Según el profesional, el problema de los desastres que vive Santiago ante las fuertes lluvias, como los extensos cortes de luz, no recae meramente en las distribuidoras de energía eléctrica (ENEL, CGE, Chilquinta) que tienen la concesión en Chile, sino que se suma a las numerosas y perdurables decisiones tomadas por entidades públicas y privadas en torno a la mala planificación urbana que posee la Región Metropolitana.
El primer día de agosto trajo consigo una de las ventoleras más fuertes que ha atravesado Chile en los últimos años. Distintas comunas del centro y sur del país se vieron afectadas por vientos, los que en Santiago alcanzaron hasta los 124 kilómetros por hora. Árboles, postes y techos volaron dañando el cableado eléctrico, lo que dejó a más de un millón de chilenos sin electricidad en la madrugada. También, fuertes inundaciones marcaron la jornada, específicamente las vividas en Santiago.
Dos semanas después, la situación no ha mejorado en todos los sectores afectados. Numerosas comunas del país han sufrido los estragos de estar varios días sin suministro eléctrico, y las zonas periféricas de la Región Metropolitana han sido las más afectadas. Por su parte, las distribuidoras de electricidad, como el Ente Nacional para la Energía Eléctrica (ENEL), la Compañía General de Electricidad Industrial (CGE) y Chilquinta (por parte de la región de Valparaíso), han enfrentado fuertes críticas por la mala gestión ante las urgencias de la ciudadanía.
Lo anterior provocó que diversas manifestaciones se gestaran en distintas localidades, la salida de militares para remover los escombros dejados en las calles, y la evaluación por parte del Gobierno de caducar las concesiones de las empresas de energía. Según los últimos datos recuperados desde la Superintendencia de Electricidad y Combustibles (SEC), son casi 19 mil los chilenos que se encuentran aún sin electricidad.
Julio Nazar, arquitecto urbanista
Sin embargo, no es la primera, ni segunda, ni tercera vez que el país se ve superado por los estragos de los fenómenos naturales. En la Región Metropolitana, por ejemplo, cada vez que ocurre una lluvia intensa, sea de corta o de alta envergadura, se produce algún desastre. Las calles se convierten en verdaderos ríos, se generan aludes, se inundan los locales comerciales, varios sectores quedan aislados durante días y los cortes de los servicios básicos se desarrollan con rapidez, mas no su reposición. El resultado: numerosos damnificados, daños cuantiosos a lo público y privado, y una serie de obstáculos para recuperar el quehacer normal de la vida en la ciudad.
Ante esto, el arquitecto y magíster en Planificación Urbana de la Pontificia Universidad Católica, y también académico de la Universidad del Desarrollo, Julio Nazar, explica a Doble Espacio que los resultados expuestos anteriormente frente a estos eventos de la naturaleza no se originan en la mala gestión de las concesionarias de energía eléctrica, sino que estas serían un responsable más de las malas decisiones que se han tomado en la conformación del Gran Santiago como ciudad.
Santiago bajo el agua
- ¿Por qué el Gran Santiago, la principal ciudad del país, aún sufre de inundaciones y cortes de luz cada vez que llueve?
Tiene que ver con una mala planificación histórica. Santiago viene desde 1960 teniendo una serie de estrategia territorial que ha tratado de darle un orden al sector. Ahora, lo que ha pasado es que la ciudad se ha visto desbordada por su propio crecimiento, que no ha cautelado las características propias del emplazamiento. Al estar a los pies de la Cordillera de Los Andes, las aguas superficiales no encuentran una ruta o un cauce para infiltrarse en las capas subterráneas. Obviamente, estas terminan circulando por donde encuentren rumbo, y la naturaleza tiene memoria.
- ¿Cuál sería el gran problema de Santiago?
El imparable crecimiento exponencial, que a partir de los años ‘90 ha impermeabilizado el suelo, y el cemento y el asfalto le han quitado su rol absorbente. Ahora, el tema del cableado eléctrico y la luz que se vio esta última semana, con las pasadas ventoleras, es un fenómeno muy inusual. Incluso, algunos hablan de que esto fue similar a un huracán categoría uno. Muy intenso. Breve, pero muy intenso, y sabemos que la naturaleza y el clima están cambiando. Por tanto, si ya ocurrió una vez, puede que esto vuelva a suceder.
El paso siguiente es que en algunos ejes estratégicos de la capital, como las grandes avenidas, se comience a pensar en el soterramiento de la electricidad para que no se sufra de estos graves cortes de luz. Por ejemplo, las inundaciones no llegan al centro histórico de Santiago, pues a fines del siglo XIX y comienzos del XX, se ejecutaron una serie de obras de canalización del agua de las lluvias muy notables. Ingenieros franceses vinieron a Chile y construyeron verdaderos túneles de cuatro metros de diámetro en donde incluso puede entrar una camioneta. Es por eso que el centro nunca se inunda.
- Se ha hablado del concepto de “ciudades esponja”, ¿a qué se refiere esto?
El concepto de las ciudades esponja nació en China justamente por el violento aumento de la urbanización en sus ciudades durante los últimos treinta años. El crecimiento se realiza en cantidades de miles de hectáreas, pero manteniendo las memorias naturales, como humedales y parques. Estos se intervienen para que sirvan en los casos de grandes lluvias como conductores de todas las aguas superficiales y puedan entrar rápidamente hacia las capas inferiores. Ahora, esto no significa solamente grandes parques y áreas verdes, sino también bandejones de avenidas, bordes de ríos y fluviales, entre otros.
- ¿Son las concesionarias de energía, como ENEL y la CGE, el principal problema?
Lo fácil estos días ha sido echarle la culpa a las empresas de distribución eléctrica. Sin embargo, hay que recordar que desde hace cinco años tenemos una ley sobre el manejo de toda la chatarra aérea –Ley 21.172, que modifica la Ley General de Telecomunicaciones, para regular el tendido y retiro de líneas aéreas y subterráneas–. Todo el cableado aéreo inusual está esperando justamente un reglamento que permita saber bien cómo operar para eliminar esos cordones que, no solamente son de corrientes eléctricas, también están las débiles, de internet, telefonía, etc.
Si uno logra limpiar esa selva de cables que tenemos en nuestras ciudades, ese exceso de material inoperante que cuelga en nuestras cabezas, empezaremos a minimizar, no digo eliminar, pero minimizar escenarios complejos para que la caída de un árbol no arrastre de manera tan grosera el cableado eléctrico, que es lo que está ahora afectando a una población muy grande.
- ¿Qué opina de la posibilidad de que el Gobierno caduque las concesiones de ENEL y la CGE?
Efectivamente las distribuidoras eléctricas son responsables en aspectos importantes del manejo. La respuesta ante las emergencias han sido muy deficientes. Sin embargo, es también el Estado quien no se encarga de las leyes o reglamentos para que estos sean efectivos. Esto produce que se esté entregando en bandeja que, ante cualquier escenario atmosférico y/o climático complejo, existan problemas. Ahora, yo tendría cuidado con las voces que abogan por que estas empresas sean estatales. Yo creo que es un simplismo demasiado dogmático y no es la respuesta. Al contrario, es un tema más estructural y legislativo.
- Se cambia la concesión, pero la ciudad se va a inundar igual…
Claro. Décadas anteriores no llovió tanto, pero ahora sí, y cada vez que tengamos fenómenos de lluvia va a haber un colapso. Santiago es una ciudad condenada a inundarse por el resto de la vida. Esto, por la posición en la que se está a los pies de la cordillera y el mal manejo que se ha hecho en el territorio. A esto le sumamos la ausencia de faenas, la nula ejecución de un plan maestro de aguas de lluvia, la ausencia de grandes parques o zonas inundables en las comunas periféricas de Santiago, y la mala educación ciudadana que bota escombros a los canales y al Río Mapocho, como colchones y basura.
La ciudad como eje principal
El auge demográfico del Gran Santiago ha sido constante y avanzado durante los últimos treinta años. Según los datos entregados por el censo de 1992, la Región Metropolitana contaba con poco más de cinco millones de habitantes. Para el empadronamiento de 2017, la región superó los siete millones de personas y una densidad de 461,77 habitantes por kilómetro cuadrado. Sin embargo, crecimiento no significa desarrollo.
- ¿Por qué el crecimiento del Gran Santiago no ha sido equitativo?
La ciudad, como tema político, no ha sido abordado de forma integral. Tenemos a personajes como el gobernador de Santiago, Claudio Orrego, que probablemente es uno de los pocos que ha puesto a la ciudad como temática relevante. Sin embargo, también se encuentran cosas incomprensibles, como cuando el concejo municipal de La Pintana rechazó en mayo la concesión de un terreno para que se instale un instituto de formación técnica, que habría sido un golazo y ayudaría a entregar mayor dignidad y oportunidades educacionales. Luego tienes a Claudia Pizarro (DC), alcaldesa del sector, alegando ante la segregación que existe en la comuna.
Otro dato, por ejemplo, ocurre en el segundo gobierno del expresidente Sebastián Piñera, en donde estaba a punto de lanzar un programa para la ejecución de edificios comunales de alto estándar, justamente en sectores periféricos de la ciudad. Esto iba a permitir entregar, a través de arquitectura notable, lugares deportivos, culturales, talleres, formación social, entre otros, para comunas como La Pintana y Lo Espejo. Sin embargo, esto se iba a anunciar un sábado 19 de octubre de 2019. Un día antes, el 18, fue el estallido social, y todo quedó fuera.
- No se alcanzó a implementar…
Ese es el problema. Sistemáticamente siempre se está llegando tarde a resolver los problemas. En el país somos muy buenos para promulgar ideas muy buenas de lo que se debe hacer, pero al momento de implementar y ejecutar, siempre se llega tarde. Esto es un problema de Estado, no de Gobierno, y se refiere a una manera indigna en la que las autoridades políticas han visto problemas urbanos.
A mí me gustaría que la ciudad fuese puesta en la primera línea de la discusión de las próximas elecciones, sean presidenciales, parlamentarias o municipales. La ciudad no corresponde a un eslogan, sino que en el fondo es el centro de todo lo que es la vida pública y privada. La sociedad y la economía dependen de que las ciudades sean eficientes.
- Y en base a esto, ¿cuáles serían los principales problemas que evidencia en la ciudad?
Una expansión de muy mala calidad desde el punto de vista del espacio público, de la conectividad, con deficiente equipamiento y servicios, y con ausencia de áreas verdes. Son tantos los problemas que posee la ciudad que el tema de la luz y las concesionarias aparece en los últimos lugares. Frente a todo este listado de cosas tremendamente tangibles, necesarias e inmediatas, una solución que mejore el manejo de la lluvia es imposible. Distinto es que, claro, hagamos un plan estratégico de parques blandos o formas de encauzar estas aguas. Sin embargo, como dije, todo lo que es inseguridad, delincuencia, salud, educación, todo eso está bajo el paraguas de la ciudad. O sea, si planificamos mejores ciudades, estas serán más seguras, educadas y saludables.
- ¿Cómo se explica está constante y rápida expansión del Gran Santiago?
Esto viene desde la dictadura militar, pues en el año 1979 se abolió el límite urbano de Santiago –Decreto 420 del Ministerio de Vivienda y Urbanismo– con el fundamento de que el suelo no es un bien escaso. Ahora, la ciudad se extendió violentamente en democracia, pero quedó instalado en el ADN que el sector privado era quien debía tomar las riendas del desarrollo para dónde, cuánto y cómo quisiera.
Hay que pensar que cuando se vuelve a poner el plan regulador de Santiago en 1994, se le vuelve a definir un límite a la ciudad. Sin embargo, tan solo tres años después, el sector privado le dobla la mano al sector público y obliga a generar una normativa específica para el desarrollo de todo el sector de la provincia de Chacabuco (Colina, Chicureo, Piedra Roja). Esa ha sido la tónica de todo este último tiempo.
- Para finalizar, ¿cómo se podría mejorar la calidad de vida en el Gran Santiago?
Inyectando inversión. Se han hecho cosas, pero el problema es que se hacen después de mucho tiempo de no hacer nada. Chile no es un país rico, pero existen recursos. Existe la academia también, que puede apoyar muchísimo en la toma de decisiones. Se debe emplear el concepto de “ciudades de quince minutos”, que refiere a que todos los bienes y servicios se encuentren cercanos a la ciudadanía para que en todo los escenarios el automóvil no sea el protagonista, lo que generaría una vida urbana mucho más sustentable bajo el ahorro de tiempo. Y es cosa de ordenarse, si el principal problema de la ciudad es que operan muchos actores que no dan su brazo a torcer, pues se creen dueños de la verdad, y aquí hay que sentarse a conversar con muchos para ser proactivo, y no reactivo.