El PIE -Programa de Integración Escolar- limita la inclusión a una pequeña cantidad de cupos, junto con no reconocer otras necesidades educacionales fuera de las discapacidades físicas o neurodivergentes, además los docentes no contarían con la preparación necesaria para una pedagogía inclusiva.

Hace 10 años, Chile reiteró su compromiso con la educación inclusiva, a través de la implementación del Programa de Integración Escolar en diversos establecimientos educacionales, pero en la práctica éste no estaría actuando bajo un modelo de enseñanza inclusiva, pues es excluyente al no considerar otras realidades, y porque el apoyo a las y los alumnos con necesidades formativas especiales ha sido deficiente.

El concepto de inclusión se refiere a que todas las personas tienen las mismas posibilidades y oportunidades de desenvolverse en la sociedad, independiente de sus distintas necesidades, su situación de discapacidad, orientación sexual, género, edad, origen, religión, cultura, entre otras características. El objetivo del concepto es que pueda ser aplicado en las distintas áreas, ya sean sociales, laborales o educacionales.

En el ámbito pedagógico, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, las Ciencias y la Cultura (UNESCO), la inclusión se refiere a “un proceso que ayuda a superar los obstáculos que limitan la presencia, la participación y los logros de todos los y las estudiantes”, es decir, que desde la educación, se busca atender las necesidades de aprendizaje de todas las personas, en especial los grupos excluidos socialmente.

Según Mirla Arcos, educadora diferencial, experta en educación inclusiva y trabajadora de la subsecretaría de la Educación, la inclusión no se limita a un grupo determinado de personas:

“La inclusión educativa es un gran paraguas, que tiene un paradigma en la justicia social,  y  permite visualizar aquellas brechas que experimentan algunas poblaciones que históricamente han sido más vulneradas. Por eso es que siempre se alude la inclusión a la discapacidad, pero no es que sea solo para ellos, sino que es para todos y todas”, asegura la educadora.

Marco legal e internacional

En la actual Constitución de Chile se declara que es deber del Estado garantizar tanto el derecho a la educación como la igualdad ante la ley. Además, por medio de distintas leyes como la N° 20.422, que establece normas sobre la igualdad de oportunidades e inclusión social de personas con discapacidad, y la N° 20.845, Ley de Inclusión Escolar que regula la admisión de los y las estudiantes, el Estado se ha comprometido a respetar, garantizar, promover y asegurar el derecho de todas las personas a la inclusión educacional.

Adicionalmente, el Decreto 170, promulgado en mayo de 2009, fija las normas para mejorar la calidad de la educación, a través del apoyo y subvención a los estudiantes que tienen necesidades educativas especiales, posibilitando a estos alumnos a continuar sus estudios en una educación común.

Todas estas normativas responden a los tratados internacionales ratificados por Chile, dentro de los cuales están la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, la Convención  sobre los Derechos del Niño. Además de La Convención Interamericana para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra las Personas con Discapacidad, entre otras convenciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)  y de la Organización de Los Estados Americanos (OEA).

La Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad tiene como propósito “promover, proteger y asegurar el goce pleno y en condiciones de igualdad de todos los derechos humanos y libertades fundamentales por todas las personas con discapacidad”. uno de los programas que garantizan de cierta forma estos derechos es el Programa de Integración Escolar (PIE).

Programa de Integración Escolar

El PIE, tal como su nombre especifica, es un Programa de Integración Escolar que se implementa, voluntariamente, en distintos establecimientos educacionales regulares en Chile, con el propósito de entregar recursos desde el Estado a los establecimientos que cuentan con alumnos con necesidades educativas especiales. Si bien se han realizado proyectos similares desde hace aproximadamente 30 años, el programa oficial se inició en 2012, cumpliendo 10 años desde su implementación.

Lo cierto es que egún cifras del Ministerio de Educación (Mineduc), en el 2022, sólo 6.049 de los colegios  regulares cuentan con el Programa de Integración Escolar, de los más de 11 mil existentes, correspondiendo al 53% del total.

El Manual de Apoyo de la Inclusión Escolar define al PIE como una estrategia educativa con enfoque inclusivo. Sin embargo, Mirla Arcos considera que “los programas de integración escolar que hoy existen, como el PIE, no necesariamente actúan en un modelo que es de educación inclusiva. Están bastante alejados de ello, pero han sido un tremendo aporte para poner sobre la mesa unas temáticas que tienen que ver con respetar los derechos de las personas. Debido a que solo ayuda a un grupo específico de estudiantes, y en su implementación, el programa quedó pequeño para los grandes requerimientos que tiene la sociedad”.

Caso de la familia Trujillo

Marianet Trujillo Barrias (38) vive en Valdivia junto a sus tres hijos. Uno de ellos es Gustavo Santibañez (9), un niño que presenta parálisis cerebral mixta, la que afecta su capacidad motora, pero no cognitiva. Debido a esto, es parte del Programa de Integración Escolar del Colegio El Bosque, donde cursa tercero básico.

Su parálisis cerebral daña el control de los movimientos de los brazos, manos, piernas y pies, por lo que Gustavo debe estar en una silla de ruedas y requiere apoyo constante para realizar sus actividades diarias.

Marianet comenta que no fue difícil encontrar un establecimiento educacional para su hijo. Sin embargo, al momento de conocer la escuela, se dio cuenta que no contaba con las herramientas e infraestructura suficientes para cubrir sus necesidades educativas:

“A mí me dijeron que el colegio era inclusivo, pero después me di cuenta que no tenía la infraestructura para su discapacidad. Por ejemplo, no había lugar donde mudarlo, no había rampa para que pudiera entrar al gimnasio o al comedor, y tampoco contaban con un baño accesible”, asegura.

Por esta razón, Marianet habló con la coordinadora del programa y le explicó su situación: “desde ahí se ha implementado rampa y otras herramientas, pero va todo muy lento”, comenta. Además, relata que este año su hijo no contó con un furgón especial, ya que el colegio no lo solicitó.

“Más que discriminada, me da rabia, porque siento que los adultos responsables lo hacen todo muy lento. Además, lo mandan hacer las mismas tareas escritas que a todos, pero Gustavito tiene problemas motores. O sea, las voy a tener que escribir yo, siempre voy a tener que hacer su tarea”, explica.

Según la madre, esta situación se debe a que su hijo solo tiene un día a la semana con la educadora diferencial, y el resto de los días lo acompaña una educadora de párvulo, a quien considera que no cuenta con la preparación suficiente para cubrir las necesidades educativas de Gustavo.

Asimismo, agrega que los demás profesores de Gustavo: “no están preparados para una educación inclusiva, por ejemplo, no sabían cómo enseñarle a leer y me preguntaban a mí. Claramente no están educados y preparados, y eso también se da con el resto de la comunidad educativa”.

Los problemas del Programa de Integración Escolar

La realidad de Gustavo es desconcertante si se toman en cuenta los tratados internacionales y la guía de la UNESCO para asegurar la inclusión y equidad en la educación, ya que estos recomiendan que todos los asociados que trabajan con estudiantes tienen que apoyar y tener en consideración los objetivos de política nacional para promover la inclusión y la equidad educacional. Además, resaltan la importancia de que “los docentes y el personal de apoyo estén preparados para responder a la diversidad de los y las estudiantes durante su formación inicial”.

Ninguna de estas recomendaciones se estarían cumpliendo en el caso de Gustacvo, pues los docentes no contarían con las herramientas suficientes para alcanzar su enseñanza, y la educadora especial solo lo pueder atender y yudar una vez a la semana.

Otro factor negativo en la aplicación de este programa se relaciona con su propio reglamento, el cual determina que solo se pueden ingresar siete estudiantes -del programa- en cada curso del recinto educacional. Lo que, según la coordinadora del PIE del Instituto Nacional, Victoria Corvalán, es un problema, pues en su establecimiento se ha necesitado ingresar a más estudiantes, pero ha sido imposible.

En otro aspecto, para que los estudiantes puedan confirmar su pleno ingreso al PIE, deben cumplir y entregar documentos que respalden el diagnóstico por el que se inscriben. Esta documentación debe estar registrada en la Secretaría Regional Ministerial (Secreduc). En caso contrario, el proceso no avanza.

“Para ingresar a estudiantes, pese a que vengan con certificado médico, esto tiene que estar registrado, y muchas veces no lo está, y detiene el proceso. De hecho, han quedado niños fuera del ingreso formal por no tener esa documentación”, explica Corvalán.

Sobre la base de estas razones, se puede afirmar que el Programa de Integración Escolar, si bien brinda el apoyo económico a los establecimientos para sustentar las necesidades educativas especiales, con el fin de fomentar la inclusión y la equidad en la educación, no sería del todo inclusivo, pues no cumple con el sentido principal de la palabra, que es asegurar que todos los alumnos tengan acceso a una educación de calidad, independiente de su género, cultura, situación de discapacidad, entre otros.

Contribución a la discapacidad

A pesar de esto, el proyecto sí estaría contribuyendo con un grupo vulnerado históricamente, como lo son los niños, las niñas y los adolescentes en situación de discapacidad o neurodivergencia. Lo que en parte, cumple con los tratados internacionales que recomiendan la ayuda estatal a estos alumnos.

Sin embargo, según la experta en educación inclusiva: “hay que tener la claridad que este programa de integración escolar quedó pequeño para los grandes requerimientos que tiene la sociedad en general, porque solo ese niño que tiene un diagnóstico en particular va a recibir ayuda, pero el compañero que está al lado, quien no tiene una discapacidad, que a lo mejor tiene otras necesidades, o pertenece a una población migrante, pueblo originario o está en una transición de género, y pudiera tener aún más requerimientos, la normativa no reconoce aquello”, explica Mirla.

Además, cree que la única forma de tener una educación verdaderamente inclusiva es un cambio estructural del sistema educativo y de la sociedad, pues: “la educación inclusiva también tiene su complejidad, porque tiene un componente de valor muy fuerte. No es algo que uno estudia y pueda ejercer rápidamente, tiene que ver con una coherencia en la vida del profesor, ya que no solo tiene que generar prácticas pedagógicas inclusivas, debe ser en sí mismo inclusivo y eso es bien difícil en esta sociedad”, concluye.