurrente en zonas industriales. Los vecinos de Villas Artes y Letras y El Nocedal viven con constante preocupación debido a su cercanía con empresas de este tipo, especialmente tras incidentes que han puesto en evidencia la falta de comunicación y transparencia por parte de estas compañías. La incertidumbre sobre las sustancias almacenadas y procesadas en las fábricas, junto con la ausencia de protocolos claros de seguridad y evacuación, agrava la sensación de vulnerabilidad. Además, los residentes critican la escasa vinculación comunitaria de estas empresas, que no organizan reuniones informativas ni responden a solicitudes de apoyo en iniciativas locales. Aunque las villas cuentan con una zona buffer destinada a reducir los impactos de las actividades industriales, las preocupaciones persisten, afectando su calidad de vida.
Sergio Pizarro Carreño (68), ex presidente de la junta de la Villa El Nocedal, explica: “Nuestra villa se encuentra en una zona industrial, y la Municipalidad no realiza fiscalizaciones a las empresas. Por eso, este incendio es solo uno más. No sabemos qué productos maneja ni qué fabrican. En el último incendio nos avisaron que podíamos ser evacuados, y la situación fue muy complicada. El aire estaba muy denso, afectando especialmente a los adultos mayores. Cada vez que vemos humo cerca, sentimos un miedo terrible”.
Estar expuesto a estos incidentes genera una tensión constante en la comunidad, lo que afecta no solo su bienestar físico, sino también su salud mental. Este estado de alerta permanente tiene consecuencias que repercuten de manera duradera en quienes habitan en estos espacios.
Raquel Córdova Labbé (52), psicóloga clínica especialista en Terapia Conductual Dialéctica: “Cuando el estrés se produce de forma permanente, como pueden ser olores o ruidos, en espacios que debieran ser para descansar, nuestro organismo va a estar en estado de alerta constante y eso genera cambios fisiológicos, porque estás secretando sustancias que se producen en función de la actividad mental y actividad física preparada para una emergencia. Entonces, cuando esto se mantiene comienza a generarse un desgaste, porque nuestro organismo no puede estar funcionando a la espera de un estímulo constantemente. Eso a la larga genera un deterioro progresivo de nuestra capacidad de atención, concentración, aprendizaje y perdemos la capacidad de responder de una manera efectiva.”
Ante todos los problemas que enfrentan los vecinos de la villa, en más de una ocasión estos se han organizado y manifestado en los frontis de las empresas, impidiendo el paso de los camiones que llevan materiales hacia la industria para exigir un cambio sustancial en los procesos industriales e instancias de diálogo para negociar acuerdos de convivencia.
Surimana Pérez Díaz (32), antropóloga, vecina de la Villa Las Margaritas y vocera de la coordinadora San Bernardo – El Bosque, aborda lo planteado a las mesas de diálogo con las empresas colindantes: “Lo que nosotros pedimos es que dejen de contaminar, pero allí topamos porque no existe normativa sobre la cual respaldarse, todo termina siendo voluntad de la empresa. Entonces, en los procesos de negociación obviamente no estamos en igualdad de condiciones. Estamos abiertos a dialogar, porque antes solo adoptábamos una actitud de denuncia. Aun así, hemos tenido que hablar con las empresas para que “jueguen limpio”, antes se respaldaban trabajando con organizaciones que no son representativas de nuestra comunidad. Me refiero a personas que obtuvieron personalidad jurídica, pero que usufructuaban para obtener beneficios por parte de las empresas. Es decir, las empresas estaban haciendo pasar eso como vinculación con la comunidad.”
Mariela Araya Cuevas (45), concejala por Unión Demócrata Independiente (UDI) durante ocho años, y reelecta para cuatro más en la comuna de San Bernardo, se refiere a el conflicto de los vecinos en contra de las empresas: “Es como luchar contra Goliat, saber que finalmente a lo mejor el resultado no será el esperado. Yo creo que eso pasa, lamentablemente se normaliza un poco y es la poca energía o la desesperanza de tener un resultado de parte de toda una comunidad.”
