“Cancelar” es un término corriente en las redes sociales: significa dejar de seguir a alguien por acciones o dichos considerados reprochables. El autor de Logia fue uno de los arrastrados por la ola feminista de 2018 a propósito de una columna de tintes machistas sobre una reconocida actriz, entre otros textos. En esta entrevista habla de su trabajo, de su último libro –El cáliz secreto– y de cuánto lo afectó la polémica del año pasado.

 

El mayo feminista chileno sacó “los trapitos al sol” de varios famosos. Entre ellos estuvo el cineasta Nicolás López, actualmente procesado por abuso sexual y violación. Después, fueron salpicados sus cercanos, entre ellos Francisco Ortega, por textos considerados misóginos y sexistas. Muchas personas lo insultaron y lo “cancelaron”. El escritor y periodista pidió disculpas por sus redes sociales y durante un tiempo se mantuvo alejado de los medios. Ya no abre las puertas de su casa, porque prefiere mantener un espacio privado. Dice que ya no confía tanto en las personas.

Mientras Ortega come un croissant en el Starbucks de La Serena, alejado de la puerta, pero también de las ventanas, se concreta esta entrevista. Está en el tour promocional de su último libro, El Cáliz Secreto, un thriller histórico protagonizado por mujeres. Sentado en un sillón golpetea su café repetidas veces con sus manos blancas, y mueve una pierna de forma incesante. A cada momento mira hacia el horizonte, como si buscara inspiración. Parece un poco nervioso. Venía de presentarse en la librería Contrapunto, al mismo tiempo que se jugaba el clásico entre Colo-Colo y Universidad de Chile: “Estaba compitiendo contra el partido, pero llegó gente; de a poco, pero llegó”.

Has dicho muchas veces que eres un escritor profesional. ¿Qué significa eso?
Que vivo de lo que hago. Vivo de escribir y de todo lo relacionado con la escritura: es mi pega principal. Antes lo hacía después de trabajar, en vacaciones, los sábados y domingos; ahora es mi trabajo principal. Me levanto a escribir y me lo tomo en serio, como si fuera una actividad profesional, a tal punto que, cuando no tengo inspiración, me obligo a escribir.

Se dice que el arte no debería ser obligado, pero tú te lo tomas como un trabajo.
No estoy muy de acuerdo con que el arte no debería ser obligado. Cuando uno tiene la fortuna de poder vivir de la creación artística -en mi caso, como escritor-, cuando se logra cierto éxito que te permite vivir de eso, se convierte en un trabajo. Es súper duro, pero es así, y cuando se convierte en un trabajo, hay que asumirlo como tal y tomárselo así. Obligarse.

¿Qué te importa más: la crítica o los lectores?

Los lectores. La crítica, finalmente, depende del estado de ánimo de una persona, del criterio, de los gustos, depende de demasiadas cosas. Me parece que es súper complicado que hoy casi no exista crítica de nada: hay comentarios, pero no hay una apreciación con criterio. Me parece que es necesario que exista una crítica, pero con criterio.

¿Por qué tienes tanta relación con los lectores por redes sociales?
Porque ayuda mucho, porque te hace cercano. Pero también mata la necesaria distancia que debe haber entre el lector y el creador. Eso es lo que pasa hoy, por ejemplo, con lo de Game of Thrones: todos los fans a quienes no les gustó la nueva temporada, están pidiendo que la hagan de nuevo: son espectadores, no tienen derechos sobre la creación. Hay una distancia que es necesario mantener.

 

Náufrago del tsunami feminista

¿Y qué pasa con “cancelar” gente, que está muy de moda?
[Mira, sonriente] Pero, ¿qué es cancelar? Cuando dicen “vamos a cancelar gente”. Cómo vas a cancelar a alguien que tiene mil seguidores. No, es una opción personal declarar que vas a cancelar a alguien, pero no vas a cancelar a nadie. Si te cancelan, da lo mismo. Creo que nos importan demasiado las redes sociales, y eso es una tontería. En redes sociales es fácil hacer todo, pero en el mundo real, no.

¿Tuviste problemas para publicar tu libro, tras lo ocurrido en 2018?
No. Lo del año pasado fue necesario: iba a tener que pasar. Me parece que es complicado que te juzguen por algo que hiciste, por un error que cometiste hace veinte años. Como si uno no tuviera permiso para cambiar. Pero creo que hay una cosa de sensatez que terminó ganando. Y muchos entendieron que quienes reflotaron los tweets de [Jorge] Baradit y esas columnas que yo escribía en Sobras hace veinte años trataron de ocupar eso para llevar la atención hacia otro lado, con un propósito bien claro, que no voy a decir.

¿Quiénes fueron?
Mira, te lo voy a decir así: Baradit, yo y otros autores, colaboramos muy fuerte en el último tiempo con el movimiento feminista, con las campañas del aborto. Nos hueviaron mucho, sobre todo grupos de ultraderecha vinculados con Kast, que son los mismos que funan a Baradit en todas las hueás que hace. La filtración vino de ahí, de estos movimientos de ultraderecha que quisieron cagar a gente de izquierda. Milito en RD, entonces igual era como pegarme por un lado. De ahí vino. Y yo sé quién fue, sé a qué hora fue, sé el medio que se escogió. Todo. Y la gente que sabe, me pidió disculpas. Había gente muy poderosa metida en medio y gente que da miedo. Por eso no lo digo.

