La muerte de Lucía Hiriart reabrió la herida de cientos de familiares de detenidos desparecidos y ejecutados políticos que siguen buscando justicia. En esta entrevista, Matilde Martín, hermana y tía de tres personas que fueron asesinadas durante la dictadura, y quien este sábado 11 recibió sus restos, cuenta la historia de sus seres queridos y reflexiona respecto a la impunidad imperante en nuestro país.


La última vez que Matilde vio a su sobrino Isidro fue la noche del 30 de junio de 1986. Ese día, uno de los más fríos del año, el joven, que acaba de cumplir 18 años, fue a dejar a su hermana pequeña a la casa de Matilde. Ella le rogó que se quedara y que no volviera a la casa de Mamiña 150, el lugar donde, cerca de la medianoche, sería asesinado junto a Margarita y María Paz: las hermanas de Matilde.

Solo unas horas después, ella misma fue detenida. Carabineros entró a su casa alrededor de las tres de la mañana. Le preguntaban sobre sus hermanos: qué hacían, dónde vivían. Ella no entendía nada. Luego de pasar por la Fiscalía Militar llegó a la Cárcel de San Miguel donde se enteró de lo que había sucedido.

“Después de eso, es mi bandera de lucha seguir denunciando la dictadura, las violaciones a los derechos humanos, la impunidad, que la impunidad es terrible en este país. Primero la impunidad de la justicia, la impunidad de los cuerpos armados a los que pertenecen, porque aún sabiendo lo que han cometido no los degradan, siguen recibiendo pensiones, encima los suben de categoría. Después la impunidad de este país, que hay mucha gente que todavía sigue creyendo que aquí no pasó nada, que por último si los mataron eran terroristas. ¿Qué mayor terrorismo que el que tuvimos con la dictadura?”, se pregunta Matilde Martín.

El pasado 11 de diciembre, tras varios años en los que el Servicio Médico Legal (SML) estuvo analizando los restos de Margarita, María Paz e Isidro, sus familiares realizaron un segundo funeral para ellos. La lucha de Matilde por hacer justicia no se ha acabado, y no lo hará hasta que los culpables paguen por sus crímenes.

 

Autoeliminados 

En 1986, el régimen dictatorial se caía a pedazos. Las manifestaciones en las calles eran frecuentes, y la casa de Mamiña 150, en ese tiempo, sirvió como clínica clandestina para quienes resultaban heridos.

La versión oficial de los hechos señala que miembros de la Sección Encargos y Búsqueda de Vehículos de Carabineros allanaron Mamiña 150, junto a otras dos unidades especiales de la institución policial, en el lugar encontraron a tres personas fallecidas. Supuestamente, todos pertenecían al Frente Patriótico Manuel Rodríguez, y se encontraban “muertos por autoeliminación mediante disparos efectuados desde corta distancia”.

“Si tú buscas los diarios de la época, La Tercera, El Mercurio dice: ‘Tres terroristas se autoeliminaron’. Lo mismo que pasa ahora con muchos jóvenes que los han “suicidado” en las comisarías. Es una mala práctica que tiene la policía en este país porque han vivido en la impunidad, entonces ellos siguen asesinando como asesinaron a mis hermanas, a mi sobrino y a tantos chilenos que lo único que hacían era luchar por la libertad de este país, por la democracia”, asegura Matilde.

Sin embargo, no se había realizado la prueba de pólvora que podía corroborar que Margarita, María Paz e Isidro habían usado un arma de fuego. Por lo que, a cuarenta días de ser asesinados, fueron exhumados por primera vez.

“Se hizo la prueba y ninguno tenía restos de pólvora en sus manos ni en su cuerpo. Entonces se volvieron a sepultar, ahí me tocó a mí ir al Instituto Médico Legal y reconocer los cuerpos después de cuarenta días de fallecidos. Me tocó ir sola [a reconocerlos]. Imagínate, terrible. No se me borra la imagen de ellos”, recuerda la hermana.

Matilde en esos momentos pensaba en lo que su familia había sufrido y se preguntaba ¿los torturaron antes de matarlos? ¿A quién torturaron primero? ¿A Isidro para que sus hermanas hablaran o dijeran algo que ellos querían saber?

Años de investigación y estudio del caso le dan una respuesta a esas preguntas. No está segura, pero cree que a Isidro lo torturaron antes de matar a Margarita y María Paz. Su hipótesis se basa en que su sobrino había salido de la casa para ir a dejar a su hermana a la casa de Matilde. En el trayecto de regreso ella cree que lo pudieron haber interceptado.

Los cuerpos de las víctimas del caso Mamiña fueron exhumados por segunda vez hace nueve años para realizar nuevos peritajes. Casi una década después los resultados volvieron a confirmar que Isidro, Margarita y María Paz no se quitaron la vida, sino que les fue arrebatada aquella noche de junio.

 

Impunidad

El caso Mamiña tuvo bastante connotación social en su tiempo. Margarita, la hermana mayor de Matilde, estaba casada con el folclorista Benedicto “Piojo” Salinas, por lo que “se hablaba mucho de la mujer de y el hijo de. Entonces, hubo mucho movimiento social, de la gente conocida, y se nombró una ministra en visita”.

La encargada de llevar la investigación fue Ariaselva Ruz, que en 1988 procesó a los carabineros Sergio Gajardo Giadach, Julio Eladio Benimello Ruz, José Luna García como autores de homicidio, y al coronel Augusto Sobarzo Legido, como encubridor.

Sin embargo, en 1993, el caso pasó a la justicia militar, y los agentes de la dictadura fueron sobreseídos. Esto permitió que uno de ellos, Sergio Gajardo, continuará en la institución y que incluso llegara a ser director del GOPE.

Hoy, Gajardo recibe una pensión de cerca de 3 millones de pesos, y Matilde, que hizo las gestiones para que se reabriera el caso en la justicia ordinaria, espera que tanto él como el resto de los implicados, paguen con cárcel lo que hicieron.

“Ellos han gozado 35 años desde que asesinaron a mis hermanas, han disfrutado de la vida, han subido de graduación, han podido disfrutar de su familia, han gozado de buenos sueldos, entonces, por lo menos que paguen con cárcel lo que les queda de vida. ¿Qué otra cosa puedo pedir? Yo no soy partidaria de la pena de muerte, yo creo que eso no soluciona nada, todo lo contrario, es darle un descanso a esta gente”.

En ese mismo sentido, la muerte de Lucía Hiriart, esposa de Pinochet, le genera sentimientos ambivalentes. Por un lado se alegra, pero por otro, lamenta que nunca haya enfrentado las consecuencias de lo que hizo durante la dictadura.

“Ellos mueren tranquilamente en su casa, en la impunidad absoluta, no sólo asesinaron, no solo torturaron, no solo hicieron desaparecer. Ellos además le robaron a este país pero millones, solamente hay que ver lo del banco Riggs (…) Entonces, que mueran en plena impunidad, sin haber pagado… Me alegro que haya muerto, de verdad, a mi no me alegra la muerte de nadie pero la muerte de estas personas sí. Me da tristeza, en todo caso, que hayan muerto en la impunidad y que no hayan pagado por sus crímenes. Eso es lo que me da pena”.

Ariadna Cifuentes

Estudiante de periodismo de la Universidad de Chile.

Fernanda Araneda

Estudiante de periodismo de la Universidad de Chile.