En octubre de 1973, Silvia Muñoz dejó en observación a su hija de 3 meses en el Hospital Antonio Tirado Lanas de Ovalle. La bebé estaba sana, pero Silvia no podía llevarla a La Serena, donde su marido estaba detenido y siendo torturado por miembros de la Caravana de la Muerte. Al volver al siguiente día, a Silvia le comunicaron que Corina había fallecido. A 45 años del hecho, la familia busca respuestas sobre los extraños sucesos que rodean la supuesta muerte de Corina.

 

Silvia Muñoz y Eliecer Maluenda tenían 28 y 33 años respectivamente cuando los militares atacaron La Moneda y derrocaron el gobierno del Presidente Salvador Allende. Vivían en Ovalle, en la región de Coquimbo, con sus cuatro hijos: Alexis, Yasna, Eliecer Alejandro y Corina. La última había nacido hace solo dos meses.

 

Ese 11 de septiembre, Eliecer padre fue citado a la comisaría de Ovalle; era conocido por ser dirigente del Partido Comunista y si no se presentaba, había amenaza de fusilamiento. Eliecer y Silvia tomaron a sus cuatro hijos y junto a unos amigos se fueron a esconder en los cerros al interior de Ovalle, donde estuvieron hasta principios de octubre. Cuando Eliecer y sus compañeros decidieron acudir a la comisaría, fueron inmediatamente detenidos. Tres días después, Eliecer fue trasladado al regimiento Arica en La Serena, a casi 90 kilómetros de Ovalle.

 

Fue ese mismo mes que Silvia Muñoz llevó a su hija de tres meses, Corina Maluenda, a un control médico. La doctora que la atendió ofreció a Silvia dejar a la bebé internada para que pudiera viajar tranquila a La Serena a ver a Eliecer padre.

 

“Anda tranquila a hacer trámites”, dijo la doctora al despedirse. “La niña va a estar segura acá”. Esa fue la última vez que Silvia Muñoz vio a su hija Corina.

 

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Eliecer Alejandro Maluenda tenía un año de edad cuando vio a su hermana Corina por última vez. No la recuerda, pero tiene una foto de ella; la única que existe. Es de su bautizo y está en blanco y negro. Corina está cubierta por un paño blanco y lo único que se puede ver es su cara. Tiene los ojos cerrados. Silvia Muñoz, su madre, la sostiene en sus brazos, con Eliecer Maluenda padre a su lado.

 

Han pasado casi 45 años del hecho que transformó a los Maluenda Muñoz para siempre. En 1977 se cambió la pena de cárcel para Eliecer padre por exilio y la familia debió partir a Alemania. Allí fue donde Eliecer Alejandro vivió hasta los 15 años. Cuando volvió a Chile, se integró a la enseñanza media y comenzó a desarrollar su interés por la medicina. Ahora, con 46 años de edad, trabaja en el Prais (Programa de Reparación y Atención Integral de Salud) en el Servicio de Salud Metropolitano Norte.

 

El Prais fue lanzado por el gobierno de Patricio Aylwin en 1991 como respuesta al compromiso del Estado con víctimas de la dictadura y considera la atención médica a personas que hayan sufrido tortura, detención política y exilio, además de sus cónyuges e hijos. Eliecer Alejandro ejerce actualmente como psiquiatra, pero aquella no es su única especialización. De hecho, tiene un currículum bastante largo: es médico cirujano, psiquiatra, y posee además una distinción en el área forense. Fue gracias a su experiencia y amor a la medicina que comenzó a cuestionarse la historia de su hermana.

 

“Mi mamá siempre tuvo la idea de que a ella le mataron a su bebé, que la habían envenenado o algo así. El que empezó a sospechar que podría haber sido robada fui yo”, cuenta Eliecer.

 

Cuando Silvia Muñoz llegó el 29 de octubre a buscar a su hija al hospital Antonio Tirado Lanas de Ovalle, no la encontró en su cuna. Recorrió el recinto hasta que pilló a la doctora que había hecho el ingreso de Corina el día anterior. Ésta, al verla, se abalanzó sobre ella en un abrazo y comenzó a repetir: “Me la mataron, me la mataron”. Luego llevó Silvia a un box médico y le dijo que no podía contarle a nadie lo que había pasado o su familia corría peligro; Corina era hija de un subversivo y su ataúd sellado sería escoltado directo al cementerio por Carabineros. La causa de muerte, según el certificado de defunción con firma del 28 de octubre, era un shock hipovolémico.

 

Eliecer Alejandro duda de este diagnóstico. Un shock hipovolémico se produce cuando hay una gran pérdida de sangre o líquido que hace imposible al corazón bombear suficiente sangre al cuerpo. Frente a esto, el doctor describe que “tendría que haber vómito muy, muy intenso. Una diarrea increíble, o si no, un desangramiento. Esas tres cosas son difíciles de lograr en un hospital porque en esos casos se aplicaría suero; es difícil que se produzca un shock hipovolémico. No es imposible, pero es muy raro, sobre todo en una niña sana previamente”.

 

“Vi morir pacientes durante mi carrera, entonces sé más o menos cómo habría que haber entregado a la guagua. [El cuerpo] pasa a servicio anátomo-patológico, se hace una autopsia y, si no se hace, se debe pedir autorización a los padres. Además, se entrega una epicrisis; son una cantidad de cosas las que hay que hacer”, detalla Eliecer Alejandro. “Después se entrega a través de un cajón por la puerta de anatomía patológica. Todo el proceso fue muy irregular, incluso para la época”.

 

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Fue en 2013 cuando la familia Maluenda Muñoz comenzó a considerar el caso como sustracción de menores. Solicitaron la ficha médica de Corina en el hospital para poder iniciar una investigación respecto a la bebé, pero la solicitud fue denegada. ¿La razón? Había sido destruida en una inundación.

 

“Eso es raro porque en Ovalle nunca llueve”, observa Eliecer Alejandro. “Tendría que haberse roto una caldera y haber inundado todo el sistema de archivos. Lo extraño de eso es que esa misma explicación se les ha dado a muchos otros casos. En el Barros Luco también dieron la misma respuesta. En Copiapó igual”.

 

Así lo confirma Ana María Olivares, parte de la directiva de la agrupación Hijos y Madres del Silencio (HMS), activa desde el 2014 y que ofrece apoyo a víctimas de adopciones ilegales y sustracción de menores en nuestro país. HMS es una agrupación sin fines de lucro que ofrece desde asesorías en la tramitación de búsqueda a contención emocional tanto para padres como hijos que buscan a sus familiares.

 

“Nuestra agrupación tiene coordinación por hospital en Santiago y en regiones. En algunas regiones hemos tenido muchos problemas para trabajar con hospitales, incluso en Santiago. No se ha entregado respuesta y se han negado a dar cualquier tipo de información. Hablan de fichas pérdidas en incendios que nunca han existido. En el Barrios Luco y en el San Borja siempre es lo mismo: incendio o inundación”.

 

Jorge Alvarado, quien era abogado de la familia en ese tiempo y que cesó sus actividades en 2015, fue quien introdujo el término “sustracción de menores” a la familia y sugirió iniciar una querella ante el Juzgado de Garantía de Ovalle. Aquello era lo que Eliecer Alejandro siempre había pensado, pero que guardó por mucho tiempo.

 

Pero para Silvia Muñoz, su madre, aquello significó un cambio de 180 grados. Por primera vez empezó a pensar que Corina podía estar viva. Emocionalmente, esto significó abrir la herida que había tratado de curar con años de tratamiento psiquiátrico: la muerte de su pequeña.

 

El cansancio emocional ha sido tanto, que a Silvia incluso le han dado ganas de parar la búsqueda. “Es muy difícil para ella, sobre todo cuando tiene que contar las mismas cosas en entrevistas”, cuenta su hijo.

 

El Juzgado de Garantía se declaró incompetente debido a que los hechos ocurrieron cuando existía el procedimiento penal antiguo y la querella pasó al Primer Juzgado de Letras, donde la jueza Mónica Oliva consideró importante la exhumación del cuerpo y la elaboración de exámenes en el cuerpo sepultado ahí.

 

Fue en diciembre del 2013 cuando se realizó la exhumación del cuerpo. Se tomaron exámenes que fueron llevados a Servicio Médico Legal (SML) en Santiago para ser evaluados, pero hubo dos cosas que sugirieron de manera inmediata que el cuerpo enterrado en Ovalle no era el de la pequeña Corina Maluenda.

 

La primera fue que Silvia Muñoz no reconoció la ropa que estaba dentro del cajón. “Mi mamá es diaguita y teje de forma muy especial; teje con espina. Eso hace que el punto salga de manera muy singular”, cuenta Eliecer Alejandro. En sus manos está el libro Corina Maluenda: Canción de cuna para una niña robada, un escrito de poesía hecho por Carmen Obreque inspirado en el caso de Corina. En la portada hay un par de zapatos de bebé tejidos a espina por Silvia, los que no se parecen a los que encontró cuando el ataúd de Corina fue abierto 40 años después de su supuesta muerte.

 

La segunda se dio cuando el SML estableció que no había muestra genética suficiente para determinar que la bebé fuera de Silvia y Eliecer. En el cajón se encontraron además 3 dientes que no podrían haber correspondido a una bebé de 3 meses como era Corina al momento de su supuesta muerte.

 

Desde ese momento, la familia dejó de pensar que Corina Maluenda estaba muerta. “Nosotros ya no hablamos del cuerpo de Corina, porque estamos seguros que el cuerpo que está ahí no es el suyo”, dice el actual abogado de la familia, Hernán Valdivia.

 

A pesar de estos antecedentes, el caso de Corina ha avanzado con mucha lentitud. Hernán Valdivia, quien maneja el caso, no ha podido hacerse cargo como parte querellante desde la renuncia de Alvarado en 2015. Actualmente está luchando junto a Eliecer Alejandro para poder lograr esto, pero lo más complicado han sido el manejo de tiempos y la distancia con Ovalle.

 

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Años después de la desaparición de Corina, la familia Maluenda Muñoz aún no sabe con certeza el nombre de la doctora que atendió a Corina en octubre de 1973. En Ovalle se especulaba que la médico dejó la ciudad días después de la desaparición de la bebé.

 

Con los registros del hospital destruidos, la familia solo tenía un solo nombre que podría darles algunas respuestas: la doctora que firmó el certificado de defunción de Corina Maluenda Muñoz. Eliecer Alejandro dedicó meses a buscar su identidad hasta encontrarla. Actualmente la médico reside en La Reina, Santiago. Pero cuando Eliecer fue a verla junto a su madre, ella no los dejó pasar a su departamento.

 

“Fui yo quien llevó la dirección de la doctora al abogado y le dije: ‘Por favor, cítela. Aquí está’. Siendo que la PDI tiene acceso a muchas cosas que yo no. Esas son cosas que yo no entiendo”.

 

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El 8 de diciembre de 1973, el matrimonio argentino-mexicano conformado por Bernardo Lejderman y María del Rosario Ávalos fue asesinado en la comuna de Vicuña, en Coquimbo, dejando huérfano al pequeño Ernesto Lejderman. El niño fue trasladado al regimiento Arica en La Serena, donde el entonces joven teniente Juan Emilio Cheyre fue encargado de entregar al menor a un convento.

 

Sentado en su consulta, Eliecer Alejandro comparte su teoría. “Juan Emilio Cheyre estuvo torturando presos políticos en la cárcel de Ovalle cuando desapareció mi hermana”. El relato de Nicolás Barrantes, quien se querelló el 2016 por la tortura y asesinato de su hermano Marco Barrantes en el regimiento Arica de La Serena, confirma esto. Dice haber sido torturado en Ovalle y posteriormente en el regimiento y nombra a Cheyre como uno de sus torturadores. La fecha coincide con los días en que desapareció Corina.

 

Cheyre además figuró como visita de Colonia Dignidad en documentos recuperados hace unos años. “Se sabe que de allí sacaron niños. Yo creo que lo más probable es que la Corina esté en Europa. Puede ser Alemania o Bélgica, por esos lugares, ojalá”. Luego calla por un largo rato y dice: “Todos esos ojalá tienen que transformarse en realidad; es lo único que quiero”.

 

El 19 de julio del 2018, en el que habría sido el cumpleaños número 45 de Corina, Eliecer Alejandro escribió una carta en su página de Facebook a su hermana. En el escrito Eliecer le deseaba feliz cumpleaños, contándole un poco de la historia de su familia y urgiendo a quienes leyeran la carta que la compartieran en esperanza de que llegara a Corina. Fue compartido por cientos de personas, pero aún no ha tenido suerte.

 

“Quería hoy, después de 45 años, por primera vez desearte un feliz cumpleaños

 

Las velas te esperan hermanita, debes soplarlas y pedir un deseo. Porque yo ya lo pido cada año y es que siempre es el mismo, que regreses. Regresa con nosotros, es que ya es tiempo, no cierto?

Te quiere y te extraña, tu hermano,

Alejandro Maluenda”.

Javiera García Leighton

Estudiante de Periodismo, Universidad de Chile.