La historia de Arlene y su familia es conocida en la región de Los Ríos por haber logrado levantar un proyecto sostenible y sustentable en base al cuidado de la naturaleza y la preservación de sus tradiciones mapuche. Un ideal al que aspiran muchas comunidades, conseguir la autonomía de los territorios. El Parque Peumayen se posiciona como un ejemplo de lucha en el contexto de la defensa del territorio por sobre los intereses particulares, así como de organización familiar en función de un proyecto abierto a la comunidad.


En el año 2007, a través de la Ley n.° 20174, se crea la nueva región de Los Ríos, concretando así la independencia de la provincia de Valdivia y la región de Los Lagos. Pero no es sólo esta historia de regionalismo la que une a estos territorios, sino también la explotación de recursos hídricos para generar energía en el corazón del Wallmapu. Es en este territorio, a unos 67 kilómetros del sector urbano de Río Bueno, que se desarrolla la lucha por la defensa y conservación de la naturaleza por parte de Arlene Navarro Caiguán.

Para llegar a este territorio es necesario llevar a cabo una verdadera travesía, particularmente riesgosa en invierno, debido a las pronunciadas curvas y cuestas cubiertas de escarcha. Luego de aproximadamente de una hora en auto, desde la zona urbana de la comuna de Río Bueno y a 800 metros sobre el nivel del mar, se encuentra el Parque Peumayen. Se trata de un proyecto familiar que recibe visitantes de todo Chile e incluso de otros países del mundo.

El camino para concretar este sueño no ha sido fácil y es fruto de la búsqueda de subsidios estatales y de organizaciones no gubernamentales. Una de sus protagonistas es Arlene Navarro Caiguán, mujer dedicada a preservar la naturaleza y que ha estado desde el primer día participando activamente en el levantamiento del parque.

Ella nos invita a realizar un recorrido por el recinto, aprovechamos la instancia para conocer de qué se trata, cómo lo lograron y sobre todo las razones que las y los habitantes de la zona llevaron a levantar el proyecto del parque, como una opción para gestionar el espacio territorial.

Comienza la caminata y somos testigos de la pasión con que Arlene se refiere al trabajo de conservar el lugar. Siempre habla en plural, mostrando la importancia que tiene para ella la colectividad, lo que incluye la ayuda de muchas manos amigas para construir y mantener las 23 hectáreas de tierras indígenas.

En este mismo sector se emplaza la comunidad mapuche Huenu Mapu instancia participativa en que la familia Caiguán integra. Para ellas y ellos es muy importante, ya que conocen la relevancia de la cultura mapuche dentro del territorio, es decir, su propia raíz indígena que se ve reflejada en las prácticas y actividades que se realizan dentro del parque.

Letrero que indica el nombre de la comunidad mapuche del sector.

Arlene que, además de su rol como guía del parque, es administradora de las redes sociales, profesora general básica de la escuela rural Mantilhue Alto, y madre de una niña llamada Aurora, se define como una férrea defensora de la madre tierra, “porque lo importante como le digo yo, es preservar nuestra naturaleza”, señala.

De esta forma dedica todo su tiempo libre a las labores del parque, especialmente los fines de semana, cuando asume el cargo de guía para las y los visitantes, instancia en la que desde el inicio del proyecto, y junto a su tío Joel Caiguán, ha encabezado la difusión y administración de la reserva natural.

Recuperación del espacio

Esta historia de ensueño comienza con el temor. En el verano del 2011 Arlene y sus primas disfrutaban yendo al río, que se encuentra al interior del monte. Aunque esa tarde de verano, a diferencia de otras ocasiones, se percataron de una situación extraña. Durante esa excursión descubrieron que alguien estaba interviniendo el bosque sin autorización.

La defensora recuerda que al inspeccionar con más detalle el origen de los ruidos descubrieron que alguien estaba talando los árboles, dejando bidones de combustible con el que hacían funcionar las motosierras: “Encontramos unas fajas, destrucciones de árboles jóvenes (…). Entonces sacamos fotos, había bidones de petróleo, así que tenía harta evidencia uno para poder denunciarlos”, recuerda la profesora.

Esta situación la llevó a pensar en el riesgo de los incendios forestales que, desde hace un tiempo, son parte del panorama nacional, junto con despertar las alertas de todas las autoridades competentes en el tema y más aún en los habitantes de sectores rurales, quienes por problemas de conectividad y geografía, se les vuelve  un desafío avisar y combatir las llamas, que rápidamente arrasan con todo a su paso.

De acuerdo con la información publicada en el sitio web de CONAF (Corporación Nacional Forestal), durante el periodo comprendido entre 2021 y lo que va del 2022 ha habido 6943 incendios forestales en todo Chile, los que se concentran justamente entre la región del Biobio y La Araucanía.

Incendios que causan daños en varios niveles, como la afectación de la vegetación, lo que a su vez daña el suelo, la fauna, al aire, al ciclo del agua y, en general, al entorno del ser humano y en ocasiones directamente a las personas. Incendios de este tipo, donde el 99,7% de su origen recae en la acción humana,  muchas veces producto de descuidos o negligencias en la manipulación de fuentes de calor, por prácticas agrícolas o por intencionalidad.

En búsqueda de responsables legales por los daños que se estaban causando en el bosque y el riesgo de incendio, los siete hermanos y hermanas que conforman la familia Caiguán Flores decidieron denunciar la situación a Carabineros. Buscaron apoyo legal frente a lo que para ellos significaba el daño irremediable de flora y fauna del bosque. Aunque en ese momento desconocían las intenciones y responsables. De esta forma acordaron dejar en manos del tío Joel la representación legal de la familia.

Tras la organización del núcleo familiar, en función de defender el territorio, surge la imagen de quién Arlene menciona como “el señor Hott”, un vecino del sector.  Su nombre es Iván Hott, quien una vez notificado de la denuncia transparentó sus intenciones: la construcción de una central de paso en el sector, para lo cual les ofreció comprar las tierras que los vieron crecer.

Generar electricidad mediante la potencia del caudal, era la intención. Los beneficios, según el empresario Hott, serían diversos, como el suministro eléctrico gratuito para algunos, además de computadores para la escuela del sector, la que era administrada por el padre de Arlene. Todo a modo de compensación por el impacto que pudiera causar el proyecto.

La familia en bloque se negó a vender para ceder a la construcción de la central, poniendo por encima el valor identitario, sentimental, cultural y comunitario que tenía para ellos el espacio.

A pesar de la negativa el empresario no cedió, e insistió en reiteradas ocasiones, a través de llamadas telefónicas y reuniones, convencer a la familia de vender el terreno. Pese a todo resistieron el hostigamiento. La estrategia que se inició en la clandestinidad pasó a un ofrecimiento de un trato con la idea de hacer convivir ambos proyectos (el parque y la central). Se habilitaría una compuerta que, cual espectáculo de efectos especiales, abriera sus puertas de vez en cuando, para dejar brotar la cascada exclusivamente para el deleite de los visitantes del parque.

Para la familia las razones que permitieron y motivaron la intromisión del empresario en el bosque fueron principalmente dos. Primero, el potencial negocio que identificó en el comercio energético, aportando el suministro al Sistema Eléctrico Nacional (SEN), entidad encargada de abastecer de electricidad al país, creado en 2017 y que unió el Sistema Interconectado Central (SIC) y el Sistema Interconectado del Norte Grande (SING).

Segundo, y de la mano con lo anterior, la poca regulación que existe en torno la aprobación, fiscalización y reglamentación en la materia por parte de entidades como Sistema de Evaluación Ambiental (SEA) a través del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA), sobre los proyectos que forman parte mercado eléctrico en Chile, como lo son las hidroeléctricas, centrales de paso, entre otras infraestructuras de producción y distribución eléctrica.

Tras esta arremetida del empresario la comunidad conoció a Carolina Silva, abogada y actual alcaldesa de la comuna. La jurista les propone la idea de crear un parque e inscribir los terrenos en el Registro de Tierras Indígena (RTI) de la Conadi (Corporación Nacional de Desarrollo Indígena), lo que les aseguraría el resguardo del bosque con su flora y fauna, junto a los cursos de agua.

El comienzo del Lugar Soñado (Peumayen) 

Arlene relata que los senderos del Parque, que deben cumplir con ciertos estándares determinados por la CONAF, fueron construidos por voluntarios y voluntarias del Liceo Técnico Profesional de Río Bueno. Ellos colaboraron voluntariamente en la construcción de los aproximadamente dos kilómetros y medio de caminos que componen los senderos del parque. En esas jornadas de voluntariado la familia les proporcionaba comida y alojamiento a los jóvenes que construyeron desde cero el circuito a pie.

El recorrido parte desde la casa de los Navarro Caiguán, pasando por el control y registro correspondiente en la cabaña donde usualmente se encuentra el tío Joel, quien hace entrega del equipamiento: una vara robusta de colihue que será el soporte a lo largo del sendero. Tras una caminata de unos 20 minutos es posible ingresar al parque propiamente tal.

Vista desde el acceso al parque Peumayen. De fondo se pueden apreciar los volcanes Puntiagudo y Osorno

Un lugar soñado, tal como lo indica su nombre en mapudungun, un espacio para los amantes de la naturaleza, deportistas, senderistas y público en general. Es decir, cualquier interesado que guste de observar aves y diversas especies como ranitas de Darwin, pudúes, chucaos, monitos del monte, gatos guiñas y torcazas, además de árboles nativos como coihues, helechos, mañíos y arrayanes, debe visitarlo.

Senderos construidos por voluntarios
Tramo del sendero dentro del parque Peumayen labrado en la tierra y reforzado con madera.

Arlene recuerda, a partir del tiempo que lleva dirigiendo grupos de excursión, que en una ocasión llegó una señora dispuesta a hacer el recorrido completo del parque con “chalas”, un circuito que es escarpado en algunos tramos, además de resbaloso. Desde entonces, antes de iniciar la excursión aconseja a las y los visitantes que deben acudir equipados, sobre todo, con un buen par de zapatos.

Estos implementos junto al colihue serán nuestras principales herramientas para sortear los obstáculos del recorrido como cruzar ríos y esteros por pasarelas de madera. Arlene anuncia que estamos cerca del trayenco, se comienza a sentir a lo lejos el murmullo de la caída de agua proveniente del río Isla. El sonido empieza a aumentar en intensidad a medida que avanzamos, hasta que por fin es posible divisar la columna de agua cayendo con mucha potencia, generando ambiente que embarga los sentidos.

Arlene, defensora de la tierra, tras ella un trayenco.

Para disfrutar de la vista construyeron un mirador, en el cual se aprecia la bruma que se genera a partir de las pequeñas gotitas de agua que quedan suspendidas en el aire alrededor de la caída de agua. Siempre está húmedo y resbaladizo, por lo que Arlene advierte que debemos desplazarnos con cuidado y evitar las caídas.

Otro de los puntos de interés del recorrido del parque es una ruka circular. “Como debe ser”, nos indica la guía, haciendo referencia a la importancia de las formas circulares dentro de la cosmovisión mapuche y que integran a sus formas de construir sus hogares, la disposición de los asientos, etc. Todo tiene un sentido y visión.

Ahí, y a pedido de los visitantes, la mamá de Arlene prepara comida tradicional mapuche en el fogón con ceniza y arena ubicado al centro de la ruka, logrando entre otras preparaciones, las famosas tortillas de rescoldo, una masa elaborada en base a harina de trigo y manteca. Sobre esa superficie hay una gran olla de fierro para cocinar una abundante cazuela de ave, además de una tetera que será la encargada de calentar el agua para el mate, entre otros artefactos que usan para compartir con los visitantes sus raíces mapuche.

Así construyendo, cuidando y mejorando el parque en cada uno de los rincones del recorrido, el 14 de noviembre del 2016 inauguraron el espacio, teniendo como base la organización colectiva y la gestión de la familia Caiguán Flores.

Actividades y relación con la comunidad

El parque Peumayen, al igual que todo lo que entendíamos como normalidad, se vio afectado por la pandemia del Covid-19. El parque cerró sus puertas un tiempo el 2019, pero retomaron la atención a los visitantes con aforo limitado. Ahora, por las medidas del equipo de gestión de emergencia sanitaria a nivel nacional, no se consideran los aforos en lugares al aire libre como las visitas a las reservas naturales.

En este lugar se han realizado diversas actividades abiertas a la comunidad, lo que les ha permitido ser conocidos dentro de los habitantes de la zona como un espacio ideal para realizar actividad física y deporte al aire libre, atrayendo visitantes y permitiendo que el proyecto sea sustentable y sostenible en el tiempo.

Por ejemplo, el 9 y 10 de octubre del 2020 se realizó la quinta versión del “Parque Peumayen Trail”, esta actividad contó con la participación de 150 deportistas de distintas partes del país, del norte a la zona insular.

