La organización, además de manejar cerca de quince colegios en todo el país, entrega acompañamiento espiritual en cuatro residencias universitarias en la capital: una de hombres y tres de mujeres. A pesar del énfasis que hacen en la libertad de los residentes para participar de los ritos religiosos, es cierto que algunos de ellos terminan acercándose no solo a la fe, sino también a la Obra.


Cuando San Josemaría Escrivá de Balaguer, el sacerdote español fundador del Opus Dei, abandonó Santiago de Chile hace 50 años, en junio de 1974, dejó una misión a los entonces llamados “socios” de la Obra: expandir la influencia del movimiento en el país. Para tal propósito, los responsables de la llegada del Opus Dei a Chile escogieron un sector clave de la sociedad: la educación.

La Obra de Dios (Opus Dei en latín) es una organización de la Iglesia Católica creada en 1928 en España y que llegó a Chile en 1950, por mandato del propio fundador. Según el segundo artículo de su estatuto, “propone —entre otras promesas— la santificación de sus fieles, mediante el ejercicio de las virtudes cristianas en el propio estado, profesión y condición de vida de cada uno”, es decir, la santificación a través del trabajo profesional y la vida cotidiana.

Es en línea con este carisma que apenas el 2% de sus miembros son sacerdotes. El 98% de personas restante realiza su “servicio” en  diferentes modalidades: existen los supernumerarios, personas casadas y con hijos que realizan su apostolado a través de las labores familiares; los agregados, que realizan “promesas” de pobreza, castidad y obediencia pero que residen con sus familias; y los numerarios, que, teniendo las mismas obligaciones que los agregados, viven en casas del Opus Dei y se entregan por completo a la Obra. 

Pese a que al momento de la visita de Escrivá de Balaguer ya existían dos colegios donde el Opus Dei entregaba acompañamiento espiritual, los numerarios y supernumerarios que iniciaron la labor apostólica en Chile comenzaron a construir una serie de fundaciones educativas que, a la fecha, controlan seis establecimientos particulares en el barrio alto de Santiago, administrados a través de la Sociedad Inmobiliaria y Educacional (Seduc); cuatro subvencionados en las comunas de Puente Alto y La Pintana, administrados por la Fundación Nocedal; dos en la Región de Valparaíso, dos en el Biobío, y la Universidad de los Andes en la educación superior. Es dentro de este ecosistema que, en la década de los ochenta, deciden implementar una nueva “modalidad” en el acompañamiento espiritual para estudiantes: las residencias universitarias.  

La residencia masculina

Las farolas de la avenida Pedro de Valdivia en Providencia emanan luces frías, pero a la altura del 1150 contrastan con la iluminación de la Residencia Universitaria y Centro Cultural Alborada, que ilumina de manera cálida sus interiores. El Opus Dei quiere transmitir un ambiente hogareño en el edificio; es lo que promocionan a través de su página de internet, el mismo lugar donde hacen gala de ser “más que una pensión”. Según explican, la residencia se creó en 1982 y contó con el impulso del propio fundador tras su paso por Santiago hace 50 años. 

Esta residencia admite sólo a hombres y más de 900 residentes han pasado por sus habitaciones en 42 años de historia. Vivir en Alborada tiene un costo de 165 UF al año, lo que equivale a más de seis millones de pesos. Recibe a cerca de medio centenar de universitarios y cuenta con servicios de lavandería, cuatro comidas al día, actividades culturales, un amplio jardín con cancha de baby fútbol y una capilla. 

Sebastián Ballesteros (19) es estudiante de Derecho en la Universidad Católica y llegó a la residencia en 2023. A pesar de que, antes de ingresar, no sabía que la dirección espiritual estaba a cargo del Opus Dei, asegura que le sirvió para acercarse a la religión: “Como ya era católico practicante, tener la misa ahí mismo me sirvió bastante. El ambiente es muy bueno para quienes quieren acercarse o continuar en el camino de la fe”. En Alborada también se entregan cursos introductorios a la religión, catequesis para la realización de sacramentos e instancias de formación avanzada para miembros interesados en seguir conociendo la fe. 

Es así como dentro de la misma residencia viven ocho numerarios del Opus Dei: tres de ellos son administrativos (director, subdirector y secretario de la residencia), otros tres son conocidos como “el staff” de Alborada, y los últimos dos son sacerdotes. El actual capellán de la residencia, Juan Ignacio Izquierdo Hübner, quien fue estudiante del Colegio Tabancura, de la red Seduc, y la Universidad de Navarra, vinculada a la Obra en España, rechazó participar de este reportaje.

Si bien desde Alborada hacen énfasis en la libertad de los residentes para participar de los ritos religiosos, es cierto que algunos de ellos terminan acercándose no solo a la fe, sino también al Opus Dei. El propio Ballesteros cuenta que han salido “vocaciones” que terminan convirtiéndose en numerarios o supernumerarios. 

“Llevo un año yendo a formación y a uno le hacen sentido las enseñanzas de las personas del Opus Dei. Me hace mucho sentido pensar que puedo encontrar a Dios en todas las cosas, porque si no lo encuentras en tu vida cotidiana, no lo vas a encontrar nunca”, señala el estudiante. 

Pese a asistir de manera frecuente a charlas de formación y retiros espirituales, Ballesteros descarta, de momento, ingresar formalmente a la Obra: “A mis 19 años no estoy para tomar decisiones para toda la vida, es algo que se decide siendo un poco más maduro y con un criterio más formado”.

El directorio de Alborada está compuesto por tres numerarios del Opus Dei: el ingeniero civil Pablo Salinas Errázuriz es el director de la residencia, se ha desempeñado también como director de la empresa Salfacorp, del sector de la construcción. Le sigue el ingeniero comercial José Luis Rossi en la subdirección, quien egresó del Colegio Montemar, ligado a la Obra en Viña del mar, y de la Universidad de los Andes; además, es sobrino de Blanca Rossi Soffia, quien forma parte del directorio de la Fundación Nocedal. La terna es completada por el ingeniero industrial José Antonio Taladriz Bengoa, sobrino del supernumerario José Ignacio Bengoa Claussen, presidente del directorio de Seduc, el “holding” educacional del Opus Dei en Santiago.

Hojas de Araucaria

En avenida Ricardo Lyon 1168 se levanta la casona de dos pisos que alberga a la Residencia Araucaria, que admite sólo a mujeres. Fundada en 1986, su estructura es considerablemente más hermética que la de su símil masculino: cuentan con menos información en su página web, que se encuentra considerablemente más descuidada y desactualizada, y su directorio no es de acceso público. 

A pesar de ser más pequeña que Alborada, cuenta con una similar gama de actividades e instalaciones: salas de estudio individuales y grupales, capilla, estacionamiento, además de acceso a retiros espirituales y cursos de formación cristiana. Ofrecen cuatro comidas al día y servicios de aseo y lavandería.

En su página web hacen énfasis en tres ejes claves de la formación en la residencia: “voluntariado, cultura y espiritualidad”, donde además promocionan diálogos con “profesionales destacados” en lo que denominan “tertulias culturales”. 

En ellas han expuesto figuras como Bárbara Vidaurre, parte del área legislativa del think tank Libertad y Desarrollo, relacionado a la UDI; Jorge Acosta (quien dictó la cátedra de “El aborto hoy”), director del programa de Salud y Bioética del Instituto Res Pública, ligado a la derecha política, además de otros profesionales y directivos de la Universidad de Los Andes. Desde marzo de este año la directora es la numeraria María José Valbuena, diseñadora y ex Brand Manager de la misma casa de estudios hasta diciembre de 2023.

Toda la comunidad de Araucaria se rehusó a participar de este reportaje, incluyendo a la madre de una residente que, inicialmente, pidió que se protegiera su identidad “para que no tomen represalias”  contra su hija, y que finalmente se restó de dar su testimonio.

