La única salida de Bajos de Mena hacia la Plaza de Puente Alto comienza en la esquina de Santa Rosa con Eyzaguirre, el límite entre Puente Alto y La Pintana. Esta intersección es conocida por los pobladores de ese sector como la “Vuelta de Cachencho”.


“Antes, en esta esquina había un almacén bien grande y al dueño del lugar le decían el Cachencho, porque se parecía a un comic de esos tiempos. La cosa es que cuando las micros nos traían para acá, le decíamos a los micreros, ‘me deja en la Vuelta de Cachencho’, por eso se llama así esta esquina”, comenta Rosa mujer de 80naños, quien ha vivido en el sector durante toda su vida.

Cuando la micro dobla por la “Vuelta” hacia el oriente por Eyzaguirre es cuando comienza la travesía de salir de Bajos de Mena. Son las siete de la mañana y  aun no se escucha el ruido de la escuelita básica que hay en esa esquina, ni se ven las largas filas que se hacen en el banco, que está por la otra vereda. Solo se escucha el ruido de la micro, que va llena después pasar por todas las poblaciones del sector. Sin embargo, quedan muchas paradas para llegar a “La Plaza”.

– El otro día fui a un cumpleaños. Ya he ido a varios-, dice el chofer.

– ¿Y fue solo compadre?

– ¿Cómo voy a ir solo? ¡Que aburrido!

– Como usted está solo compadre, yo pensé que había solo.

– Para afuera estoy solo po’ compadre, pero la realidad es otra.

Eso conversa el conductor con un colega mientras llegamos a la primera parada, que está llena de escolares y gente que va atrasada a sus trabajos. No todos alcanzan a subir a la micro ya que hay más gente de la que debería. No hay espacio suficiente para respetar ninguna norma de distanciamiento social y es que la pandemia pareciera no existir en este transporte público.

La micro sigue rauda su trayecto mientras puede. A un costado se ve pasar a Los Ángeles, un motel. El lugar es conocido por ser de amantes de una noche, tiene muy mal aspecto y se le nota demasiado el paso del tiempo. Ya dejamos atrás ese lugar, cuando al otro costado de la micro se pueden ver canchas de fútbol que están rodeadas por cercas metálicas como si de una cárcel se tratase. Justo al frente hay un paradero en el que ningún micrero para.

“Estos weones paran cuando quieren, no sé qué tienen en la cabeza”, exclama Gustavo pasajero de 45 años, quien espera  en ese lugar desde temprano para ir a su trabajo que, por suerte dice él, que queda al otro lado de la ciudad.

Ahora Gustavo empieza una no muy larga caminata al siguiente paradero. La vereda ya no existe, pues la compañía del agua está arreglando las tuberías y ha destruido todo el pavimento que ahora es un largo camino de tierra por el cual tiene que transitar la gente. A un costado de la calle se ven casas a simple vista nuevas. Hace no mucho tiempo todo el sitio estaba conformado por parcelas donde los niños iban a elevar volantines en septiembre y se podían ver animales de granja sueltos.

– Antes todo esto eran parcelas, estaba lleno de caballos-, comenta el chofer.

– Esta todo cambiado ahora po’ compadre, comenta su colega.

Ambos hombre siguen conversando, mientras la micro llega antes que Gustavo al paradero que queda justo antes de un paso peatonal. Como la calle solo es de dos vías es muy probable que ocurra un accidente cuando un auto trate de adelantar a la micro y no vea que alguien va cruzando.

“A mí casi me han atropellado varias veces; uno cruza por el paso peatonal delante de las micros y cuando los autos adelantan, pasan hechos un peo”, dice la joven Janis de 19 años, mientras señala la animita que se ubica al frente de la calle, “yo creo que esa animita debe ser de alguien que atropellaron acá”.

No cabe más gente

 Luego de pasar el paso peatonal vienen dos paraderos más donde la micro no pueden parar, no cabe más gente. Llegamos a la mitad del camino para salir de Bajos de Mena y ya estamos en el primer semáforo desde Santa Rosa, en Eyzaguirre con Avenida Juanita, la alameda de Bajos de Mena.

