Es Ingeniero Comercial de profesión y un emprendedor en la práctica. Hace un par de años fundó Algramo y tiempo después, Fracción, que busca bajar los costos de los medicamentos. Ambos proyectos buscan cambiar los hábitos de consumo y generar una nueva forma de comprar. Moller dice que esta revolución está recién comenzando.

 

En 2011, mientras estudiaba Ingeniería Comercial en la Pontificia Universidad Católica (PUC), Juan José Moller (30) decidió, junto a cuatro amigos, vivir en La Granja. Fue en esa comuna donde identificó el problema: “Había que tomar conciencia de la gravedad del contexto en términos de desigualdad, los conflictos medioambientales y de pobreza”.

 

Años después de esa reflexión nació Algramo, un sistema de compra justa que, con máquinas dispensadoras y envases retornables, busca bajar el precio de distintos alimentos y productos que hoy ya funcionan en más de 2 mil almacenes en la capital; un proyecto al que se ha sumado otra innovadora forma de resolver la demanda de salud.

 

Actualmente en Chile hay 55 comunas que no tienen ningún tipo de farmacia y eso también lo alarmó, por lo que junto a Javier Vega creó Fracción, una farmacia que permite que las personas puedan adquirir, mediante el fraccionamiento, sus remedios a precios y dosis justas.

 

¿Cómo compite Fracción con las demás cadenas farmacéuticas?

Tenemos 3 competidores que tienen el 90 por ciento del mercado, que pagan las esquinas más caras de Santiago y finalmente las estamos pagando nosotros, los consumidores, no ellos. Lo que dijimos fue: ¿Cómo podemos mantener los medicamentos sin tener que pagar arriendo, y traspasar ese ahorro al consumidor? Lo que hacemos es que tenemos relación directa con los laboratorios y vendemos a través de esta plataforma que es Fracción.cl.

 

¿Cómo surgió la idea?

Para trabajar con Laboratorios se requiere un cierto nivel y no entra cualquiera a conversar. De hecho Fracción surge porque llegó Javier Vega con la propuesta. Él tiene 43 años y su familia es dueña de laboratorio farmacéutico Pasteur y él trabajó ahí cinco años. Vio la oportunidad del fraccionamiento, eso significa comprar por comprimido, que por ley se puede hacer hace cinco años. Para poder lanzar esto había que tener dos cosas: un know how muy potente en la industria –que es lo que aporta Javier– y la capacidad de generar ruido y presión, que es lo que viene haciendo Algramo. Queremos posicionarlo como una solución que es eficiente, justa y que viene de una empresa privada pero que pone a las familias al centro.

 

¿Cómo negociaron con los laboratorios?

El primer laboratorio que se sumó fue Laboratorio Chile y se dieron cuenta de que con arroz y lentejas metimos muchísimo ruido y que con remedios esto sería más grande, así que prefirieron estar que no estar. Este laboratorio desbloqueó a los laboratorios nacionales. Se unieron en junio del año pasado y en julio apareció en la prensa, y en ese momento sólo teníamos 30 remedios. Cuando salió en la televisión los laboratorios internacionales se dieron cuenta de que ya estábamos operando y decidieron ser parte. Ahí sumamos y hoy en día tenemos 700 medicamentos.

 

¿Efectivamente los precios son más bajos?

Nosotros nos comparamos a través del portal del Gobierno, que sacó con los precios de los medicamentos y en promedio somos un 25 por ciento más barato que las grandes cadenas. Hay un caso que es emblemático que es el del medicamento Truvada, que se le conoce como PrEP, para el tratamiento del VIH. Hasta hace un tiempo las cadenas farmacéuticas lo tenían a 450 mil pesos y nosotros lo vendemos a 100 mil pesos.

 

¿Fue muy difícil entrar a esta industria, entendiendo que hay cadenas muy posicionadas?

