Desde que comenzó su trayectoria laboral, ha escrito en diferentes medios de comunicación tanto en Chile como en Estados Unidos, donde debió vivir después que la amedrentaran con la Ley de Seguridad del Estado por la publicación de El libro negro de la justicia chilena. Si mira hacia atrás, cree que era imposible haber ignorado reportear casos ligados a la dictadura. En el presente, dice que investigar es fundamental, aunque los grandes medios con recursos no han optado por ese camino.
Cuando terminó el colegio, Alejandra Matus Acuña (53) obtuvo tan buenos puntajes que muchos cercanos le pidieron que estudiara Medicina o Leyes. Pero ella, casi en un acto de rebeldía, dejó el norte -donde se había radicado con su mamá después de emigrar desde su natal San Antonio- y se inscribió en Periodismo en la Pontificia Universidad Católica de Chile; una carrera que la ha llevado a escribir en varios medios, incluso fuera de Chile.
Comenzó su trayectoria profesional en el año 1987, en medios hoy desaparecidos, como la Revista Hoy, Radio Nuevo Mundo, Revista Pluma y Pincel, La Época y La Nación. También trabajó en La Tercera. Sin embargo, el año 1999 fue censurada tras ser acusada de desacato por la Corte Suprema, luego de intentar publicar El libro negro de la justicia chilena, que daba cuenta de las malas prácticas del poder judicial durante el régimen militar. Entonces, tuvo que dejar el país.
Durante ese mismo año invocaron la Ley de Seguridad del Estado en su contra y Estados Unidos le ofreció asilo político, ya que su integridad física y psicológica estaban en riesgo. Sin embargo, en ese país, siguió escribiendo. Trabajó en la revista Discover en español y el diario El Nuevo Herald. Estuvo allá durante dos años y en 2001 pudo volver a Chile tras la aprobación de una nueva Ley de Prensa que impedía la censura previa. A su regreso al país, se unió al equipo del diario La Nación Domingo y luego fundó la Revista Plan B. Desde 2018, se desempeña como editora periodística en The Clinic y es docente de la Universidad Diego Portales.
Alejandra Matus, también ha publicado destacados libros de investigación periodística, como Crimen con castigo, que escribió con el periodista Francisco Javier Artaza; Injusticia duradera; Los Archivos del Cardenal. Casos reales –parte uno y dos de los que fue coautora-; Doña Lucía; La señora y su última publicación: Mitos y verdades de las AFP.
En 1996, ganó un galardón en los Premios Ortega y Gasset, junto a Francisco Artaza, por su investigación sobre el asesinato de Orlando Letelier, y en el año 2000 recibió dos reconocimientos: el premio Hellman/Hammett Grants, otorgado por la ONG Human Rights Watch y el premio Vasyl Stus, entregado por el PEN Club de New England a escritores que han arriesgado la vida por hacer oír su voz.
¿Cómo se acercó al periodismo de investigación?
En mi generación no existía el periodismo de investigación y me parece que es una distinción más bien temática, artificial, pero no es otra cosa más que periodismo. Pienso que en el periodismo todo implica investigar. Por ejemplo, para hacer una entrevista tienes que indagar el tema sobre el cuál vas a preguntar.
Cuando empecé a trabajar estaba el tema de la dictadura, de las violaciones a los Derechos Humanos y de la transición política. Nada de eso se podía hacer bien a través de relacionadores públicos, comunicados y conferencias de prensa. El periodista tiene que recopilar información, contrastar, establecer una hipótesis y finalmente construir una obra periodística.
Por lo tanto, todas las funciones que hace el periodismo requieren especialización, estudio y convicción de afrontar las consecuencias, y ese trabajo profesional no lo puede realizar cotidianamente cualquier persona. El periodismo de investigación se trata de indagar a las personas que tienen poder y que no quieren que algo se sepa. Necesita tiempo, recursos, energía y un correcto manejo de fuentes.
¿Cómo se comenzó a interesar en temas de la dictadura?
En los ‘80 no se podía hacer periodismo sin tocar el tema de la dictadura. No me imagino cómo se podría haber esquivado y cumplir con tu función de informar adecuadamente los temas de relevancia social. Entonces, yo no elegí el tema. Era el único.
