Desde hace tres años que Chile es un extenso paño multicolor. Sobre él se han pintado texturas con tonalidades de estallidos, procesos eleccionarios e historia. Un telar que comenzó a teñirse en 2019, con el inicio de la revuelta popular y que, tras una serie de eventos, daría inicio al proceso constituyente, aquella paleta de colores desbordada en diversidad, ideas y rostros.

 La revuelta como semilla

En octubre de 2019, María Elisa Quinteros era una ciudadana común y corriente. No sabía que dos años después presidiría la Convención Constitucional. Eran tiempos álgidos, movilizados e inéditos. El fragor de las cacerolas, los hitos sin precedente, el sonido del cambio. Todo resultaba intenso y, en consecuencia, incierto. Por aquella época, era difícil predecir el rumbo de la historia. Lo posible, lo oportuno, era hacerla.

Por el combativo octubre de 2019, Amalia Gálvez ya era fotógrafa documentalista. Había comenzado a forjarse en el arte de la cámara en los lejanos entonces del levantamiento estudiantil de 2011. Sabía de revueltas y, cuando vio las primeras torres de humo el 18 de octubre, supo que aquello era algo distinto, fundamental y ⸺el tiempo se encargaría de decirlo⸺ fundacional.

Los primeros días de la revuelta Amalia recorrió parte del país. Desde Santiago pasó por Rengo, San Fernando, Curicó y otras latitudes del sur. Ella y su lente atestiguaron los vientos de cambios sobre los que Chile se sumergía.

María Elisa, en tanto, participó desde un inicio en la serie de manifestaciones que se desataron en Talca, su ciudad natal. Atónita frente al estallido que se extendía incluso a aquellas áreas rurales que, según comenta, adolecían de movilizaciones. Ella y su entorno decidieron participar activamente de aquella semilla histórica. Marcharon, huyeron de los mordiscos de la represión y organizaron cabildos.

Lentamente Amalia se adaptó a las calles revueltas y, en un santiamén, se convirtió en fotógrafa de la primera línea, vanguardia de manifestantes encapuchados que se enfrentaban con Carabineros para resguardar la continuidad de la marcha pacífica que se desarrollaba en paralelo. Un desafío inundado en amenazas. Pero no pararía. Por esos tiempos desconocía que retratar la historia era una manera de hacerla.

La violencia, la organización, las marchas fueron “impactantes y adrenalínicas. Como documentalista, no hay mucho que pensar. Hay que hacer fotos, registrar todo lo que va pasando. No hay que tomar una posición. Eres un testigo, no un protagonista”. Sin embargo, Amalia desconocía que aquello –la violencia, la organización y las marchas– se vestiría de un hito histórico, y ella sería una protagonista.

En las calles, los ciudadanos exigían una nueva Constitución, más representativa que la de 1980. Solicitaban que tuviera como representantes a académicos, dirigentes sociales y personas que comprendieran la realidad chilena. Ya no querían a políticos que no estaban acostumbrados a lo que los otros, los ignorados, vivían todos los años. Frente a estos petitorios y la presión de la manifestación social, el 15 de noviembre de 2019 el Congreso generó un “Acuerdo por la paz y la Nueva Constitución”. Aunque se consideró como una oportunidad de liberar las ataduras del pasado dictatorial, no estuvo falto de críticas: no era algo popular, no representaba lo que la mayoría de los manifestantes quería.

Esto abría un nuevo camino, para muchos, que deslumbraría desde los cimientos una nueva realidad chilena, que buscaba ser justa para todos los pueblos y comunidades de Chile. Se convocó a un plebiscito: Apruebo, si es que se aceptaba discutir y redactar una propuesta de nueva Constitución nacional; Rechazo, para conservar el estatuto vigente. Comenzó una larga campaña donde las redes sociales, los medios emergentes y los activistas jugaron un rol de difusión. Las personas salían, hablaban, debatían, se organizaban.

25 de octubre de 2020. Una masa de personas a punto de decidir el camino de Chile. Los locales de votación se llenaron. Cerca del mediodía, anuncian algunos de los resultados en el extranjero. “Va ganando el Apruebo”, dijeron los asistentes. Pasadas las 20.00 horas, los locales se cerraron. Comenzaron los escrutinios.

Se confirma el resultado final: la opción Apruebo ganó por un 78,31%. En un instante, la Plaza de la Dignidad (ex Baquedano) se abarrota. Aparece gente celebrando con banderas, carteles, luces, cámaras. A lo lejos, en la Torre Telefónica, se logra divisar un mensaje: “Renace”.

Miles de casas se llenarían de palabras relevantes para la construcción del país. Historias de su entorno que nunca antes habían escuchado. Injusticias de las que nunca se habían indignado. Sería el comienzo de una etapa democrática, de un debate certero, una mirada diferente. Desde esas horas, lentamente comenzaba el proceso de la Convención Constitucional.

En esos momentos, María Elisa presentó su candidatura como constituyente en la ciudad de Talca. Amalia salió con su cámara, disparó y retrató la realidad chilena en la calle.

El arribo de la revuelta y su posterior proceso era el eco de un océano. Una extensión de mareas ciudadanas cuyo aliento abriría el camino a la redacción de la nueva Constitución.

María Elisa Quinteros. Fotografía por: Benjamín Bravo Yusta
María Elisa Quinteros. Fotografía por: Benjamín Bravo Yusta

 El inicio de un cambio

Era una mañana de invierno en 2021. El 4 de julio, a las 8.30 horas. La historia del país no volvería a ser la misma. Se daría el primer paso para dejar atrás la Constitución establecida en la dictadura de Pinochet, por una escrita por diferentes sectores de la población chilena. Con representantes escogidos por la ciudadanía. El edificio del Ex Congreso Nacional sirvió como punto de encuentro para los 155 constituyentes y los millones de chilenos que venían detrás de ellos. Un edificio con historia, una construcción que volvió a tener protagonismo.

Los convencionales entraron al recinto. La ceremonia estaba a punto de comenzar. En las afueras del Ex Congreso, llegaron manifestantes de todas las expresiones políticas para reunirse en diversos puntos del centro de Santiago: Agustinas, paseo Ahumada, Compañía de Jesús y Plaza de la Dignidad. Los protestantes fueron reprimidos por Carabineros. El evento se atrasó. Algunos convencionales de las coaliciones de izquierda se preocuparon por la situación de los civiles fuera del establecimiento.

Eran casi las once de la mañana. Comenzó la ceremonia. Los 155 convencionales estaban reunidos en una carpa con techo transparente, en el frontis del ex Congreso. Carmen Gloria Valladares, abogada y secretaria del Tribunal Calificador de Elecciones (TRICEL), guiaba el acto cívico. Unos minutos después, Manuel Woldarsky, miembro de la convención, le interrumpió. “Tengan un poco de respeto por las personas que están siendo reprimidas”.

“No podía ser de otra forma. Toda esa rabia, miedo y dolor, tenía que ser canalizada hacia un proceso democrático. Creo que la instalación fue eso: tenía que ver con el enojo, el saber que estaban afuera y eran reprimidos” recordó María Elisa Quinteros. La constituyente, antes de la ceremonia, acompañando a los manifestantes, marchando junto a ellos. Su voz junto con la de otros miles de ciudadanos fueron las piezas que armaron la que es considerada una nueva era para Chile.

Valladares hizo una pregunta hacia los convencionales: “¿Aceptan asumir y ejercer el cargo de convencional constituyente para redactar y aprobar una nueva constitución para Chile, cargo para el que fueron declarados electos y electas, y proclamados frente al Tribunal Calificador de Elecciones ya referida?”. A modo de coro, respondieron que sí, entre medio de gritos, celebraciones, aplausos.

Pasaron unas horas. Comenzó el conteo de votos para escoger al presidente y vicepresidente de la Convención Constitucional. Carmen Gloria Valladares guio el conteo. Se declaró ganadora a Elisa Loncón Antileo: mujer, representante del pueblo mapuche, lingüista y académica. También, se anunció la victoria de Jaime Bassa, abogado y vicepresidente de la convención.

Loncón se paró en el escenario en compañía de la convencional y machi Francisca Linconao. Con un brazo, sostuvo su micrófono, con el otro, una bandera del pueblo mapuche. “Esta Convención que hoy día me toca presidir transformará a Chile en un Chile plurinacional, en un Chile libre de toda dominación”.

Las imágenes de personas manifestándose fueron difundidas por redes sociales, mientras que los canales de televisión enfocaron sus transmisiones respecto a la represión de Carabineros. El grupo de convencionales derechistas se quedó en silencio. Decidieron no aportar opiniones frente a lo que sucedía. Los cánticos continuaron. “Y va a caer, y va a caer, la constitución de Pinochet”.

Un día después, el 5 de julio, se tenía planificado comenzar con las sesiones de la Convención Constitucional. Pero, el primer día fue cancelado por altercados cerca del ex Congreso: una manifestación en la Catedral para pedir libertad a los presos en la revuelta, y una protesta de derechas en Compañía. Tampoco estaban las condiciones sanitarias para que los convencionales sesionaran. A los constituyentes no se les tomó la temperatura antes de entrar al establecimiento. Las salas habilitadas para transmisiones no funcionaban. El caso fue discutido en los medios de comunicación, hasta que diversas instituciones de la academia y política decidieron ayudar la nueva causa.

Los medios alternativos de comunicación trabajaron por informar a la población de lo discutido en las sesiones constituyentes. El objetivo de portales como Portada Soñada o Primera Línea Prensa era salir de la línea editorial tradicional de las noticias. Amalia, desde su cámara, fotografiaba a los convencionales, las personas que se acercaban desde la calle, los manifestantes, los funcionarios. Como fotoperiodista, sabía que estaba cumpliendo una responsabilidad democrática. “En la Convención no se entendió que no hubiera ni reglamento, nada, ni internet. Primero había que establecer normas, una mesa. La gente decía ´llevan un mes y no han escrito nada´, ¿y cómo van a escribir algo si no hay ni reglamento? Las personas no entendían por qué los medios eran incapaces de transmitir eso”.

Un año después, el trabajo de los constituyentes pronto sería compilado en una sola propuesta. El 16 de mayo del 2022, se presentó el borrador oficial de la propuesta de la Constitución. Desde las redes sociales, el documento fue viralizado y enviado a muchas personas interesadas en conocer la planificación del posible nuevo estatuto chileno. Los ciudadanos comenzaron a hacerse parte de la Constitución. La rodearon, estudiaron, internalizaron, se hicieron parte del discurso. Comenzaron a soñar, a imaginar un país posible, cercano a lo que siempre quisieron.

Amalia Galvez. Fotografía por: Benjamín Bravo Yusta
Amalia Galvez. Fotografía por: Benjamín Bravo Yusta

Soñar y construir

El lunes 4 de julio de 2022 el país observaba el cierre de la Convención Constitucional. Y las calles colindantes daban cuenta de ello. Ahumada, Catedral, Compañía de Jesús y Amunátegui vibraban con el clamor de las convocatorias ciudadanas que rodeaban la sede del ex Congreso Nacional; el vapor vegetal de los ritos originarios, convocatorias de movimientos sociales, cánticos que enarbolaban la bandera de la revuelta. Una expresión de lo que fue el proceso constituyente que aquel día terminaba.

