Según observa la historiadora Pía Montalva en su libro Morir un poco, en los meses y años previos a la elección presidencial de 1970 la minifalda representaba vanguardia, ruptura e innovación en la moda. Las midis no convencían, las polleras hasta el tobillo eran una vuelta al pasado conservador y el pantalón rupturista reformaba y criticaba los roles de género históricamente asumidos por la sociedad chilena. Algo parecido pasaba con los candidatos presidenciales del 70: Salvador Allende era la mini revolucionaria; Radomiro Tomic, el pantalón reformista, y Jorge Alessandri, la maxifalda dominada por la norma y la estratificación
Allende y la mini ganaron. Durante el primer año de gobierno, la Unidad Popular exhibía indicadores esperanzadores: el país crecía, los salarios aumentaban, la cesantía se mantenía controlada y la inflación había disminuido a la mitad. Paralelo a ello las mujeres chilenas optaban por vestir sencillamente, como “hippie o militante de izquierda”, incluso fabricando los propios accesorios, “porque la ostentación puede resultar peligrosa” para los grupos conservadores que silenciosamente se preparaban al golpe, escribe Montalva. Y agrega:
“La izquierda, reacia al problema de la apariencia por tratarse de una práctica burguesa, se apropia de los discursos de moda para difundir y potenciar los logros de su proyecto revolucionario. Lo que interesa aquí no es la vestimenta en sí, ni mucho menos sus aportes estéticos; son sus condiciones materiales de producción y el sujeto social, el proletariado, que está tras las mismas”.
Entrando el segundo año de gobierno, la moda da cuenta de la confrontación. La economía daba señas de entrar en una crisis, y en diciembre de 1971 se produce la primera marcha “de las ollas vacías”, convocando a mujeres de todos los sectores que comienzan a retomar su rol tradicional de “súper madres” que velan por la familia y los hijos.
La crisis potenció prácticas de arreglos caseros y reciclaje. Ahora las ropas se intervenían con bordados, aplicaciones parches y bordados. Incluso se confeccionaban en casa. Ya no hay moda ni referentes. El desorden fue parte del término de la Unidad Popular, que poco a poco fue volviendo a instaurar la falda larga, conservadora y estratificadora.
*Puedes revisar el Instagram de Moda al Paso, proyecto de la diseñadora Josefina Vidal para encontrar la historia de las boutiques y pequeñas tiendas de vestuario de la zona oriente de Santiago entre 1967 y 1987.