Con una trayectoria de más de 15 años en investigación, en esta entrevista la periodista habla sobre las vulneraciones ocurridas en el Servicio Nacional de Menores, sus principales falencias y el origen del descalabro. La periodista dio sus primeros pasos en el extinto Diario La Nación Domingo y su mirada siempre ha estado puesta en los Derechos Humanos para visibilizar a los sin voz.
Partió como un simple reporteo a un incendio ocurrido en un Centro de Rehabilitación Conductual (Cereco) en Puerto Montt. Carolina Rojas, periodista, tomó nota de algunos datos, pero se dio cuenta que este era solamente la punta del iceberg. Vio que los jóvenes de Cereco tenían denuncias de maltrato y que no eran escuchados.
Esa fue una de las la primera veces que Rojas reporteó sobre las vulneraciones del Servicio Nacional de Menores (Sename). Sin embargo, su gran punto de inflexión fue en el 2016 con el reportaje que publicó en Revista Paula “Las residencias para madres adolescentes”, donde vivió por primera vez la censura porque el Primer Juzgado de Familia de Santiago le prohibió publicar.
Pero eso no la detuvo. En la actualidad podemos seguir viendo el fruto de su investigación con el libro “Abandonados. Vida y muerte dentro del Sename”, en que por medio de diez capítulos relata los costos que sufren los niños, niñas y adolescentes por vivir en un país que objeta de la infancia.
“La plata que se recibe por niño se ha convertido en un incentivo perverso”, afirma Rojas. Más del 90% de los niños que son institucionalizados en Chile, son parte de residencias privadas de Organismos Colaboradores Acreditados del Sename (OCAS).
EL PRIMER GOLPE
El año 2016, investigando la situación de las madres adolescentes, Rojas se dio cuenta de que además de todas las vulneraciones que se viven en los centros de Sename, en ese lugar había violencia de género, ya que las niñas estaban encerradas con sus hijos mientras que sus agresores sexuales seguían libres. “Todo este sistema las trató como mujeres, no como niñas que fueron obligadas a parir”, reclama.
Mientras la revista apelaba por la publicación del reportaje, ocurrió la muerte de Lissette. Su historia le causó tal impacto que la llevó a escribir “Abandonados”, por lo que es la historia principal de las diez publicadas. Sólo se dejaron esas porque “son muy fuertes y no hay lector que resista tantas cosas dolorosas que hay en el libro”, dice.
Al momento de realizar denuncias por abusos sexuales, ni el Sename ni otros eslabones de la cadena como el Tribunal de Familia, detectaron que las niñas eran altamente vulneradas. Las residencias cercadas por púas y las vulneraciones vividas dentro de éstas provocan en ellas traumas que desembocan en autolesiones e ideación suicida. Pero las niñas no eran tratadas por psiquiatras ni psicólogos para la reparación del trauma vivido. “Son niñas que ya sufrían abusos fuera del sistema, y que cuando ingresan a un centro también sufren vulneraciones intraresidenciales”, afirma.
Los OCAS tienen 247 residencias, mientras los CREAD son 12. Más del 90% de los niños, niñas y adolescentes que están institucionalizados ingresan a residencias de organismos privados. Pero los centros privados son los que presentan mayores violaciones de los derechos de los niños. Desde adopciones irregulares hasta abusos sexuales. Incluso en el informe Jeldres –elaborado por la jueza de familia, Mónica Jeldres–publicado el año 2013, evidenció que las denuncias de abuso que reveló, quedaron en nada en el Ministerio Público.
Una cultura de maltrato
-¿Existe violencia en los centros?