Como dice nuestra profesora, Faride Zerán, “somos hijos de nuestro tiempo”.
Claro, la única manera de esquivar el tema hubiera sido en ser negligente: hacer como que no existió. De todas formas, el comunicador también se puede corromper, pero a mi me parece que el periodista que cumple con sus obligaciones profesionales no podía esquivar el tema del régimen militar.
¿Actualmente cómo considera que es hacer periodismo de investigación en Chile?
Hacer periodismo de investigación en Chile siempre ha sido difícil. Si bien, tenemos grandes medios de comunicación con suficientes recursos para sustentar este tipo de periodismo, estos no han optado por este camino. En países como Estados Unidos, Argentina, Bolivia y Perú, los medios tienen unidades de investigación que se dedican a proyectos de largo plazo. Eso en Chile es inexistente y el periodismo de investigación se hace en la medida de lo posible.
Pero las dificultades que tenemos actualmente las hemos tenido siempre. La ventaja en la actualidad es que ya no existe el monopolio de publicación de los grandes medios. Por ejemplo, si antes uno tenía un reportaje de investigación y no se lo publicaba algún medio no podías hacer mucho con eso. En cambio, hoy en día si nadie te lo publica, lo puedes subir a la web y así el trabajo puede evaluarse según su mérito sin necesidad de que haya un medio grande detrás.
Pero eso no ha solucionado el problema de que el periodismo de investigación requiere periodistas con experiencia, con formación y especialización, lo que es un recurso caro en término de honorarios o remuneraciones. A mí me parece que en Chile hay mucho menos periodismo de investigación del que debiera o del que la sociedad necesita.
¿Y respecto al acceso a la información?
Hemos mejorado muchísimo. Las leyes de transparencia realmente funcionan bien. En los tiempos en los que yo empecé a reportear, ninguna autoridad se sentía con la obligación de informar nada y todo había que conseguirlo con fuentes en el anonimato o gente que quisiera entregar información.
Por eso pareciera que los periodistas de su generación tienen mayor facilidad para conseguir información por vías no institucionales…
De hecho, yo uso muy poco la Ley de Transparencia porque prefiero la inmediatez. Aunque, en ocasiones me he dado veinte vueltas para conseguir un documento que por transparencia está disponible. No obstante, hay muchas cosas que no se registran y que hay que reportear con los métodos clásicos.
¿Qué podría decir respecto a las dificultades que se presentan al desarrollar periodismo de investigación considerando el poder político?
Pienso que los poderes de antes (dictadura) no eran tan distintos a los de ahora.
¿Por qué dice que los poderes de la dictadura no eran tan distintos con los de ahora?
Lo distinto en dictadura es que alguien ostentaba el poder total y los riesgos de escribir un reportaje iban mucho más allá de perder la pega, el riesgo era que te podían matar derechamente. Pero por otro lado, había mucha gente que quería colaborar con los periodistas porque el periodismo de investigación opositor también tenía la causa de derrotar la dictadura y así como había fuentes tratando de que no se supieran cosas, había otras fuentes conspirando para que si se supieran. Por lo tanto, el acceso a las fuentes era mucho más riesgoso, pero no era difícil ni imposible.
En cambio, en la primera década de la transición a la democracia pasaba que muchos de los temas que uno quería investigar y que se investigan eran obstaculizados ahora por las nuevas autoridades democráticas por consideraciones políticas. Decían cosas como: “Si tú publicas eso, los milicos se van a alzar”. Había menos gente dispuesta a colaborar y pocos medios de comunicación dispuestos a publicarlo. No te mataban para censurarte, pero te tiraban Ley de Seguridad del Estado. Era más fácil hacer periodismo de investigación en la última década de la dictadura, que en la primera de la transición a la democracia.
Después yo creo que a partir del 2000 se produce un destape que tiene relación con el arresto de Pinochet en Londres, la emergencia de los medios digitales, la derogación de las leyes que limitaban la libertad de expresión y la creación de la Ley de Transparencia. Es decir, actualmente existen las condiciones institucionales, estructurales y formales para desarrollar el periodismo de investigación. Sin embargo, persiste la cantidad limitada de recursos y además hay una crisis que afecta al periodismo mundialmente.
