A comienzos de 1984 en Punta Arenas se produce un hecho histórico de nuestro país, reconocido como una de las primeras manifestaciones- si no la primera- en expresar el repudio a la dictadura cívico militar de Augusto Pinochet en un acto oficial. Un reportero improvisado, un conejo muerto y una iglesia popular en el extremo sur de Chile son parte de los elementos que dan épica a esta historia de rebeldía.

El 26 de febrero de 1984 en la Plaza de Armas de Punta Arenas, Augusto Pinochet desfiló en una actividad gubernamental frente a una multitud de ciudadanos que, resguardados por los séquitos del dictador, se reunían y empujaban fuertemente. Cruzando la avenida principal de la plaza, está la Iglesia Catedral, lugar donde un centenar de personas gritaron por primera vez en un acto oficial de la dictadura militar, la palabra “¡Asesino!”, ante la mirada confundida pero aún terca de Pinochet.

Dos meses antes, el lunes 19 de diciembre de 1983, se informó públicamente de la visita del dictador a la zona. Aprovechando la posibilidad de presentar peticiones se promovieron espacios de diálogo con los distintos sectores sociales, en los llamados “cabildos ciudadanos”, bajo el alero de parroquias católicas de la ciudad.

Donde se preparó la manifestación fue en un cabildo realizado el 19 de febrero de 1984. Fueron reuniones de alta carga política y gremial, que días anteriores iba encontrando fuerzas para protestar tras no encontrar respuestas en el Intendente de Magallanes, esto por el complejo momento económico y laboral que vivían los ciudadanos de la región.

Regularmente, como relata el libro El Puntarenazo de Erick Jerez Iturrieta, los cabildos eran encuentros realizados en recintos de la iglesia católica, como la conocida parroquia Nuestra Señora de Fátima. En estos lugares populares normalmente los gremios y las comunidades encontraron la necesidad de expresar el disentimiento frente al acontecer económico y político nacional, tomando la dura decisión de enfrentarse a la dictadura.

Es tal el ambiente previo al Puntarenazo, que el día anterior lanzan a la casa del Obispo un conejo muerto. Francisco Pérez San Juan, director de la radio presidente Ibáñez de Punta Arenas – emisora opositora al régimen militar-, y en ese tiempo radiocontrolador en la misma emisora, fue testigo de cómo al Obispo Monseñor Tomás González le lanzaron a la puerta de su casa un animal muerto.

Explica Pérez que él estaba entre sus cercanos, “todos éramos cercanos al Obispado”, dado que la radio en que trabajaba era parte del Obispado, como también sus relaciones de militancia en la Democracia Cristiana. Por esto, el cuerpo del conejo que fue lanzado llegó finalmente a su casa, donde discutieron largamente entre la gente qué hacer con éste.

Dentro de la reunión se concluyó: “Mañana se lo vamos a devolver a Pinochet”.

El histórico acto

En la Plaza principal de Punta Arenas se dio lugar al acto que convocó el dictador. La comitiva iba a estar parada en una tribuna blanca, con los mástiles que levantaban las banderas inquietas por el viento. Las personas se asomaban frente a la plaza, cobijados por el edificio de la Municipalidad como también por la Catedral de la ciudad, figura arquitectónica imponente. La gente esperaba la llegada de Pinochet.

Eran las doce del día, cuando un grupo de manifestantes fue arrastrado por militares de civil y de turno hacia la Catedral. “No tuvimos ninguna solución más que meternos a la iglesia”, dice Francisco Pérez que ese día entregaba panfletos cerca de la plaza.

“De ahí saltó el conejo” recuerda Pérez, quien vio cómo lanzaron, desde la reja de la Catedral, al animal muerto hacía Pinochet. No saben si llegó al cuerpo del dictador, pero sí se notó en medio de la calle por un momento. En todos los sectores de la plaza, caían panfletos en contra de la dictadura, papeles que eran ignorados por los gritos de los manifestantes encerrados en la Catedral, y los que se unían a los gritos en la vereda.

Reportero improvisado

Francisco llamó a su radio desde la Iglesia Catedral. La radio tenía dominio al interior de ésta, al transmitir las misas importantes en la región, obteniendo conexión para transmitir. “Estoy dentro de la Catedral”, decía Francisco Pérez por teléfono. Desde la radio no podían creerlo.

Pérez nunca había hecho un despacho o entrevistado a alguien, por lo que la petición del director de la radio, Roque Tomás Scarpa, no era común. “¿Ahora que puedes hacer?”, le preguntaba Roque Scarpa a Pérez, que conectó el audio de la Catedral por línea telefónica.

En la entrada de la consola de la radio de la Iglesia, donde transmitían los Tedeums, pudo enviar audios de lo que ocurría en ese momento. Los cánticos de la gente, los gritos, murmullos. Pérez entrevistó y relató lo que ocurría en cada momento. “Que se vayan ellos”, se escuchaba en la trasmisión. Entre aplausos y gritos las personas hablaban sobre cómo ocurrió este hecho.

Entre la gran reja negra que protege la Catedral y la puerta principal a la iglesia hay diez pasos. En ese espacio la gente subió como podía para poder ver y gritar a Pinochet. En ese grupo de estudiantes, luchadores sociales y personas que iban de paso encerrados, estaba Marco Yáñez quien era un estudiante del Liceo San José, uno de los liceos salesianos ubicados a pocas cuadras de la Catedral.

Ese día vivió en carne propia la represión y también la rebeldía de una ciudad. “Entre la gente si o si había conscriptos vestidos de civil, uno los podía identificar por su corte de pelo, forma de hablar y también la actitud violenta”, dice Yáñez mientras recuerda como también les pegaban a las personas entre el tumulto de gente que se encontraba gritando.

Aunque estaban los militares infiltrados quienes golpeaban indiscriminadamente, la manifestación obtenía más energía, según Marco Yáñez, “la rabia acumulada en contra del dictador, manifestarse en contra y la Catedral en ese momento ofrecía cierta protección y resguardo”.

Francisco Pérez recuerda que mantuvo guardado el audio de esa trasmisión, primero en cassette, ahora en digital. “Nunca uno pensó que esto iba a ser tan histórico, que te pregunten si tuviste miedo. ¿Qué miedo íbamos a tener?”, dice Francisco en su asiento junto a su mesa de control de audio.

Memoria intacta

Alrededor de las cinco de la tarde de ese 26 de febrero, tras una negociación entre carabineros y un grupo de manifestantes encerrados en la Catedral, la gente pudo salir sin represalias. No así otras 16 personas que fueron detenidas en las afueras. Un día histórico que comenzó desde los cabildos en la parroquia de Fátima, escapando del cuerpo de inteligencia de la dictadura, y quienes no previeron una manifestación de este tipo directamente contra Augusto Pinochet.

Ni siquiera los avisos en los días previos con el conejo muerto en la casa de uno de los líderes de la Iglesia Católica en la región, pudo apaciguar la fuerza con que la gente iba a gritar en contra de la dictadura ese día.

El 6 de octubre de ese mismo año del Puntarenazo, explotó una bomba en la parroquia Nuestra Señora de Fátima, iglesia que fue construida por la misma gente que concurría al lugar para rezar. El programa Teleanálisis reportó desde el sitio, donde producto de la bomba también fueron dañadas 18 casas aledañas.

El teniente de ejército, Patricio Contreras Martínez, murió al instalar el artefacto. Los restos del militar quedaron esparcidos a más de 100 metros a la redonda, quedando en el tendido eléctrico gran parte de su cuerpo. Este hecho marcó un año álgido en la Región de Magallanes, con consecuencias fatídicas, producto de la bomba.

No hay registros agrupados de estos históricos hechos ocurridos en 1984, desde las fuentes directas como de los uniformados implicados o testimonios de centros vecinales o vecinos del sector. Los trabajos de Teleanálisis, el libro de El Puntarenazo, o los artículos de la larepublicadeloslibros.wordpress.com, son muestra de una exigua recopilación de nuestra historia reciente, un testimonio importante de una voz frente a las injusticias de la dictadura militar de Augusto Pinochet.