Alrededor de 15 mil personas no tienen un hogar en Chile. Las cifras del Ministerio de Desarrollo Social y Familia hablan de una realidad que, en el contexto de la pandemia, surge como una de las principales preocupaciones. Principalmente, son organizaciones sociales las que deben hacer frente a las carencias, los prejuicios y el abandono. 

El 1° de junio pasado, cuando el calendario señalaba que la pandemia por Covid-19 llevaba tres meses en Chile, el Laboratorio de Criminalística de Carabineros (Labocar) realizó una investigación por la muerte de un hombre de 36 años, en situación de calle, a las afueras de la Estación de Metro Santa Lucía. La tarde de ese lunes, encontraron su cuerpo tirado en el acceso sur de la estación, en San Isidro con Avenida Libertador Bernardo O’Higgins. Se destinó un operativo completo para investigar el caso.

Hasta esa fecha, la Dirección de Investigación Criminal de Carabineros ya había constatado 53 muertes en la vía pública (sin saber si todas eran a raíz de Covid-19). Un caso similar ya había conmocionado, a comienzos de mayo, a la región del Ñuble, cuando un hombre de 39 años, también en situación de calle, murió en el Hospital de Chillán producto del virus. 

El futuro de las personas que no cuentan con un techo para vivir y que comenzarían a enfrentar el frío y la pandemia se puso entonces en el foco de las organizaciones que trabajan en este ámbito. No solo la soledad y la precariedad motivaron la preocupación; también la reacción de los vecinos. Tras varias de semanas de cuarentena, en el centro de Santiago, desconocidos quemaron los enseres de una persona en situación de calle por considerarlos un foco de contagio. 

Después de ese incidente, el director social nacional de la Fundación Hogar de Cristo, Pablo Egenau, escribió una columna en radio Cooperativa donde se refirió al problema: “Las poblaciones más excluidas, las personas en situación de calle, serán las más golpeadas por la pandemia y la consecuente contracción económica, porque son también las más precarizadas en lo laboral, las que cuentan con menos activos para hacerle frente”.

Las cifras otorgadas por el Ministerio de Desarrollo Social y Familia (MDSF) estiman que alrededor de 15 mil personas no tienen hogar. ¿Cómo lidian con la calle, la pandemia, el frío y la precariedad?

La calle dura

En los primeros días de marzo, tras varios meses de protestas heredadas de octubre de 2019, el Covid-19 amenazaba al país. Tras las primeras medidas, muchos comenzaron a pensar en una realidad que está allí, letal como el virus: ¿qué pasaría con la gente en situación de calle? Con esos que viven, citando nuevamente a Egenau, la dificultad “de acceso a agua, a alimentación adecuada, al pernoctar muchas veces en lugares masivos, incrementan su riesgo de contagio y, una vez contraído el virus, por sus enfermedades físicas y mentales de base y el deterioro que acarrean, la posibilidad de muerte es altísima”.

Francisco Román, director de la Fundación Gente de Calle, cree que las cifras son más altas de lo que señala el Ministerio de Desarrollo Social y Familia: estima que cerca de 20 mil personas viven hoy en las calles de Chile. 

Román lleva años planteando que debemos hacernos cargos de este problema, no a través del asistencialismo, sino de la estructura que genera estas condiciones. Asistente social con especialización en planificación social, cree que este problema se veía venir.

“El Estado busca administrar el fenómeno, no resolverlo. Es asistencialista, de caridad. La realidad de la calle es diversa en sus complejidades. La respuesta es reactiva: reaccionan cuando ya pasó. Los esfuerzos públicos y privados no deben bordear, en el mejor de los casos, 7 mil personas de un mundo de 20 mil”, declara Román a Doble Espacio. Dice que lo que va creciendo es lo que ellos llaman “la calle dura”: personas que están en la calle real, no en albergues, que no tienen acompañamiento. “Ellos viven de la solidaridad, de la relación con otros. Se ha limitado el quehacer de los organismos que colaboran en su situación por la pandemia. Para nosotros hay una mayor demanda, y queremos abordarlo desde una perspectiva de derechos, no desde una mirada asistencial

La cantidad de gente en situación de calle ha venido aumentando. Si en 2017 eran 10 mil, en 2018 fueron 13 mil. Hoy, la cifra oficial es de 15 mil. El problema, sin embargo, parece no terminar allí. Según informe de mayo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal),el porcentaje de personas en situación de pobreza en Chile aumentaría desde el 9,8 % al 13,7 %. La pobreza extrema se incrementaría de un 1,4 % a un 2,6 %.

Las autoridades comunales

En Twitter han comenzado a circular videos en los que se aprecian los conflictos y tensión que han generado las medidas por parte de las Municipalidades y el Gobierno de enviar a la población en situación de calle a albergues. 

El 15 de abril, el Presidente Sebastián Piñera anunció que el Plan Invierno se realizaría con un mes de anticipación, incluyendo entrega de alimentación, atención médica y alojamiento para personas en situación de calle. Para ello, el entonces ministro de Desarrollo Social, Sebastián Sichel, indicó que estaban contempladas 3.325 camas en modalidad 24/7 en todas las regiones del país hasta el 30 de septiembre, siempre teniendo en consideración el contexto de la pandemia.

El plan es parte del programa Noche Digna que, además de contar con el Plan Invierno, suma, desde 2012, los Centros para la Superación, que buscan “mejorar el acceso de personas en situación de calle a alojamiento temporal y servicios básicos, conectándose mediante dispositivos con la red de protección social”. La lista de albergues disponibles puede encontrarse en: http://www.nochedigna.cl/dispositivos/.

Dentro del Plan de Invierno se contempló también la realización de rutas de atención, o rutas calle, con “personal médico especializado, para atender a 4 mil personas al día”; además de la entrega de objetos para el cuidado personal además de alimentación. El Ministerio de Desarrollo Social estaría habilitando cerca de 80 “refugios Covid-19” a los que se sumarían 20 rutas calle.

A este problema, sin embargo, se sumó una arista no planeada: cientos de migrantes a las afueras de sus embajadas o consulados que se convirtieron en multitudes en las calles de Santiago. Más de 600 venezolanos acamparon en las afueras de la embajada de su país en la calle Bustos, en Providencia. Cerca de 700 bolivianos hicieron lo mismo en las puertas del consulado de su país, en la misma comuna.

Para ello el Gobierno, junto a las municipalidades, principalmente la que administra Evelyn Matthei, han ofrecido albergues especialmente para extranjeros. Sin embargo, el problema no fue solucionado, pues sus exigencias son las de volver a sus respectivos países. La alcaldesa manifestó en reiteradas ocasiones su ofuscación ante el rechazo de las personas a asistir a estos lugares: “Hay distintos albergues para distintos migrantes. No se quieren mover. Vienen temperaturas muy bajas, viene una lluvia bastante severa, puede que nieve. Desgraciadamente, no hay vuelos de repatriación para Venezuela o Colombia. No sacan nada con seguir en la calle”.

Ante la reticencia por parte de un grupo de migrantes de ir a un albergue, Matthei declaró que si llega a morir alguien por las bajas temperaturas, “yo me voy a querellar en contra de los líderes”. Poco a poco, sin embargo, debido al rápido descenso de la temperatura en la capital, muchos han decidido finalmente ir a albergues, pese a que consideran que ello signifique perder la presión que ejercen con el fin de volver a sus países.

Iniciativas privadas

Desde el primer caso registrado de Covid-19 en Chile, decenas de instituciones han debido alterar sus prácticas. Entre ellas, muchas fundaciones con fines de beneficencia, lo que ha significado un complejo panorama de acción y ayuda social a quienes hoy no pueden acceder a un hogar seguro.

Pese a ello, muchas iniciativas se han mantenido colaborando en la asistencia a personas en situación de calle. Una de las principales ha sido el Hogar de Cristo, donde señalan que han “reforzado la defensa sanitaria de los 4.500 acogidos en sus programas residenciales y ha mantenido el contacto y apoyo a quienes participan de los dispositivos ambulatorios, privilegiando entre ellos a los más vulnerables con apoyo con cajas de alimentos en el contexto de la campaña #ChileComparte”.

Es por esa misma razón que durante varias semanas un invitado recurrente a distintos medios ha sido Pablo Egenau, quien ha expresado su preocupación por esta situación. “El Hogar de Cristo cuenta con 70 programas, 28 ambulatorios y 42 residenciales que ayudan a más de 2.200 personas a diario. De los 42 programas residenciales, 36 están en ‘aislamiento social’, explicó Egenau en una carta publicada por El Mostrador.

Albergues

Cómo se vive la pandemia y cómo se adaptan los albergues que tradicionalmente acogen a personas en situación de calle, es un problema que desde principios de marzo ideó el Gobierno para que éste, en conjunto con una serie de fundaciones y organizaciones ligadas a grupos religiosos en la Región Metropolitana y a gobernaciones y municipios en el resto de las regiones del país, pudiera cobertura a la mayor cantidad de personas en situación de calle. El programa, Noche Digna, desarrollado por el Ministerio de Desarrollo Social, agrupó al Plan Invierno y los Centros para la Recuperación para llegar a todo el país.

Uno de los dispositivos de este programa es la Fundación Educere. Posee cinco albergues en la Región Metropolitana, siendo dos de estos sanitarios, con todas las condiciones para que la gente en situación de calle pueda cumplir su cuarentena. Consultada por Doble Espacio, la fundación explicó que éste es el principal desafío del año: dar un apoyo continuo y seguimiento. “El acento está puesto en albergues de 20 personas en régimen de 24/7”, explican, a diferencia de los años anteriores, cuando estos recintos recibían aproximadamente unas 30 personas, y solo durante las noches.

De esta forma, la idea es que las personas se queden la mayor cantidad de tiempo posible en los albergues, aunque no pueden hacer nada desde la fundación para impedir que alguna persona se retire. La fundación sigue todos los protocolos enviados por el Ministerio de Desarrollo Social para la prevención, monitoreo y la actuación en caso de síntomas. Además, están coordinados con el Servicio de Salud para acelerar el proceso de la vacunación contra la influenza.  

Otro de los problemas recurrentes son los prejuicios en torno a la gente que vive en situación de calle, que es algo que se vive día a día en la sociedad chilena y que se ve expresado de mayor manera estos días en el contexto de la pandemia. “Mucha gente confunde los síntomas, por ejemplo, ven una persona toser, y está podría no tener necesariamente Covid-19, sino que otras enfermedades de carácter respiratorio que suele tener la gente de la calle como neumonía”, expresaron en relación con la noticia de una persona a la cual vecinos le quemaron sus enseres con los que dormía, por considerarlo un posible foco de contagio de Covid-19. “Es así como, las personas sin hogar buscan principalmente un lugar donde sentirse seguros”, dicen.


Seres humanos

Amar Das es una organización que tiene por objetivo llevar “comida caliente, dignidad y amor a personas en situación de calle y vulnerabilidad”. Pese a las limitaciones, Florencia Seguel, directora ejecutiva y fundadora, relata que continúan actuando: “Somos cuatro personas hoy. Antes íbamos a un solo sector, hoy tenemos que repartirnos entre tres o cuatro. Durante casi dos meses estuve prácticamente sola picando verduras”.

Seguel cuenta las experiencias que le ha dado ver a la gente en situación de calle desde incluso antes de la pandemia, en un problema que pareciera ser eterno. “Hasta el estallido social salíamos una vez a la semana con 300 raciones. Ahora, por la pandemia, salimos tres o cuatro veces a diferentes lugares. Después del estallido se notó mucha más gente pidiendo comida. Es un tema más doloroso que lo que era antes”, explica.

Con respecto a la cantidad de migrantes que han debido abocarse a las calles, Seguel cuenta la crudeza de su experiencia: “Entre venezolanos y peruanos había muchos niños. Es algo que te mata. Los de Perú prácticamente tapados con nylon. Fue muy fuerte. La gente nos recibe casi como si fuéramos un milagro. Nosotros llegamos con un plato de comida, no un sándwich o un café. Garbanzos, 200 raciones con 70 kilos de zapallo. Es decir, comidas sabrosas, de muy buena calidad”.

“Hay una dicotomía muy grande”, continúa Seguel. “Yo sé de una municipalidad que hace dos semanas arrasó con todo: se llevaron las carpas, colchones, todo lo que habían llegado a tener estas personas en la calle. Ellos, entonces, comienzan a pulular, a moverse. Donde se ubican, los sacan. Se exponen mucho”. 

Hoy el problema pareciera no tener una pronta solución, pues la capacidad de albergues y edificios que pueden recibir a estas personas tienen capacidad para recibir a 8 mil personas, de un universo que oscila entre 15 mil y 20 mil personas.

“Mucha de esta gente estuvo en la cárcel. Lo primero que te piden es trabajo, ahora, claro, ya no. Te dicen que no pueden trabajar porque sus papeles están manchados. Si hubiera un elemento público que les diera posibilidades sería distinto”, dice Seguel. Antes que termine la entrevista, ella cuenta: “Hace poco me llegó un WhatsApp, justo antes de que me llamaras, de una persona de la calle diciéndome que uno de ellos había muerto en el paradero número uno de la Gran Avenida por el frío anoche. No es fácil poder ayudar, yo no quiero exponer a los voluntarios”.

Poco antes de despedirse, Seguel dice, con voz clara y firme: “La gente debiera sensibilizarse. Me han dicho casi que son escoria humana. Para mí no lo son. Cualquier persona, en cualquier situación, sobre todo hoy en el contexto del Covid-19, puede llegar a estar en situación de calle”. La línea es delgada.

 

Aleister Quezada

Periodista de la Universidad de Chile.

Matías Rojas

Estudiante de Periodismo, Universidad de Chile.