¿Investigar a los grandes jerarcas del poder, por ejemplo en el mundo empresarial y político, es más sencillo hoy?
Es más sencillo en cuanto al acceso a las fuentes, pero a la vez es más difícil porque actualmente las instituciones se han complejizado. En los ‘90, las estructuras de las empresas eran mucho más simples. Uno podía mirar las estructuras y saber quiénes eran los socios y hacer cruces de información. Y ellos aprendieron por supuesto. Cada vez que uno publica un reportaje de investigación, la institución aprende. Entonces se crearon nuevas formas de constituir sociedades.
La sociedad, los negocios y el poder se han complejizado muchísimo y eso hace que los periodistas siempre estemos atrasados en formación. Por esta razón, cada vez que uno tiene que emprender un reportaje debe estudiar, tiene que educarse sobre cómo están funcionando las cosas para saber qué preguntas hacer.
Sin miedo
“Sucede que los miedos que una puede tener se contrastan con los miedos reales. Yo realmente no creía y todavía no creo que alguien me quiera matar. Creo que no están dadas las circunstancias políticas para que eso ocurra”, dice Matus, cuando le preguntamos por el miedo que pudo generar en ella la reacción que generó El libro negro de la justicia chilena.
“Tampoco tengo miedo de perder las cosas que tengo, ya que construí mi vida fuera del alcance de las personas con poder que influyen en las materias que investigó o investigué. El miedo que me queda es que haya una afectación a mi hijo, pero trato de protegerlo de cualquier hostigamiento”, dice.
Matus cree que tenemos la suerte de vivir en un país donde no es habitual que a un periodista lo secuestren, lo ataquen o rapten a su hijo. “Tenemos esa ventaja sobre otros países en donde hacer periodismo sí es riesgoso. O sea, es frívolo decir que uno tiene miedo a hacer periodismo en Chile, no en cambio en México, Honduras, Guatemala o Colombia”, comenta antes de parafrasear al fallecido escritor y periodista polaco Ryszard Kapuściński: “Él daba un consejo; decía que decía que el periodista debe construir su propio taller, es decir, vivir de otras cosas. Yo he vivido de hacer clases, escribir libros o reportajes, dependiendo de la época de mi vida. Ahora trabajo con contrato, pero hasta hace poco escribía freelance. No obstante, son oportunidades laborales que no dependen de alguien con poder. Mis amigos y familia no tienen poder. Las relaciones sociales, familiares y laborales son las que van limitando la posibilidad del periodista de hacer trabajos con autonomía e independencia”.
Eso sí, advierte Matus, “nadie está completamente libre de intereses. Tengo un hermano que fue ministro de la Corte Suprema y eso también me pone desafíos a la hora de estudiar asuntos judiciales”.
¿Son conflictos éticos?
Sí, pero más que nada son conflictos humanos. No quiero decir que el periodista sea corrupto porque reconoció una pugna interior. Encuentro peor que las personas no reconozcan esto y hablen del tema sin ponerlo sobre la mesa. Creo que el público tiene derecho a conocer tus conflictos de interés. Por eso es importante que la mayor cantidad de periodistas hagan Periodismo, porque quizás tú tienes un conflicto de interés con algún tema, pero tu colega no lo tiene y puede cubrirlo.
¿Qué consejos nos daría a nosotros que recién nos estamos acercando al periodismo de investigación?
El único camino que conozco es el que yo hice. Reportear sin parar. Nunca decir: “esta historia es muy ‘charcha’ para mí o no estoy al nivel para reportear este tema. Uno tiene que estudiar todos los temas, mantener la curiosidad viva, tener independencia, conocerse a uno mismo y mantener bajo control tus convicciones para que no nublen tu juicio al momento de reportear.
También les recomendaría guardar todas las fuentes. Puedes entrevistar a alguien que es junior en una institución y en tres años más va a ser el gerente general. Les aconsejo tratar con respeto a las fuentes, cumplir los compromisos y no hacerles trampas. Todo eso va cimentando un prestigio que después te permite acceso a información relevante. Si uno parte jugando chueco por dar el primer golpe, esa persona no lo olvida nunca y después será una fuente que te puede boicotear. Tienen que ser honestos, íntegros, persistentes y perseverantes.
Valentina Ortiz
Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile
Jorge Pérez
Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile