La decana de la Facultad de Medicina de la Usach hace un balance sanitario y político de la actual pandemia. Enfatiza la importancia de una comunicación precisa por parte de las autoridades, así como del acatamiento de la cuarentena para evitar un colapso del sistema de salud. Aunque cree que el virus iba a llegar tarde o temprano al país, dice que ella habría sido “más estricta en las medidas”.
Helia Molina ha tenido una jornada demandante. La pediatra y magíster en Salud Pública empezó el día dando entrevistas en la radio y en matinales, tras anunciar que la Facultad de Medicina de la U. de Santiago, donde ejerce como decana, convirtió máquinas diseñadas para la apnea del sueño en ventiladores mecánicos.
Los medios han vuelto a requerir a la exministra de Salud, quien también ha dado su opinión acerca de la situación del Covid-19 en Chile, especialmente en la Región Metropolitana. De este y otros temas conversó con Doble Espacio.
¿Cómo surge la iniciativa de la Facultad de Ingeniería y Medicina?
Comenzamos rápidamente a pensar en alguna solución innovadora, que fuese barata y que estuviera a medio servicio, para ver cómo podríamos aportar con tecnología. Empezamos a trabajar junto a una empresa privada, Sigma, y con los ingenieros vimos que podíamos, a partir de las máquinas de apnea del sueño (CPAP/BPAP), que son baratas y hay muchas en los hospitales, transformarlas en respiradores. Las probamos, y han dado buenos resultados.
Estamos en condiciones de apoyar al Ministerio de Salud si le interesa transformar estas máquinas en respiradores mecánicos invasivos para pacientes graves.
Con respecto a la ocupación de camas críticas de las UCI, actualmente en un 82%, ¿cómo cree que las autoridades sanitarias han enfrentado el problema?
Ochenta por ciento de ocupación de camas críticas es una ocupación casi total. Normalmente, ya tener un 50% es una ocupación mayor, y el 80% es estar al borde del colapso. Nunca se está al 100%, porque hay que estar preparando las camas para cuando se cambia de paciente, y me parece que estamos muy cerca de colapsar el sistema de salud. Aunque haya respiradores, tiene que haber camas críticas para el respirador y tiene que haber un equipo de salud entrenado, porque manejar una cama crítica no es una cosa fácil. Es algo muy especializado, y muy poca gente sabe de eso.
En este momento, hay muchos médicos, enfermeras y paramédicos que están cuarentenados porque han tenido contactos con personas contagiadas o están enfermos, y es probable que como la curva sigue subiendo en pocos días, se ponga más complicado. Ya hay servicios de salud que están llenos, como el Hospital San José.
¿Qué papel puede cumplir el Espacio Riesco?
Yo entiendo que el Espacio Riesco no va a ser para pacientes críticos, porque no tiene la infraestructura de un hospital, pero no lo tengo claro. No me parece que se pueda transformar en un hospital complejo. Creo que es para camas más básicas, para ir desocupando espacio en los hospitales y dejar esos espacio solo para personas con Covid que no requieran respirador.
La gente con respirador tiene que estar, sí o sí, en un hospital…
Es poco probable que se pueda hacer una unidad de cuidados intensivos en el Espacio Riesco. No lo tengo muy claro, porque no he estado metida ni me han consultado. Pero, para tener camas críticas hay que tener oxígeno de red, no un balón. Hay que tener todo tipo de monitores y hay que tener equipos médicos especializados. Eso está en los hospitales. En todo caso, tener camas para los enfermos que no son Covid-19 y ponerlos fuera del hospital, también es súper bueno.
¿Qué opina de las cifras de contagiados que maneja el Gobierno?
El tema de las cifras es complejo. De partida, el coronavirus produce síntomas en sólo el 25% de las personas contagiadas. De 100 personas que se contagian, 25 tienen síntomas y 75, no. Imagínate tú que si estamos en este momento con más de 25 mil personas que han dado positivo y que han consultado en los hospitales, hay que calcular al menos cuatro veces esas cifras para tener los realmente contagiados. Porque no se está haciendo el testeo masivo: se están haciendo algunos contactos, pero no se está usando la atención primaria, no se están haciendo pesquisas masivas a todos los contactos y la cifras absolutas que aparecen son solamente los Covid-19 positivos. Obviamente, saben que por cada Covid debe haber cuatro o cinco que no están con síntomas, y a quienes tampoco se les ha hecho el test.
El otro tema es el de las muertes. Creo que existe un subregistro de muertes, ya que la letalidad, que es el porcentaje de muerte derivadas del Covid-19, no considera a las personas adultas mayores que han muerto en los hogares de ancianos, en su domicilio o postradas. No se hace el PCR: mueren y se ponen causas de base como diabetes o infartos. En un hospital pueden llegar pacientes graves. Puede que en menos de 24 horas se mueran: son obesos o tienen alguna patología de base. Y el certificado de defunción dice que la causa fue uno de esos factores, porque el examen del Covid-19 se demora más de 24 horas en llegar a los hospitales, y muchas muertes no figuran en el sistema como Covid-19.
Dicho eso, hay que considerar que en Chile, por razones que tendremos que analizar, el porcentaje de adultos mayores contagiados es mucho menor que en otros países. Tenemos más gente joven, menores de 60 años, y en otros países esto se ha concentrado en los mayores de 65. En Chile, solamente el 15 por ciento de los que se han contagiado y que están en hospitales son adultos mayores, y eso también tiene que ver con la menor letalidad.
Otro factor es que tenemos un buen sistema de salud -muy buenas unidades de tratamientos intensivos, muy buenos médicos-, de manera que lo estamos haciendo bien hasta ahora, porque todavía los sistema de salud no están colapsados.
Hace algunas semanas dio una entrevista en La Tercera donde habló sobre el manejo del ministro de Salud, Jaime Mañalich. De haber estado ahora en su lugar, ¿habría aplicado otra estrategia?
Todas las personas somos distintas y comunicamos distinto. Ponemos énfasis en cosas distintas. Creo, y por lo que sé, que el Minsal ha hecho lo posible para manejarse de la mejor manera en esta pandemia, pero creo que ha habido algunos errores importantes de comunicación. Se debió haber partido con testeos más masivos y con un aislamiento social más exagerado.
Cuando uno escucha un aire un poco triunfalista respecto de lo que se está haciendo, está bien: es importante reconocer el esfuerzo de los equipos de salud. Pero, por otro lado, me preocupa que quede en el colectivo que lo estamos haciendo bien, que tenemos menos casos que en otros países, que se nos muere menos gente que en otros países OCDE. Creo que se produce en las personas una suerte de trivialización del aislamiento: todo el mundo rompe el toque de queda y la cuarentena. Hay poco respeto a las indicaciones porque, por un lado, se dice que hay cuarentena y, por otro, se dice que lo estamos haciendo bien, que la curva no está subiendo tanto. Yo creo que la comunicación del ministerio debe ser muy clara y precisa, por el riesgo que estamos corriendo y porque es grave que las personas no cumplan con el aislamiento social.
Ahora, si me preguntas por conductas específicas, lo que habría hecho si hubiese sido ministra es haber partido con testeos más masivos, frenando todos los contactos posibles para así frenar la expansión del virus y mandar a cuarentena más precozmente el área completa de la Región Metropolitana. Es la única forma de que los contagios no se produzcan al mismo tiempo.
Al final, nos vamos a contagiar los que teníamos que contagiarnos. En estas epidemias, se contagia más o menos el 70%. Vuelvo a decir que solo el 25% tiene síntomas, pero lo que hay que evitar es que se produzcan muchos casos al mismo tiempo. Eso es lo que colapsa el sistema de salud e hizo que los países que no lo hicieron tan bien, como España e Italia, hayan tenido a los médicos eligiendo quién se salvaba y quien se moría. Eso va en contra de todos los derechos humanos, porque todos tenemos derecho a no morirnos, aunque tengamos una enfermedad o seamos viejos.
Creo que el aislamiento social extremo logra aplanar la curva, lo que significa es que los contagios van siendo más lentos. Por lo tanto, en ningún momento colapsa el sistema de salud, porque se va recibiendo un número de casos aceptables por el sistema. Yo habría sido más estricta hoy. Hubo que esperar que aumentaran mucho los casos para que se dictaran cuarentenas en más comunas. La cuarentena debe ser preventiva, no reactiva.
¿Cómo se explica esta “trivialización” de la cuarentena?
Las personas se resisten a todo lo que sea restricción de libertades, sobre todo considerando que esta epidemia es asintomática en un 75% de los casos. Se ha dicho repetidas veces que a los jóvenes no les producen grandes problemas, que a los niños no les dan síntomas y que es un problema para los adultos mayores. Pero no ha sido así en Chile: se ha dado en todas las edades.
Me parece que las comunicaciones del riesgo han sido poco categóricas. Ahora se están poniendo multas y se está hablando, pero siempre hay un discurso ambiguo en el sentido de que, “sí, tienen que respetar la cuarentena”, pero a la semana siguiente dicen, “no, estamos súper bien. Tenemos controlada la curva, tenemos menos casos y más testeos que otros países”.
Hay una percepción de que esta cuestión es más engrupo que realidad, que no es para tanto. Por eso la gente sale, va a los supermercados y se llenan. Abren los malls y la gente va a visitarlos. A lo único que la gente ha sido bien reacia, por suerte, es a volver al colegio.
Creo que ahí son muy importante los comunicadores sociales, a quienes lo escucha la gente. Desgraciadamente, con el estallido social y desde antes, hay un descrédito de la autoridad y de los gobiernos. Ni siquiera me refiero a este. Creo que la política está desacreditada: los ministros, los presidentes, todo el establishment está cuestionado, y eso también influye.
A mí me había tocado trabajar en otras epidemias. Con la H1N1 (2009) y en los noventa, con el cólera, la gente era super obediente: lo que decía el sistema de salud, las personas lo seguían al pie de la letra. Por eso no tuvimos muchos casos de cólera, como tuvieron otros países vecinos, y con la H1N1 tuvimos muchísimos menos casos que los que se habían pronosticado, porque la gente se vacunó y porque tenía tratamiento. Pero fue muy obediente y muy manejable por el sistema.
“El virus iba a llegar igual”
El paso de Molina por el Ministerio de Salud estuvo marcado por una frase que muchos recuerdan. En una entrevista que concedió a La Segunda en diciembre de 2014, afirmó que las críticas de los grupos pro-vida al proyecto de aborto en tres causales, reflejaba un doble estándar, ya que “en todas las clínicas cuicas, muchas familias conservadoras han hecho abortar a sus hijas”. Estas declaraciones terminaron derivando en su renuncia al cargo de ministra del segundo gobierno de Michelle Bachelet.
Seis años después, las diferencias de clase se han hecho evidentes en la actual pandemia: los primeros infectados eran de clase alta que no respetaron la cuarentena, por lo que se les acusa de repartir originalmente el virus por el país.
Usted habló de las clínicas “cuicas” que hacían abortos a escondidas. Ahora, en redes sociales se habla de los “cuicos” responsables de esparcir el virus. ¿Cómo cree que ha sido el comportamiento de estas personas?
Nadie es culpable de haber estado en España, Italia, China, Singapur o Irán cuando se desencadenó la pandemia. Uno va de turista a un país, y la mayor parte de esta personas no sabía que esta enfermedad era tan grave porque los países europeos no le dieron tanta bola en un principio. No cerraron fronteras y, con la globalización y el acceso que la gente tiene a los viajes, el virus se transporta.
Los “cuicos”, que son los que más viajan, trajeron esto, pero si no lo hubieran traído ellos, lo habrían traído otras personas. Igual habría llegado, porque ha llegado a todas partes en el mundo. Pero, claro, esto se dio en el área oriente de Santiago, donde están las mejores condiciones, donde la gente puede hacer una mejor cuarentena, tener más acceso a médicos y, bueno, aquí hay un segundo brote en el sector oriente, pero se manejó con casos controlados. Obviamente, cuando va hacia el área poniente y surponiente de Santiago, se instala la pandemia en la población más vulnerable y hacinada, donde hay migrantes, donde se vive en condiciones menos adecuadas y donde hay mucho adulto mayor.
Creo que no le podemos echar la culpa a nadie de haber traído el virus, porque alguien lo habría traído igual. De alguna manera, llega. Pero en este caso fue el verano chileno, todos venían llegando de las vacaciones y el que trajo el primer caso certificado fue un doctor.
¿Que augura con la pandemia en el país?
Chile no es tan distinto a otros países. Es verdad que de este virus sabemos bien poco, que estamos aprendiendo de la experiencia de otros países, pero cada país se ha comportado distinto. Esto es como una campana: parte con pocos casos y va aumentando, y en un tiempo, que suelen ser dos o tres meses desde que empieza la curva, tiene un peak masivo que puede ser menor si logramos mantener cuarentena, y vamos a seguir en eso.
Vamos a tener una curva que probablemente va a llegar a su peak en un mes más, por el frío. Después de un tiempo de peak o meseta, donde se mantienen varios casos pero no aumentan, ahí empieza a bajar, porque disminuye la población susceptible. Lo que se viene es mucho aumento de casos y de muertos, y después de un tiempo se va a empezar a reducir. Va a quedar el riesgo de infección, pero en ningún caso de peak, porque ya se habrá infectado una gran parte de los susceptibles.