Hoy en día las cadenas van a tener que modernizarse o van a morir. Lo que estamos haciendo nosotros no es nada de otro mundo, es lo que pasa con Córner Shop en los supermercados, es un ejemplo más de cómo la tecnología puede tener un impacto y en nuestro caso, poniendo el foco en el impacto en las personas, más que solamente ser una empresa privada.

 

Quieren alcanzar las comunas que no cuentan con farmacias, funcionando de manera digital. ¿Dichas comunas tienen acceso a internet?

Sí, si tienen. De hecho, lo que estamos haciendo es que estamos habilitando computadores, a través del municipio y donde haya siempre una persona, para que así la gente vaya, compre bien orientado y pague ahí mismo con Caja Vecina. Entonces si no tienen computador, pueden comprar igual en los municipios y con efectivo. Hay que hacerse cargo de la gente más pobre y más vieja, que es la más afectada. Es por esto que lo hacemos a través de los Cesfam de cada municipio, que es donde recurre la gente.

 

¿Cuáles son las metas de aquí a un par de años?

Estamos haciendo alianza con Sura, que es una empresa colombiana, y la idea es probar la alianza acá este año para luego viajar a hacer un piloto en Colombia. Al ser un proyecto digital, es más fácil crecer y son los mismos laboratorios los que están acá que allá.

 

A seis años de Algramo

 

Mirando para atrás, ¿qué te pasa cuando piensas en el trabajo que has hecho con Algramo en estos seis años?

 

¡Es harto! En realidad, este año comenzaremos a hacer lo que a mí me gustaría. Ahora Algramo pasará de ser un caso de emprendimiento entretenido y tierno de innovación social a generar un modelo que pueda cambiar una industria, eso es lo que he buscado. No quiero que sea un caso anecdótico que pasó en algunas comunas, sino que dejar un standard de una manera de comprar.

 

¿Ahora Algramo pasará a ser una forma de comprar más que una marca de producto?

Claro. Tu podrás comprar un producto en formato Algramo. Es decir, tendrá dispensadores, pero también tecnología, ya que los envases tienen chips que almacenan información del comprador y construyen un registro; por ejemplo, de cuántas bolsas plásticas han ahorrado. Así cuando sean muchas, se le entregará un beneficio al envase, no al cliente, entonces es como una especie de carga en “créditos” para el envase del producto que tú ya compras. Esto hace que la gente que no está ni ahí con el medioambiente, reutilice igual porque le conviene.

 

¿Algramo busca ser una solución al impacto medioambiental?

Lo que quiero es que se convierta en una solución con un impacto medioambiental, pero diseñado para la gente que no le interesa el medioambiente. Hoy, lamentablemente, tiene que haber un incentivo económico para que la gente lo haga. Entonces, el precio que yo voy a tener es el precio más barato del mercado y aparte el envase tendrá plata. Además, creo que todas las soluciones medioambientales están diseñadas para el millenial abc1 vegetariano… de hecho yo soy el millenial abc1 vegetariano (entre risas).

 

Lo personal es político

 

¿Siempre quisiste estudiar Ingeniería Comercial en la PUC?

No se si en la PUC. De hecho, el primer año empecé a ir a clases en paralelo a la Chile, para ver qué onda, pero decidí quedarme en la Católica finalmente por una estrategia política. Era un espacio donde había posibilidad de influenciar y de amplificar un impacto. Con las mismas herramientas que tuvieron los Chicago Boys se puede hacer algo totalmente contrario. En la UC hay mucha gente, muchos Penta, pero también muchos Algramo.

 

¿Lo que estás haciendo ahora cumple tus expectativas y objetivos?

El problema original a resolver era lo que llamábamos “impuesto a la pobreza”, que es cuando la gente que compra en pequeños formatos. Por ejemplo por el lavalozas de 200 ml paga un 40 por ciento más que una persona que compra 1.5 litros. Eso se resuelve con un precio a granel. Te diría que después de seis años, recién estaría cumpliendo mis objetivos: todos los productos con dispensadores, que la gente que compra en pequeños formatos no pague el impuesto a la pobreza y que sea una solución que pueda escalar en la industria. Soy muy pragmático y entiendo que lo que hacemos es enano, pero si la ambición es cambiar una industria, estamos recién comenzando.

 

¿Algramo es una revolución? Me refiero a la manera en la que ofrecen los productos.

Es una revolución forzada. En Chile se ve poco, pero en Europa o en Estados Unidos son los gobiernos los que están empujando a las empresas a cambiar su forma de ofrecer productos, porque están viendo que tenemos diez años para generar una transformación. Si no llegamos al cambio en 2029, se acabó todo. Es una revolución que mezcla lo público con lo privado. Los gobiernos están exigiendo, las empresas se tienen que adaptar, aparecen innovadores como los de Not Co. Esto puede ser una solución global, ya que son productos que están tomando participación de mercado, que son mucho más sanos para las personas… Ojalá los productos aparezcan a tiempo, ya que el problema es tan grande que creo que habrá que pegarse una vuelta más agresiva de lo que la gente cree.

 

¿Cuál crees que es tu rol?

Hoy en día mi rol es contagiar a mis pares, de movilizarlos, porque necesitamos sumar gente para el cambio. Yo no quería ser emprendedor, pero vi un problema que era enorme y es como el típico cliché de que cuando lo identificas no lo dejas de ver. Me di cuenta que era un problema generado por las empresas y vi la oportunidad de generar un cambio. Mi vocación no es ser emprendedor sino que generar el cambio. Por eso es una especie entre activismo y emprendimiento.

 

¿Qué significan los premios para ti?

Son señal de que voy por el camino correcto y me abren puertas, sobre todo por la gente que he conocido en la entrega de los diferentes premios. Para poder tener impacto tenemos que trabajar con otros, negociar, ceder, y reconocer que debemos involucrar a otros actores.

 

¿Cuál o cuáles han sido tus frustraciones?

Algo frustrante es lo que ocurre con la inversión: encuentran que esto es como una fundación, y eso es frustrante porque si quiero hacer un cambio en la industria debo plantearme como un competidor, y eso recién se está dando. Demostramos que se puede tener un impacto social y ser rentable al mismo tiempo. Al empresario le incomoda mucho que exista una empresa con impacto social porque los cuestiona.

 

¿Tu quisiste cuestionar a alguna empresa?

Cuando yo trabajaba en el Techo como voluntario, no me acomodaba el modelo de fundación de depender de los donantes, porque el donante también compra el silencio en ciertos temas. Ahí decidí plantearme desde la empresa, para cuestionar a un par la maximización de utilidades… Para hacer eso no tiene que hacerlo una fundación ni una ONG, sino que otra empresa que no lo haga a costa de las personas, sino que poniéndolas en el centro.

 

¿Cuáles son tus planes para el futuro?

Empujar los temas en los que estoy hoy: Algramo y Fracción, e irme fuera de Chile. Con mi polola hemos pensado en irnos, hacer calzar Algramo afuera sería ideal. Todo depende de lo que pase, porque el modelo nuevo que lanzamos con Algramo hay que probarlo dos años. En todo caso, si me voy no sería por tanto tiempo. Me gusta estar acá, además mis pares están haciendo cambios muy bacanes en Chile y quiero ser parte de esos cambios, de esa generación.

 

¿Qué sueñas?

Que los cambios que estoy haciendo funcionen sin que yo esté, no me veo toda mi vida emprendiendo, no me considero emprendedor. Me encantaría trabajar en un municipio o en un ministerio, mi vocación es más pública. Pero me quedan al menos diez años full en lo que estoy haciendo y tengo energía y motivación para eso.

Florencia Limonado

Estudiante de Periodismo, Universidad de Chile.