En los años 90, la música hip-hop conoce la consagración masiva con Tiro de gracia y su álbum Ser humano! Desde el desarraigo, la inserción sociocultural y la relación conflictiva con el Estado, las demás agrupaciones dejan huella, entre ellas Makiza y su joven integrante Ana Tijoux. La presente investigación está extraída de la memoria de título del periodista Javier Pérez Soto.

“Si hubiese que ponerle fecha de nacimiento al hip-hop en Chile, sería el 16 de junio de 1990”. Así de categórico es “Lalo” Miranda, organizador del primer encuentro de hip-hop en Santiago, realizado en el gimnasio Manuel Plaza de Ñuñoa. Si bien ya se habían hecho actividades con Panteras Negras, Latin Posse y Los Marginales, así como las fiestas Zulú, por De Kiruza, este fue el primer show enfocado por completo en el hip-hop.

En aquel año, Miranda formaba parte de una agrupación de militantes del Partido Humanista: “El que hacía estas reuniones era el hermano del alcalde de Ñuñoa. Nos pidieron proponer actividades culturales. Yo dije que bailaba y hacía rap, y que podía organizar un concierto”. Luego de algunas conversaciones, consiguió autorización para usar el Manuel Plaza, que desde los ’80 albergaba conciertos sabatinos de punk y metal: “Creo que funcionó porque era algo novedoso y raro”, dice Miranda. Además de contar con Los Marginales, el festival sumó a Panteras Negras, Latin Posse y el grupo punk WC.

Para Jimmy Fernández este encuentro, que congregó a unas 600 personas, estuvo marcado por el desconocimiento de los técnicos en cuanto a la música hip-hop: “Durante la prueba de sonido, los sonidistas nos preguntaban dónde teníamos los amplificadores, dónde estaba la batería. Les explicamos que hacíamos rap, que los ritmos los hacíamos con samplers y baterías eléctricas. También nos preguntaban por qué traíamos tocadiscos, yo les explicaba que con los vinilos hacíamos scratch ‘¿Squatch? a ver, dale con el squatch’, decían. No entendían nada”. Miranda complementa: “No había ningún referente, así que lo hicimos a lo que saliera”. Por su parte, Panteras Negras llevaba más de dos años presentándose en poblaciones de Santiago. “En esa tocata ya se mostraba material de cada uno”, cuenta Lalo Meneses. “Nosotros teníamos el repertorio de Lejos del centro. El público base eran todos los breakers de Bombero Ossa. Por alguna razón que desconozco, también tocaban unos punks. Los breakers empezaron a tirarles hueás mientras tocaban”.

La máquina de ritmos regalada por Pedro Foncea les ayudó a mejorar su sonido, prosigue Meneses, aprovechando el concurrido concierto como vitrina para mostrarse a nuevos fanáticos: “Mientras cantábamos, la gente hacía breakdance. Había unas 500 personas. Después empezó a llegar gente a las galerías. Entre toda esa gente estaba Viviana Larrea, la hija de Ricardo García (seudónimo de Juan Osvaldo Larrea García), director del sello Alerce. Ahí nos vio por primera vez. También llegaron varios punks. Esa tocata se hizo esencialmente para la gente de Bombero Ossa, y se llenó. Para nosotros era la cagá, porque así es como lo habíamos visto en las películas. Estábamos súper emocionados”

Tal como lo recuerda Miranda, “después de eso se empezó a llamar hip-hop como movimiento completo”. Meneses concuerda, y agrega: “Durante los ’90, se desarrolló el movimiento. Lo que había antes en Bombero Ossa no era una escena. La escena parte con las actividades de rap, los recitales, las fiestas y grabar discos”. El ejemplo de este primer show fue una escuela para sus espectadores. Entre ellos, una joven Anita Tijoux, recién llegada de Francia, con 13 años: “Lo primero que conocí fue los Panteras Negras. Fue mi primer acercamiento a la escena nacional y me encantó. Luego los vi en la Huamachuco, y aluciné”.

Si bien este encuentro no se repitió, sentó bases de una escena, incluso si en los años siguientes dos de estas bandas estuvieron inactivas, una de ellas de modo definitivo. En 1992, Jimmy Fernández debe disolver Latin Posse: será padre y viaja a Europa en busca de oportunidades laborales. El viaje le servirá para recibir influencias, escribir canciones y replantear en 1993 su proyecto musical, rebautizado como La Pozze Latina. En cuanto a Los Marginales, se separan a tres años del encuentro. Memo, guitarrista, comienza sus estudios universitarios, mientras que Tan, baterista, se va de Chile. La banda se disuelve con un álbum de estudio publicado.

Tras la presentación en el gimnasio Manuel Plaza, Panteras Negras lanza su disco debut, Lejos del centro (1991), con el sello Liberación. El mítico show de Ñuñoa les permitirá entablar conversaciones con Ricardo García, quien les ofrece grabar para sello Alerce y así lanzar su segundo álbum, Reyes de la jungla (1993). Dos álbumes en un par de años les permitieron tener una carrera activa y el interés de la prensa. “Después de que sacamos nuestro disco, empezamos a tocar en todos lados. Empezaron a aparecer nuevos grupos, había un público”, recuerda Meneses. “La gente que gustaba del rap no solo empezó a ser la gente de Bombero Ossa. En los ’90, el rap se expandió mundialmente, empezaron a entrevistar a quienes rapeaban en castellano. Nos llamaban a entrevistas de los diarios, a Extra jóvenes o programas de La Red”.

En los ’90, la escena también se transforma en una potente herramienta para movilizar a la juventud en torno a distintas actividades culturales. El sociólogo Pablo Cottet menciona las labores que realizó en conjunto con el movimiento: “En los primeros gobiernos de la Concertación, el programa hablaba de generar procesos de integración para enfrentar la exclusión que dejó la dictadura en las poblaciones. En ese contexto apareció el hip-hop en todos lados. Inventábamos fondos para financiar proyectos juveniles, donde trabajé con los Panteras Negras y De Kiruza. Desde sus inicios, ellos miraron el hip hop como un movimiento popular. Lo que para los gringos era una problemática racial, acá era un tema de clase y conectaba con la lucha de lo popular”.

Antes de viajar a Europa, Jimmy Fernández también colabora en estas políticas de integración, realizando talleres en la Casa Verde, un centro cultural ñuñoíno. La casa acogía a niños y jóvenes que volvían del exilio junto a sus familias. En uno de estos talleres, Fernández se encuentra con una pequeña Ana Tijoux, ya interesada en el movimiento local: “Nos dijeron que venía un grupo de niños retornados de Francia y que les gustaba el hip-hop, así que me llamaron para hacer un taller. Cuando llego a la casa, veo a seis niños de unos 12 años bailando rap. Entre esos niños había una niña muy chica y flaquita, esa era la Anita”. La hoy consolidada artista también tiene presente la anécdota: “La Casa de la Juventud reunió a mucha gente que venía de todas partes. Yo llegaba con uniforme a bailar break. Recuerdo perfectamente de mirar al Jimmy y ver que bailaba bacán. Como él era un poco mayor que yo, representaba a un maestro”.

Por su parte, Panteras Negras sigue inmerso en la escena hip-hop que ellos mismos forjaron, a medida que van radicalizando su discurso y su acción. La agrupación de la Huamachuco es objeto de una estricta vigilancia y persecución por parte de aparatos de seguridad del Estado. Durante el gobierno de Patricio Aylwin nace la Dirección de Seguridad Pública e Informaciones. También conocida como La Oficina, este organismo siguió los pasos de movimientos que no fueron partícipes de la Transición y que adherían a la lucha armada. De la mano con su trabajo en las poblaciones santiaguinas, Panteras Negras comienza a forjar lazos con algunos de estos grupos: “Toda la vida hemos estado vinculados al desarrollo de las políticas de los barrios”, comenta Meneses. “Cuando el Partido Comunista se hizo legal, dejó atrás a los otros grupos de izquierda, que seguían trabajando en los barrios, activando juntas de vecinos, federaciones estudiantiles y también haciendo acciones. Seguimos trabajando culturalmente y moviéndonos en esa escena, que era de la izquierda revolucionaria”.

Junto con ser militante de las Juventudes Comunistas, Meneses inicia una cercanía con el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, lo cual lo pone en el radar de La Oficina: “Tuve una relación política con el Frente por muchos años. Tocábamos en los aniversarios y trabajamos con las Milicias Rodriguistas. A partir de eso, hubo un estigma que nos siguió”. Meneses recuerda haberse sentido vigilado: “Los agentes de La Oficina no eran ratis, era gente política que se metía en los grupos a sapear, coordinada con los pacos”.

El líder de Panteras Negras añade que existía una particular atención a sus conciertos, que estaban en la mira: “Hubo una fijación de parte de los organismos de seguridad y Carabineros con nosotros. Por los vínculos que teníamos con las barras bravas, con las organizaciones mapuche que estaban naciendo en el sur, con las organizaciones estudiantiles de Concepción, la UPLA. Estábamos conectados con puros hueones malos (risas)”.

De esta etapa, Meneses recuerda con especial afecto un aniversario de la población La Victoria, en el cual se presentó Panteras Negras, no sin antes hacer los saludos respectivos. “Vamos a partir y los locos del Frente nos dicen: ‘Hermano, nosotros vamos a salir y después ustedes tocan. Hacemos el saludo, tiramos un rafagazo y ustedes empiezan’. Hicieron el saludo, pum pum, y empieza el beat. Eran puros encapuchados que estaban arrancados. Era una locura”.

Las conexiones de la banda comienzan a enervar a las fuerzas del orden. La canción Guerra en las calles marca el peak de la enemistad con Carabineros. En un ataque directo a la policía, uno de sus pasajes dice:
Paco corrupto/cerdo ignorante/no eres mi amigo ni lo fuiste antes/Los apaleos en la avenidas/Pobres ambulantes se queman la vida/El delincuente entrega lo ganado/y los cerdos lo dejan libre de pecado/Hay una guerra en las calles/escrita está la oración/hay una guerra en las calles/¡cerdo corrupto y ladrón!

En el Festival Víctor Jara, realizado en 1995 en el Estadio Nacional, Carabineros concreta la persecución. Terminado el show de Panteras Negras con Guerra en las calles, alguien de la organización se acerca a Meneses. “Me dijeron que afuera estaba el subdirector general de Carabineros y que quería hablar conmigo”. Carabineros lo detuvo, acusándolo de porte ilegal de armas, y lo interrogó: “Cuando me llevan, me las dijeron todas. Usted ha participado en esto desde chico, has andado armado caleta de veces, te has agarrado con hueones del público, has sacado el fierro, te hemos visto y tenemos fotos. Voh te vai a ir en cana, porque esto es una justificación para ver qué haces tú y tus amigos, que de seguro tienen vínculo con hueones de grupos armados. Así que vamos a llegar hasta el fondo y los vamos a meter a todos en cana, porque voh estái’ metido en cosas malas, cabro, me dijo el hueón que me entrevistó”.

Luego del interrogatorio, Lalo Meneses es acusado por injurias y calumnias por Guerra en las calles, siendo su abogado el actual parlamentario comunista Hugo Gutiérrez. Cuenta que “antes de entrar, [Gutiérrez] me dijo que no respondiera nada, que solo los escuchara. Que por más que me provocaran, me quedara callado porque en ese momento no me podían tocar”. Finalmente, el juez falla en favor de Meneses, declarado inocente.

A pesar de las persecución a Panteras Negras, la banda goza de un reconocimiento aun mayor a mediados de los años ’90. En 1996 publican su tercer álbum, Atacandocalle, nuevamente a través del sello Alerce. En este disco se encuentra El rapulento, canción que se aleja un poco del enfrentamiento directo con la autoridad y apunta, con humor, a la realidad poblacional del hip-hop en Santiago, resultando una certera radiografía de diez años de cultura. Su letra reza:

Porque el rapulento no es para los embaraos/no es para los longis ni los arretubaos/es de esos locos piolas, de esos que no se alumbran/Porque el rapulento nace en la población/Estilo de la calle/una mezcla popular/Donde el loco de la esquina se pone a chicharrear.

El rapulento marca el fin de una primera etapa del movimiento hip-hop: su consolidación. Entre el encuentro de junio de 1990 y la publicación de Atacandocalle, el movimiento ha crecido sustancialmente. Sin embargo, su mayor explosión en términos mediáticos aún no ha llegado. Grandes sellos de la industria, como EMI y Sony Music, van en busca de talentos jóvenes con la idea de crear producciones de rap con fines comerciales. Al año siguiente, logran dar con un grupo de jóvenes que genera tal impacto, que redefinirá el hip hop en Chile a través de su disco debut.

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Luego de un año reuniéndose frente al Paseo San Agustín, el frontis de la Estación Mapocho comienza a congregar a los bailarines a partir de 1992. En este círculo hay dos jóvenes bailarines que muestran sus inquietudes por rapear. Homosapiens es el nombre de la cinta que da a conocer las rimas de Juan Salazar y Fabián Sánchez, el dúo Tiro de Gracia.

Si bien es un registro grabado con medios caseros y un sonido precario, ya es posible evidenciar el estilo innovador de la dupla. Salazar, que en adelante será conocido como Juan Sativo, es dueño de una métrica más flexible que la de los raperos que lo anteceden:

Cero, grosero, sincero/rapero casero pero/sin usar esa chapa/que tanto engaña/produce maña, te maltrata/una realidad que nos va superando/yo no me quiero verme, pertenecerme/en el juego del acto impuro/yo te lo juro si es puro/Me subo al piano de Valentín y Arrau que supieron, que no llegaron más allá.

Son las palabras que fluyen en la canción Cero grosero, parte del demo casete de 1994. Faltan tres años para que Lenwa Dura (Sánchez) y Juan Sativo salten a la fama y cambien el panorama del hip-hop.

Como otras agrupaciones, Tiro de Gracia comienza su carrera en la periferia de Santiago. Tocando en gimnasios y sedes, el entonces dúo es descubierto por Juan Domínguez, productor musical de Cubonegro, una de tantas compañías en búsqueda de jóvenes raperos. “Invitamos a grupos que no tenían sellos discográficos, que eran casi todos. Uno de esos grupos era Tiro de Gracia”, cuenta Domínguez en la serie de cortos documentales Himno. Camilo Cintolesi, amigo de la productora Cubonegro, graba un demo de la banda que posteriormente presenta a EMI, quienes estaban interesados en lanzar un álbum de rap local.

El gran salto ocurre en 1997, de la mano de Cintolesi. Juan Sativo y Lenwa Dura entran a los estudios Konstantinopla a grabar su álbum debut. Tiro de Gracia suma un tercer MC a sus filas: el quinceañero Zaturno. Partiendo por la firma con una compañía multinacional, Ser humano! marca una serie de hitos. En lo artístico, el singular estilo de Sativo para rimar es uno de los aspectos característicos de la agrupación. “La lírica de Juan ni siquiera es como agua entre los dedos, es como viento entre los dedos. Él no tenía ejemplos a los que seguir, ni siquiera en Estados Unidos”, opina el productor musical Gastón Navarro en Himno. Quique Neira, Carlos Cabezas, Pedro Foncea y Joe Vasconcellos son algunos de los nombres que colaboraron en la instrumentalización del álbum. La ambiciosa producción marca otra diferencia entre sus contemporáneos, quienes por lo general recurrían solamente a la música envasada y a los samplers.

Tras un proceso de dos meses, el lanzamiento de Ser humano! fue un éxito completo. Con una circulación radial de cinco singles, y ventas que lo alzan a disco de platino -más de 10 mil copias vendidas-, el debut de Tiro de Gracia marcó el mayor éxito comercial de una agrupación de rap chileno hasta la fecha. Si bien su metodología y discurso difiere de bandas como Panteras Negras, la agrupación también dará cuenta de su realidad de pobladores en trabajos posteriores a su debut, como la canción Joven de la pobla, del disco Decisión (1999):

Tienes que sacarte la chapa de mal vestido, mal oliente, mala gente/que vive entre delincuentes/Eso lo dicen las mentes dominadoras/que te aplastan en cualquier parte/a todas horas.

El éxito rotundo de Ser humano! da pie para que una segunda agrupación de rap entre a las filas de los grandes sellos. En 1999, Makiza firma con Sony Music para lanzar su segundo trabajo. A diferencia de sus contemporáneos, Aerolíneas Makiza tiene un mayor acento en la realidad política y social del Chile de la transición. El grupo es conformado por cuatro jóvenes nacidos en el exilio, quienes escriben sus canciones en torno a las ideas del retorno y de la multiculturalidad como concepto central.

La líder de Makiza es Ana Tijoux, nacida en Francia en 1977, luego de que sus padres abandonaran el país tras el golpe de Estado. Desde pequeña, recuerda, tuvo memorias de un país lejano, el cual construía a través de imágenes y los relatos familiares: “Creo que desde siempre cargué con esa identidad de no haber nacido donde tenía que nacer”, recuerda Tijoux, que también valora a sus padres por ser directos en contarle la historia de Chile, que también recayó en la suya: “Nunca fue un tema que se me escondió. Si bien la manera de entender de un niño es muy única, tengo recuerdos recurrentes de la situación. Nacer en el exilio no fue algo escondido ni vergonzoso, sino todo lo contrario”.

Si bien viajó a Chile con sus padres a los 6 años, en 1990 retorna de forma definitiva. Su encuentro con Chile es un proceso que le costó asimilar: “No entendía lo que significaba volver en esa época. Me producía como un efecto medio fantasma, el de un país lejano y a la vez cercano, con ganas de descubrirlo. En ese entonces sólo era un imaginario construido a través de imágenes, música, cuadros”.

Con 13 años, Tijoux llega a vivir a Quinta Normal. Luego de un par de meses debe mudarse a Puente Alto, donde conoce parte del Chile popular con el que logra conectar: “Como llegué a la periferia, me costó entender Chile. Creo que la primera pregunta que tuve fue, dónde están los negros y los árabes. Pero creo que me enamoré de ese otro Chile poblacional cuando empecé a entenderlo, porque al principio no me gustaba mucho el país. No lo entendía, lo encontraba gris, la gente se vestía muy oscuro”.

Ana escuchaba hip-hop durante sus años en Francia, interesada en esta cultura desde que tenía ocho años. Encontrarse con una cultura hip-hop en pleno desarrollo le permite congeniar con el país, mientras comienza a participar en actividades de la Casa Verde y asiste a conciertos de Panteras Negras. En París había presenciado una escena prolífica motivada por el cine, al igual que los primeros pasos de otros raperos: “Recuerdo cuando fui a ver la película Haz lo correcto, en los últimos años que estuve en Francia. La escena donde aparece Public Enemy, con Fight the Power, me interpeló: transmitía energía, coraje y fuerza. Despertó muchas cosas que sabía que tenía, pero las removió”.

Luego de insertarse en el breakdance, conoce a los Araya Hommie Clan, un grupo de jóvenes de la villa Rodrigo de Araya de Macul. Con ellos se sumerge en el mundo del rap y la improvisación: “En esa época empecé a hacer freestyle, estaba pegada con eso. Los Araya Hommie Clan hacían freestyle todo el día, incluso hablaban en freestyle. Esa fue mi escuela”.

En ese contexto conoce a la agrupación CFC, donde entabla una amistad con Cristián Bórquez (Seo2), quien más tarde se transforma en su compañero artístico en Makiza. Seo2 comparte con Ana la experiencia de haber vivido en el extranjero (en su caso, Suiza). Vivir el retorno es una realidad que circunstancialmente une a la agrupación: “Quizás nos unía el desarraigo. Uno venía de África, otro de Canadá, de Suiza, y yo de Francia. Fue algo casual”.

A poco andar, Makiza lanza su debut, Vida salvaje (1998). El trabajo, repartido de mano en mano en los conciertos, llega a las oficinas de Sony Music y será la base para su próximo álbum. Tijoux reconoce que el éxito de Tiro de Gracia le dio más oportunidades de difusión a Makiza: “Tiro de Gracia había sacado un tremendo disco. Todos estábamos alucinando con el trabajo de los cabros, todos nos conocíamos. De forma natural continuó Makiza. Quizás sin Tiro de Gracia, no hubiese existido Makiza. O también Tiro de Gracia sin Panteras Negras, y así”.

Aerolíneas Makiza es una suerte de disco conceptual. El despegue de un avión abre el álbum, plasmando la itinerancia de sus integrantes, pero que también incluye un arraigo recientemente adquirido. Así lo indica la canción Chupaya 99:
Yo no tengo nada que envidiar a los de allá/vamos, Chile no se rinde por la chupaya/Lo importante es lo que uno piensa acá arriba/mis ideas sólo así se mantienen vivas.

Al igual que Tiro de Gracia, la banda tiene circulación radial con un par de singles, siendo La rosa de los vientos su mayor éxito, donde tratan el tema de nacer en exilio:

Mi mamá me hablaba a mí del ce ache i/por allá, bien lejos, donde ya nací, donde yo crecí, y no juego a la gringa si esto tú creí.

Frontal, Makiza también causa polémica con su single En paro:
Milicos, cuicos, ricos que se llenan el bolsillo/Mataron a la gente, pero no matarán la idea/de crear un frente lírico directo a la pelea/Paz, reconciliación/¿a dónde la viste? si todo fue violencia y violación/entre rejas dejas a quien debería ser libre/yo quiero hablar de hambre y no de un grueso calibre/Libre sobre todo, uniformado, no más golpes/con tu artillería mi armería no se esconde

“Yo creo que resultó porque fue honesto”,comenta Tijoux. “En el fondo, hablamos de nuestra historia con sinceridad”. Luego del éxito de Tiro de Gracia y Makiza, el hip-hop en Chile entra con bríos al nuevo milenio. Si bien no volverá a ocurrir un éxito comercial como el de dichas bandas (con la probable excepción de Ana Tijoux), el movimiento sigue desarrollándose de manera ininterrumpida como un arte contracultural, participando en los mismos círculos periféricos que lo vieron nacer.

Javier Pérez S.

Periodista de la Universidad de Chile