Luego de tres años de producción, Zurita, verás no ver, que retrata al premio Nacional de Literatura de 2000, llegará a los cines locales el 26 de septiembre. La directora explica el proceso creativo de su documental, la importancia del poeta y lo que el cine significa para ella.
Pisagua, norte de Chile. Imágenes del desierto y del océano se unen a una voz temblorosa que refiere un sombrío hallazgo en ese pequeño pueblo costero: una fosa común con ejecutados políticos de la dictadura militar, cuyos cuerpos se han momificado por las sales de la tierra.
La voz es del poeta Raúl Zurita, protagonista del documental Zurita, verás no ver, de Alejandra Carmona Cannobbio: un recorrido por su vida, su trabajo como artista visual, su rol de activista, las torturas que sufrió por parte de los militares; todo esto, mientras trabaja en la proyección de 22 frases que iluminarán la bahía de Pisagua.
El filme, que se ha presentado en festivales como Valdivia, Femcine y Cinélatino de Francia, surgió en medio de una investigación que la cineasta realizaba sobre las perspectivas de la vida después de la muerte. Sin embargo, al ver la inmensidad del tema, decidió acotarlo, y se centró en el poeta: “Zurita representa todas esas pulsiones que yo buscaba realizar en el otro documental. Por un lado, su relación con la muerte es algo inminente en él; por otro, no teme enfrentarse a estas temáticas, que son más tabú”.
Carmona Cannobbio acaba de salir, por un rato, de la clase de Lenguaje Audiovisual que imparte en el ICEI de la Universidad de Chile. Se saca sus lentes de sol y expone las dificultades que planteó a la película la salud el poeta, quien padece desde hace 17 años el mal de Parkinson:
“No es tan fácil trabajar con una persona que tiene una enfermedad bien avanzada. Fuimos al desierto, caminamos mucho buscando un lugar apropiado para realizar unas tomas. Debíamos tener especial cuidado de que no se tropezara con las piedras: el Parkinson te va paralizando y él tenía mucho vértigo, producto de la misma enfermedad. Fue muy valiente al haberse parado en los acantilados frente al mar. Entendía lo necesario de esas tomas, que tenían mucho que ver con la inmensidad y la propuesta de su propia poesía.
La realizadora cuenta que Zurita, producto del Parkinson, viajó a Italia para un tratamiento experimental a principios de este año, y espera que vuelva a Chile para el estreno del documental, el 26 de septiembre. Además, confiesa su admiración por el autor de Anteparaíso, que escuchó por primera vez con 17 años, en la Universidad Católica.
¿Cómo trabajas con la admiración cuando retratas a alguien en un documental?
Creo que uno siempre tiene que estar enamorado de sus personajes para poder retratarlos. Si no, imposible. Si los odias, imagínate.
Poesía del pasado
No es la primera vez que Carmona Cannobbio ha enfrentado la muerte y la dictadura en términos personales. En 2003 estrenó el documental En algún lugar del cielo, donde explora la relación entre su vida, marcada por su exilio en la República Democrática Alemana, y la de su padre, el periodista Augusto Carmona, miembro del MIR que estuvo en la clandestinidad hasta su asesinato, en 1977.
El lugar del cineasta en su propia obra, cree, depende de varios factores. Para ejemplificar, rescata otro documental, Nuestro pan de cada día (Nikolaus Geyrhalter, 2006), donde dicho lugar “es completamente imparcial y debe mostrar el proceso tal cual es, sin que entre su emoción”. Sin embargo, agrega, no es la única manera: también existe la vereda de las emociones y la empatía, algo que usó con Zurita y en su propio filme autobiográfico.
“En algún lugar del cielo es distinto. Estás relatando tu propia vida, no buscas empatía, sino que tratas de buscar el lugar del director”, aclara. “¿Cómo me desprendo de mi propia historia para narrarla? Volviendo a ella y transmitiéndola, sin quedarme en lo meramente objetivo y frío. Creo que cada documental es un desafío nuevo, depende de qué tipo y para qué audiencia y con qué finalidad y qué propósito enfrentas una obra.”.
Para ti, ¿qué es lo poético? ¿Desde dónde te lo planteas?
Lo poético es algo que siempre busco cuando hago cine. Creo que lo poético está en una conjunción misteriosa entre la imagen, el tiempo, el sonido y la mirada del que lo está realizando. Alguna vez, [el cineasta] Fred Kelemen dijo: “Si miras con amor una imagen y grabas con amor esa imagen, eso se va a reflejar; y si grabas esa imagen con odio y desdén, también va a quedar reflejado”. Creo que ahí hay una tensión interesante, donde se sitúa lo poético. Además, siempre he admirado mucho a Andrei Tarkovski y su relación con esa tensión del tiempo que transcurre y la belleza de una imagen. La belleza te puede transportar a otro estados internos.
¿El cine es un arte?
Claro. Y es una búsqueda. Es un esfuerzo mayor donde no hay una sola receta. No hay una sola definición. En la pintura tenemos lo mismo: están los hiperrealistas, y tenemos a Francis Bacon, que pinta un rostro completamente desfigurado y que es complemente poético.
Sanar heridas
En el filme de próximo estreno, Zurita relata las veces que, en su desesperación, llegó a marcar su propio cuerpo. También, que fue torturado, que se quemó la cara con una cañería de calefont y que, años más tarde, se roció amoniaco en los ojos. Así y todo, encontró en la poesía una manera de curar sus heridas.
Carmona Cannobbio reflexiona al respecto antes de volver a entrar a su clase, y mientras mira al horizonte, dice identificarse con el artista.
¿Crees que el arte y el cine pueden hacer del dolor algo más llevadero?
Creo en el cine como un arte de sanación. Zurita también dice que la poesía ha sido su sanación. A través de sus acciones poéticas se fue sanando de la tortura, y en eso hay harto parecido. Tanto mi película anterior como esta fueron una búsqueda de sanar la herida del asesinato de mi papá. Hacer esa película me llevó a encontrar algunas respuestas y sus compañeros con los que luchó en el MIR, y conocerlos fue para mí muy sanador, y ahora, con Zurita, verás no ver, es como terminar de cerrar esa misma herida que sangra. Creo que ahora mis temas ya no van a girar más en torno a ese oscuro capítulo de 17 años.
¿Qué importancia le atribuyes a Zurita?
Siempre ha sido un gran provocador y un gestor. Fue súper importante a nivel de resistencia, poética y artística, contra una dictadura. Creo que con el grupo CADA (Colectivo de Acciones de Arte), dejaron imágenes grabadas en nuestro colectivo como sociedad, como los panfletos cayendo desde el cielo que portaban un mensaje de abrir las conciencias y que cualquier ser humano puede ser un artista. Y es contradictorio que haya sido encasillado entre los artistas elitistas, cuando toda su vida ha girado en torno a lo contrario: a llevar el arte a las masas. Y hace un año, junto a otras personas, contribuyó a que destituyeran a un ministro de Cultura que puso en duda el Museo de la Memoria. Ese tipo de cosas son insostenibles y no se pueden tolerar desde ningún punto de vista.
El absurdo del horror…
Claro, y luego negarlo. Porque lo que hizo ese ministro fue negar lo que había ocurrido.
¿Qué distingue a Zurita de otros poetas de su generación?
Él se mete con todo su cuerpo en lo que hace, aunque ha repetido que cuando se quemó la cara o se tiró ácido en los ojos, no fue una performance, fue un acto de desesperación. Pero un acto humano de desesperación que se convirtió en un acto poético. Él sigue denunciando el atropello de los derechos humanos, en Chile y en el mundo. Y no se queda en la palabra, en lo bonito o en buscar lo poético: es un poeta que está conectado profundamente con el dolor de toda la humanidad. Eso lo distingue y lo hace más humano.
Mariana Poblete
Periodista de la Universidad de Chile