Ese día, María Elisa caminaba con tesón. Aquel con el que hizo campaña, con el que entró al hemiciclo por vez primera y con el que lideró el proceso histórico. Cuando subió a la tarima para dar el discurso de cierre “ante cámaras, autoridades y Chile en su conjunto”, sus palabras abrazaron la naturaleza del proceso.

“En este proyecto nos movilizó la convicción, la esperanza de un nuevo acuerdo del que todas y todos podíamos ser parte, siempre en el marco del respeto de los valores republicanos que han sido los referentes para el progreso de nuestra patria. Y todo eso se refleja en esta propuesta”, afirmó Quinteros, hablándole al país.

A las afueras del ex Congreso las manifestaciones seguían con pulso incorruptible. Todos tenían algo que decir. Había grupos con voluntad de apoyo, pero también personas cuyas gargantas desgarradas, como las de la Asamblea de Familiares de Presos de la Revuelta, anunciaban deudas y exigían respuestas. Y eso “dificultades y heridas” también formó parte del telar del proceso.

La ceremonia que tuvo lugar un año antes fue un presagio de lo que sería la Convención; un grupo humano que, desde los pasillos de sus diferencias ⸺de etnias, militancias y territorios⸺, tendría que enfrentar un bosque de dificultades; el caso Rojas Vade, las cicatrices “de un pueblo dolido” y noticias falsas.  Fue un camino empinado y no exento de caídas. Pero, así las cosas, por los alrededores de la ceremonia rondaba una máxima omnipresente: Apruebo nueva constitución.

Aquel 4 de julio de 2022, las calles eran un poco más que asfalto. Eran una suma de rostros que con la presencia y los cantos apoyaban la labor de la Convención Constitucional. Mujeres de ojos templados, ancianos de semblantes curtidos, niños que vibraban con las olas ciudadanas. Al son de dicho desfile, María Elisa Quinteros, como si le hablara a la historia, proclamaba: “muchas generaciones han trabajado por este sueño, ya sea desde la escena pública o desde el silencioso apoyo de tantas personas que han construido este anhelo colectivo”.

Mientras Quinteros les hablaba a aquellos rostros, Amalia la retrataba. A través de su cámara, fotografió un millar de rostros desde la revuelta hasta el proceso constituyente. Con el lente también estaba retratando la vida de un país. Hacía un año que fotografió la marea ciudadana de similares magnitudes a la que acudía al Ex Congreso aquel lunes.

El Presidente Gabriel Boric, María Elisa Quinteros, Elisa Loncón y otros rostros protagonistas fueron inmortalizados por el visor de Amalia. Era su último día haciéndolo, pues estuvo en la Convención en calidad de fotoperiodista oficial. Acompañó gran parte del proceso. Ella y su cámara tuvieron la experiencia necesaria para retratar la gesta constituyente que comenzó en la calle y terminó imbuida de ella.

Eso fue el proceso constituyente. Un sueño, una gran Alameda rodeada de rostros que le dieron el mandato de redactar el borrador de la nueva Constitución. Un mandato que cerró sus puertas cual paleta de colores; aunando diferentes personas, tonalidades, ideas y mundos. Un mandato que, según Quinteros, “evoca ese anhelo de justicia que intuíamos posible cada vez que nos enfrentábamos a atropellos e injusticias, y cada vez que la solidaridad aparecía espontáneamente entre nosotras y nosotros (…) Y desde ese piso sólido, soñamos y construimos”.

Tras un año de soñar y construir, será este 4 de septiembre que las y los chilenos volverán a votar. Donde nuevamente hablará la historia y donde la mixtura de miles de rostros se combinarán entre las calles para aprobar o rechazar la propuesta de la Convención Constitucional, un proceso con luces, sombras y matices.

Haciendo las sumas y las restas, el resultado, para María Elisa, es claro. Intenta definir el proceso en breves palabras y sonríe. Sus ojos se encogen, su rostro se retrae. Cita, con astuto asertividad, al poeta Raúl Zurita: “Hermoso. Caóticamente hermoso.”