El escritor y académico chileno Patricio Jara opina sobre el nuevo lanzamiento del periodista Juan Pablo Meneses: Revolución. 


Juan Pablo Meneses ha transitado desde la crónica a la novela documentada de manera natural. Si bien en su entrega anterior, Una historia perdida (2022), anunciaba este salto a la ficción-probable con una historia lateral del bombardeo a La Moneda, tal vez la raíz esté aún más atrás, en su delirante relato Un dios portátil (2020) en que lleva al extremo la participación de narrador-periodista en los hechos relatados. Y hablamos de bastante más que la figuración a través del uso de la primera persona. En este caso, los últimos trabajos periodísticos del chileno están rotulados en lo que bien llamó (no olvidemos que también estudió publicidad) “periodismo cash”. Es decir, el cronista quiso saber cómo era el mercado de la carne en Argentina y se compró una vaca; luego quiso saber cómo era el mercado de los futbolistas sudamericanos y compró el pase de un jugador para venderlo en Europa. Finalmente, quiso saber cómo era el mercado de las religiones y se las arregló para conseguir un dios en la India y organizó su iglesia entre California y Nueva York.

Su más reciente libro se llama Revolución y la palabra “libro” no es antojadiza en el entendido que Meneses es de esa clase de autores que descree de las etiquetas y las categorías. De manera que entre más problemas tengan sus obras para calzar en los estantes de las librerías, tanto mejor. Lo que sí está claro es que su prosa se ha mantenido firme a través de los años, y también su capacidad para organizar los relatos. El lector podrá estar distante a ciertos temas que aborda Meneses, podrá incluso no creerle, pero nunca se aburre.

El argumento de Revolución, como pasa con todas las buenas historias, es posible de resumir en un párrafo: a poco del golpe de estado de 1973, Pinochet manda a quitar la estatua del Che Guevara levantada en San Miguel al comienzo del gobierno de Allende. Cinco décadas después, un periodista que trabaja en la producción de una serie documental, no hace nada más simple que tratar de encontrarla. Es un monumento de proporciones, hecho de bronce y pesa varias toneladas. No pudo desaparecer tan fácil.

Pero aquella es sólo una pista por la que transcurre la novela. La otra, más profunda, cabezona y lúcida, es advertir que fue Chile el primer lugar donde Ernesto Guevara trascendió su alcance político y militar para transformarse en figura de culto casi religioso, al comienzo, y luego en rostro publicitario de amplio espectro, lo cual lleva a ciertas preguntas que Meneses se encarga de perfilar. La más atractiva de todas, desde luego, es si tal explotación fue un triunfo de Guevara sobre el capitalismo globalizado que se obligó a reproducir su imagen por todo planeta o bien fue al revés, que su discurso y apuesta radical terminaron reducidos a una palabra de tres letras que sirvió, por ejemplo, a la línea de helados Magnum, en Australia, a bautizar a una de sus paletas de cereza y crema como “Cherry Guevara”. Lindo.

Portada del libro Revolución, del escritor chileno Juan Pablo Meneses
Revolución de Juan Pablo Meneses. Tusquets, 2024