De esta forma surgieron instancias enfocadas a darle relevancia y provecho al espacio, así, surge el Club de trekking Peumayen creado con el objetivo de conseguir fondos para la realización de actividades que a su vez reinvierten en mejoras al parque, como el más reciente plan de construir una boletería (es necesario coordinar previamente con los administradores las visitas que tienen un costo por persona), para llevar a cabo el ingreso y registro de las y los visitantes, incluyendo la construcción de una cafetería y baños.

En este espacio también tienen lugar otras actividades como las de autocuidado para mujeres, organizadas por la municipalidad de Río Bueno mediante el programa “Jefas de Hogar” y que beneficia a mujeres de la comuna con instancias como una visita al parque. Esta y otras actividades son compartidas en las redes sociales del Parque Peumayen, lo que se ha convertido en una oportunidad de difusión para el proyecto.

Esto es algo relevante para Arlene, quien se encarga de actualizar el contenido, hacer difusión, y tratar con las personas interesadas en visitar el parque y adentrarse en el bosque en un recorrido efectivamente de ensueño.

La importancia de la defensa del agua y la tierra

Arlene, junto con su labor en el parque, lleva una férrea defensa por la naturaleza y los recursos naturales, para ella es fundamental que esto se conserve en el tiempo. En este sentido, ella espera que la nueva Constitución cambie el Código de Aguas, principal instrumento legal vigente en la materia. Ella votó por escaños reservados en la elección de constituyentes mapuche, quienes entre sus propuestas hablaron de los derechos de agua para las comunidades del sector.

Consciente de la importancia del agua Arlene señala: “Acá se puede poner un pozo, pero si no lo tengo inscrito a mi nombre el agua no es mía”. Pone el ejemplo de su familia que no es “dueña” de los cursos de agua que pasan por el parque, ya que están inscritos a nombre de otra familia, la familia Varela.

En un momento se lamenta por no contar con más información legal al respecto, ya que el desconocimiento de la legislación ha sido una dificultad y una brecha al momento de tomar acciones legales, buscando asesoramiento de personas externas para primero entender cómo funciona el sistema, y luego planificar el recorrido hacia el tan esquivo financiamiento, lidiando con vicios del sistema como la burocracia y la conectividad, entre otros.

En este contexto de convivencia respetuosa con la naturaleza y la defensa del territorio que habita, asume también su vocación de educar, porque confía en que es posible enseñar el amor y cuidado a la naturaleza, mucho más fácilmente si se comienza a practicar desde la primera infancia y educación primaria.

En ella hay mucho de esa vocación de educar en su disposición a atender las dudas de las y los visitantes del parque durante las caminatas, donde mientras sortea los charcos de barro va contando la historia del Parque que ha construido junto a su familia, amigos, vecinos y voluntarios apasionados por la defensa de la naturaleza. Enseñando sobre las especies que habitan el bosque y la importancia que tiene el preservar más espacios como este.

En un momento de la conversación le preguntamos a Arlene: “¿Se considera una defensora de la tierra?”, ella responde: “Si, me considero una defensora de la tierra. A lo que agregamos “¿Qué significa eso para usted?”

Arlene suspira y luego sostiene la mirada para señalar: “Mucho, mucho, mucho. Porque ahora como hay tanta contaminación, por ejemplo, veo el caso del leufu Pilmaiquén, el caso de la central Statkraft, me llega mucho, porque ellos están luchando, y yo conozco a la Machi Millaray en persona, entonces duele que empresas de otros países venga acá a usurpar al río Pilmaiquén. Conozco también al lamien Esteban Vera (ex werken y actual integrante activo del Movimiento en Resistencia por la Defensa del Pilmaiken), es amigo mío, así que… claro que duele. Acá, era un caso de una central de paso que es chica, pero igual iba a intervenir nuestro sector. Imagínese una central hidroeléctrica.”

“Sí me considero una defensora de la tierra, yo sería capaz de alzar la voz grandemente donde sea. Y por eso que acá cuidamos mucho nuestro parque.”

 

Esta crónica forma parte del proyecto que tuvo por resultado la memoria de título de las periodistas Camila Pérez Soto y Catalina Solís Carrillo, titulada “Habitar la Willi Mapu siendo mujer, mapuche y defensora de la tierra: Crónicas de una lucha de vida contra la intervención eléctrica”, investigación que incluyó la entrevista en los territorios junto a las defensoras y fotorreportajes de cada experiencia.