“Como estamos en el límite comunal hay mucho abandono y poca fiscalización. El gran problema de San Bernardo es que tienen un caos en la gestión y eso dificulta hacer un trabajo concreto en esta zona. Por ejemplo, hubo una funcionaria que gestionó el monitoreo de la calidad del aire en diferentes horarios del día y vino a fiscalizar a las empresas personalmente, ella emitía informes y nos reportaba. Sin embargo, la sacaron y todo este plan de fiscalización por el cual nos informaba quedó en nada” explicó Pérez.
La funcionaria de la que habla Surimana es Amalia Olmedo Dávila (61), ingeniera civil química encargada del Departamento de Desarrollo Local y Sustentable (DIDECO) de San Bernardo, quien asegura: “Me sacaron de las funciones entonces no pude completarlo, pero mientras estuvimos trabajando de acuerdo al plan les propuse, fiscalizamos la industrias por el problema que se estaba originando en Las Margaritas, pero lo llevamos más a una resolución de conflicto más que una fiscalización punitiva, porque la empresa paga el parte, pero no mejora la situación”.
Amalia Olmedo dejó sus funciones en el área de control ambiental debido a un cambio administrativo impulsado por el Ministerio de Medio Ambiente, que trasladó esta responsabilidad desde DIDECO a la recién creada Dirección de Medio Ambiente, Aseo y Ornato (DIMAO). A pesar del cambio administrativo, la funcionaria continuó realizando fiscalizaciones, hasta que un vecino denunció ante la Contraloría por incumplimiento de la “Ley Orgánica Constitucional de Municipalidades (18.695)”. La asesoría jurídica municipal no gestionó adecuadamente el cambio, por lo que Olmedo no pudo seguir con el monitoreo a las industrias.
En la lucha por un desarrollo urbano sostenible
San Bernardo enfrenta un escenario complejo derivado de un modelo de desarrollo que priorizó la expansión industrial sin prever adecuadamente sus impactos en las comunidades cercanas. La persistencia de problemas ambientales evidencia insuficiencias en la planificación urbana y en la regulación de las actividades industriales. La convivencia de áreas residenciales con cinturones industriales pone de manifiesto fallas estructurales en la delimitación de zonas y en la implementación de medidas para mitigar los efectos negativos.
Actualmente, se trabaja en la actualización del plan regulador vigente, que data de 2006. Uno de sus elementos clave es el plano de zonificación, que delimita áreas específicas y asigna normativas para armonizar el uso del territorio y sincronizar las actividades futuras. El área urbana de San Bernardo está incluida dentro de un polígono establecido por el Plan Regulador Metropolitano, y clasificada como “zona urbana condicionada”, lo que permite actividades industriales reguladas por normativas macro, pero no locales.
El nuevo plan regulador busca ampliar los límites actuales y otorgar normativas específicas a las áreas urbanas condicionadas, lo que permitirá una regulación más precisa de las actividades permitidas en estas zonas, promoviendo un desarrollo urbano más ordenado y adecuado a las necesidades locales.
Sin embargo, la brecha entre la normativa y su aplicación práctica, junto con la dependencia de instituciones externas y la falta de potestad municipal, limita las capacidades locales para proteger a los habitantes. Este panorama refleja la necesidad urgente de una planificación más coherente y mecanismos de fiscalización efectivos. San Bernardo se presenta como un caso que resalta la importancia de armonizar el desarrollo económico con la justicia ambiental y social para prevenir afectaciones profundas y duraderas en las comunidades vulnerables.
Cristóbal Vargas Olmedo (23), estudiante y vecino de la Villa Las Margaritas: “Solo espero que esto algún día cambie, que mis hermanos chicos vivan en un mejor lugar y que mis papás tengan una mejor vejez. Quiero que San Bernardo sea un lugar donde pueda respirar con seguridad y tranquilidad”.