En medio de la locura que implica el cierre del año lectivo y las votaciones, la periodista, doctora en Ciencia Política y académica de la Universidad de Chile, Claudia Heiss, recibe a Doble Espacio para analizar la actualidad nacional con miras a las elecciones presidenciales y parlamentarias del domingo, y su correlato con el proceso constitucional.
Heiss, una de los 14 integrantes de la Comisión Técnica Constituyente que aterrizó las bases del “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución” -por cupo RD-, guarda una opinión muy favorable de lo que ha sido el trabajo de la Convención en estos primeros cuatro meses.
“Es cierto que la expectativa que había en la Convención al inicio del proceso ya no tiene el glamour de lo que está por nacer, y ha bajado un poco. Pero sigue estando muy por sobre cualquier otro órgano representativo, y teniendo la legitimidad necesaria para producir un texto constitucional adecuado a una nueva etapa democrática del país”, manifiesta.
Al mismo tiempo que Heiss analizaba con Doble Espacio las elecciones que definirán la futura presidencia, en el Senado se estaba discutiendo la acusación constitucional contra Sebastián Piñera por “comprometer gravemente el honor de la Nación”, la cual sería finalmente rechazada al no concitar el apoyo de 2/3 de los senadores.
– Se está discutiendo el término anticipado del mandato de un Presidente y, sin embargo, pareciera no haber demasiado interés ni debate al respecto. ¿Quién asuma la presidencia se va a encontrar con una institución presidencial más debilitada o se trata de un agotamiento solo atribuible al mandato de Piñera?
Creo que la forma en que la gente ejerce un cargo influye en el mismo: hoy la presidencia está tremendamente devaluada respecto a lo que ha sido en otros períodos de la historia de Chile. Es cierto que la próxima presidencia se va a encontrar con una institución que viene a la baja, pero eso tiene también correlato con la orientación en la que se dirige el proceso constituyente hacia la desconcentración del poder.
La Convención va a tratar de reducir las atribuciones presidenciales, no solo porque esta presidencia tenga muy poca adhesión, sino por consideraciones estructurales, de más largo plazo. Por su composición, tiene una fuerte tendencia hacia debilitar la presidencia, y en cambio, empoderar al Congreso, a los órganos colegiados, al poder local y a incluir más actores políticos en las decisiones.
– A propósito de sus tendencias, ¿Cómo ve la posibilidad de que la Convención reduzca la duración del próximo mandato presidencial?
Puede hacerlo. Pero me parece desafortunado que estemos centrados en la duración del mandato presidencial y no en temas más estructurales, porque se apunta a consideraciones de corto plazo: que, a lo mejor, si gana uno la Convención va a querer extender la duración del mandato, y si gana otro va a querer acortarlo. Cuando se hace una Constitución no se debería pensar en quién ganó o perdió la elección del momento, sino en cuál es el período presidencial más apropiado para el desarrollo de los programas políticos.
Las primeras presidenciales después del estallido
– ¿De qué manera el estallido determina la cancha en la que están jugando los candidatos? ¿Estamos hablando de los temas que salieron del estallido o están corriendo en carriles separados?
La elección presidencial está completamente teñida del estallido. Los temas centrales de la elección vienen de ahí: está la agenda de derechos sociales, de inclusión de grupos previamente excluidos de la representación política, la agenda ambiental, el cuestionamiento a los símbolos patrios, a quienes somos los chilenos y las chilenas como comunidad política.
Por un lado, todo el discurso de la derecha en torno al orden, la seguridad y la violencia viene del estallido. Por el otro, la izquierda y la centroizquierda hablan de cambiar el modelo productivo, el modelo de desarrollo, de construir un estado de bienestar… Eso remite al estallido, y a la inseguridad económica que creó la pandemia.
– ¿Ve reflejado el sentimiento “anti-clase política” o “anti-partidos” del estallido en algún presidenciable?
Es difícil decir eso. Creo que, de las figuras que están en la papeleta, Gabriel Boric tiene un origen más cercano al movimiento social, pero está asumiendo un rol político que lo pone en una situación compleja: una parte del movimiento se siente traicionada por cualquier forma de articulación y representación política.
Estamos en un terreno nuevo, en una situación donde los partidos no están en condiciones de cumplir esa función mediadora que requieren las democracias. Por tanto las preguntas son cómo articular nuevos espacios de mediación y si la legitimidad de venir del movimiento va a ser suficiente para negociar políticamente sin ser apuntado.
– Esa desconfianza hacia todo lo que parezca “política” ¿es terreno fértil para el populismo? Pensando, por ejemplo, en el fenómeno Parisi que aglutina a mucha gente cansada del establishment, que no se define como de izquierda ni de derecha, sino como algo nuevo, “de la gente”…
Yo creo que sí. El populismo se alimenta de la promesa incumplida de representación política. La gente busca soluciones más directas, y la representación, que es indirecta, se convierte en aquello que la gente no quiere… Lo complejo, lo abstracto es rechazado porque se ha prestado para abuso, corrupción. Eso alimenta estos proyectos simplistas que ofrecen soluciones fáciles a problemas complejos y que dicen “Yo soy tú”, “Yo soy el pueblo”, “Tengo la receta para resolver los problemas”.
Pero no hay soluciones fáciles. En ninguna parte del mundo este tipo de proyectos políticos ha logrado resolver los problemas que pretenden resolver, y por el contrario, terminan siendo instrumentos de concentración del poder y proyectos personalistas.
El populismo tiene que ver con la identidad, con la idea de que representante es igual al representado. Debiéramos aspirar a lo contrario, a que el representado mantenga su autonomía y su agencia, que nunca deposite toda su capacidad de incidir en los asuntos públicos en los representantes; y que los representantes tomen su rol con humildad, en permanente comunicación con las bases sociales y los electores.
– Volviendo al estallido: millones de personas hicieron propia la frase “Chile despertó” y sin embargo, dos años después, José Antonio Kast, un candidato de extrema derecha, conservador, nostálgico del pasado militar, tiene serias posibilidades de pasar a segunda vuelta. ¿No es contradictorio?
Sin duda, pero es importante entender que el hecho de que gane un candidato de izquierda o que haya una movilización de izquierda, no significa que todo Chile sea de izquierda. La ciudadanía tiene posiciones complejas y es susceptible al miedo, a la incertidumbre. Hemos tenido dos años de mucha incertidumbre, de escasez material, situaciones de violencia inéditas, y ante eso la extrema derecha capitaliza, promete mano dura, traer orden y arreglarlo.
Evidentemente es una promesa falsa porque la represión no resuelve los problemas, los agudiza. Si ganara Kast, las personas que piensen en él como alternativa para que haya orden, en realidad estarían promoviendo lo contrario. Es mucho más conducente al orden y a la estabilidad una dirigencia política capaz de canalizar las demandas y el descontento, antes que una que va a la confrontación.
De todas formas, creo que es probable que las cifras de apoyo a Kast que hemos visto en las encuestas estén tremendamente infladas, porque muchas de ellas tienen objetivos políticos, sesgos ideológicos o pésimas metodologías.
Lo que sí sabemos es que tiene el apoyo de ciertas cúpulas políticas y eso me parece preocupante: la derecha tiene una responsabilidad en ayudar a construir un sistema político con bases democráticas incuestionables, y si queremos tener un sistema político saludable, tiene que haber opciones políticas democráticas en todos los sectores políticos.
Si seguimos teniendo una derecha pinochetista, nunca vamos a llegar a un país donde todas las alternativas estén dentro del campo de lo democrático. Me parece irresponsable de parte de la dirigencia de derecha apoyar por razones estratégicas o, peor, ideológicas a un candidato sin las credenciales mínimas democráticas o de razonabilidad.
Los punteros en la carrera
– La candidatura de José Antonio Kast subió rápidamente en las encuestas, canalizando con éxito el desfonde de la candidatura de Sebastián Sichel. Sin embargo, durante los últimos días de campaña se le ha visto errático, primero defendiendo la labor del “gobierno militar” frente a corresponsales extranjeros, luego con un pésimo manejo en el último debate televisivo. ¿A qué se deben estos pasos en falso que ha dado?
Es que el programa de Kast es inconsistente, es muy malo. La prensa chilena debiera hacer un mea culpa: es escandaloso que sea por los corresponsales extranjeros que se produzca algún tipo de reacción. La verdad es que Kast ha dicho muchas barbaridades todo el tiempo, y no han causado el revuelo que a mi juicio estas afirmaciones debieran causar.
La prensa ha tenido un rol menos que tibio sin confrontarlo cuando miente, sin pedirle que cite las fuentes de lo que está diciendo. Se le ha permitido mentir, decir cosas tremendamente dañinas para la convivencia política, sin que parezca nadie escandalizarse.
A Kast no se le había tomado tan en serio porque dice cosas absurdas y su programa es indefendible. Anoche (en el debate del lunes 15), ante la posibilidad real de que pase a segunda vuelta, por primera vez los dardos parecieron apuntar a él: las otras candidaturas se enfocaron en atacarlo y los periodistas le exigieron responder cosas de fondo, las que respondió mal.
Y respondió mal porque no tiene un programa sólido. El profesor Joseph Ramos sacó un informe mostrando que sus propuestas económicas son inviables. Tiene medidas que no calzan entre sí, maneja cifras que no son realistas. Demostró que no conoce bien su programa ni está de acuerdo con cosas que están ahí.
Él era un candidato extremo sin ninguna viabilidad, y podía decir cualquier cosa. Cuando empieza a parecer un candidato viable, significa que tiene que crecer hacia el centro, hacia una derecha más razonable. Ya no le basta con su nicho de pinochetistas, xenófobos, misóginos… Tiene que crecer hacia grupos menos radicales, y por eso intentó moderar su discurso, pero claramente no le resultó. Apareció una ensalada de contradicciones.
– El tema es que las inconsistencias en su programa aparecieron, al menos ante el gran electorado que está menos pendiente, solo seis días antes de la elección. ¿Habrá tiempo para que esto afecte a Kast y que Sichel logre revertir la tendencia?
No tenemos forma de saber. Kast debió haber sido más impugnado por su programa antes. Sichel lo hizo muy bien, pero lo hizo muy bien para un electorado de centro que no sé si es el electorado que va a votar por él. Ahí está compitiendo con Yasna Provoste, y muchas de sus declaraciones parecían apuntar al electorado de ella. La pregunta es si esas cosas, que parecen sensatas, le gustan al sector de derecha cuyos votos necesita.
En Chile tenemos una derecha muy de derecha, pero también muy minoritaria. Yo pongo en duda que podamos tener un gobierno de derecha en la próxima elección, lo que no significa que desestime la amenaza que significa el crecimiento de una extrema derecha como la de Kast y que hemos visto en otros países donde también parecía imposible.
– Boric, que ha aparecido como el más probable puntero a lo largo de la carrera, ha intentado conciliar las ideas de “transformaciones” con un discurso dirigido hacia los no convencidos. ¿Cree que esa estrategia ha dado frutos?
Yo creo que sí. Boric tiene, como figura, el problema de venir del movimiento social e insertarse en el mundo político. Eso ineludiblemente hace que muchos de sus aliados anteriores sientan que hubo una traición, que es “amarillo” y todo eso que le dicen. Pero creo que ha hecho un buen trabajo al mostrarse no sectario, al exponer su capacidad de diálogo y sus credenciales democráticas. Se ha mostrado como un reformista antes que un revolucionario. Eso le permite crecer hacia el centro. Es evidente que llama a ciertos sectores del socialismo, e incluso puede crecer todavía más hacia los votantes de centroizquierda, que creo son hoy mayoría.
– Pensando en las dificultades que se prevén para los siguientes años, ¿ve a Boric con los apoyos políticos y de las bases necesarios para sacar adelante un gobierno? Recuerdo las palabras del empresario Nicolás Ibáñez, quien quiere que Boric sea presidente para que fracase, y que la derecha recoja eso en el siguiente período…
Tiene apoyo político y bases sociales. Lo que va a tener en contra son los grupos de extrema derecha, que están diciendo que es un extremista, que va a destruir la economía… Ya hemos visto a empresarios retirando utilidades en vez de invertir. Las minorías políticas tienen un poder económico importante para torcer la mano de la voluntad mayoritaria, y así ha pasado una y otra vez en Chile. Esa es la principal amenaza que tiene.
Boric tiene las condiciones de gobernar y un programa político viable, pero creo que tendría problemas reales en su gestión porque va a tener que hacer frente a un sistema político que está cambiando, a un sistema económico debilitado por la pandemia, que viene de hacer un enorme gasto público insostenible en el tiempo. Va a tener que optar por políticas de austeridad del gasto público y va a ser difícil explicarle eso a una ciudadanía que está votando por un candidato para que produzca mayor redistribución. Y si no las hace, va a generar inflación. Entonces va a estar en un dilema complejo del manejo económico, de las demandas sociales y las expectativas.
Ahora, ese problema lo va a tener cualquier gobierno. Lo que pasa es que para Kast sería mucho más fácil tener austeridad fiscal y bajar el gasto porque ese es su programa. En cambio Boric va en otra dirección, y no sé cuánto espacio de maniobra vaya a tener.
Yo creo que sería un gobierno que va a tener dificultades, pero a mi juicio, de los candidatos que están en la papeleta, es el que ofrece más garantías de una transición tranquila y con gobernabilidad hacia el nuevo sistema político que está intentando establecer la Convención, hacia un Estado social de derecho, hacia la superación del neoliberalismo.
Julio César Olivares
Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile