Egresada de la Universidad de Chile y ahora estudiante de doctorado en Alemania, la joven científica tiene casi 300 mil seguidores en TikTok y aprecia la belleza de la Internet como medio para aprender, enseñar e inspirar. Pero, a la vez, es crítica con respecto a las carencias sociales que las redes parecen suplir, y expone los cambios mínimos necesarios para lograr un país más equitativo.
Con el inicio de la pandemia las personas fueron desarrollando un apego cada vez más fuerte a sus dispositivos móviles, y, por ende, a las redes sociales. Las dinámicas comenzaron a cambiar, y una aplicación en particular expandía su audiencia y llegaba para quedarse como una de las más populares: TikTok.
Las ciencias observaron el proceso con atención. En varios grupos de divulgación científica –el conjunto de actividades que hacen accesible el conocimiento científico a la sociedad “común”– se empiezan a hablar de cómo la gente estaba cambiando sus redes sociales predilectas por la app del momento. En ese instante, un poco de pánico comenzó a apoderarse de la astrónoma Teresa Paneque.
Teresa tiene 23 años, es magíster en Ciencias con mención en Astronomía de la Universidad de Chile, y desde octubre del año pasado está realizando un doctorado relacionado con las condiciones químicas para la formación de nuevos planetas en Múnich, Alemania. Hace dos años está haciendo divulgación científica –desde que ocurrió el eclipse solar de julio del 2019–, explicando con sencillez conceptos astronómicos, y hasta marzo de este año había acumulado alrededor de 25 mil seguidores en Instagram y tres mil en Twitter.
Esto, claro, antes de que el boom de Tik Tok la hiciera temer la pérdida de sus seguidores, en caso de que estas las plataformas se volvieran obsoletas, y decidiera crear una cuenta en la nueva aplicación. Nunca imaginó que tan solo un mes después ya tendría 120 mil seguidores, y tres meses después ya se acercaría a los 300 mil.
“Me siento muy afortunada y honrada de que tanta gente me quiera escuchar, es algo que me motiva mucho. Esto lo hago por amor al arte, pero al mismo tiempo también siento una especie de deber con las personas que me siguen, que me buscan para poder conectarse con la ciencia”, dice la científica. Esa sensación de deber la llevó a hacer videos de manera muy intensa los primeros dos meses: todos los días, en ocasiones más de una vez al día. Últimamente ha bajado un poco el ritmo. “A veces se vuelve bastante abrumador, pero es algo que disfruto mucho haciendo, así que de todas maneras lo hago con gusto y trato de llevarlo de manera sana”, reconoce.
Redes educativas
Teresa considera que las redes sociales son “una herramienta extremadamente poderosa”, importantísimas y necesarias para la educación. En contraste con la toxicidad que se puede encontrar en muchos espacios online “tantos prejuicios, tantos estándares inalcanzables, tantos estereotipos perniciosos”. Poder utilizar las plataformas para compartir información veraz, de manera clara y rápida, para enseñar, aprender y crecer, “es una de las cosas más bonitas y positivas que podemos tener con las redes sociales”.
Sin embargo, Teresa enfatiza que no se puede depender de ellas como única alternativa para obtener conocimiento y/o aprender, que es justamente lo que está ocurriendo en Chile: las redes sociales parecen estar supliendo una carencia en el sistema educativo. Afirma que la educación temprana es la que produce el mayor impacto en la vida de una persona, y es inconcebible que el acceso a ésta sea condicionado por el lugar o la familia en la que se nace.
Dice que encaminarse hacia una solución, primero hay que enfocar los esfuerzos en una inyección de recursos y campañas de atracción de talentos al ámbito pedagógico, de manera que los colegios públicos de excelencia transversalmente, donde a los niños se les entregue una educación de calidad en todas las aristas: ciencia, artes, matemáticas, historia, idiomas. Es un proyecto a largo plazo, admite, pero es algo posible a lo que las políticas deberían abocar desde ya: “Cómo reestructurar el sistema para asegurarles una buena calidad de educación a nuestros niños y niñas. Es algo que, invirtiendo, se puede hacer.”
Para subir el nivel educativo, Teresa también estima esencial fomentar la existencia de centros de investigación y divulgación, de forma que la divulgación (científica y de otros ámbitos) sea una salida laboral consolidada, formal, que se realice en conjunto con personas especialistas en el área de las comunicaciones. “Eso va a evitar que ocurra lo que ocurre hoy en día, donde yo, como científica sin formación en comunicación, hago divulgación como a mí me parece que es mejor hacerlo. Lo que en mi caso quizás sale bien, pero en el caso de otras personas puede ser que no”, explica.
Techo de cristal
Más allá de enseñar, la exposición además posibilita no solo inspirar y fomentar la curiosidad de las nuevas generaciones, sino que también aumentar la visibilidad de las ciencias más allá del contenido puro; una visibilidad realista, una humanización de las ciencias: “Creo que las redes sociales bajan las ciencias de ese altar ficticio en el que mucha gente las pone, y permiten [a los científicos] mostrarnos como personas cercanas” opina.
Paneque espera que cuando las personas piensen en los científicos “no piensen en un hombre blanco en una bata de laboratorio”. Quiere que se les venga a la mente también imágenes de jóvenes, de mujeres, de personas de color; que se puedan sentir identificados con científicos que son como ellas, como el común de la gente.
“Me gusta muchísimo ser una persona identificable, conversar y mostrarme como una chica normal de 23 años, si al final eso soy. Yo no soy un premio nobel, yo no soy nada especial: soy simplemente una chiquilla, que tiene hobbies, a la que le gusta aprender, a la que le gusta hablar, estar con su familia”, comparte la astrónoma.
Esta identificación, dice Teresa, es también uno de los aspectos necesarios para fomentar la participación de las mujeres en la ciencia.
Más del 50% de las matrículas de educación superior en Chile corresponde a mujeres, sin embargo, al hablar de sectores específicos relacionados con las ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas, la participación femenina se reduce al 22%. Apenas el 38% de la investigación científica en nuestro país es realizada por mujeres; a nivel mundial, el porcentaje es menor a 30. En general, la cantidad de mujeres que alcanzan puestos de poder, que inspiren y creen espacios seguros para otras mujeres, es limitada.
Esto deja en un fenómeno que en los estudios de género se le denomina “techo de cristal”: la limitación del ascenso laboral de las personas dentro de las organizaciones. Una barrera invisible, porque no existen leyes oficiales ni normas explícitas que coarte sus carreras profesionales y les impide seguir avanzando.
Teresa considera que, a estas alturas, es un tema más estructural que ideológico: “Yo siento que hemos logrado que la sociedad entienda que las mujeres son necesarias en la ciencia. Es una idea que hay que seguir conversando, que hay que seguir reforzando, pero hoy en día las mujeres sí tenemos un espacio en las ciencias”.
Pero, aunque ven la posibilidad de crecer, mantenerse y trabajar en áreas científicas, las instancias no se dan. Y el problema radica, dice, en que las organizaciones jerárquicas no tienen suficientes mujeres. Según el Ministerio de Educación, solo un 8.3% de las universidades chilenas tiene a una mujer en el cargo de rectora. Eso es lo que se debe “atacar con fiereza”, recalca.
Para hacerlo, dice la científica, hace falta un círculo virtuoso: para promover el pensamiento de mujeres en posiciones de poder, hay que partir poniendo a mujeres en esas posiciones de poder. Plantea que se necesita una contratación selectiva, donde los llamados de contratación nueva sean para mujeres en su totalidad, o por lo menos cincuenta/cincuenta.
Así, se lograría finalmente consolidar el rol de la mujer en las ciencias, y en todos los ámbitos de la sociedad: “Si queremos que esto realmente deje de ser un tema, lo que tenemos que hacer es que sea una normalidad ver a mujeres tomando decisiones, una normalidad ver a decanas, una normalidad ver a rectoras, una normalidad ver a mujeres en posiciones de poder. Hay que cambiar esa estructura”, concluye.
*Entrevista realizada para el curso Reporteo Avanzado, dictado por la profesora Ximena Póo.
**Foto gentileza Teresa Paneque