Después de que se conocieran las denuncias contra el párroco de El Bosque, hace casi una década, las sospechas apuntaron también a su círculo cercano, que se ha desplazado a la zona poniente de la capital. Allí está Juan Esteban Morales que, como vicario parroquial, sigue celebrando misas y siendo una autoridad en la Iglesia Católica. Doble Espacio fue tras los pasos del religioso y comprobó que, pese a los cuestionamientos, Morales continúa ligado a devotos de la comuna de Cerro Navia.
Es Domingo de Ramos. En una plaza de Cerro Navia, decenas de fieles participan del ritual que marca el inicio de la Semana Santa. Caminaron 15 minutos desde su parroquia para acompañar al sacerdote que ahora lidera una procesión de espaldas a un terreno baldío que anuncia el fin de la comuna de Santiago.
El religioso es Juan Esteban Morales, uno de los hombres más cercanos a Fernando Karadima. Integró el círculo de hierro del excura de El Bosque, y en 2014 llegó a la iglesia María Reina de la Paz como vicario parroquial, cuando llevaba años fuera del radar eclesial.
El párroco del sector es Manuel Carmona Peredo, pero este día no se encuentra en la bendición de ramos. Por eso es Morales quien lidera la ceremonia. En su cargo, también debe educar a los feligreses y dirigir sus necesidades espirituales. Según el derecho canónico, en el canon 457, “el obispo diocesano nombra libremente al vicario parroquial después de oír, si lo juzga oportuno, al párroco o a los párrocos de las parroquias para las que se constituya”.
Tras la bendición, Morales lee la Biblia e invita a los asistentes a caminar hasta donde se oficiará la misa: no es su iglesia, sino la Parroquia San Columbano, a medio kilómetro de distancia. La procesión dura varios minutos. El religioso va en silencio, liderando la marcha. La caminata es flanqueada por casas atestadas de gente, con techos que deben luchar contra lluvias venideras, y protegidas por rejas que no dejan espacios para que pase siquiera un gato.
Al llegar a la parroquia, comienza la lectura de la Biblia. Frente a todos está Juan Esteban Morales, rodeado de niños y jóvenes. Fue parte de la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, en Providencia, y luego se convirtió en el sucesor de Fernando Karadima. Asumió en 2006 y dejó su cargo en 2012, presionado y acusado de encubrimiento y abuso de conciencia por parte de algunos feligreses. Ahora, es vicario parroquial en María Reina de la Paz, en Cerro Navia. Quienes lo conocieron, lo recuerdan como mano derecha de Karadima. Por eso, su presencia genera incomodidad en muchos laicos que creen que Morales no debería estar en el ministerio.
Un “Karadima boy” para el pueblo
Pese a que ha pasado casi una década de las denuncias que hicieron públicos los abusos de Karadima, así como la protección de un puñado de sacerdotes que lo blindaron, la figura de Morales no pasa inadvertida en Cerro Navia. Hay quienes incluso no se atreven a hablar, pero desconfían. Juan Carlos Cruz lo resume así: “Morales es un hombre peligroso”. Para el denunciante de Karadima, es inaceptable que tan conspicuo miembro de su círculo siga ejerciendo cuando existen acusaciones en su contra. “Nunca se ha hecho una investigación como corresponde, porque Ezzati no le puso ningún empeño y no se ha querido seguir investigando”, dice Cruz a Doble Espacio.
El 11 de septiembre de 2012, en una oficina en el centro de Santiago, un hombre de 25 años denunció al sucesor de Karadima en El Bosque ante Jaime Ortiz de Lazcano, entonces vicario judicial, por manipulación de conciencia. El denunciante era Rafael Zanetta, quien estuvo 10 años en la parroquia bajo la guía espiritual de Morales. Dice que en todo ese tiempo no tomó decisiones por sí mismo, pues todo tenía que pasar por el filtro de Morales. “Con quién ibas a salir el fin de semana, la polera que te ponías, el largo de la barba, la relación que debías tener con tus hermanos: todo eso y más pasaba por ese filtro”, señala Zanetta, aunque agrega que para él esto es parte de una etapa superada.
A pesar de la investigación que llevó a cabo Ortiz de Lazcano -un documento de 150 páginas con antecedentes y testimonios en contra de Morales-, éste sigue haciendo misas en Cerro Navia. “Me indigna que tenga una vida normal y que esté dirigiendo a jóvenes que son potenciales víctimas”, sostiene el denunciante.
Sentado en un café de la calle Pocuro, casi siete años después de su denuncia, Zanetta describe una grave manipulación de conciencia y abuso de poder, pues, para él, todo el preámbulo de un abuso sexual es un abuso de conciencia. Al día siguiente de su denuncia ante Ortiz de Lazcano, concedió una entrevista al diario La Segunda. “Yo no estaba ni ahí con que la denuncia que había hecho quedara olvidada en un cajón”, contó entonces. “Fue una medida para presionar a la iglesia”. Y agregó: “Él era un tipo con muchas habilidades blandas: súper carismático, entretenido para conversar, rodeado de gente joven y adulta… Dirigía mi vida entera, todo, no solo mi desarrollo espiritual”. Luego de la denuncia, no volvió a hablar con Morales.
La última vez que se dirigieron la palabra, Zanetta le contó al expárroco que estaba comenzando a creer las denuncias contra Karadima. Llegó llorando a la sacristía. Se sentía un traidor. Morales le dijo que era normal que creyera. “Miente, miente que algo queda. Son tantas las mentiras que han llegado sobre, esto que es lógico comenzar a dudar”, le dijo Morales a Zanetta, según recuerda este último.
El proceso de denuncia fue agotador. Todo empezó con una visita a la casa de Ricardo Ezzati, entonces Arzobispo de Santiago, quien, al decir de Zanetta, solo se dedicó a escuchar. Al final de la reunión, la autoridad religiosa lo mandó a hacer una denuncia formal ante los tribunales eclesiásticos. “No es que Ezzati se haya desvirtuado en el camino, sino que siempre fue poco empático con las víctimas”, enfatiza el denunciante.
La justicia no ha llegado para todos, y Zanetta lo sabe. Su proceso fue hermético y, como pasó en tantos otros, no hubo información para los denunciantes: era él quien debía preguntar en qué estaba la causa. La reciente salida de Ezzati no lo dejó indiferente, pues, según plantea, el exarzobispo intenta desentenderse de todos los casos, pese a que existieron muchas irregularidades en el camino. “Hay mucha gente herida y dolida, que todavía está esperando justicia”, afirma. Y se refiere, especialmente, a la falta de sanciones claras pese a lo que arrojó la investigación de Ortiz de Lazcano, tal como pasó en el caso de Cristián Precht, cuando el exvicario judicial determinó la prohibición de ejercer el sacerdocio a perpetuidad, y Ezzati rebajó la condena a 5 años.
La mano de Ezzati
Mediante un comunicado del 30 de agosto de 2012, el Arzobispado de Santiago informó de una investigación a Juan Esteban Morales que se había iniciado el 11 de mayo del mismo año. El texto señala que la indagatoria se originó en dos denuncias por eventuales abusos de autoridad en el ejercicio de su ministerio. En un par de párrafos, al final se señala que el Arzobispado de Santiago mantendría “informada oportunamente a la opinión pública de las etapas y resultados de este procedimiento”, lo que no ocurrió. El proceso se mantuvo ajeno a la prensa y a los denunciantes.
El 25 de enero de 2013, el Arzobispado emitió la conclusión de la investigación sobre Morales, como recogió Ciper. En el documento se rechazaban las acusaciones relacionadas con el delito en contra del sexto mandamiento (no cometer actos impuros), tanto en menores como en mayores de edad. También se rechazan las acusaciones sobre el inadecuado ejercicio de la profesión médica. Por último, se exponían medidas pastorales que se aplicarían a Morales para corregir el ejercicio del ministerio sacerdotal.
La conclusión no se refirió a las denuncias por abuso de poder y manipulación de conciencia. Rafael Zanetta dice que el Arzobispado es quien da la voz final en las investigaciones eclesiásticas. “El proceso es tan hermético y hay tanto secretismo, que no hay nadie que contradiga todo eso. Es por esto que el proceso puede ser completamente irregular. No hay interés en hacerlo correctamente”, comenta.
Dos meses más tarde, el 13 de marzo, La Segunda tituló: “Iglesia condena a sucesor de Fernando Karadima por el delito canónico de ‘abuso de poder’”. La noticia afirmaba que la investigación y sentencia para Juan Esteban Morales no permitiría que este confesara a fieles ni que ejerciera dirección espiritual. Al día siguiente, el vespertino rectificó la información, pidiendo perdón a la parte afectada: “La Segunda lamenta profundamente lo publicado respecto al sacerdote Juan Esteban Morales, en cuanto ayer informamos que fue considerado ‘culpable’ del delito canónico de ‘abuso de poder’, situación que no es tal, según consta hoy, conocido ya del decreto firmado por el Arzobispo Ezzati y el canciller eclesiástico Oscar Muñoz”. Por “decreto”, se refirió a la conclusión del Arzobispado de Santiago, firmada en enero de ese año.
En declaración de prensa, Morales manifestó sorpresa y dolor por la nota del diario. En tanto, Ricardo Ezzati señaló en radio Cooperativa, luego de ser citado por La Segunda, que la nota informativa carecía de fundamentos. Asimismo, negó que se haya sentenciado a Morales con la prohibición de realizar el sacramento de la confesión o de encabezar una parroquia.
El 18 de marzo de 2013, un reportaje de Ciper afirmó que la información de La Segunda se ajustaba al contenido de la investigación y posterior informe de Ortiz de Lazcano. Igualmente, se menciona la conclusión del Arzobispado de tras la investigación de la justicia canónica. El reportaje señala que “el fallo exculpatorio de Ezzati no se condice con las pruebas en los juicios eclesiástico y penal que condenaron a Karadima, y que muestran a Morales como pieza clave para perpetrar sus abusos y en la red que lo protegió”. Cinco días después, según constató El Dínamo, Ezzati señaló que las medidas pastorales también son penas eclesiásticas.
A seis años del destape de la situación de Juan Esteban Morales, este sigue intacto. Esta vez, de pie frente a un grupo de católicos en Cerro Navia, a punto de hablar con creyentes atentos a sus palabras como alguna vez lo estuvieron los fieles de la Parroquia de El Bosque.
Regalía máxima
Fue en 2010 cuando el bosque de Fernando Karadima comenzó a entrar en llamas. La mecha comenzó en sus cimientos. Quien fuera desde 1984 el párroco de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, fue denunciado por algunos de sus feligreses por cargos de abuso sexual. Poco a poco, el fuego se expandió. Más denunciantes aparecieron, develando el horror al mundo. El Bosque de Karadima se incendió. Pero no todas sus ramas.
Si el tronco era Karadima, su brazo principal era Morales, un hombre que creció a su alero. Y si las ramas de Karadima se esparcieron por todo el sector oriente de Santiago, casi diez años después se extendieron a Cerro Navia, a más de 18 kilómetros. Esta es la historia de una de ellas.
Juan Esteban Morales empezó a ir a la parroquia El Bosque siendo un niño. Cuando tenía 25 años y estudiaba medicina, su padre terminó en la cárcel a raíz de una bancarrota. Perdió a su padre y perdió su estabilidad: Fernando Karadima pasó a representar lo uno y lo otro.
Morales fue ordenado en 1997, convirtiéndose en el vicario parroquial del Sagrado Corazón de Jesús en Providencia. Si había una reunión importante, estaba allí. Si se necesitaba un chofer, un consejero, un mensajero o una conexión, Morales intercedía. Era la sombra de Fernando Karadima, lo que lo convirtió en su favorito.
Juan Carlos Cruz, uno de los primeros denunciantes del hoy exsacerdote, contó en Karadima. El señor de los infiernos, de la periodista María Olivia Mönckeberg, que este llamaba “regalías” a sus favoritos, como forma de manifestar su predilección. “La máxima regalía a nuestros ojos en esa época era Juan Esteban Morales (…) si llegaba su regalía máxima, nos teníamos que ir todos de la pieza”.
Mönckeberg, docente de la Universidad de Chile, es clara sobre el rol que cumplió Morales al costado de Karadima: “En las parroquias, el párroco tiene siempre un vicario. Juan Esteban fue su vicario. Lo auxilió, fue muy seguidor, y hasta el final de los finales lo siguió atendiendo”.
Morales era uno de los principales seguidores de Karadima. Se convirtió no solo en su fiel, sino también en encubridor de sus abusos sexuales. “Él vio cómo Karadima abusaba de la gente. El veía los toquecitos”, señaló Juan Carlos Cruz en una entrevista con CNN, en 2012. En la ocasión, agregó que Karadima fue absorbiendo a Morales de una forma enfermiza: “[Morales] se convirtió en una imitación de él”. Ello, incluso cuando Karadima había dejado la parroquia de El Bosque. En 2010, Patricio Vasconcellos, exsecretario de la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, señaló a Ciper que, si bien el párroco en esa fecha era Juan Esteban Morales, y Fernando Karadima oficialmente no tenía cargo, era este último quien mandaba en El Bosque.
Rafael Zanetta dice a Doble Espacio que la relación entre Morales y el hoy exsacerdote era curiosa. Ambos pasaban casi todo el día juntos, y salían a veranear con los grupos que se formaban en El Bosque. Incluso, cuando Karadima tuvo un preinfarto, Morales dormía en la misma pieza. “En ese contexto, de tanta cercanía, es muy raro que a él no le haya pasado nada. Yo creo que Morales es la principal víctima de Karadima, lo que hace todo más complicado, triste y angustiante”, dice Zanetta. En la línea de Cruz, dice que es casi imposible que él no haya visto los abusos sexuales de Karadima.
De oriente a poniente
Es 27 de abril de 2019 y la Parroquia Ascensión del Señor, en la comuna de Pudahuel, parece cerrada. Sin embargo, adentro hay una decena de personas de la Red Laical de Chile que se han esmerado en apoyar a la Iglesia Católica, pero no a los miembros que han cometido abusos. Uno de los puntos de la discusión es el arribo de exseguidores de Karadima a parroquias del sector poniente de Santiago. Delante de todos se puede apreciar un gran lienzo, con letras rojas: “Otra Iglesia es posible”.
Entre los asistentes está Patricio Cisternas, coordinador de laicos Poniente, que saluda a quienes llegan a las 10 de la mañana, a pesar del frío. Cisternas, como muchos otros laicos, está preocupado. “Sin duda, varios Karadima boys fueron trasladados a la zona poniente de Santiago: Pudahuel, Lo Prado, Cerro Navia y Renca” afirma. “En Pudahuel, por ejemplo, el padre Julio Tocornal estuvo en la Parroquia San Luis Beltrán. Otro estuvo en la Parroquia San Gabriel de Lo Prado. Más encima, en poblaciones vulnerables (…) Es un abuso de poder moral, relacional. Pocos se van a enfrentar a un cura que tiene una gran formación. Personas con cuarto básico o que no han cumplido la media”.
Es en este contexto de traslado de oriente a poniente, Juan Esteban Morales llegó a la parroquia María Reina de la Paz. “La gente no investiga, no lee. Sabe muy poco”, dice Cisternas. “Yo encuentro mal que la Conferencia Episcopal mande a este tipo a unas poblaciones periféricas que necesitan mucho de Dios. Fue investigado. La denuncia fue verosímil con respecto al abuso de poder y de conciencia que él ejercía. Lo encuentro nefasto”.
Muchas han sido las quejas, según Cisternas. No solo por Morales, sino por todas las veces en que la zona poniente se ha visto invadida por curas ligados a Karadima. “Encuentro hasta peligroso que esté Juan Esteban Morales como vicario parroquial porque, ya teniendo un cargo, puede entrar a las casas, funerales, etcétera”, piensa el laico, quien intenta una reflexión: “Habiendo tantos sacerdotes buenos, que hacen la pega, que pueden estar con la gente…”.
Desde las primeras denuncias de 2012, y luego de la condena de 2013 por abuso de conciencia y de poder, poco ha cambiado en la vida del actual vicario parroquial de Cerro Navia. Los expedientes del dictamen –según reconoció el actual vicario judicial del Tribunal Eclesiástico, el presbítero Cristián Montes– “no están aquí, en nuestro tribunal, por lo que no sé cuál fue la recomendación definitiva que hizo el padre Jaime [Ortiz de Lazcano]”. Consultado por Doble Espacio, Montes dice no tener más información del caso, pero afirma que “hubo ciertas diferencias en lo definitivo, sin entender por qué”. La investigación de Ortiz de Lazcano habría determinado, según consignó en su momento La Segunda, que Juan Esteban Morales nunca más ejerciera el rol de guiar fieles.
En una columna publicada en abril de 2015, Patricio Cisternas ya demostraba su preocupación por el arribo de seguidores de Karadima: “Mi pregunta es por qué nosotros, como laicos, ahora no podemos pedir ‘garantías’ de sacerdotes que fueron deformados por Karadima, es decir, conversar, informar quiénes son los sacerdotes, dónde están y si realmente están sanos psicológicamente y psiquiátricamente para ocuparse como párrocos, tener contacto con jóvenes, niños, etcétera”.
Doble Espacio consultó al Arzobispado tanto por la investigación de Ortiz de Lazcano como por la decisión tomada por el entonces arzobispo, Ricardo Ezzati, y señalaron que “después de la debida investigación, respecto al Presbítero, se tomaron medidas formativas y de acompañamiento dirigidas a la corrección del ejercicio del ministerio sacerdotal, especialmente en lo que concierne al acompañamiento espiritual. El sacerdote no tuvo encargo pastoral desde mediados del 2011 hasta principios del 2014”.
Javiera Ojeda
Estudiante de Periodismo, Universidad de Chile.
Aleister Quezada
Periodista de la Universidad de Chile.