-Sí, existe una violencia sistemática que está enquistada en los centros. Pero la falta de supervisión es el principal problema. Desde los protocolos que hay para contener a los niños hasta las circulares que se deben hacer en el primer momento que se sufre una vulneración, no se cumplen o no llegan a nada. El comportamiento de las educadoras de trato directo se va perpetuando en el tiempo. Es por eso que Lissette terminó muerta. Una educadora testifica en el caso que Lissette jugaba a esas “contenciones”, una voluntaria, en una ocasión, la vio dormida dentro de una frazada después de una contención. Ella también había denunciado a uno de sus agresores. La violencia hacia niños y niñas estaba totalmente normalizada, al punto que los niños del lugar, durante la investigación, revelaron verdaderas torturas.
-¿Cuán difícil es cambiar esta situación?
-Es difícil cambiar la matriz, pero este no es el único factor que imposibilita un cambio en el servicio, pues hay una falla preexistente que tiene que ver con el diseño de lo más neoliberal. El Sename es una de las caras más crudas del Chile neoliberal. La cantidad de centros administrados por OCAS demuestra que nuestro país es capaz de privatizar incluso el cuidado y protección de la infancia. La plata que se recibe por niño se ha convertido en un incentivo perverso, la subvención que puede ir aumentando un 25% por año. Además, los niños están en dos o más programas, lo que permite seguir lucrando con su estadía o en la atención ambulatoria. Por eso hay tantos niños sobreintervenidos. Prueba de eso es el caso de Ámbar, pese a la institucionalización, pese a su posterior paso por programas, su vida no cambió un ápice. Eso es lo más doloroso.
-¿Eso pasa también por la estructura del Sename?
-Claro que sí. El Sename está secuestrado por partidos políticos. Hay intereses creados que esconden una fórmula de silenciamiento. Estos hacen lobby político para no perder toda la plata que se gana por un niño. Prueba de ello fue el veto presidencial que buscó eliminar entre otras cosas, la norma que condiciona el nuevo servicio a la existencia de una Ley de Garantías. De esta manera también se eximía así a los OCAS de la responsabilidad solidaria respecto daños y vulneraciones cometidos en sus residencias. Hoy se paga cierta cantidad de USS (Unidad de Subvención de Sename) que puede aumentar el valor, porque el niño o niña además de estar institucionalizado, está en algún programa que incrementa el valor por especialidad.
El nombre del libro representa la realidad de los costos que sufren los niños y niñas. Demuestra que la responsabilidad de su situación no sólo recae en el servicio, sino que también en carteras como la de salud, educación y justicia, según dice Rojas. “Los niños no tienen cupos de atención de salud y hay muchos rezagados en su educación. Un niño no debería estar más de un año o menos en lugar así, en el libro hay un caso de una niña que entra a los dos y sale a los 18, sin saber qué hacer con su vida porque llega al mismo lugar donde la vulneraron, vive crisis de pánico, angustia, porque no ve futuro posible, después del encierro”, comenta Rojas.
-¿Hay una falta de preocupación por los niños y adolescentes?
-Así es. Hay una gran falta de cuidado y preocupación por la dignidad de los niños que habitan estos lugares, vemos que la discusión siempre se da frente a la reacción de una tragedia, hay que reflexionar más sobre el tema, insisto preguntarse “¿cómo se puede habitar un lugar así?” Si las denuncias sobre abusos, torturas, condiciones de encierro extremas se conocen hace años. Sin duda hay trabajadores que imagino querrán cambiar las cosas o hacen bien su trabajo, pero son los menos. Esto se evidencia con el caso de la Residencia Nido de Hualpén. Ahí le estalló en la cara a las autoridades una presunta red de explotación sexual infantil. Esto fue supervisado tras la visita de una jueza y es muy raro que no le llamara la atención lo que estaba pasando: de 25 niños, 17 habían sido declarados susceptibles de adopción. Tampoco vio algunas señales de maltrato. Siempre hay cierta retórica de preocupación desde las autoridades, cierta pantomima, frases tipo “Los niños primero”, pero al final todo queda en nada. El nuevo servicio de protección será Sename con otro nombre.
UN CASTIGO HACIA LA MUJERES
La periodista se ha dado cuenta de que cuando ocurren situaciones como la de Lissette, el juicio siempre recae en las mujeres. Ya sean sus madres, abuelas, tías o cuidadoras. Pero no se considera que muchas veces ellas son las jefas de hogar, y que cuando un Tribunal pone a sus hijos al cuidado del Estado es porque en muchos casos, nadie la ayudó. Además los niños están sobre intervenidos y las mujeres deben salir de su trabajo para asistir a tres o cuatro programas, y no alcanzan a ir a todos. Muchas son víctimas de violencia intrafamiliar. “Reporteando ‘Abandonados’ nunca hablé con padres, por eso el tema de Sename también debe cruzarlo la perspectiva de género”, dice Rojas.
Sin embargo, la muerte de sus hijos no son el único riesgo que enfrentan las madres del Sename, ya que hay casos donde niños y niñas fueron alejados de sus familias por una adopción irregular, es decir donde los padres no fueron notificados de esta decisión.
A pesar de que es un tema que se viene investigando hace un tiempo, lo cierto es que no es una novedad. En el contexto militar de dictadura, muchas madres perdieron a sus hijos, por lo que se dieron los primeros indicios de adopciones irregulares. “En ese tiempo presentaban este niño que aparecía muerto, pero debido a que eran mujeres solas, solteras y analfabetas, no hacían nada porque tenían mucho miedo, hoy se les declara la “Inhabilidad parental”, se les pide condiciones casi imposibles de cumplir para volver a recuperar a sus hijos, luego salen susceptibles de adopción y son llevados a Francia ¿Dime si no es un sistema que las castiga?”, dice Rojas.
En el caso de Hualpén, esa residencia no sólo presenta vulneraciones de tipo sexuales, sino que también es uno de los casos más actuales de adopciones irregulares. 25 niños, 17 fueron declarados susceptibles de adopción. “Desarraigan a los niños de sus familias, cuando se pudieron haber quedado al cuidado de algún pariente en la extensión de su familia”, comenta la autora de “Abandonados”. “En muchos casos, se pudo haber trabajado con la revinculación con su familia o haber realizado esa adopción dentro de Chile como última ratio”, que es lo que muchas madres reclaman.
Para la periodista hay “violencia simbólica”, que trata sobre la constante marginación en la que se tiene a los niños del Sename. Cree que además de las autoridades responsables, el cambio también está en manos de la gente, en dejar de estigmatizar a los niños niñas y adolescentes a entender que muchos fueron arrancados de sus familias, porque hay una directa correlación entre pobreza e institucionalización.
“Estamos en una sociedad provida, pero que cuando un niño crece en la calle lo criminaliza” o lo vuelve invisible, reclama la periodista. “Si ves a un niño en situación de calle, no lo mires feo. Probablemente huyó de un centro debido a las condiciones de encierro y a los maltratos vividos. Hay que educarse en cuanto a los abusos que sufren y darlos a conocer, ya que sus vulneraciones se tienen que hacer visibles, porque de lo contrario más se les desprovee de sus derechos. Hay que pensar cuanta violencia simbólica ejercemos nosotros también, como adultos o periodistas. Pero el llamado es a seguir denunciando lo que pasa con los niños institucionalizados e infractores de ley que están encerrados, justamente los que no tiene voz en esta discusión”, dice.
En julio, el proyecto de Ley del nuevo Sistema de Protección Especializada, que reemplazará al Sename, fue vetado por Sebastián Piñera por ir amarrada a la Ley General de Garantías de la Niñez , lo que “fue escandaloso”, según Rojas, porque sin esta el nuevo sistema es sólo un cambio de nombre del actual. “Los OCAS no serían supervisados y no se realizaría una correcta fiscalización de los centros. Hay una cuestión de intereses económicos. El Sename se ha convertido en un negocio, es oferta y demanda, en un diseño de subvención que nadie entiende, porque justamente está diseñado para eso”, cierra.
Antonia Folch
Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile
Michelle Ortega
Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile