Después de permanecer seis años fuera de Chile, el músico Rodrigo Contreras aún trabaja en el objetivo que se planteó desde que conoció la música balcánica: difundir las melodías del cimbalom por territorio latinoamericano. Este es un recorrido por su historia personal y sus viajes arriesgados, pero esenciales para su crecimiento como músico. Acá está su propio camino del héroe, con escalas musicales de entusiasta tradición gitana.
Una habitación en un edificio cercano al Club Hípico de Santiago tiene las cortinas tapadas ante un temporal en pleno otoño. Allí, tapado con un tapiz de diseños búlgaros, hay un cimbalom: instrumento tradicional de la música húngara y patrimonio de la cultura gitana en Europa Central. La pieza se compone de una caja de madera barnizada con cuatro patas, que —a su vez— guarda cuerdas que serán golpeadas por dos baquetas. “Es parecido a un piano, pero con cuerdas”, afirma Rodrigo Contreras, músico chileno. Rodrigo es el único en nuestro país y uno de los pocos intérpretes sudamericanos que se dedica de forma profesional a tocar el cimbalom.
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Es un cordófono de percusión simple, con una composición que recuerda al santur, un instrumento propio de la música persa. Se cree que el cimbalom comenzó a ser utilizado por la civilización asiria en el 3500 A.C., hasta ser expandido a otros pueblos asiáticos. Con el pasar del tiempo, se hizo característico del Imperio Austrohúngaro (hoy extinguido), y fue empleado para la creación de melodías propias del pueblo judío klezmorim, eslavo y romaní. Hoy corresponde al patrimonio de Europa del Este y son múltiples las formas en que es llamado: tsimbl, cimbál, tsymbaly, ţambal; como también múltiples los territorios que reclaman su origen. Entre ellos Hungría, Eslovaquia, Moldavia o Rumanía.
Contreras comenzó a sentir interés por la música gitana cuando estaba en el colegio. Su profesor, Rodrigo Latorre, con quién después formaría el proyecto de música Mosquitas Muertas, le habló de la variedad de sonoridades existentes en el mundo. Allí, mencionó el cimbalom y comenzó a buscar información como fuera posible.
Sentado en su habitación, que a la vez se ornamenta de recuerdos de sus viajes, rememora la escena de una película: se trata de Latcho Drom (1993), de Tony Gatlif. En ella, dos hombres tocan música en un camino de tierra. Uno de ellos entona un violín. Y el otro, un cimbalom.
Rodrigo Contreras tocando el cimbalom. Fotografía: Tomás Rabají.
Rodrigo estudió la carrera de Música en la Universidad de Chile, con mención en Teoría de la Música, y años más tarde se convirtió en profesor especializado. Su primer cimbalom lo consiguió luego de que unos amigos suyos viajaran a Europa.
Posteriormente, ya con el instrumento en sus manos, participó de la banda Sinestetrío hasta que la agrupación decidió hacer un viaje a Hungría para conocer más sobre la música gitana. Sin embargo, antes de viajar, Rodrigo intentó conseguir a alguien que le pudiera guiar en el proceso de aprendizaje de su instrumento: “Antes de ir me metía a Facebook y buscaba gente con un cimbalom en las fotos. A quién tuviese el instrumento en la mano, yo lo agregaba. Luego le escribía ‘Hola, me llamo Rodrigo, soy de Chile, tengo un cimbalom, voy a Europa, enséñame’. Mandé ese mensaje a cien personas”, comenta el músico.
Ante su pregunta le respondieron dos personas: Csurkulya József, cimbalista de la banda Besh O Drom, y Kálmán Balogh, quien sería después su profesor.
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Recuerda que llegó a Hungría después de un viaje de veinte horas desde Bulgaria. Recorrió una de las plazas centrales de Budapest. Escuchó un cimbalom y se acercó a un escenario donde algunos músicos tocaban temas folclóricos: uno de ellos era el cimbalista Kálmán Balogh, quien, después del concierto, reconoció a Rodrigo y le invitó a tomar clases en la Academia Liszt (lugar donde imparte sus cátedras musicales).
Rodrigo Contreras acompañado del profesor Kálmán Balogh. Cortesía: Rodrigo Contreras.
En septiembre de 2016 Contreras viajó a Hungría: “Tomé esa decisión entendiendo que acá en Chile no podía aprender como necesitaba. Me faltaba un poco de guía y un instrumento más grande”, dice.
Antes, mandó un correo a la Academia para saber la oferta de cursos sobre música. Tenía la posibilidad de estudiar un año con Kálmán Balogh. Entonces fue seleccionado y sacó una visa de estudiante en la Embajada de Hungría. Había preparado su llegada con cuatro meses de antelación.
Un año después, en 2017, tomó un curso intensivo de húngaro y cultura local, con el fin de quedarse sin la necesidad de tramitar una visa, fue ahí cuando convalidó sus estudios con un trabajo de call center con operadores argentinos. Pero debido a las complicaciones del idioma y la prohibición de tener instrumentos en la residencia donde vivía, debió marchar.
Entonces tomó contacto con una amiga que trabajaba en una compañía de teatro en Holstebro, Dinamarca. Viajó a ese país, y se asentó con una beca que le cubría vivienda y alimentación. Llegó con un cimbalom húngaro propio. Trabajó para obras teatrales en Odin Theatret: establecimiento reconocido por presentar teatro de todo el mundo.
En 2019 estudió un Magister en Etnomusicología en la Universidad de Manchester, Inglaterra. Una época dura, recuerda, debido a que estudió durante el estallido social. “Mi familia es de Maipú y viven al lado de una comisaría. Me asustaba que a la cuadra viniese alguien y dejara alguna cagada. Alguien que les tirara una mólotov a los pacos y, luego, les pasara algo a mis familiares. Yo estaba lejos”.
Durante la pandemia del Covid-19, volvió a Dinamarca. Colaboró tocando para el proyecto teatral Icarus, con el que viajó a lo largo de Europa del Este. Pero meses después, volvió a Inglaterra. “Aunque me tuve que devolver porque tenía que seguir estudiando en Manchester.
Agrega también que en septiembre de 2024 se cumplen dos años desde que volvió a Chile con la tarea de dar a conocer el cimbalom en tierras donde las melodías balcánicas son desconocidas. La trayectoria de Rodrigo Contreras es una mezcla de lugares, melodías y personas. Pero todas parecen tener un punto de convergencia: un instrumento de cuerda.
Rodrigo Contreras tocando el cimbalom con una banda de música húngara. Cortesía: Rodrigo Contreras.
Hoy, a casi dos años de su regreso a Chile, se dedica a la ejecución y enseñanza musical. Acá comenzó a impartir talleres de introducción a la música gitana y se alió con el conjunto Du-Octantis. Así, junto a Pablo Ariel López y Gustavo San Martín crearon Cimbal-Octantis: agrupación que mezcla el jazz electrónico con la música balcánica.
“Ellos tienen un bagaje latinoamericano bien adentro y eso lo expresan desde el jazz. Como dúo tienen un lenguaje súper rico. Y a eso me sumo yo, con un mundo nada que ver, súper acústico y ligado más al lado balcánico y gitano. Pero que se mimetiza súper bien”, cuenta Contreras.
El viernes 28 de junio de 2024, Rodrigo Contreras sintió que sus años dedicados a la música dieron sus recompensas: ganó el primer lugar en el Concurso de Composición de Obras de Tradición Urbana Roberto Parra en Chillán, con su composición “Cimbalom Guachaca”. El galardón es entregado por el Ministerio de Culturas y el Consejo de Fomento de la Música Nacional.
En parte, siente que está cumpliendo la misión que tuvo desde un inicio: dar a conocer el cimbalom en Chile. Ve su futuro lleno de nuevos proyectos, mezclas musicales, festivales en el extranjero y clases sobre melodías gitanas. Con entusiasmo, establece proyecciones que son producto de una odisea que le hizo cruzar la mitad del continente europeo.
“No me imagino irme a vivir fuera de Chile de nuevo, porque es un esfuerzo emocional complicado para mí. Ya no me llama tanto la atención. Sí quiero viajar a tocar, dentro de Latinoamérica o Europa claro, en Europa es más fácil, porque puedo conseguir un cimbalom. Pero en mi visión siempre está Chile, tocar acá”, concluye.