Funcionan desde el año 70, pero hace 5 años pusieron aún más empuje a la Junta de Vecinos que reúne a cerca de 500 habitantes en torno al barrio Matta norte, en Santiago. Desde el estallido social, muchos de los habitantes se vieron afectados en sus fuentes laborales ya precarias y ahora, con el huracán del Covid, muchos perdieron definitivamente el empleo. Si antes hacían ollas comunes, hoy arman canastas familiares. ¿Qué hacen los vecinos de barrios golpeados por la cesantía? Muchos se organizan. Valeria Bustos Arriagada, presidenta de la Junta de Vecinos El Progreso, cuenta por qué es importante la solidaridad en tiempos de desesperanza.

 

“Nuestra Junta de Vecinos El Progreso reúne a todos los habitantes del barrio Matta norte. Hasta el año 2015 estuvo designada una presidenta por la dictadura, pero desde entonces todo es muy distinto y los vecinos se han empoderado de su sede. Ha sido crucial ese empuje porque el entorno ha cambiado y ahora es multicolor: hay muchos haitianos, camerunenses, peruanos, ecuatorianos y colombianos, sólo por nombrar a algunos. Por eso, la inclusión es nuestro lema: no solo por la inclusión social sino que también por la comunidad transgénero. Es un barrio que tiene una alta población migrante que ejerce el comercio sexual callejero y la idea era integrar también a las trabajadoras sexuales como parte de la comunidad. De hecho, la secretaria elegida el año 2018 es trangénero y fue elegida por el barrio. Eso es un gran logro de inclusión.

Valeria Bustos. Presidenta de la Junta de Vecinos.
Valeria Bustos. Presidenta de la Junta de Vecinos.

En la Junta de Vecinos El Progreso la idea es que todos se sientan representados.  Hoy en día tenemos líneas temáticas como género, vivienda, educación y Derechos Humanos. Tenemos el preuniversitario popular José Huenante y español para haitianos y camerunenses, además de salud integral. La unión y la solidaridad ha sido fundamental para acompañar a quienes pierden sus trabajos o mamás solas que tienen que sacar adelante a sus hijos.

Cuando comenzó el estallido social fue bastante pesado. Hubo mucha participación, pero también mucha represión. El mayor temor de los vecinos era no tener comida, por eso, inmediatamente levantamos una olla común que se llamó ‘la olla común permanente hasta la asamblea constituyente‘. Y empezamos a hacerla todos los días. Fue una forma de ayudar, pero también de reconocer la identidad de nuestro barrio. Llegaban jubilados, viejitos que no podían llegar a cobrar la pensión, familias migrantes con empleos precarios. Mucha gente que hacía aseo por día en departamentos, aseadores, ambulantes, coleros de feria, gente que vende por catálogo, que ofrece servicios como peluquería , uñas depilación.

Cuando empieza el estallido, esas personas se dan cuenta que no pueden seguir trabajando y para ellos se levanta la olla común. También comienzan a llegar vecinos en situación de calle. También pasaron a ser comensales de la olla común las trabajadoras sexuales del barrio. Hay 120 trabajadoras sexuales principalmente migrantes, y con el toque de queda se vieron afectadas. ¡Se empezó a llenar esta olla común donde partimos con 150 platos diarios y llegamos a  500!

Cuando comenzó la pandemia quedamos descolocados. Desde el 18 de marzo que estamos en cuarentena total así que optamos por no abrir la sede y hacer canastas familiares. Catastramos a 81 familias que en este momento requieren apoyo solidario de manera muy urgente. Somos los pobres que Santiago no ve. De día se puede ver progreso, pero no es la realidad que se vive dentro de los hogares.

El nivel de hacinamiento es inmenso. Hay mucha gente viviendo en cités. Casas antiguas que fueron adaptadas para arriendos por piezas donde viven hasta 70 personas y departamentos de 40 metros cuadrados donde habitan hasta tres o cuatro familias. No tenemos la libertad de movernos para entregar la comida, pero sabemos que esto pasará, como pasa todo y la solidaridad nos permitirá volver a levantarnos”.