En 1997, Bajos de Mena hizo noticia por las “casas Copeva”: marginalidad, delincuencia y drogadicción quedaron en la memoria de un país. Hoy, el barrio puentealtino comienza a tomar otros rumbos de la mano de actores sociales como Melyna Montes. Micrófono en mano y provista siempre de un alegre “Muy buenos días mis amores, mis queridos vecinos, mis queridos amigos”, busca cambiar la imagen del sector que la acogió en sus peores días. Adelante, estudios.

 

Una poza de agua adorna la entrada a la casa de Melyna Montes (45), en un pasaje escondido de Bajos de Mena. El celular marca 13 grados, mientras corre un viento típico de otoño capitalino. Pero, llueva o truene, Melyna no abandona sus vestidos y sus tacos. “Yo creo que la mujer siempre debe andar arregladita, aunque tenga unos kilitos de más, como yo”, dice, sentada en el living de su casa.

Melyna lleva la mitad de su vida en Bajos de Mena. Hace 21 años dejó su natal Parral en busca de mejores oportunidades laborales en Santiago, las que nunca se concretaron. Con una hija de cuatro años y una criatura en camino, tuvo que pasar sus primeras noches en la calle. Sobre esos días en Santiago dice no recordar mucho, excepto su estancia en el barrio Franklin, donde subsistió vendiendo Súper 8 y agua mineral.

En ese ir y venir capitalino, escuchó el dato de los blocks desocupados de Bajos de Mena, donde llegó sin pensarlo mucho. Con las puras ganas de salir adelante, y sin pedir permiso, Melyna y sus dos hijos se instalaron en un departamento de la población El Volcán. Un cartón fue la cama que los acogió esa noche y las que siguieron.

Este sería la primera de varias viviendas que albergaron a su familia. Los cambios de block, impuestos por la municipalidad o por las condiciones precarias, se volvieron parte de su rutina. Pero a la cuarta orden de demolición, y con una vida marcada más por la mudanza que por la estabilidad, decidió ignorar a las autoridades y se quedó entre los escombros. Sola, entre fierros y concreto.

“Me llegaron a ofrecer 18 millones de pie para una casa de unas cuadras más allá, además de pagar dividendo. ‘¿Estai más hueón que voy a pagar dividendo?’, les dije. No, yo me quedaba donde estaba. Siempre en Bajos de Mena”, recuerda Melyna. La espera no fue en vano: tras larga pelea con el Serviu, obtuvo una permuta. Le entregaron $ 13 millones y ahora es dueña del departamento donde vive con sus tres hijos.

“Me pasaron, en venganza, un lugar sin puerta, baño, piso ni electricidad. Pero no me importó, porque al final de todo, había ganado la pelea”, concluye.

Sus cicatrices

Corría 1997 y Bajos de Mena hacía noticia. Las polémicas “casas Copeva”, entregadas por el Gobierno de Frei Ruiz-Tagle, se transformaron en el símbolo de la precariedad de las viviendas sociales. TVN, Megavisión y Canal 13 transmitieron en vivo las inundaciones que terminaron con el sueño de más de 500 familias. Fue en uno de estos reportajes donde Melyna tuvo su primer encuentro con las cámaras. Con un aspecto muy distinto del actual, mostró al resto del país cómo el Estado los dejaba con las manos vacías.

Lo anterior motivó a varios a ir en su ayuda, entre ellos la animadora de TV Paulina Nin de Cardona, quien le ofreció trabajo como cuidadora de su padre, Sergio Nin de Cardona. Hasta el día de hoy lo hace, aunque no lo ve como un simple empleo. La relación que tiene con don Sergio, debido a los años y a la confianza, va más allá. Ahora, incluso se queda en su casa los fines de semana.

Pero los cuidados de Melyna no terminan ahí. Lleva la cuenta exacta de los niños que ha criado: ya van diez. El último fue “Bodoque”, como lo apodaron, cuya madre lo dejó a su cuidado por un fin de semana, y volvió meses después. Cuando el niño se enfermó y hubo que llevarlo al hospital, “ni el nombre me sabía”, cuenta entre risas. Terminó en una comisaría, dando explicaciones por la custodia del menor. Solo con la ayuda de sus hijos, Melyna supo darles el hogar, la educación y el cariño que necesitaban. Se las arreglaban para cuidarlos día y noche: cuando Melyna trabajaba, Francisca, su hija mayor, cuidaba al niño de turno; su hijo lo paseaba durante las noches, mientras “Mely” preparaba la leche.

“Puede que conmigo los niños no tengan lujos, pero tienen un lugar donde estar calientitos, con amor y comida. Todo esto lo hago desde la necesidad que tuve cuando chica: no quiero que otras personas pasen lo mismo que yo sufrí”, afirma.

El poder del micrófono

Melyna no solo es cuidadora. La mayor parte de la semana es la reportera y directora del canal de televisión comunitario Bajos de Mena TeVé, donde informa de los hechos noticiosos relacionados con la población que la acogió y donde ya es un referente.

En diciembre de 2016, la asociación Mapa Fílmico de un País (MAFI) llegó a Bajos de Mena para echar a andar una plataforma que busca dar a conocer “la otra cara” del sector, y así quitarle sus estigmas. Ya llevan tres años funcionando. “En un reportaje, decían que aquí hay un solo camión que reparte gas. Pero eso es mentira. Aquí tenemos muchos camiones. Un vecino tiene su empresa con diez repartidores. Lo mismo dicen con la pizza y otros servicios. Nosotros tenemos de todo. Desde nuestra necesidad, hemos ido armando nuestros propios servicios”, asegura.

“En Bajos de Mena encuentras de todo. Si caminas una cuadra, puedes encontrar villas muy lindas. Das otro paso y es una miseria. Un par de pasos más, y hay unos chalés maravillosos. Pero lo único que aparece en la prensa son los edificios abandonados y la pobreza”, comenta Melyna.

Las noticias de Bajos de Mena se transmiten de forma comunitaria. “Todo lo que pase aquí, lo bueno y lo malo, es culpa mía”, dice entre risas. Partidos de fútbol entre vecinos, completadas, bingos, inauguraciones, aniversarios y hasta festivales en localidades cercanas, son parte de los eventos que cubre el canal de televisión, que cuenta con cerca de 7 mil seguidores en Facebook, su red social con mayor alcance.

A pesar de ya no estar tan dedicados a las comunicaciones, Bajos de Mena TeVé sigue funcionando, pero con otros objetivos por delante. Si hace un par de meses lograron gestionar internet gratuito en los dos consultorios y en una sede social de la población, ahora están en la tarea de conectar la sala de espera de Oncología del Hospital Sótero del Río. “Tenemos todo, pero las autoridades no nos quieren escuchar. O nos escuchan, pero se hacen los sordos”, agrega.

En medio de la pausa de Bajos de Mena TeVé, Melyna decidió crear su propio medio. “La Vitrina” es el lugar donde busca potenciar los emprendimientos de sus vecinos. “Acá hay gente que hace cosas maravillosas con las manos y no tienen donde mostrarlas. Ahora yo soy su vitrina”, plantea, esbozando una risa.

Es así como Melyna se ha ido ganando un espacio en el corazón de sus vecinos grandes y chicos. La ocasión en que la defendieron de un asalto en una micro por ser “su reportera”, o el caso de una niña que cuando grande quiere ser como “Melyna y su micrófono”, reflejan que Melyna, más que reportera, se transformó en la voz de Bajos de Mena.

La nueva cara de Bajos de Mena

Melyna Montes, la reportera de Bajos de Mena -o “mi reportera”, como algunos la llaman-, camina por las calles de un sector que ha visto cambiar. Reconoce que ese será su lugar hasta que muera. Por ahora, pasa sus días cubriendo lo que los medios tradicionales no muestran, ese Bajos de Mena que renace, olvidado por el Estado, pero con una energía y un sentido de conexión que solo sus vecinos pueden entender y contar.

Su sueño es pisar la Quinta Vergara, aunque no como artista, porque reconoce que no canta ni baila: quiere estar allí para entregarle el galardón a algún cantante y demostrarles a todas las mujeres que, incluso con unos “kilitos de más”, se puede. Y aunque la oportunidad de Viña no se ha dado, su llegada a la televisión, sí. Aunque de forma atípica. Tras haber transmitido en vivo para Bajos de Mena TeVé una balacera en un Cesfam del barrio, las invitaciones a matinales le llovieron. Allí, denunció la despreocupación de las autoridades.

Con una historia de muchas batallas, las ha ganado casi todas, y ahora habla de las siguientes. La más cercana: poner contenedores de basura en las calles. Está segura que lo logrará.

Siempre ha aconsejado a sus vecinos sin importar la hora ni el lugar, ya que su historia de vida es, a la vez, la de todos ellos. “Me pongo en los zapatos del drogadicto, de la mamá soltera, de la que sale temprano a la feria a vender sus cosas, de la que trabaja apatronada, de la que se levanta muy temprano y llega muy tarde. Me siento con el derecho de hablar, porque yo viví esas cosas”, comenta, emocionada.

Melyna toma su historia de vida con sabiduría y sed de cambio. Las comunicaciones con para ella un simple medio para alcanzar su meta: ver su Bajos de Mena lindo, limpio, y que, junto con eso, el resto del país note que la población no siempre será como los grandes medios lo cuentan: “Si puedo hacer algo para que la persona de al lado no viva lo que yo viví, lo hago. Siempre digo, ‘me gustaría haber tenido una vecina como la Melyna para que me hubiese cuidado cuando chica’”.

José Carvajal Vega

Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile

Isidora Pinochet Venegas

Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile

Nicolás Fuentes Cruces

Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile