Presidenta interina de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, la estudiante de derecho rescata el legado de su bisabuelo René Schneider, el Comandante en Jefe del Ejército asesinado en 1970, así como el desafío de reconstruir la histórica organización estudiantil sin perder lo logrado en la movilización feminista de 2018.

 

Celular en mano, Emilia Schneider (22) llega a la cafetería Castaño de Eliodoro Yañez con Manuel Montt enfundada en una chaqueta gruesa. Apenas asoman, debajo del gorro, un par de mechones rebeldes de sus rulos oscuros. Se disculpa por la tardanza al tiempo que responde un mensaje de WhatsApp. Entre reunión y reunión, además de cuidar a su hermana pequeña, apenas tuvo tiempo para almorzar.

Está cumpliendo un mes como presidenta interina de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech). Las elecciones, realizadas el 29 y 30 de abril, estuvieron marcadas por la baja participación estudiantil y por la llegada a la presidencia de una persona transgénero, por primera vez en la historia de la Universidad de Chile.

En el colegio, siempre buscó puestos de liderazgo, como presidenta de curso o postulando al centro de estudiantes. Y si bien padeció discriminaciones y bullying, al final de la enseñanza media marcó un hito, al organizar junto a un grupo de compañeros un mes de la disidencia sexual.

Sus primeros acercamientos a la actividad política se dieron en 2011, movida por el debate en torno al sistema educacional. No obstante, su ruta se construyó desde el feminismo y las diversidades sexuales, inspirada por ensayos de feministas contemporáneas y organizaciones como Las Putas Babilónicas, colectivo de estudiantes gay del Liceo José Victorino Lastarria. Ya como estudiante de derecho en la U. de Chile, comenzó a militar en Izquierda Autónoma, que luego se fusionaría con Poder Ciudadano para formar Comunes, del cual forma parte hasta hoy.

Fuera de la universidad, la política también es tema recurrente en la mesa familiar. Si bien sus padres no militan, en su casa existe la cultura de comentar la contingencia y las noticias. Es, además, bisnieta de René Schneider, Comandante en Jefe del Ejército asesinado por un grupo de ultraderecha tras la elección presidencial de 1970 para evitar la confirmación parlamentaria del triunfo de Salvador Allende. Su imagen e importancia histórica no le son ajenas: “Todos quienes tenemos algún familiar que desapareció o murió bajo esas circunstancias, tenemos una sensibilidad especial, aun si yo nunca lo conocí ni nada, y no podría comparar mi dolor al de una familia que perdió a un padre, a una madre o a un hijo”.

-Pero igual queda su fantasma…

-A mí me dio una perspectiva, y hacía que mi familia estuviera mucho más involucrada en ciertas cosas. Cuando era chica, por la impunidad del asesinato, mi papá, mi abuelo y algún tío, mandaron una carta al respecto. Entonces, siempre estuve en contacto con esa parte del debate público. También aportó a que  me  interesara en la política.

-¿Y se habla sobre tu bisabuelo en tu casa? ¿Mantienen su memoria viva?

-Sí, harto. Me dices René y pienso en mi abuelo, porque él también se llama René, pero estás hablando de mi bisabuelo. De hecho, mi papá también se llama René.

-Esa también es una forma de recuerdo…

-Sí. Y todos nos referimos a ellos por el segundo nombre. Hay una memoria de mi bisabuelo: en mi casa tenemos un cuadro que él pintó. Se habla, pero es como un tema presente, no es que tengamos arduas jornadas al respecto. Y obviamente a mi hermana chica le vamos a contar toda la historia de su bisabuelo, pero también porque está en el marco de la historia del país.

-¿Tienes familiares que siguieron la carrera militar?

-Tuve un tío abuelo, hijo de mi bisabuelo, que fue parte de las Fuerzas Armadas y un hijo suyo que es parte de la Armada. A mí no me gusta, y diría que en mi lado de la familia no hay como una sensación de buena onda con las Fuerzas Armadas. De hecho, una historia bien invisibilizada de mi bisabuelo es que nunca quiso ser militar. Lo fue porque su papá murió y él se tenía que hacer cargo de su familia. Entonces, se metió al servicio militar. Pero creo que quería estudiar medicina. No era su pasión.

 

Vías de reconstrucción

En abril de 2018, estudiantes de antropología de la Universidad Austral de Chile (UACh) se tomaron el edificio de la Facultad de Filosofía y Humanidades debido a casos de acoso y abuso y sexual, dando inicio a una movilización estudiantil feminista que remecería el debate público. De Arica a Punta Arenas hubo mujeres mujeres se organizadas para demandar sus derechos, desde una educación no sexista y protocolos contra el acoso sexual, hasta una igualdad de sueldos y un trato equitativo en los planes de salud.

La Universidad de Chile no fue ajena a la ola, y el legado del movimiento pudo observarse en las elecciones Fech del 2019, donde 16 de los 25 candidatos fueron mujeres, liderando proyectos continuadores de la movilización.

-¿Por qué quisiste ser presidenta?

-La verdad no es que me levanté un día y dije que quería ser presidenta (ríe). Fue una cuestión que se conversó con mi organización y con estudiantes independientes: cuál es el sentido, qué pasa con el mayo feminista, cómo se proyecta el 2019 y cómo mantenemos abierta la oportunidad histórica que abrimos al hablar de educación no sexista, de educación sexual integral y que los y las estudiantes seamos un actor relevante en ese debate. Por eso se decidió mi candidatura.

-¿Qué necesidades vieron?

-Veíamos que había una distancia entre las y los estudiantes y la Fech. Estaba burocratizada, no era una herramienta para las organizaciones sociales ni fue la expresión legítima de las movilizaciones del 2018. De hecho, hubo una crisis profunda en la Fech ese año. Eso fue lo que motivó mi candidatura y es lo que podemos aportar que seamos tres cabras de esa movilización, encarnando distintos feminismos. Creo que los y las estudiantes tratan de decir eso: que en el feminismo está la posibilidad de una nueva Fech y de un nuevo movimiento estudiantil para las necesidades de 2019 en adelante, no en rememorar ningún 2011 ni nada.

-¿A qué te refieres con no rememorar 2011?
-La idea es no tener una nostalgia, no querer que el movimiento estudiantil vuelva a los términos de otro momento histórico. En ese momento, luchas como el feminismo no fueron visibilizadas, fueron tratadas como secundarias, y eso produce también que hoy las mujeres y las disidencias sexuales protagonicen este ciclo del movimiento estudiantil (que en ningún caso creo que sea un quiebre, sino una profundización de las demandas). Las feministas igual estamos contra el mercado en la educación. Con eso me refiero a no rememorar el 2011.

-¿Qué planean hacer con las exigencias en torno a la salud mental?

-He estado coordinando harto con la Coordinación de Salud Mental, que está organizándose en torno a esto. Estuvimos ayudando a mover y a moderar la Asamblea Uchile que se hizo hace poco, y ahí el rol que tenemos es justamente ser una herramienta de articulación para que esta movilización se proyecte. Que los estudiantes se suiciden, se depriman, habla de un sistema educativo agobiante de mucha carga académica, de una cuestión muy competitiva. Pero también están endeudados, deben preocuparse de pagarse la educación y de que la educación sea sexista. Hay que ser capaces de reconducirla.

-¿Cuáles serán los ejes principales de la nueva Fech?

-Se desarmaron un poco los programas que íbamos a implementar, porque la agenda te impone una urgencia, que es refundar la federación. En ese sentido, las prioridades son pensar un proceso de refundación orgánica y política, algo mucho más anclado en los conflictos sociales que vienen. Estamos pensando hacer consultas a los estudiantes respecto de qué se necesita de una federación en 2019. Obviamente, el feminismo es una cuestión es muy importante para nuestra gestión, y en ese sentido nos estamos colaborando harto con la Asamblea de Disidencia de la universidad. Seguir pujando por que se cumpla lo ganado del petitorio del feminismo del año pasado, e involucrarse harto en los conflictos de salud mental y socioambientales. No hay que dejar que se pierda lo del año pasado. Ahora, no me interesa tampoco ser la niña trans que lo hizo, sino ser capaz de fomentar la organización y transformar lo existente. Todo eso es trabajo, proyecto y política, más que mi vivencia personal, que es lo que muchos medios han intentado destacar.

-¿Hay un desencanto con la política universitaria? Muchos estudiantes dicen que los puestos de la universidad se ocupan para escalar políticamente…

-Creo que hay mucho de cierto en eso. Hoy, las organizaciones políticas tenemos que hacer una autocrítica y un aprendizaje. No es que las y los estudiantes no se organicen, sino que no confían en esas formas tradicionales de organizarse. Si no se quiere tener un centro de estudiantes, pues que se piense las necesidades del espacio que les permita dar una orgánica representativa de las mayorías.

-¿Se da que las facultades se preocupen solo por lo que pasa en ellas?

-La lógica de feudos de la Chile es muy brígida. Hoy, la federación tiene que ser un espacio de encuentro para generar conversaciones, debate, carretes incluso. Por ejemplo, estamos trabajando en hacer las actividades de la bienvenida mechona que quedaron pendientes por falta de voluntad de los decanos, salvo los que siempre apoyan. Es importante que la Fech haga actividades de recreación, de construcción de comunidades con sus estudiantes. No todo puede ser asamblea política. Tenemos que partir una pega súper volcada a la interna, lo que no implica que la Fech deje de ser un actor nacional. Ahora, en nuestro día a día no voy a estar yendo al Congreso, sino recorriendo facultades, pensando actividades útiles. Hay que reconstruir: esa es la consigna.

Victoria Álvarez Morgan

Estudiante de periodismo de la Universidad de Chile.