El campamento tiene 14 mil habitantes. Se estableció en junio de 2020, en plena pandemia. Sus habitantes se enfrentan a múltiples desafíos: falta de alumbrado público, sin red de alcantarillado ni de agua potable, y sin servicio de recolección de basura, a lo que se suma el constante temor a la delincuencia.
Leydi Mera es una dirigente del sector Arcoíris Rosado de la Toma Nuevo Amanecer, en Cerrillos. En el Parque Lo Errázuriz, comenta las iniciativas que tiene para la comunidad y también el lucro de la luz. “La gente de alrededor dice ‘es que ustedes quieren todo gratis’. Si ustedes supieran lo que vivimos ahí dentro. ¿Cómo va a pagar usted 75 mil pesos por dos o tres minutos de energía? ¿Les parece justo?”, dice Leidy.
Además, el miedo a la delincuencia y la falta de servicios básicos siguen siendo desafíos diarios para las familias, según Leydi, que han hecho de este lugar su hogar. Las soluciones son difíciles de encontrar en los dueños de las tierras, tanto públicos como privados. La Toma Nuevo Amanecer surge sobre la explanada del exvertedero Lo Errázuriz, durante junio del 2020. A pesar de que han transcurrido cuatro años, sus 14 mil habitantes siguen sin tener una solución concreta.
Oleadas de gente
La mayoría de los habitantes iniciales del campamento adquirieron un sitio durante la división del terreno, cuyos precios iban de los 500 mil a los dos millones de pesos, según las dirigentes Ada Contreras y Leidy Mera. Según la última, quienes lotearon eran chilenos que adquirieron grandes extensiones de terrenos para revender y/o arrendar.
Las dirigentes usan el término ‘oleadas de gente’ para describir los momentos iniciales en que se estableció la Toma Nuevo Amanecer. Cientos de personas, principalmente extranjeros, llegaban de todas partes a demarcar y asegurar los sitios que compraron.
Ada Contreras, dirigente de la Villa Oreste Plath, que se encuentra aledaña a la toma, mantiene contacto con dirigentes del campamento. Las circunstancias la han acercado a estos nuevos vecinos del sector. La Nuevo Amanecer se encuentra hasta el día de hoy sin alumbrado público, por lo que se cuelgan del existente en alguna de las tres villas con las que colinda. Esta situación, según relató Ada, hace dos años era un problema tremendo para los barrios vecinos.
En la Oreste Plath tenían dos días energía eléctrica y luego se les cortaba el suministro por una semana. Los medidores saltaban, el voltaje subía y bajaba. La consecuencia natural de esto fue que muchos aparatos eléctricos se estropearon. A lo anterior se suma el peligro que suponían las extensiones artesanales de cables desde los postes. Algunas de ellas se extendían desde la toma, amarradas a las ramas de los árboles, hasta la otra vereda de la avenida Lo Errázuriz.
Para remediar las bajas de voltaje y los apagones de su barrio, Ada gestionó con Enel y la Municipalidad de Cerrillos la instalación de tres transformadores. Así, en caso de que se cortara la luz en el campamento, en la villa el servicio no se vería afectado. El concejal de Cerrillos, Luis Leiva (FA), así lo confirma: “Lo que se ha hecho ahí es, por ejemplo, instalar desde Enel generadores específicos para proveerles de electricidad, para que no se tengan que colgar de los postes de la Villa Oreste Plath”.
Por su ayuda al campamento, Ada asegura que fue criticada por muchos sectores de Cerrillos. Pero ella perseveró en su accionar, pues creía que era la mejor forma de garantizar el buen servicio eléctrico para todos. “De que hay cosas malas que pasan en el campamento, lógico que sí. Pero también hay mucha gente que sufre y que necesita ayuda”, remarca la vecina.
La dirigente de la Oreste Plath conoce la iniciativa de un sector de la toma de contratar guardias de seguridad para vigilar el perímetro de la entrada, que da a la intersección de avenida Lo Errázuriz con América Indígena. Señala que esto es en el sector de la dirigente Leidy Mera, con quien dice mantener buenas relaciones.
Junto a una caseta de cholguán, con un cartel que advierte de multas por tirar basura al parque, se ubica un guardia de chaqueta reflectante. Leidy contrató a tres vigilantes, uno por turno, que paga con dinero aportado por los mismos vecinos.
Los vigilantes los contrataron para resguardar el parque de las personas que tiran desechos, algunos de ellos incluso con camiones. En videos grabados por Leydi, se muestra un cerro de basura, que se extendía por varios metros a través del parque. La combinación de calles de tierra, falta de alcantarillado, nulo servicio de recolección de desechos y el basural cada vez más grande, constituía un peligro sanitario para la comunidad. Leidy cuenta orgullosa que fueron los mismos residentes de la toma quienes sacaron los residuos.
El miedo de María
La primera calle de la toma es un camino empinado y rocoso. A los costados, algunas casas están abandonadas y despojadas, con algunos perros y gatos dentro que miran curiosos. Por el camino hay una casa azul, con personas paradas en la entrada. Miran fijamente, con los brazos cruzados y posan al lado de un parlante con luces, que suena con música al máximo.
En una de las casas vive María, mujer peruana que lleva más de dos años viviendo en la toma. Ella, junto a Leydi, hacen la logística de las cuotas para pagar al guardia y manejar los vales vista. Un orden que para ellas es necesario para mantener una convivencia sana. “Los vecinos han sido buenos, todos”, explica María sobre la comunidad. “Las extranjeras somos las que más sufrimos, porque a uno la marginan. Me he sentido aquí como en una familia”, sostiene la peruana.
Pero para María una de las dificultades de vivir en la toma es salir a comprar, ya que la delincuencia es una amenaza permanente: “Los robos que se ven son con revólver. Asaltaron a mi yerno, a la bajadita de acá no más. Dos revólveres, uno acá y otro acá —señala sus hombros— para que suelte su celular, por el teléfono no más”.
Por las noches cuenta que siente balazos cerca de su casa. Desde una de las piezas se escuchan los gritos de un niño. María con la voz suave que la caracteriza lo calma a la distancia. Es su nieto de tres años.
—La otra vez estaba pensando, y le digo a mi esposo “¿por qué mejor no nos vamos, vendemos y nos vamos a otro lado?”. Porque en verdad da miedo —dice María. Su esposo trabaja por las mañanas y regresa muy tarde.
—¿Por qué vamos a salir arrancando si estamos bien acá? —le responde su esposo.
María arrendaba en la comuna de Recoleta desde 1998, antes de comprar en el loteo de la Nuevo Amanecer. “Hasta ahora tengo la casa ahí, la sigo arrendando porque tengo a mi hermano que vive en el lugar. Me la pidieron para diciembre y me ofrecieron comprarla, pero quieren 32 millones de pesos”, cuenta María. En cambio, por la casa en la toma, María y su familia han pagado nueve millones de pesos.
María tiene cáncer, se atiende en la comuna de Independencia. “Para llegar a tiempo me voy a las seis de la mañana, con mi hijo que sale en su auto. Así tenga la hora a las nueve o las diez de la mañana, prefiero esperar, porque en la mañana es muy complicado irme”, explica la mujer.
Tierra privada
Según la alcaldesa de Cerrillos, Lorena Facuse (IND), dentro del sector existió “un foco de criminalidad, asociada a homicidios, incivilidades y en general desorden”, lo que llevó a la edil a intervenir parte del campamento con patrullajes e incluso manifestar estar de acuerdo con el despliegue de Fuerzas Armadas.
Hoy, el escenario cambió. En abril de este año, en un operativo de la Fiscalía con la Policía de Investigaciones dentro de la toma, se desbarató parte de la banda criminal llamada “Los Trinitarios”. En las casas se ocultaban armas, drogas y funcionaban discotecas ilegales.
En el mismo terreno donde se emplazó la toma y ocurrió el operativo, funcionó el vertedero Lo Errázuriz. Las casas están agrupadas en un camino de ripio y autos. Entre viviendas hechas de planchas de zinc y cholguán, hay una estructura sólida, construida con metal y paneles de vidrio, que en el interior alberga una barbería con sillas y luces. El domingo está cerrada e intacta. El resto de personas camina o está construyendo casas por el borde del zanjón.
Según un oficio del municipio al Ministerio de Obras Públicas, el Plan Regulador Metropolitano de Santiago “define los sectores (de la toma) como Zona de Derrumbes y Asentamiento del Suelo”, calificando al sector tomado como zona no edificable y de propiedad privada. Entre sus dueños se encuentran Copec, Goodyear, inmobiliarias, mineras, personas naturales e incluso la Municipalidad de Maipú.
Copec y Goodyear presentaron un reclamo de ilegalidad el 21 de diciembre de 2021 ante la Corte de Apelaciones de Santiago. Esto para dejar sin efecto un oficio dictado por la Municipalidad de Cerrillos, en el cual se ordenó a las empresas pagar entre cinco a diez millones de pesos por costos asociados a la toma. En respuesta, Goodyear sostuvo que la municipalidad le impuso pagar poco más de cinco millones de pesos por recoger los residuos domiciliarios que generan los habitantes de la toma.
En tanto, la Municipalidad de Cerrillos informó ante la Corte de Apelaciones de Santiago que el oficio antes mencionado tenía un carácter más bien informativo, y no impositivo. En el mismo documento, la edil acusó a las empresas de no participar en las mesas de trabajo que surgieron a raíz de la instalación de la toma Nuevo Amanecer.
“Existieron mesas de trabajo hace aproximadamente dos años, en las que participaron privados dueños del sitio, la municipalidad y vecinos. Tras la primera sesión, Copec se retiró”, dice la dirigente Ada Contreras.
En el camino los vecinos que colindan con la toma, cruzando el Zanjón de la Aguada, tienen que seguir conviviendo con la música toda la noche, proveniente de la toma. Dicen que normalmente se escucha desde el viernes por la noche hasta el lunes a las seis de la mañana. “Está bien si es viernes o sábado, quién no celebra. Pero un domingo o lunes, que uno trabaja, no puede ser”, dice un vecino en la feria mientras camina junto al coche de su hijo. Los vecinos saben que la música proviene de una discoteca, además de conocer los horarios en la que funciona. “Siempre veo en el mayorista que tenemos acá extranjeros comprando carros llenos de copete”, dice riendo la persona con el coche.
Para la alcaldesa, esta problemática es difícil de tratar. “Una vez instalado un campamento con 14 mil personas, las tareas son principalmente de mitigación, hasta tener un plan claro de erradicación”, dice Lorena Facuse. Esto convierte a la toma en una tarea de seguridad prioritaria para la comuna.
Sin embargo, según el trabajo del concejal Luis Leiva, que está en la municipalidad desde 2021, se confirma que no hay ninguna “fiscalización al sistema de loteos” que ya está instalado, más bien son medidas que “por la contingencia y por el momento son importantes, pero después se diluyen con el tiempo”.
Una de las soluciones que más resuenan es mejorar el suelo e instalar viviendas. Pero según estimaciones de GPS Property, tal operación costaría 100 millones de dólares, con una duración de cuatro años. Presupuesto que supera al de la Municipalidad de Cerrillos.
Boca de Lobo
El Parque Lo Errázuriz, que bordea la toma Nuevo Amanecer, se encuentra sin ningún tipo de mantenimiento. Existe una cantidad considerable de rucos dentro del mismo, cerca de los espacios donde juegan la mayoría de los niños de la toma durante el día.
No hay nada que no se pueda contar de un parque con niños jugando fútbol. El sonido de los pasos chocando el cemento, los gritos protestando por un pase mal entregado, desde una galería estrecha y los arcos hechos con madera reciclada. Este es el único lugar en el que un niño que vive en la toma puede jugar tranquilamente. Mientras Leidy recorre el parque, sobre el que se comienza a sentir el frío seco de junio, un grupo de niños juega animado en las canchas. Gritan en créole cada jugada.
Entre las rucas y desniveles, también hay papás que llevan a sus hijos en su primera bicicleta -con rueditas en sus costados- enseñándoles cómo se debe tomar el manubrio. Un niño mira curioso el cielo, otro se ríe mirando a la mamá a la distancia. La rueda de la bicicleta pasa aplastando hojas de otoño y papeles de plástico, en el camino de tierra. En la toma no hay ningún tipo de pavimentación en los caminos públicos.
En el lugar, las cañerías se encuentran expuestas e intervenidas, por lo que hay un barrizal en muchas zonas del área verde. Las canchas no tienen rejas, porque fueron robadas o se encuentran deshechas. El pasto crece en algunas zonas, mientras que otras son solo franjas de tierra. Los juegos infantiles y las estructuras para hacer deporte fueron desmanteladas.
La zona de camarines y baños fue demolida el año pasado por la municipalidad, para evitar su uso como viviendas. Pero aún se pueden ver los escombros de la base de la construcción.
Ya de noche, el lugar pasa a ser irreconocible. El Parque Lo Errázuriz es tan oscuro como la boca de un lobo. Anochece temprano y la luz dura poco. No hay ningún tipo de luminaria, solo unas pocas luces, provenientes de algunas casas, iluminan el lúgubre paraje a ratos.
Pero el parque no está solo. Si uno espera lo suficiente, hasta acostumbrar los ojos a la oscuridad, va a observar pequeñas luces, como luciérnagas: Son personas en situación de calle que pasan la noche consumiendo pasta base en pipas. Hay muchos de ellos en el parque, muchos más de los que estaban durante la tarde.
Leydi camina por la tierra mojada, oscura y fría. Pasa sin mirar a las personas en la oscuridad. Desde un taller mecánico, surge un resplandor intenso. Hay una persona afuera fumando un cigarrillo.
Leydi llega al acceso principal de la toma.
—Hola, mami —la saluda afectuosamente el guardia que resguarda la toma desde una caseta en la entrada.
Leydi, que reunió la plata con sus vecinos, le paga 500 mil pesos por el mes de trabajo. El vigilante debe, sobre todo, evitar que les lancen escombros y basura. Ellos no quieren ser desperdicios.