Han pasado 4 años desde que las manifestaciones estudiantiles de abril y mayo de 2018, en todo Chile, sumado a la nueva ola feminista y a lucha por la representación paritaria han permitido cuestionar diversos aspectos de la educación y la importancia de la representación femenina en el aula. Sobre todo si se considera que estas protestas fueron lideradas por universitarias, quedando atrás la voz de quienes siempre mueven al país: las secundarias.
Según la Organización de Naciones Unidad, en específico ONU Mujeres, el que las mujeres cuenten con una participación equitativa y plena en todos los ámbitos de la sociedad es un Derecho Humano y, cómo tal, solo puede ser violado por Agentes del Estado. A pesar de esto, la situación actual de estas dista mucho de ser las ideales: la subrepresentación que existe desde el entretenimiento hasta política, pasando por lugares de trabajo y deporte, y el prolongado y lento progreso hacia una equidad, marcan la una situación de violencia institucional.
Sin una representación equitativa, ONU menciona que las consecuencias de socializar en base a normas y tradiciones patriarcales “son de gran alcance e impactan negativamente en el bienestar personal, económico y futuro de las mujeres y las niñas, sus familias y la comunidad en general”. Las demandas por paridad y equidad desde los movimientos feministas vienen desde hace años, pero pareciera que hay ciertos aspectos y sujetos que dejan en segundo plano: las niñas y adolescentes.
“Los cuentos, las películas, los libros que le relatamos a nuestras niñas tienen implicancias en su desarrollo psicoemocional y de identidad”
–Lorena Ulloa, Psicóloga
Cuando en abril de 2018 la Facultad de Humanidades de la Universidad Austral (UACH) fue tomada por sus estudiantes, en protesta por los casos de abusos dentro de la institución y que, según manifestaron, estaban en impunidad y contaban con la protección de rectoría, la principal demanda era justicia hacia las víctimas. A partir de las movilizaciones en Valdivia se comenzó a vislumbrar un malestar generalizado en casi todas las universidades del país: abusos de poder, acoso, violencia sexual y poca representación.
Si bien han pasado cuatro años desde el denominado “Mayo Feminista” – nombre dado por la toma de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile -, la lucha por una educación feminista y con enfoque de género continúa vigente, pero respecto a la educación básica y media pareciera existir un vacío. Las demandas por bibliografías equitativas se concentraron en la educación superior, la necesidad de referentes femeninos y disidentes se expresó desde universitarias, no logrando abarcar así doce años de educación básica y media, que es fundamental en la vida de cualquier persona.
En el Manifiesto y Argumentario 8M 2018 se pasa al papel una demanda que llevaba años ganando fuerza en las marchas y protestas: “En el contexto educativo es necesario dotar de una perspectiva feminista cada una de las acciones y actividades que se llevan a cabo y, especialmente, aquellas que contribuyen a formar conciencia ciudadana en el alumnado (…)”.
Poco a poco han surgido alternativas no estatales para difundir referentes femeninos en distintas áreas del conocimiento, desde libros como “Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes” – texto escrito en formato de cuentos infantiles, respetando y delimitando desde un inicio el público al que se dirigen. Podcast como “Copadas” o “Nosotres en el cine”, en los que se abarcan temáticas como la cotidianidad universitaria y la representación de disidencias en lo audiovisual.
La importancia de estos nuevos productos culturales recae en el posicionamiento que le entrega a la mujer y disidencias dentro de la esfera pública. La psicóloga, con Magíster en psicología clínica y con experiencia en programas de prevención e intervención de violencia de género, Lorena Ulloa Luján, explica la importancia de contar con referentes femeninos basada en el desarrollo del proceso de identidad. “Si me veo reflejada en ella, voy a creer que tengo espacio en esta sociedad sin tener límites de género”, comenta Ulloa. Por esta razón, y por las innegables brechas de género que existen en la actualidad, es necesario hacer un estudio de la representación de figuras femeninas en la educación básica y secundaria, cosa que el Estado solo hace en partes y en procesos fragmentados.
¿Qué dice el currículum nacional sobre nuestra educación?
Foto: Claudia Fica Pantoja. 8 de marzo, 2019. Valdivia, Chile
El currículum nacional establece las asignaturas y contenidos en los niveles de preescolar y escolar del sistema educativo de Chile. En él se encuentran las Bases Curriculares, Planes y Programas vigentes: las primeras son los lineamientos iniciales que dan pie al resto, se establecen los objetivos de aprendizaje mínimo, la estructuración respecto de elementos transversales que tienen que venir en las planificaciones. Es hacer explícito lo que va a ser el recorrido de alumnos y alumnas a lo largo de su formación.
En los programas se hace más específico el trabajo: se plantea no solo los objetivos, sino las actividades sugeridas, lecturas complementarias, diferentes recursos que vienen anexos -cómo pautas de evaluación-, conexión entre una asignatura y otra. Es el desarrollo de aquella base curricular, mientras que los planes son la parte más funcional, la estructuración de la jornada en relación con la asignatura, cuáles van en cada curso, cuántas horas semanales tiene cada asignatura, entre otras.
Son aquellos elementos los que definen el proceso de aprendizaje durante la niñez y adolescencia de niños y niñas, conocimientos que comienzan a marcar experiencias y, con ello, la visión de mundo y de sujetos, y como otras áreas de la sociedad, la brecha de género es marcada y conocida.
Es por esos tres elementos en los cuales los profesores y profesoras tienen que enmarcar su clase, definir aspectos como lecturas complementarias o énfasis a ciertos aspectos del contenido revisado. “Si bien hay una visión que puede llegar homogénea desde el Mineduc, somos los docentes quiénes tenemos que adecuar y transformar un currículum para y por los/las/les estudiantes”, dice Javiera Peña, profesora de Historia y Geografía del Liceo Bicentenario de Valdivia. Pero Peña comenta también la deuda existente por parte del sistema educativo hacia la representación femenina y de disidencias, que si bien se ha ido acortando sigue presente.
“Existieron mujeres en estas tareas que han sido del todo ‘negadas’ de nuestra historia ‘oficial’”- Javiera Peña
Respecto a las mujeres que son referenciadas en su asignatura, Peña enfatiza el rol del conocimiento en el posicionamiento de los/las/les estudiantes en la sociedad: “El no conocer a nuestros referentes femeninos en la historia, tiene como consecuencia inmediata el negacionismo y reduccionismo de la historia misma. Es tener visiones sesgadas, debidos a una percepción tremendamente patriarcal de lo que es la historia escrita”.
“Les cuesta vislumbrar que ha habido aportes reales de mujeres, ni siquiera por forzar esta visibilización que ha estado todo el tiempo a contracorriente, ante una decisión de una invisibilización del aporte femenino”. – Paz Burgos
Pero no es solo en Historia y Geografía donde la representatividad tiene un efecto negativo. En Lengua y Literatura – nombre con el que quedó la asignatura después de su tercera deforma – existe una gran diferencia entre autores femeninos y masculinos, entre libros escritos por hombres versus los escritos por mujeres, las imágenes que construyen esa bibliografía también generan un efecto en el inconsciente colectivo.
Según explica Katherine Jans, psicóloga clínica fundadora del proyecto web “Psicodiverso” y que atiende en el centro de ayuda psicológica “Bellamente”, explica los efectos de la diferencia en la bibliografía desde la teoría biopolítica y cómo se estructuran distintos dispositivos que dan forma a la sociedad. En sus palabras, “Se entregan estas lecturas que dan estructura al rol de la mujer en la sociedad desde una perspectiva patriarcal, con literatura escrita por hombres”. Estos imaginarios, que se traducen en comentarios respecto a la mujer como madre, hermana, hija y esposa, con destinos predestinados – como salario desigual, discriminación, trabajo no remunerado, etc.- que, en la práctica, generan patrones de comportamiento.
“Una vez un alumno levantó la mano y dijo que no existían filósofas mujeres”, comenta Paz Peña, profesora de Lengua y Literatura, sobre uno de los tantos momentos que le hicieron notar los efectos de la poca representatividad: “Para el sistema educativo todos los aportes vienen desde los hombres; les cuesta vislumbrar que ha habido aportes reales de mujeres, ni siquiera por forzar esta visibilización que ha estado todo el tiempo a contracorriente ante una decisión de una invisibilización del aporte femenino”.
Efectos de una representación poco equitativa
Esta necesidad de referentes femeninos, tanto reales como ficticios, ha demostrado ser un problema que ha movilizado a más de alguien a buscar la difusión de personajes históricos a través de sus propias herramientas y habilidades.
Isabel Plant, una de las fundadoras de la comunidad web Mujeres Bacanas, comenta como su proyecto nace ante la necesidad de descubrir qué cosas estaban realizando las mujeres del mundo: “sentíamos que nos faltaban más inspiraciones de mujeres para hacer ciertas cosas: queríamos saber dónde estaban las directoras, quienes eran las nuevas novelistas y poetas, y que eso se podía aplicar a todo ámbito”.
El proyecto triunfó y, además del sitio web, cuenta con la publicación de un libro sobre biografías de diversas mujeres. “Creímos que iban a haber más mujeres que buscaran inspirarse en otras, y teníamos razón”, comenta la periodista.
Esta iniciativa civil surge como alternativa a la poca representación de la mujer en la educación formal, a lo que Plant le da especial énfasis por el rol que cumple en la identidad de niñas y adolescentes: “Tener los referentes inspiradores en la infancia y la adolescencia te puede cambiar la vida”, explica la creadora de contenido web, “hay estudios que demuestran que la generación de chicas que vio ‘Los Expedientes Secretos X’ en los noventa, donde la protagonista es científica e inteligente tenían más posibilidades de haber estudiado para ser científicas”.
En Chile, si bien el escenario no es muy alentador, hay una situación que parece ser particularmente positiva en la representación: “creo que recién en un par de años vamos a poder ver los efectos de haber tenido una presidenta mujer dos veces, cuando, que en mi infancia no había ninguna posibilidad de que una mujer fuera presidenta, y ahora las niñas pueden verse en La Moneda”.
Este cambio generacional también puede verse en la sala de clases, como explica Javiera Peña sobre sus alumnos y su comportamiento en clases: “han logrado ver las conquistas de las mujeres (cargos públicos, logros deportivos, culturales entre otros) como un proceso de largo aliento y complejo en toda su dimensión”, expresa la docente, “para ell@s es algo cercano, sobre todo entendiendo que los sucesos protagonizados por mujeres han venido a quebrar y cambiar el status quo; a romper cánones establecidos, y a repensar nuestra forma de relacionarnos como sujetos históricos”.
Pero incluso el haber elegido a la primera presidenta mujer en Latinoamérica la brecha de género es amplia y violenta. Es a partir de la primera infancia donde se ha comprobado que la autoestima de las niñas comienza a descender con un amplio margen de comparación a la de los niños, y aquella solo incrementa con el paso del tiempo. Además de esto, la pandemia de COVID- 19 no ha hecho más que incrementar las desigualdades ya existentes en todo el mundo.
Como explica Katherinne Janns, socialmente se imponen lecturas, en un sentido literal y metafórico, con tal de entregar ciertos patrones que perpetúan los roles de géneros. Son precisamente aquellos los que crean situaciones que invisibilizan a las mujeres y disidencias como sujetos de derechos.
Por ejemplo, en 2017 se hizo el estudio de la brecha salarial entre las tres carreras con más alta participación femenina versus la masculina. Entre las mujeres las carreras profesionales con mayor preferencia fueron Educación básica, Educación Parvularia y Enfermería, todas estas relacionadas a actividades coherentes con la figura de “la mujer como cuidadora”, y a los dos años de egresadas tienen una remuneración aproximada de $814.315 pesos.
Por su parte, las carreras con más alto porcentaje de hombres, como Ingeniería Civil Eléctrica, Ingeniería civil Electrónica e Ingeniería en Computación reciben en promedio, a la misma cantidad de años de egreso que el caso anterior, un ingreso promedio de $1.408.522 pesos. Es decir, una brecha salarial con una diferencia de 47,1% ($594.207 pesos).
Entonces, si la educación entrega referentes y lecturas de mundo, y estos ayudan en los procesos identitarios de niñas y niñas llevándolas incluso a la elección de carreras profesionales sobre otras, tanto docentes como alumnas se preguntan porque no hay cambios dentro de la institución.
Rubén Reyes, profesor de Historia y Geografía, considera que el cambio real está en las Bases Curriculares, lineamientos de cada asignatura, que están ligadas no solo a objetivos y contenidos específicos, sino también a valores. “En las demandas del movimiento feminista se pidió un currículum con enfoque de género, porque es importante y ahí está el cambio real”.
Aquello significaría una remodelación no solo del sistema educativo en base a qué contenido darle más énfasis, cuáles se pueden ver separados, como una unidad completamente nueva, sino también al contenido valórico esperado por el Mineduc.
¿Por qué es importante leer mujeres?
Junto con las imágenes que construyen la bibliografía y su efecto en el inconsciente colectivo, como se señaló, Paz Burgos, profesora de Lengua y Literatura en el Liceo Bicentenario de Valdivia, y finalista del Premio Global a la Enseñanza (Global Teacher Prize), entrega especial importancia a las brechas existentes entre géneros en la asignatura que imparte.
Se puede revisar por medio de la página del Mineduc los planes de Lecturas sugeridas por Currículum, y dentro de esta larga lista de textos la diferente entre libros escritos por mujeres en proporción a la de libros escritos por hombres es abismal. Por ejemplo, en los 168 títulos de la lista sugerida para tercero medio, solo 33 eran de autoras. Pero el número sigue disminuyendo, porque de aquellos 33 libros existen autoras que se repiten, como Gabriela Mistral o Silvina Ocampo.
Burgos propone que este no es solo un problema de esta asignatura en específico, sino de todo el sistema educativo, un enfoque euro centrista que, al estar escrito por hombres, borra el aporte femenino.
Sobre todo, cuando hablamos de lecturas complementarias, literarias o no, es más patente el lugar que disputan las mujeres en la literatura: la autoría de sus textos y de su producción de conocimiento. “Leen a puros autores hombres, que sitúan a las mujeres como inspiración y musas, mujeres inventada un poco; y no leen a mujeres en el lugar de autoras” argumenta Burgos, para reflexionar no solo sobre el imaginario que crean estos productos culturales, sino los roles que imponen: “La representación que se genera respecto de lo que tú tienes que ser: esa mujer musa, esa que disfrute, venere y escuche voces masculinas. Pero no te encuentras con autoras mujeres que vienen a representar inquietudes que tú tienes como estudiante mujer, ¿Terrible, no?”
Mujeres y ciencias: una brecha difícil de acortar
Francisca Carrillo es Licenciada en Ciencias con Mención Física de la Universidad Austral de Chile, y actualmente está realizando un Máster en Física y Matemáticas en la Universidad de Granada en España. Comenta su relación con las ciencias con cariño, impulsada por profesores y profesoras que no limitaban a sus alumnas a qué carreras seguir; porqué Carrillo fue a una escuela de solo mujeres, comenzó a notar la diferencia en su campo cuando entró a la Licenciatura.
“De toda la generación que entró en mi año, sólo éramos dos mujeres”, comenta desde España, “Y luego fui solo yo, cuando mi compañera desertó. Sólo tuve una profesora mujer, y luego ya en el campo se hace notoria la diferencia entre hombres y mujeres”.
Las áreas STEAM – relacionadas con las ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas – son disciplinas donde la brecha entre hombres y mujeres es amplia y conocida: en 2018, el 53% de las matrículas en educación superior corresponde a mujeres, sin embargo, sólo una de cada cuatro matrículas de áreas STEAM son femeninas.
Con estos datos fue que el 27 de diciembre de 2017, el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género, liderado entonces por Isabel Plá, en conjunto con el ministro de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, Andrés Couve, lanzaron la campaña “Más mujeres en la Ciencia”, con el objetivo de fomentar e incentivar a niñas y jóvenes a elegir carreras relacionadas al área. Sin embargo, el último estudio de ”Radiografía de Género en Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación” demostró que el leve intento por parte del anterior gobierno fue nulo.
La cantidad años para superar la brecha de género aumentó, y Chile se encuentra entre los primero en la lista de países de la OCDE con mayores índices de desigualdad por razones de género entre sus académicos.
Una tarea de carácter social y cultural
Al momento de preguntarle a los docentes que es necesario para poder lograr una educación feminista y con enfoque de género, todos/as apuntaron al Ministerio de Educación. “Hoy en día, se requiere de un apoyo desde el Ministerio de Educación y de los hogares. Se requiere entender que la educación con perspectiva de género es una tarea común, de todas y todos quienes formamos parte de este sistema”, comenta Javiera Peña.
Mientras que Paz Burgos, que ya ha sido un tanto juzgada por sus elecciones de lectura por parte de apoderados y alumnos, busca la validación del enfoque de género y feminista como una necesidad y protección. “Necesito la validación ministerial porque está la creencia de que estás adoctrinando porque propones una distribución más equitativa”, comenta, además de referirse a la distancia existente entre los trabajos realizados por el Mineduc y el Ministerio de las Culturas.
Ambos son puntos claves en el desarrollo y creación de referentes, sin embargo, la conexión es casi inexistente. El Ministerio de las Culturas cuenta con un plan de lectura nacional, tienen estudios sobre el tema, se habla de levantar territorios lectores, pero la labor la terminan gestionando las bibliotecas municipales.
Pero, sobre todo, Burgos destaca la necesidad de reconocer a les estudiantes como sujetos de derechos por su cuenta, no como propiedad de padres y tutores, y así poder acceder a una educación más integral en un período de ambigüedad e incertidumbre. “Esta duda sobre ser o no sujeto de derecho, y, por lo tanto, tener derecho a la educación, con la que se educa y recibe información por su cuenta” define el paso definitorio para pasar a una educación integral feminista. Para Paz Burgos, feminista acérrima y profesora por vocación, reconocer a los/las/les estudiantes como sujetos de derechos es fundamental, como debiera ser para el Ministerio de Educación y el Estado.