El costo anual de vivir en Araucaria asciende a las 175 UF para residentes nuevas, lo que equivale a cerca de seis millones y medio de pesos al año. A su vez, la fundación Amigas de Araucaria, conformada por ex residentes y fundada en 2011, entrega becas que pueden llegar a cubrir el 50% de la tarifa. Esta entidad, según señala la página web de Araucaria, está presidida por la ex residente Verónica Schröder, ingeniera comercial y directora de estudios de la carrera de Administración en Servicios de la Universidad de los Andes desde 2018. En 2005 se casó con el abogado Manuel Uzal Castro, quien cuenta con un magíster en Matrimonio y Familia en la Universidad de Navarra y desde 2021 se desempeña como director del Colegio Cordillera, de la red Seduc.

La residencia está administrada a través de la Fundación de Cultura Universitaria Lyon, inscrita ante el Registro Civil en julio de 2016. Su directorio está presidido por la supernumeraria Sylvia Elena Ravera Biscontini; su hijo, Pablo Scagliotti Ravera, es gerente general del Colegio Montemar, ligado al Opus Dei en Viña del Mar. 

El directorio lo completan Denise Amanda Ibarboure Calderón, quien fue durante casi 20 años encargada de formación del Colegio Huelén (de la red Seduc) y que actualmente se desempeña como jefa de proyectos del programa Pasos UAndes desde 2022, como vicepresidenta; y Rosario del Carmen Ureta Cardoen, como secretaria, quien egresó del Colegio Huelén, es abogada de la Universidad Católica, profesora de derecho en la Universidad de los Andes y hermana del sacerdote del Opus Dei Juan Esteban Ureta, ex capellán de la Residencia Alborada, formado en las aulas del Colegio Tabancura y la Universidad de los Andes, ambos controlados por la Obra.

Residencias de Estudio y Trabajo

También existen en Santiago dos Residencias de Estudio y Trabajo (RET). La diferencia de estas con Araucaria y Alborada es que las residentes, para costear una parte de su estadía en ellas, realizan labores domésticas de lavandería, repostería, cocina y planchado dentro de otras residencias de numerarios del Opus Dei. 

Tal como en las residencias anteriores, está administrada por numerarias que viven dentro de las propias casonas que las albergan. Sin embargo, las labores hogareñas son realizadas por las “numerarias auxiliares”, quienes están destinadas exclusivamente al apoyo doméstico de las casas. 

La primera de ellas, bautizada Punta del Este, se alza en Waterloo 412, en la comuna de Las Condes. La segunda, Portezuelo, se ubica en Mar de Plata 2025, a la vuelta de la residencia Alborada. De hecho, ambos edificios están conectados de manera interna y son las propias residentes de Portezuelo quienes realizan las labores para los residentes masculinos. Ambas cuentan con capillas y ofrecen formación católica y preparación para los sacramentos.

Según relata Elisa Aliaga, que ingresó en 2012 a una RET ubicada en la calle Humberto Bianchi, en Providencia, la relación con las residencias en las que trabajaban “no se extendía más allá de lo estrictamente necesario”, pues evitaban que ellas coincidieran con los numerarios durante el día.

“La limpieza en la mañana se hacía por tramos: si había alguien que entrara más tarde al trabajo, o estaba de vacaciones o día libre, entrábamos a una parte que estuviera desocupada, entonces cuando salíamos, dábamos un tiempo para que, si había alguien, se cambiara de tramo y nosotras entráramos”, relata. 

Si bien Aliaga nunca se interesó en ser parte del Opus Dei, egresó del centro de formación técnica Fontanar, el cual estaba gestionado por la organización y cerró sus puertas en 2015, al que llegó a través de otra residente más cercana a la Obra. La RET Bianchi, que dejó de admitir a residentes universitarias durante la pandemia, continúa operando como una de las casas de la organización.

Pese a la discreción que el Opus Dei mantiene respecto de su imagen pública, una cosa es cierta: su influencia en Chile sigue creciendo. El propio subdirector de la Residencia Alborada, el numerario José Luis Rossi, afirma que han conseguido triplicar la demanda de habitaciones desde 2018 a la fecha. Este notable incremento no solo refleja una expansión material, sino también el ferviente ánimo de cumplir la ambición del propio Escrivá de Balaguer, que buscaba posicionar a la Obra de Dios en “todas las encrucijadas de la tierra”.

También te podría interesar: El Bachillerato en Servicio Público de la Fundación Jaime Guzmán