¿Cómo fue lo que sucedió con Leonor Varela?
Yo me fui, dos años después, un fin de semana entero con Leonor, porque ya le había pedido disculpas. Y escribí un perfil sobre ella para la revista Rolling Stone en 2007, la cual empieza conversando sobre esa columna y ella me dice: “Ah, no importa, si fue en el sitio de Nicolás López y yo a él lo adoro, puede decir lo que quiera”. Entonces, para mí era una cosa superada, a mí se me había olvidado y después de que ella hablara, le mandé un mensaje por interno y quedamos bien, pero eso no se sabe y yo tampoco quiero que se sepa. Lo que he hecho en los últimos años de mi vida, es más importante que esas columnas.

Y con respecto a López, ¿ya no son amigos?
Yo no quiero que se vaya a la cárcel, pero encuentro que ha hecho todo mal. A mí me molesta mucho que no sea suficientemente… la palabra no es macho, pero que diga “cometí un error” y que se disculpe honestamente. Ha llevado todo al tema legal y va a estirar un sangramiento que es innecesario, y tampoco es un tema del que hoy se pueda hablar, porque está en tribunales y si hablas, te puedes meter en líos.

 

La hora del cáliz

¿Por qué escribiste El cáliz secreto?
Por culpa de los lectores. Cuando escribí la Trilogía de los Césares, el personaje más popular siempre fue Princess Valiant. Es uno de los personajes más antiguos, tenía su propia novela, Igriega, porque antes se llamaba Yelena Buggert y firmaba como Igriega. Esa novela nunca la terminé, pero el personaje lo convertí en un androide de la novela gráfica 1899. Y cuando escribí la primera versión de Logia, la incluí, pero era tan parecida a Lisbeth Salander, de Millennium (de Stieg Larsson), que la reemplacé por un hombre, pero no funcionó: tuve que traerla de vuelta. En ese momento, decidí que se vistiera como muñeca y se asumiera como un sujeto (no objeto) sexual. Era tan popular que en 2015, cuando empezamos a hablar con la editora, le dije: “Quiero escribir su historia y que sea una novela de acción que tenga sólo mujeres”. Me dijo que era muy arriesgado, pero la convencí.

Son dos novelas: una novela histórica y un thriller. Una está ambientada en 1891 y la otra, en el presente. En 1891, la idea es que buscara a sus antepasados, la quería vincular con el personaje de Adiós al Séptimo de Línea, que es la primera espía de la literatura en el mundo. Entonces, hice dos novelas, pero cuando las terminé el año pasado, encontré que las novelas funcionaban mejor mezcladas, como una sola. Y así quedó.

¿Qué es lo más difícil de escribir un personaje femenino?
Escribir como mujer es lejos lo más difícil. Tuve harta asesoría. Recuerdo que se lo pasé a una amiga editora y me dice: “Sí, la voz está bien, es creíble, pero esto son dos meses en la vida de una mujer de treinta y no le llega la regla”. Me explica que es súper importante y me hicieron clases de menstruación, de los dolores, de cómo hablar de la regla. Lo puse y otra amiga me dice que las mujeres van más al baño que los hombres. Entonces, esta es una novela donde la gente va al baño.

¿Qué piensas de quienes dicen que los hombres no deberían escribir sobre mujeres?
Me parece una tontería, que también tiene que ver con el fervor del movimiento feminista. Desde esa perspectiva, muchas escritoras no podrían haber escrito lo que han escrito. Creo que hay que tener una distancia entre la creación y lo que ocurre en el mundo. Pero estoy de acuerdo en que un hombre no puede apropiarse de un discurso ideológico feminista: me parece una falta de respeto, y cada vez que leo que un hombre dice “yo soy feminista”, creo que es el acto más machista que existe. Porque si digo que soy feminista, invisibilizo a las mujeres. El discurso feminista es un tema de las mujeres: se puede ser simpatizante, aliado, apoyar, pero se necesita que sea representado por las mujeres.

Somatizando la crisis

¿Tienes una enfermedad?
No, lo que pasa es que me asusté. Soy súper pálido y tengo muchos lunares, y el año pasado, con todo lo que pasó, se me gatilló una depresión, y todo se te responde en el cuerpo. Yo nunca me había revisado los lunares y se me empezaron a poner negros, algunos sangraban, y me asusté. Fui a la dermatóloga y me dijo que había que sacarlos todos, pero tengo casi 200, así que comenzaron a sacarlos de a poco. Primero cincuenta de las piernas y de la espalda, y de ahí se van a biopsia. Después me sacaron, en marzo, todos los del pecho, la espalda y los hombros. Y ahora en junio me saco los de la cara.

¿Y cuáles fueron los resultados?
No hay riesgo de nada, pero hay una mínima posibilidad, lo que implica que tengo que seguir un tratamiento, usar cremas especiales, no tomar sol, hacerme una serie de exámenes. Lo que me asustó fue cuando fui a la primera consulta y me dijeron: “Hay un 5% de probabilidad de que uno de estos lunares sea malo, se haya ramificado y se pueda convertir en cáncer a la piel”. Sólo la palabra cáncer me hizo entrar en pánico. No era que me estuviera muriendo, pero era susto. Y ahora me voy a tener que sacar los lunares, voy a quedar con las manchas blancas en la cara. Espero no morirme, tengo mucho que hacer todavía.

¿Como qué?
Varias ideas que tengo que concretar en libros. Quizás casarme de nuevo, tener hijos, no tengo idea. No es algo que me vuelva loco. Si tengo hijos, los tengo. Pero creo que… nada, tengo 45 años, tengo harto por vivir todavía. No me quiero morir. No quiero que me pase nada.

Belén Leyton

Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile

María Belén González

Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile