Todos conocemos la historia de Alfred Nobel, o al menos su apellido. Fue un renombrado químico e ingeniero cuyo nombre ahora resuena en los más prestigiosos premios científicos. Pero en 1888 se topó con un titular impactante: “El mercader de la muerte, ha muerto”. Sobrenombre que estaba vinculado a su responsabilidad en la invención de la dinamita, un explosivo infame compuesto de nitroglicerina, que hoy afecta a miles de personas, particularmente habitantes de terrenos permanentemente bombardeados.


En la actualidad, más de 130 años después, la tierra se enfrenta a las secuelas de armas y bombas tanto químicas como físicas, cuyo impacto en la naturaleza resulta difícil de mitigar. Estas armas son protagonistas en los conflictos que desgarran el medio ambiente tanto en la Franja de Gaza como en Ucrania. Una problemática que se ha visto obnubilada frente a masacres sin parangón, pero que afecta a quienes tendrán la posibilidad de seguir con vida.

Conflicto bélico y daños medio ambientales

Las secuelas de una guerra traen consigo no solo un alto costo de vidas humanas y sufrimiento, sino que también dejan cicatrices profundas y duraderas en el medio ambiente. Los conflictos bélicos como los que se desarrollan en Gaza y Ucrania demuestran cómo la destrucción no se limita a infraestructura y poblaciones, sino que se extiende al aire, al mar y la tierra, elementos esenciales para la vida, perjudicando directamente la biodiversidad de todos estos sectores.

Balas ángulo alto guerra rusa-ucraniana – Imagen de Freepik

Según la oficina de medios de Gaza, Israel ha lanzado unas 45.000 bombas sobre Palestina, causando un daño devastador al medio ambiente. El presidente de la oficina de Medios del Gobierno del enclave, Salama Marouf, informó en 2023 que el ejército israelí había lanzado aproximadamente 18.000 toneladas de explosivos sobre la Franja de Gaza, equivalentes a 1.5 veces la fuerza de la bomba nuclear de Hiroshima.

“(El daño medioambiental) No sólo es inevitable, sino que es la primera manifestación de un conflicto”, comenta Andrés Santiago Arroyave, académico y activista medioambiental, en entrevista exclusiva para Revista Doble Espacio.

En Gaza, los constantes bombardeos han convertido ríos y acueductos en cuerpos de agua totalmente contaminados y el aire en un cóctel de contaminantes peligrosos. Las explosiones no sólo arrasan edificaciones y vías, sino que también liberan sustancias químicas que contaminan la atmósfera y el agua subterránea. Estas últimas, contaminadas por metales pesados y componentes explosivos, según lo que ha denunciado la ONG Alianza por la Solidaridad.

“El agua es el principal elemento vital. El principal elemento a atacar son los recursos que le permiten la supervivencia al enemigo, los cultivos agrícolas y el agua es el elemento principal a contaminar o impedir el acceso”, agrega el también politólogo y magíster en Medio Ambiente de la Universidad Nacional de Colombia. “El gran problema es que no solo están generando un genocidio, sino que también empiezan a generar daños medioambientales de unas magnitudes incalculables”, indica Arroyave.

Los daños medioambientales causados por los conflictos bélicos son vastos y multifacéticos. Desde la contaminación de recursos naturales hasta la destrucción de ecosistemas vitales, las guerras actuales de Gaza y Ucrania subrayan la urgente necesidad de considerar el impacto ambiental en el debate sobre conflictos armados.

Un análisis de imágenes satelitales proporcionadas a The Guardian revela que aproximadamente entre el 38% y el 48% de la cubierta arbórea y las tierras de cultivo han sido destruidas por las bombas. Todo este daño en medio de la crisis alimentaria que mantiene en alerta a la región.

Según los informes más recientes de la Clasificación Integrada de las Fases de la Seguridad Alimentaria (IPC) de la ONU, la hambruna en Gaza es inminente. Se estima que, entre mediados de marzo y mediados de julio de 2024, 1,11 millones de personas (50% de la población de Gazatí) enfrentarán condiciones catastróficas (Fase 5 de la CIF), el nivel más severo en la escala de Inseguridad Alimentaria Aguda.

Ecocidio en Gaza

A diario, en la Franja de Gaza, se utilizan armas, pero también caen bombas y misiles. Estos elementos, comunes en todo conflicto bélico, ocultan un impacto ambiental considerable: un aspecto que no suele estar presente en la conciencia de las personas.

Hoy en Gaza, los ríos están saturados de putrefacción y el aire se ha vuelto tóxico, convirtiendo el entorno en un hábitat inhóspito para la vida humana. Este deterioro ambiental ha provocado el desplazamiento forzoso de al menos 300.000 personas en la región.

Ambientalistas y ecologistas han alzado la voz sobre la guerra y su impacto ambiental, adoptando una postura clara en apoyo a Palestina y a favor de la protección del medio ambiente. Un ejemplo de esto último es el objetivo de “Ecologistas en Acción”.

“Ecologistas en Acción exige un posicionamiento claro de condena y rechazo a la ocupación israelí y a la guerra por parte de la comunidad internacional. La respuesta de la Unión Europea debe ser contundente y debe perseguir cualquier crimen que se cometa”, explica la agrupación. Además, la confederación de más de 300 grupos ecologistas declaró en su comunicado que se debe aumentar la ayuda humanitaria para la sociedad civil y que es necesario intensificar todos los esfuerzos para lograr la paz. 

Por su parte el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) dirigido por la Organización de Naciones Unidas (ONU), comenzó a investigar sobre el impacto ecológico que está produciendo la guerra en el país de Medio Oriente.

Ecocidio en Ucrania

En paralelo, en Ucrania, las conclusiones de GreenPeace son contundentes: apenas un año después del inicio de la guerra en 2022, los enfrentamientos ya habían dejado su huella en el aire, la tierra y el agua, lo que dejó riesgos significativos para la salud humana. Además, según sus investigaciones, 1.24 millones de hectáreas de reservas naturales habían sido impactadas por los combates.

Durante el periodo de la guerra hasta diciembre de 2023, EcoAction registró 1,549 casos de daños ambientales en Ucrania. Estos casos abarcan desde daños a instalaciones industriales y energéticas hasta peligrosas ocupaciones de plantas nucleares por parte de militares rusos.

Bombardeos y colocaciones de minas antipersonales han destruido una gran cantidad de hectareas de zonas cultibables, lo cual deja las tierras directamente inutilizables. Para ser más claro, los expertos indican que hay que inspeccionar entre el 30 y el 40% de la superficie total de Ucrania antes de poder considerar seguras las zonas afectadas.

Imagen creada con IA. Desminado de campos y tierras de cultivos
Firefly campo minado 43996

Pero el colapso de la Presa Nova Kakhovka, ocurrido en junio de 2023, se establece hasta la fecha como el mayor desastre ambiental derivado del conflicto ucraniano-ruso. En este trágico evento, 18 kilómetros cúbicos de agua se precipitaron a gran velocidad tras la ruptura del muro de contención, arrasó todo el ecosistema a su paso. Por su parte el ministro de Medio Ambiente, Ruslan Strilets, estimó los daños ambientales en unos 50 millones de euros, según Reuters.

En un mundo donde las armas también apuntan a la naturaleza, Gaza y Ucrania se convierten en escenarios trágicos de un ecocidio ignorado. Los llamados a la acción resuenan, exigiendo que la Corte Internacional de Justicia reconozca este atroz crimen contra el medio ambiente en el Estatuto de Roma.