Es una esquina bastante extraña. Por un lado, antes de pasar por avenida Juanita, está el colegio Monte Olivo y al frente un potrero abandonado hace mucho tiempo. Por el otro lado, cruzando la avenida, hay un supermercado que se quemó después de la revuelta social y en diagonal al colegio Monte Olivo se ubica una escuela que no tiene mucho tiempo, pero que adorna el paisaje de esa esquina donde se juntan todas las micros que van hacia Puente Alto.

Seguimos por Eyzaguirre camino hacia a la plaza prometida. En un recorrido de diez minutos nos llegamos a demorar 40. Tras pasar por los famosos departamentos de la Villa El Volcán, donde pueden llegar a vivir hasta siete personas en un solo departamento -de unos 40 metros cuadrados y con suerte- llegamos a la siguiente parada, la avenida San Guillermo.

En la esquina de Eyzaguirre con San Guillermo hay dos colegios; uno que lamentablemente se hizo famoso por casos de acosos a una menor de edad y que lleva el mismo nombre de la calle en la que está. En frente de ambos colegios destaca por su llamativo color naranjo, una planta de abastecimiento de gas de las tantas que hay en todo el sector.

Continuamos nuestro camino pausadamente debido al gran taco que se divisa adelante nuestro. El aspecto de la calle cambia rotundamente, de ser una calle rodeada de casas y colegios, ahora parece que estuviéramos en un cono industrial. Por el costado izquierdo salen camiones repletos de concreto. Por el otro lado, se impone la bodega de una gran multinacional que fue el blanco favorito de las personas que fueron a saquear durante la revuelta. La bodega es conocida por los pobladores del sector como “la Coca-Cola”.

– Te espero en “la Coca-Cola” mi amor-, le dice por teléfono un joven a su pareja mientras se baja de la micro.

Llegamos a la última parada antes de salir de Bajos de Mena; la esquina de Eyzaguirre con Camino el Rodeo. Podemos ver cerca el puente que cruza el Acceso Sur, la frontera entre Bajos de Mena y el resto de Puente Alto. A esta hora están guardados todos los camiones de “la Coca-Cola”, que en la tarde entorpecen el flujo vehicular tratando de doblar por Camino el Rodeo, una calle que es bastante angosta y solamente de dos vías.

– El otro día una señora me pidió que la dejará acá, en el cementerio Santos de Mena.

– Cementerio Bajos de Mena-, corrigió el chofer.

– Eso compadre, es que yo no conozco para este lado.

– Si po, así se llama el cementerio, de hecho, esta el cementerio ruso al lado también”.

– Ahí deberían enterrar al Putin- comenta el colega.

– Ese viejo es el diablo, está loco-, refunfuña el conductor.

– Si, ahora por su culpa se viene la tercera guerra mundial y va a durar mucho.

Mientras el chofer y su colega discuten sobre geopolítica, a un costado de la micro se ve lo primero que hay llegando a Bajos de Mena, como si de un mensaje premonitorio se tratase, está el cementerio que lleva el mismo nombre del sector y el Cementerio Ruso de Puente Alto. Son dos cementerios viejos, de aspecto lúgubre y tenebroso. A pesar de ser lugares poco concurridos hay muchos los floristas que venden sus productos a fuera, ellos decoran todo el lugar con sus estridentes gritos y sus coloridas coronas de flores. A esta hora no se ve nadie a fuera del cementerio, pero en fechas como el día de San Valentín o el día de las madres se llena de autos que van a comprar flores para regalar.

Falta mucho para llegar a la Plaza de Puente Alto, pero cruzando el puente que a esta hora está repleto, al fin salimos de Bajos de Mena. En este sector de Puente Alto viven aproximadamente 120 mil personas en 6 mil metros cuadrados, configurándose como uno de los guetos más populosos de la zona sur de Santiago y contando con solo una salida hacia el centro de la comuna.