Tras la última extensión de cuarentena, la ciudad magallánica se transformó en la comuna con el confinamiento más prolongado del país, hasta la semana pasada. Sin embargo, el poco respeto a quedarse en casa y una respuesta lenta a la pandemia, mantienen a la ciudad con un dato preocupante: la tasa más alta de contagios por cada 100 mil habitantes.

 

Cinco grados marcó el termómetro la mañana que Punta Arenas amaneció aislada. El sol brillaba antes de que lo hiciera en el resto de Chile. Era 1 de abril, primer día de cuarentena.

La ciudad confirmaba 102 casos de coronavirus. La cifra, un mes después, superaría los 700 infectados. Doce veces más que al inicio, además de 10 fallecimientos y más de 4 mil trabajadores con contratos suspendidos por empresas acogidas a la Ley de Protección del Empleo.

Según autoridades de salud la ciudad cuenta con 28 ventiladores mecánicos, de los cuales, al 30 de abril, sólo 10 se encontraban disponibles. Por esto, el ministro de Salud, Jaime Mañalich, viajó a Magallanes con el fin de realizar la donación de 2 ventiladores adicionales. Durante su visita al Hospital Clínico Magallanes, principal centro de salud de la zona, un funcionario encaró al titular del Minsal por la falta de insumos.

El director del Servicio de Salud de Magallanes, Nelson Reyes, explicó que para luchar contra la crisis han disminuido la atención ambulatoria para tener más camas cuando se presenten los primeros casos. “Tenemos un total de 320 camas y 11 camas críticas, pero el Estado nos ha autorizado para habilitar los pabellones en caso de ser necesario”, dijo.

Hasta el 2 de mayo la Federación Nacional de Profesionales Universitarios de los Servicios de Salud reportaba que Red Magallanes, principal centro de salud privado de Punta Arenas, es el segundo centro médico con más contagios de especialistas de salud: 90 casos positivos y 136 en cuarentena por contacto.

Hoy la situación parece no mejorar como se esperaba,  a pesar que ya salieron de la cuarentena de 37 días. Los ciudadanos, con distintas manifestaciones, han dado a entender que las respuestas llegaron tarde. La queja es común: que se priorizó el turismo sobre la salud.

 

La voz del contagio

Juan Flores tiene 44 años recién cumplidos y ha vivido toda su vida en Punta Arenas. Al momento de realizar esta entrevista con Doble Espacio –vía telefónica–, está a punto de cumplir un mes en cuarentena: fue detectado con Covid-19 el 27 de marzo. Los síntomas aparecieron el mismo día. Despertó por un frío imposible de ignorar acompañado de dolores corporales y un hecho que lo alertó: expulsar flema con sangre. La causa, cree él, es el contacto diario, pese a estar protegido, pues trabaja en el aeropuerto de la ciudad.

“Me hicieron el examen en el Hospital Clínico Magallanes y pensé que me iban a hospitalizar porque tenía cristalizado el pulmón, pero no. Me mandaron para la casa”, dice Juan, con una voz cansada que es parte de los síntomas de la enfermedad. “Despiertas asustado, sin oxígeno, con un ardor por el que me tengo que sacar la ropa para soportar el calor. Cuesta hablar. Todavía estoy cansado de hablar”.

Juan explica que al día siguiente el médico lo llamó para que fuera al hospital. Le hicieron los exámenes y pensó que lo más seguro era que lo hospitalizarían. Juan cuenta que el médico le dio el alta y le dijo: “Te vas a sentir mal, pero mala cuea, hay que aguantárselo”.

Desde entonces Juan permanece alejado de sus hijos y su esposa. Hoy, según el sistema de salud, Juan es un recuperado. “Me llamaron para decirme que había pasado mi cuarentena, pero que no me harán el examen de salida. Aparezco como recuperado por estadística”, dice sin poder explicarse esta realidad.

Además, Juan no sabe bien cuánto le costó contagiarse de Covid-19. “En la Isapre me cobraron 25 mil por el examen y 300 mil por el TAC (otro de los exámenes para verificar el estado de salud). Todo el tiempo me atendieron sin cobrarme. Ahora no sé cuánto saldrá todo cuando termine esto. No me dicen nada”.

 

Los dos rostros de la enfermedad

La historia personal de Andrea Fernández (40) con el coronavirus comenzó el 7 de abril, pero días antes sospechó algo. “Conmigo el virus fue mala persona”, cuenta entre risas. “Ese día empecé con todos los síntomas. Tenía colitis, dolores de guata, y antes no podía sentir el gusto a la comida ni tenía olfato. Pero fue el 13 de abril cuando me atacó una taquicardia, no podía respirar. Era como estar dentro de una bolsa de nylon, amarrada y sin poder salir”.

Andrea es educadora diferencial. Está casada con Patricio Jara (40) que, al igual que ella, se contagió de covid-19. “A mí ese 13 de abril, por medio de un escáner, me diagnosticaron coronavirus. Pero en ese momento me dijeron que no se podía saber si alguien estaba infectado a través de eso, pero ayer (28 de abril) el ministro de Salud dijo que sí se puede ver”, explica también vía telefónica. En la noche me daba miedo quedarme dormida porque pensé que iba a pasar de largo. No es como un resfrío ni una tos. Es otra cosa”.

Andrea Fernández y Patricio Jara
Andrea Fernández y Patricio Jara

 

Andrea se pregunta por qué nunca estuvo hospitalizada pese a sus síntomas. Explica que moverse era como mover más de 300 kilos. “A mí me salvo Dios. Cuando volví con el broncopulmonar el 21 de abril me preguntó a qué santos invoqué porque bajé muy rápido mi neumonía”.

Al ser Fonasa, Andrea debió pagar 127 mil pesos por el escáner, pero al ser su marido funcionado de la Armada, la cuenta bajó a 79 mil. Además, distintas personas del servicio de salud, acompañadas de una persona de la PDI, visitaron su hogar para verificar su progreso y si estaban cumpliendo cuarentena.

Una situación, sin embargo, le llamó la atención. “Un día vinieron a ver a mi marido y la enfermera me explicó que yo también podía ser propensa al Covid-19. Le contesté que era yo quien lo contagió”. Cuenta que la enfermera no portaba un registro de ello. Pero una duda surge en la voz de Andrea. “Nos dijeron que no teníamos que hacer un nuevo test, sólo que nos darían un carnet de alta por coronavirus. Yo no sé cómo ellos van a saber si efectivamente damos negativo”.

 

Los olvidados de los datos

Casos como el de Joaquín Torres Subiabre, quien rompió cuatro veces la cuarentena obligatoria en menos de una semana, siendo recién aprehendido la última vez, ilustran los problemas que tiene Punta Arenas para lidiar con la cuarentena.

De hecho, Punta Arenas tiene la cifra más alta de permisos temporales en regiones con 350 mil solicitudes para una población de 120 mil. Superan incluso a Temuco, ciudad en la cual se han solicitado 280 mil permisos. Le sigue Osorno con 256 mil.

El mismo problema relata Carolina Carmona, profesora de música que vive en Punta Arenas desde 2016. “El 30 de marzo, un día antes de que comenzara la cuarentena, el supermercado estaba lleno. La gente no usaba mascarillas, no guardaban distancia, a pesar de que ya había indicaciones como la de limpiar carros, hacer entrar a cierta cantidad de gente. Nada era obligatorio”, cuenta la docente de la escuela Dellamira Rebeca Aguilar.

Además, la pandemia ha alterado la forma en que Carolina trabaja: “Es una locura ahora ser profesora de Música. Es pensar en cómo hacerle clases a alumnos que no tienen Internet, porque trabajo en una escuela con alta vulnerabilidad, en un liceo para adultos que es una realidad que todo el mundo olvida”.

Los mismos problemas cuenta Carla Hulin, educadora diferencial que llegó a vivir a Punta Arenas en febrero de este año. “Dejé mi trabajo en Concepción para buscar una mejor calidad de vida. Acá la gente ama harto su territorio, pero cuesta mucho entrar cuando uno es de fuera”. La cuarentena, sin embargo, transformó este en su problema menor. “La gente no entiende que esto es una pandemia. Uno ve cómo la gente hace asados, sale a trotar, incluso abuelitos sentados en las plazas sin mascarillas”.

Carla explica que a raíz de no vivir en el centro de la ciudad, el delivery de productos puede llegar a tener un costo superior a los 5 mil pesos. “Otro problema es cómo la gente compra copete. Hay una ley seca que establece que solo se puede comprar desde las 6 AM hasta las 11 AM, lo que significa que durante esas horas hay filas kilométricas para comprar. Compran temprano, se curan más tarde”, explica vía telefónica.

Esto último, explica la Organización Mundial de la Salud (OMS), termina correlacionándose con los efectos de la cuarentena que indican un previsible aumento de casos de violencia intrafamiliar. Cifras que se explican el aumento de llamadas recibidos por parte del Servicio Nacional de la Mujer y Equidad de Género (Sernameg), que durante abril atendió 36 llamados en la Región de Magallanes.

Los datos, pese a parecer estables, no se han correlacionado con las experiencias de sus contagiados y sus habitantes. Hecho que se intensifica al leer las palabras del Dr. Iván Araya, Jefe UCI de la Clínica Red Salud Magallanes a el diario El Pingüino: “Aquí podría existir rebrote por cuarentenas no cumplidas (…) algunos se ven sin mascarillas y desafortunadamente si no hay una cultura de respeto de las normas sanitarias, la situación en una región con pocas opciones a donde asistir clínicamente podría claramente provocar un rebrote”.

Al cierre de este reportaje la Región de Magallanes contaba con 795 casos. El crecimiento asusta a los habitantes de la zona: 3,9% de los infectados en Chile se concentran en una región de 150 mil habitantes; es decir, un cuarto de la población de Puente Alto.

Aleister Quezada

Periodista de la Universidad de Chile.